Ya para los hombres de letras del Renacimiento era patente el efecto revolucionario de la imprenta en la concepción y trasmisión del saber, en las formas y materias de lectura. La palabra escrita ya no es entendida como la individualidad del manuscrito sino como una especie de categoría susceptible de estar representada en cualquier parte del mundo. La multiplicación indefinida del texto se puede enfocar como una consecuencia de ese anhelo de saber universal del humanismo renacentista que se materializa en la biblioteca. Precisamente, uno de los rasgos de aquel incipiente humanismo anterior a Petrarca, el formado por los llamados prehumanistas paduanos, estriba también en la aparición de colecciones privadas de libros que denotan un afán de lectura más allá de intereses profesionales y académicos.

En la selección de libros de literatura clásica de nuestro fondo bibliográfico antiguo hemos querido centrarnos en los primeros siglos de la imprenta por creerlos más representativos de la labor de aquel movimiento cultural cuyos estudios originaron el renacer de la cultura del Mundo Antiguo a través de la recuperación de sus textos. Para la filología clásica puede ser hoy poco el interés que tienen estas ediciones y comentarios en incunables e impresos del XVI, dado que su alcance crítico está muy por debajo tanto de la depurada técnica ecdótica que comenzó a decantarse ya bien entrado el siglo XVII, como de los conocimientos aportados por las otras Ciencias de la Antigüedad. Las modernas ediciones críticas de los autores clásicos griegos y latinos pueden establecer entre la época del autor y el llamado estado de la cuestión de su estudio un puente que resuma u obvie la transmisión tardoantigua y medieval y la peripecia de copias renacentistas y primeras impresiones de sus textos. Pero poseen su peculiar fortuna estas antiguas ediciones y comentarios, así como la singularidad de cada libro, como insinuó el gramático Terenciano Mauro en un celebrado verso que casi nunca se cita completo: Pro captu lectoris habent sua fata libelli (“Según la manera de entenderlos el lector, los libros tienen su propio destino”, De litteris, de syllabis, de metris, 1286). Y de estos destinos, tanto más singulares cuanto más tempranos son los impresos, hemos queridos dar cuenta en nuestra selección y comentarios, eligiendo en orden cronológico los autores más representativos de la historia de una y otra literatura y compensando en cada lengua los manuscritos y las traducciones españolas, con la identificación, siempre que ha sido posible, de algunos de sus antiguos propietarios, pues creemos que contribuye a la historia cultural de nuestra ciudad que se hallan conservado los ejemplares de clásicos grecolatinos que utilizaron relevantes figuras como Hernando Colón (ficha 128), Juan de Mal Lara (ficha 137), Francisco de Medina (ficha 139) o Pedro Vélez de Guevara (ficha 128). Para terminar debo agradecer en primer lugar a quienes han colaborado en esta exposición con comentarios de libros de esta sala, Rocío Carande Herrero y, muy en especial, Ana Pérez Vega, colegas ambas del Departamento de Filología Griega y Latina con quienes participo en el Proyecto de Investigación FFI2011-29630, Classica et Humanistica Hispalensia (Liber IV); igualmente por los mismos motivos a Juan José Martos Fernández, a Francisco Rodríguez García, y a Pablo Toribio Pérez, y también a Antonio Chávez Reino por los subsidios bibliográficos que me ha prestado a través de la gestión de su página web sobre este mismo tema, historiarum reliquiae, de nuestra Facultad de Filología (siff). A José Manuel García Valverde, doctor en Filosofia y Filología Clásica, por ofrecerse a organizar de la Sala 8 de Filosofía; finalmente a Eduardo Peñalver, promotor de esta iniciativa y coordinador de toda la empresa, y por último, con todo mi aprecio, al personal de administración y becarios de las bibliotecas de nuestra Universidad, de cuya competente disponibilidad nos servimos a diario en este purgatorio borgeano de las bibliotecas sevillanas.

 

 

 

Después, el entusiasmo por el mundo antiguo, el hallazgo de manuscritos, las apelaciones a la paradigmática Antigüedad referentes a la institución bibliotecaria, el comercio y tráfico de la pujante industria del manuscrito habría terminado por producir tarde o temprano esa noua ars Germanorum que se gestó en Maguncia a mediados del siglo XV. Es el libro impreso el hecho que incardina el eje entre la concepción de biblioteca en la Antigüedad y Medievo y el comienzo de las modernas ciencias bibliográficas, y por ello merece destacarse la coincidencia de la invención de la imprenta con el movimiento cultural del humanismo, en donde se generaron también una nueva idea del saber y una diferente concepción de la biblioteca y, por tanto, de la bibliografía. La biblioteca se convierte en un centro vivo y pujante, en una especie de taller de estudiosos de las letras, lugar de intercambio de ideas y, en especial, el principal instrumento del trabajo intelectual, y por ello, la clasificación del saber y de los libros constituye una de las pasiones y preocupaciones del humanista del Renacimiento y el tema de la organización y creación de una biblioteca llega a ser uno de los tópicos de la cultura humanística. Es esta bibliofilia —en el sentido lato de una actitud optimista ante el saber trasmitido en los libros— una constante que enlaza la euforia libresca de aquella serie de humanistas jalonada entre Petrarca y Erasmo con la de los libertinos, o mejor librepensadores, de la Respublica litterarum, pues a pesar de los elementos disgregadores (Reforma, Contrarreforma, guerras de religión, implantación del Estado, pujanza de las lenguas vernáculas, fragmentación del saber enciclopédico en especializaciones), hubo un esfuerzo por lograr una nueva concordia basada en la unidad y solidaridad entre los doctos que se plasmará en aquella comunidad del mundo de la cultura que proclamaba Erasmo en el primero de sus Adagia (amicorum communia). https://www.classicahispalensia.es/new/estudios/76-escritos-sobre-biblioteca-en-el-siglo-de-oro-j-solis-1997

Hipótesis

En el fondo antiguo de nuestras bibliotecas se conserva una rica fuente de información e investigación que es poco frecuentada por la incomodidad que resulta de acceder a tan gran cúmulo de datos insatisfactoriamente organizado.

La confección de catálogos abreviados, descriptivos y, sobre todo, las tipobibliografías orientan de la mejor manera a la investigación de cualquier aspecto de la historia cultural, así como también la informatización de ficheros y la digitalización de ejemplares de ese tipo de fondos bibliográficos, pero a poco que se precise una comprobación efectiva de cualquier dato, es necesario el examen del ejemplar y la búsqueda pormenorizada por cada página, pues en la mayoría de los casos los índices fueron elaborados bajo criterios que no cumplen con las necesidades de nuestras pesquisas.

Esta carencia de índole general se acentúa en el caso de los libros del siglo XVI del fondo antiguo de la Biblioteca General, cuyo catálogo abreviado de los impresos franceses e italianos no llegó a publicarse, de modo que para establecer un estado de la cuestión en lo que respecta al tema que nos ocupa, las ediciones y comentarios de autores clásicos grecolatinos, no podemos contar con ningún instrumento impreso que nos facilite una mera lista de los fondos con que contamos. 

Metodología y plan de trabajo

Tal será, pues, la primera fase de este trabajo: la elaboración de un listado de los clásicos grecolatinos en impresos de los siglos XV y XVIII en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla bajo los siguientes criterios:

1) Alfabético por autores según los índices de los Diccionario latino español y Diccionario griego español del C.S.I.C. http://dge.cchs.csic.es/

2) Dentro de cada autor, alfabético por lugares de imprenta de acuerdo con el nombre de la ciudad en español.

3) A su vez, se ordenará por orden cronológico.

En una segunda fase de este proceso preliminar, se cotejarán los ejemplares con aquellos estudios y repertorios de tipobibliografía en que se hallen descritos, determinando en este examen las diferencias que se puedan observar de diferentes variantes de emisión y estado de una misma edición. 

Se registrarán también las peculiaridades del ejemplar de la BUS, como anotaciones manuscritas, señales de posesión, censuras o expurgos inquisitoriales, procedencia del fondo, etc... 

Después, se determinará el contenido de la obra, remitiéndolo a la tradición y fortuna del autor clásico, remitiendo a recientes estudios.

También se calibrará el alcance de su comentario, extrayendo, si fuera pertinente, algunos fragmentos significativos.

A continuación, se abordará la identificación de los autores de edición, comentario e índices, asimismo del prólogo y dedicatoria, con referencia a los estudios que puedan existir sobre ellos.

Cada ejemplar será examinado y llevará una entrada específica con las referencias exactas de la bibliografía consultada.

El catálogo llevará un índice analítico con completas referencias.