Felicitación epicúrea en la víspera de las calendas de enero del 2023

En cuestión de creencias, a mí cuando sea mayor me gustaría ser epicúreo como Plinio el Viejo. El epicureísmo no consistía en ir de hedonista minucioso ni tragaldabas con toga pretexta. El sumo bien para Epicuro es la ausencia del dolor físico o mental, causa y efecto de los males, y la absoluta indiferencia por la predestinación de los astros, que otros amantes y proxenetas de la sabiduría ya estaban convirtiendo en dioses.

    «Dios es para un mortal ayudar a su semejante», escribió literalmente Plinio, en la estela de unos ideales que difundía la comedia grecolatina algunos siglos antes: «Un dios es el hombre para el hombre, con tal que conozca su deber». Citas menos extrapoladas que la del tenebrismo barroco al desatender la cláusula esperanzada del preterido verso plautino: «Un lobo es el hombre para el hombre, no un hombre, cuando no se le conoce cómo es».

    El conocimiento de las desgracias de Troya da esperanzas a sus náufragos en las playas de Cartago, cuya reina los acogerá con empatía en solidaria hospitalidad.

    Plinio murió por su afán de conocimientos pero también por su sentido del deber cuando se decidió por socorrer, en su calidad de comandante de la flota, a los damnificados en la erupción del Vesubio: «Lo que había emprendido con espíritu investigador lo afrontó con la mayor grandeza de alma», nos han contado en el relato de su muerte.

    La grandeza de alma es el tema nuclear de la épica y la tragedia clásicas, los géneros poéticos sublimes del recurrente canon literario occidental: «Lo sublime es el eco de la grandeza de alma», así lo define retóricamente un tal Longino, alrededor de los mismos años en que debió de publicar su sobrino esa epístola necrológica.

    Plinio, el tío, sabía muy bien en qué se cifra esa grandeza de alma que algunos sabihondos han entendido por megalomanía carente de humanidad. En el encomio del primer emperador al que consagraron como dios dejó caer este parecer: «La verdadera e incomparable grandeza de su espíritu invicto fue que, cuando se apoderó de los archivos de cartas de Pompeyo Magno en la batalla de Farsalia y también de los de Escipión en la de Tapso, con la mejor fe los quemó sin haberlos leído». Antes que la depuración de responsabilidades el futuro dictador vitalicio prefirió un perdón general que encajaba en su maquiavélica clemencia. También había precisado poco antes que para esa grandeza de quienes se encumbran como héroes nacionales no deben contar las matanzas que perpetraron: «No pondría yo ciertamente entre sus hechos gloriosos una tan gran injusticia cometida contra el género humano, el haber matado en las batallas a un millón ciento noventa y dos mil hombres, aparte de sus victorias sobre los ciudadanos».

    Estas salvedades realizadas por un hombre del establishment, que despachaba cada mañana con el bicharraco de turno, me llevan a pensar que también podría haber replicado hoy a estos perros de la guerra que invaden países contra el derecho de gentes y asesinan a civiles inermes en flagrante delito de lesa humanidad.

    Pero a mí la frase de Plinio que más me gusta, y esto sí que es un optimista acto de fe en esta época del saber ligero, es aquella que repetirá el para nada sublime Lázaro de Tormes: «No hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena».

    Mientras voy superando non passibus aequis los años de Plinio y tal vez sus lecturas, quiero desearos, amigas y amigos, una apacible y epicúrea celebración de Dios nacido Niño para salvar al género humano y un bienaventurado año bisiesto,

                  Pepe Solís

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«Dios es para un mortal ayudar a su semejante» Plinio, Historia natural II, v.18: Deus est mortali iuvare mortalem.

«Un dios es el hombre para el hombre, con tal que conozca su deber» Cecilio Estacio, Fragmento de comedias griegas, 264: Homo homini deus est, si suum officium sciat.

«Un lobo es el hombre para el hombre, no un hombre, cuando no se le conoce cómo es» Plauto, Asinaria, 495: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit.

El conocimiento de las desgracias de Troya da esperanzas a sus náufragos en las playas de Cartago, cuya reina los acogerá con empatía en solidaria hospitalidad: Hay aquí también recompensa para su gloria. Virgilio, Eneida, 1.461-3: «Hay llantos por las cosas de la vida y la muerte de los hombres toca sus corazones. Quítate el miedo; esta celebridad te traerá alguna salvación» Sunt hic etiam sua praemia laudi; / sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt. / Solve metus; feret haec aliquam tibi fama salutem. «No llevamos los púnicos hasta tal extremo embotados nuestros corazones» 567 non obtusa adeo gestamus pectora Poeni; «yo os despediré seguros con mi auxilio y os ayudaré con mis recursos» 571 auxilio tutos dimittam opibusque iuvabo;  «el troyano y el tirio serán tratados por mí sin discriminación alguna» 574 Tros Tyriusque mihi nullo discrimine agetur.

«Lo que había emprendido con espíritu investigador lo afrontó con la mayor grandeza de alma» Plinio, Cartas, VI, 16, 9: quod studioso animo incohaverat obit maximo (sc. animo).

«Lo sublime es el eco de la grandeza de alma» Longino, De sublimitate [Perì húpsous], 9.2: ὕψος μεγαλοφροσύνης ἀπήχημα.

«La verdadera e incomparable grandeza de su espíritu invicto fue que, cuando se apoderó de los archivos de cartas de Pompeyo Magno en la batalla de Farsalia y también de los de Escipión en la de Tapso, con la mejor fe los quemó sin haberlos leído» Plinio, Historia natural, VII, xxv.94: illa fuit vera et incomparabilis invicti animi sublimitas, captis apud Pharsaliam Pompei Magni scriniis epistularum iterumque apud Thapsum Scipionis, concremasse ea optima fide atque non legisse.

«No pondría yo ciertamente entre sus hechos gloriosos una tan gran injusticia cometida contra el género humano, el haber matado en las batallas a un millón ciento noventa y dos mil hombres, aparte de sus victorias sobre los ciudadanos» Plinio, Historia natural, VII, xxv.92: nam praeter civiles victorias undeciens centena et nonaginta duo milia hominum occisa proeliis ab eo non equidem in gloria posuerim, tantam etiam coactam humani generis iniuriam, quod ita esse confessus est ipse bellorum civilium stragem non prodendo.

«No hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena» La vida de Lazarillo de Tormes, «Prólogo», p. 4, n. 5 F. Rico 1987. Nihil enim legit quod non excerperet; dicere etiam solebat nullum esse librum tam malum ut non aliqua parte prodesset Plinio, Cartas, III, 3, 10: Pues no leía nada que no extractase; también solía decir que no había libro tan malo, que no fuese provechoso en alguna parte.

Diógenes Laercio, Vida de filósofos ilustres, X 148: De cuantos bienes proporciona la sabiduría para la felicidad de toda una vida, el más importante es, con mucho, la adquisición de la amistad. Epicurus apud Diog. Laert. 10.148: Ὧν ἡ σοφία παρασκευάζεται εἰς τὴν τοῦ ὅλου βίου μακαριότητα, πολὺ μέγιστόν ἐστιν ἡ τῆς φιλίας κτῆσις.