José Solís de los Santos. Universidad de Sevilla

http://personal.us.es/jsolis/sepulvedacalvete.htm

Publicado: «Las relaciones de sucesos en la historiografía latina de Carlos V: Sepúlveda y Calvete de Estrella», en Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico IV. Homenaje al Profesor Antonio Prieto, eds. J. M. Maestre Maestre, J. Pascual Barea, L. Charlo Brea, Madrid: Instituto de Estudios Humanísticos, C.S.I.C., 2009, t. III, pp. 1317-1347. ISBN: 978-84-00-08772-2.

Repositorios: http://personal.us.es/jsolis/sepulvedacalvete.htm

https://www.academia.edu/32857634/Las_relaciones_de_sucesos_en_la_historiograf%C3%ADa_latina_de_Carlos_V_Sep%C3%BAlveda_y_Calvete_de_Estrella

https://idus.us.es/handle/11441/90481

https://idus.us.es/bitstream/handle/11441/90481/Las%20relaciones%20de%20sucesos%20en%20la%20historiograf%c3%ada%20latina%20de%20Carlos%20V.pdf?sequence=1&isAllowed=y

http://classicahispalensia.es/estudios/182-las-relaciones-de-sucesos-en-la-historiografia-latina-de-carlos-v-sepulveda-y-calvete-de-estrella-j-solis-2009

Resumen: Estudio de la interacción entre estos dos humanistas cortesanos a través de las fuentes principales del libro XXVI de la Historia de rebus gestis Caroli V (Madrid, 1780) del cronista Sepúlveda, a saber, El felicíssimo viaje del príncipe don Phelippe (Amberes, 1552) y De Aphrodisio expugnato commentarius (Amberes, 1551), de Juan Cristóbal Calvete de Estrella (c. 1510-1593). Se traduce y corrige el texto de la carta de Sepúlveda a Diego de Neila, que fue incorporada como prólogo a dicha crónica latina. Se determina también el alcance de un silenciado accidente de Felipe II durante un torneo en Bruselas (1549), por inadvertencia de Luis de Requesens, primogénito del ayo del príncipe, Juan de Zúñiga, y alumno de Calvete de Estrella. Se destaca la importancia de las relaciones de sucesos (Montoya, Vicente Álvarez, Juan Lorenzo Otavanti, Antonio Doria) como fuente de la historiografía renacentista (Alonso de Santa Cruz, Marco Guazzo, Laonicus Chalcocondylas, Simon Schard, Johann Sleidan, Luis de Ávila, Pedro de Salazar, Francisco López de Gómara, Juan Páez de Castro, Vicente Rocca, Diego de Fuentes, Diego Gracián, Alfonso de Ulloa, Prudencio de Sandoval), y, posteriormente, como motivo de la épica (Vincenzo Colocasio, Baltasar del Hierro, Lorenzo de Sepúlveda) o el drama (Lope de Vega). La indagación en otra fuente poco manejada de los sucesos narrados, Orazio Nucula de Terni, Commentariorum de bello Aphrodisiensi libri quinque (Roma, 1552), proporciona la identificación, corroborada por otras fuentes impresas y manuscritas (Guillermo Malineo, Bernabé del Busto, Salazar) del capitán español que capturó al duque de Saxonia en la decisiva batalla de Mühlberg (24-IV-1547). Se indica, con las debidas referencias, el apaño de la edición pirata de la Coronica del Emperador D. Carlos Quinto, en la qual se trata de la guerra que tuvo contra los rebeldes del imperio (Sevilla, 1552), y se proporciona la totalidad de la bibliografía crítica hasta el año de la celebración de aquel IV Congreso Internacional de Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico, Homenaje al profesor Antonio Prieto, Alcañiz, 9 a 14 de mayo de 2005.

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Las relaciones de sucesos en la historiografía latina de Carlos V:

Sepúlveda y Calvete de Estrella

José Solís de los Santos

Universidad de Sevilla

            Las relaciones oficiales de sucesos junto con las descripciones y relatos que pudieran escribir particularmente otros asistentes a los acontecimientos no sólo constituyen un importante caudal de datos para el estudio de la mentalidad y cultura de la época, sino que fueron utilizados como fuente historiográfica, a veces sin sentido crítico, por los humanistas del Renacimiento. Un caso aún no estudiado es el empleo de dos relaciones de Juan Cristóbal Calvete de Estrella (Sariñena, c. 1510, Salamanca, 1593), El felicíssimo viaje del príncipe don Phelippe (Amberes, 1552) y De Aphrodisio expugnato commentarius (Amberes, 1551), en la redacción del libro XXVI de la única gran historia latina completa del emperador, la Historia de rebus gestis Caroli V (Madrid, 1780), de Juan Ginés de Sepúlveda (Pozoblanco, 1490-1573).

            Al hablar de los criterios historiográficos de Juan Ginés de Sepúlveda, el único cronista oficial del césar Carlos que culminó con creces su cometido, es necesario ofrecer referencias oportunas de la carta que el propio historiador dirigió a su antiguo compañero de estudios y buen amigo, el canonista salmanticense Diego de Neila (ca. 1492-1577), entre 1561 y 1563 (Losada 1973: 234 n.1).[1] En esta /p. 1318/ elaborada epístola, no incluida en los Epistolarum libri septem de Salamanca, 1557, agradecía a su corresponsal el consejo de encomendar a sus herederos la publicación de su historia y darla a conocer mientras tanto sólo a unos pocos amigos leales:

Nam edito opere quod possit iusta laude commendari, iniquorum obtrectationes aequiorum recto iudicio et graviore auctoritate facile refelli, si quis inimico animo solus vel cum paucis legerit recitantem, eo timore sublato liberius mendacio corruptoque iudicio librum infamare potest. Nec tamen idcirco editionem properare censes, sed potius heredibus mandare: mortuis enim non invideri.

[Publicándose, pues, una obra que con justa alabanza puede ser apreciada, las calumnias de los injustos pueden refutarse fácilmente por el recto juicio y la más ponderada autoridad de las personas ecuánimes; si alguien con ánimo hostil lo leyera a solas o con unos pocos mientras lo recitan,[2] al eliminarse dicho temor, puede difamar el libro con mentiras y tergiversaciones más libremente. Y sin embargo por esto mismo me aconsejas que no apresure su publicación, sino que la encomiende más bien a mis herederos: a los muertos, es verdad, no se les envidia.]

            Ya la comisión de la Real Academia de la Historia, primeros editores de esta imponente crónica en treinta libros, se percató del valor e interés que para esta obra tenía el contenido de esta misiva, y la antepuso, a modo de pertinente y casi preceptiva praefatio,[3] al frente de una editio princeps de Madrid, en 1780, /p. 1319/ que había aguardado para su publicación a una posteridad sin duda mucha más lejana que la que los dos amigos debieron de haber llegado a sospechar. En efecto, a la luz de este verdadero “manifiesto historiográfico” (Fortea 1998: XX), como ha sido calificado en uno de los estudios preliminares que acompañan la edición de las obras completas auspiciada por el Ayuntamiento de Pozoblanco, diversos estudiosos y editores modernos han comentado los diferentes aspectos de su quehacer de historiador que la citada epístola proporciona (Costas 1993: 83-97). A tal fin, se ha traducido y comentado la referida carta, determinándose los conceptos historiográficos y su metodología histórica,[4] junto con detallado análisis de las formas y métodos de la historiografía clásica con sus congruencias y discrepancias en la obra del pozoalbense (Pozuelo 1998: LXXXIV-XCII); así como también se han indagado los motivos por los que nuestro humanista decidió finalmente dejar pasar el tiempo, y su propia vida, para publicar el esmerado producto de su empleo de cronista (Cuart 1995: XLI, LIII).

            En esta aportación al homenaje al profesor Antonio Prieto vamos a estudiar las denominadas “Relaciones de sucesos” como principal fuente documental en la redacción del libro vigésimo sexto de la Historia de rebus gestis Caroli V. Se trata de un tipo de fuente de investigación no citado expresamente por nuestro cronista, pero quedan implícitamente comprendidas estas fuentes cuando declara en la mencionada carta a Neila tanto su manejo de las copias de la correspondencia de los protagonistas de los hechos, como especialmente en los comentarios que habían redactado durante las mismas campañas algunos participantes y testigos de aquellos acontecimientos.

            Sed in exquirenda veritate me ad summam diligentiam nihil mihi reliquum fecisse profiteor et Imperatoris et ducum epistolas de rebus gestis, quarum exempla mihi iussu Caroli suppeditabantur, diligenter legebam, nec modo duces ipsos ac legatos et proceres, qui in bello consiliis solent adhiberi, de rebus omnibus, sed ipsum Carolum Caesarem de rebus ab ipso per se gestis percontabar, cum de his inter ceteros parum constabat; [...] Praeterea commentarios a curiosis et diligentibus hominibus ad castra confectos perlegere non gravabar. Multi enim huius memoriae res gestas partim brevibus et manu scriptis commentariis, partim longioribus et excusis prodiderunt; sed quos nominare non pigeat: Paulus Iovius, Ioannes Sleidanus, Galleatius Capella, qui Latine; Ludovicus Avila, Antonius Ixartinus, Petrus Salazarus, qui Hispane; Guazus et Mambrinus Roseus, Alfonsusque Vlloa, qui lingua Italica conscripserunt. [...] quos omnes diligenter evolvi et eorum inquirendi et notandi labore nonnihil adiutus sum, sed ita ut multa in quibusdam offenderim, quae mihi quam ipsis magis erant explorata, ut a melioribus auctoribus tradita. /p. 1320/

[Pero en la búsqueda de la verdad confieso no haber escatimado el más mínimo esfuerzo hasta lograr la mayor precisión, pues leía con atención las cartas tanto de los generales como del emperador sobre los acontecimientos, cuyas copias me facilitaban por mandato del césar, y no sólo preguntaba acerca de todos los asuntos a los jefes mismos, a embajadores y mandatarios que suelen participar en los planes bélicos, sino al propio césar Carlos acerca de los hechos que él mismo realizó cuando los demás los tenían poco claros [...] Además, no tenía empacho en leer a fondo las relaciones[5] que elaboraban en campaña hombres esmerados y diligentes. Pues fueron muchos los que dieron a conocer los acontecimientos de la presente época; unos, en relaciones breves y manuscritas; otros, bastante más extensas e impresas. Pero me disgustaría no mencionar a éstos: los que escribieron en latín, Paulo Jovio, Juan Sleidan, Galeazzo Capela; en español, Luis de Ávila, Antonio Ixart, Pedro de Salazar; en italiano, Guazzo y Mambrino Roseo, más Alfonso Ulloa. [...] a todos los cuales consulté atentamente y su labor de investigación y sus observaciones me sirvieron de alguna ayuda, pero, aun así, me topé en algunas obras con muchos asuntos que yo tenía mejor averiguados que ellos mismos, porque me habían llegado de fuentes más dignas de crédito.]

            El tipo de escritos que se ha convenido en llamar “Relación de sucesos” ha sido definido por la asociación que se dedica a ello, la Sociedad Internacional para el Estudio de las “Relaciones de sucesos” (SIERS[6]), como textos ocasionales en los que se divulgan relatos de acontecimientos de todo género, con el fin de cumplir cabalmente los objetivos de la comunicación, informar, entretener e influir en sus lectores. Su extensión va de la brevedad de la hoja volandera, pliego suelto o de cordel hasta el libro voluminoso, cuya redacción, en tal caso, se encarga a un humanista profesional, que registra y destaca además todos los aspectos de erudición clásica que haya en el acontecimiento. Su difusión puede correr a cargo de copias manuscritas, pero, en esencia y casi en origen, pese a los objeciones de José Simón Díaz,[7] se sirve de la reproducción seriada de la imprenta, para pasar después, perdida ya su actualidad y en una conservación posiblemente precaria, a engrosar repertorios de anales, efemérides, memorias y diarios, que podían quedar a su vez inéditos en archivos y bibliotecas.[8] Se /p. 1321/ consideran estas formas de comunicación de la edad altomoderna los antecesores de la prensa actual, dado que cubren los aspectos que los periódicos abordan en sus diferentes secciones: internacional, nacional, sociedad, sucesos, pero con la distinción de que la “relación de suceso”, similar al reportaje periodístico, suele recoger un único acontecimiento, bien que adopte la extensión que requiera, al contrario que los avisos y hojas volanderas, que registran sucintamente más de una noticia. Este “medio privilegiado de trasmisión cultural”, en que se infiltra también un mensaje ideológico con influencia en la incipiente opinión pública de la época,[9] adquiere diversas denominaciones que reflejan expresivamente la atención que pretenden suscitar: nuevas de la guerra, traslado de carta, aviso, carta de relación, verísima noticia, feliz suceso, espantoso caso, especialísimas fiestas, entradas reales, triunfal recibimiento, dolorosísimas exequias, etc. Y un rasgo típico que subraya este aspecto de actualidad es el valor testimonial que reclama al declararse, mediante cualquier “fórmula de presencia”,[10] que ha sido redactado por quien estuvo presente en los mismos hechos.

            A causa de este carácter testimonial de las relaciones de sucesos la historiografía profesional de la época utilizó a fondo,[11] pero bastante a menudo sin discriminación ni criterio, este tipo de fuentes que viene a suplir con plausible solvencia el imposible ideal de haber sido testigo de los hechos, por cuya carencia (“nec possit scriptor rebus omnibus interesse”) también se queja el propio Sepúlveda de verse tan injustamente criticado incluso en la narración de algunos acontecimientos coetáneos del autor (“ego Carolum in Germaniam proficiscentem non fuerim secutus nec negotiis Germanicisque bellis interfuerim”), cuando en los escritores clásicos que se tenían por modelo habría que admitir la falta absoluta de este ideal de presencia (“maximae auctoritatis fideique scriptores, rebus omnibus interfuisse, quas ad memoriam posteritatis prodiderunt, quos nulli aut minimae parti interfuisse constat”).

            En las mismas obras históricas de Sepúlveda encontramos claros indicios de haber manejado este tipo de fuentes, como se ha venido destacando en pertinentes estudios. Véanse como ejemplos, en la misma Historia de los hechos del emperador Carlos V, rey de España, la localización y análisis de las fuentes de la campaña de Túnez en los libros XI-XIII, que tituló De bello Africo en una primera redacción (Costas, Trascasas 2003: CXXIV-CXXVIII). O en los capítulos 36 a 41 del libro XIX, en que se hace eco de un tema típico de estas publicaciones, al incluir el lamentable caso de cainismo carpetovetónico sucedido al reformista conquense Juan Díaz, asesinado por orden de su propio hermano, que había divulgado su correligionario Francisco de Enzinas en 1546, con el significativo título de /p. 1322/ Historia uera de morte sancti uiri Ioannis Diazij Hispani, y que salió publicado con el seudónimo de Claudio Senarcleo, presunto compañero de la víctima y precisamente testigo de los hechos. El texto de Sepúlveda registra datos inequívocos de haberlo contrastado con la relación de Enzinas,[12] aunque elaboró su resumen a partir del esquema ofrecido por los De statu religionis et reipublicae Carolo Quinto Caesare commentarii (Estrasburgo, Wendelin Rihelius, 1555), de Johann Sleidan (1506-1556), que Sepúlveda no leería hasta mediado 1557 (Losada 1973: 160-161). A mayor abundamiento, existe la posibilidad de que Sepúlveda fuese el autor mismo de la “Relación del Recibimiento que se hizo a Doña María Infanta de Portugal” (CODOIN III, 361-418), por las coincidencias con la redacción del episodio del recibimiento de la primera esposa del príncipe Felipe en Salamanca, noviembre de 1543, que incluyó en el libro XXIII de Historia de rebus gestis Caroli V (Losada 1973: 246-249).[13]

            Pero Sepúlveda no es un ejemplo corriente de la utilización por parte de la historiografía renacentista de estas variopintas fuentes de noticias e información. Algunos de esos historiadores que no le gustaría dejar de mencionar en su carta a Diego de Neila (Cuart, Costas 1979: 303), reprodujeron casi al pie de la letra un buen número de relaciones de recibimientos regios, como el paduano Marco Guazzo (h. 1484-1556)[14] y el cacereño afincado en Venecia Alfonso de Ulloa (1529-1570) (Ulloa 1562: 336v), así como también, fuera ya de las facticias ternas sepulvedanas de historiadores carlinos, el cosmógrafo real Alonso de Santa Cruz (1505-1567),[15] en cuya crónica de Carlos V, que se mantuvo manuscrita durante más tiempo aún que la de Sepúlveda (Morel-Fatio 1913: 104), adaptó unas cuantas entradas reales (Santa Cruz II: 224-230; III: 296-297) y, posteriormente, la única biografía oficial que conoció la imprenta, preparada por el benedictino obispo de Pamplona, Prudencio de Sandoval (1560-1621), quien llegaría incluso a modificar la distribución de capítulos para encajar sin más este tipo de escritos en su hilvanado de fragmentos de relaciones y crónicas impresas o manuscritas.[16] /p. 1323/ Como ya hemos apuntado, Sepúlveda intenta elaborar un relato de los hechos lo más exacto y verídico posible contrastando minuciosamente la información recibida, pero a veces da la impresión de que pretende demostrar que hay hechos que él tiene mejor averiguados que nadie, “ut a melioribus auctoribus tradita”.

            Este libro XXVI, que abre la última péntada en que se ha dividido la edición pozoalbense de la Historia de Carlos V, es con mucho el más largo de todos; cuenta con 94 de los capítulos distribuidos por los académicos, cantidad que resulta ser el doble o, para algunos libros, el triple en que se distribuyen los demás. Contiene dos acontecimientos narrados por extenso, el viaje del príncipe Felipe a los Países Bajos de octubre de 1548 hasta abril de 1549 (caps. 9-55), y la toma y destrucción de la plaza portuaria de Mahdia, que en la época llamaron África, en el verano de 1550 (caps. 62-85). Además, principia el relato, como preámbulo de la proyección europea del heredero, con la adopción de la etiqueta borgoñona en la casa real (caps. 1-2) y el recibimiento en Valladolid del archiduque Maximiliano de Austria, primogénito del rey de romanos (caps. 3-7); entre los dos relatos principales, incluye la suspensión del concilio ecuménico ya trasladado de Trento a Bolonia; la intentona contra Parma por Octavio Farnesio, nieto y nepote del papa Paulo III y yerno, asimismo, del emperador, en el marco del litigio entre éstos por el dominio de Piacenza y Parma (caps. 57-61); la muerte del mismo pontífice (1549); y, después de la campaña africana, el intento de entronizar al príncipe Felipe en el imperio (1551) (caps. 86-89), y la prolongación del Ínterim de Augsburgo con la reanudación del concilio en Trento gracias al apoyo del nuevo papa, Julio III (1552) (caps. 90-94).

            En lo que respecta a las fuentes de este libro, ya señaló Ángel Losada, el más profundo conocedor de la figura y la obra de Sepúlveda, en sus pesquisas a través del epistolario: “El libro XXVI se refiere en su mayor parte al viaje del príncipe Felipe a los Países Bajos. Las obras utilizadas en este caso son seguramente las de Ulloa y Juan Cristóbal Calvete de E. (sic) Es digno de atención el que se demore tanto en la narración de estos hechos de la vida cortesana.” (Losada 1973: 173).

            Y la verdad es que, en una primera lectura de esta parte del libro XXVI de la Historia de Carlos V, destaca y sorprende la narración de unos hechos no por magníficos menos triviales y que parecen un reportaje de la buena sociedad antes que el severo y fidedigno género literario que cultiva, como si el grave andaluz Sepúlveda (Morel-Fatio 1913: 42) se hubiera convertido en un complaciente cortesano.

            En efecto, cualquier estudioso de la época conecta de inmediato estos capítulos de la Historia de Carlos V con esa voluminosa obra de gran impacto e influencia que se publicó en Amberes a menos de dos años después del acontecimiento: El Felicissimo Viage del muy alto y muy poderoso Príncipe don Phelippe, hijo del Emperador Don Carlos Quinto Máximo, desde España a sus tierras de la Baxa Alemaña, con la descripción de todos los Estados de Bravante y /p. 1324/ Flandes. Escrito en quatro libros por Juan Christóval Calvete de Estrella. En Anvers, en casa de Martin Nucio, Año de M.D.LII. (Peeters-Fontainas 1965: 90-91, núm. 170).[17]

            Este felicísimo suceso fue objeto de otras relaciones que se centraron sólo en una de las partes del viaje, culminado con la llegada del príncipe Felipe a Bruselas el 1 de abril de 1549, o en su gira por los Países Bajos, hasta finales de octubre del mismo año. Casi con la urgencia del periodismo moderno el florentino afincado en Valladolid, Giovanni Lorenzo Otavanti, publicó en 16 hojas una relación del viaje hasta el 16 de enero de 1549: El sucesso d’l viaje que su Alteza del inuictisino (sic) Principe nuestro señor a hecho, dende que embarco en Castellon, hasta q salio de la cibdad de Trento, con los recibimientos y triumphos que se le an hecho en Genoua, Milan, Mantua, Trento, y en otros lugares. Este Año M.D.XL.IX. (Al fin) Fue impresso en la muy noble villa de Valladolid (Pincia otro tiempo llamada) En casa de Francisco Fernandez de Cordoua impressor (Alcocer 1926: 87, núm. 152) [BNE R/31363(12)].

            El portugués Vicente Álvarez, del antiguo séquito de la emperatriz, que fue nombrado a la postre panetier del príncipe Felipe cuando Carlos mandó adoptar la etiqueta borgoñona (15-VIII-1548), publicó en Medina del Campo, en 1551: Relación del camino y buen viaje que hizo el Principe de España don Phelipe [...] año de 1548, que passó de España a Italia, y fue por Alemania hasta Flandes (Pérez Pastor 1895: 71).[18] También en esa ciudad castellana se había impreso en 1549, la relación de las fiestas de Binche en honor de Felipe: Relación muy verdadera de las grandes fiestas que la Serenisima Reyna Doña María ha hecho al Príncipe nuestro señor en Flandes en un lugar que se dize Uince, desde xxij de Agosto al postrero día del mes (Pérez Pastor 1895: 57-67). Por último, se conserva en un manuscrito de la BNE un resumen en latín, que hizo un natural de aquel país, Francisco de Borgoña, de la parte del Felicíssimo Viage de Calvete no compendiada por Sepúlveda, los libros III y IV, que abarcan las entradas y juramentos en las ciudades y estados de los Países Bajos.[19]

            Pero ninguna de éstas alcanza la magnitud, calidad, exhaustividad e ilustración de la de Calvete, hasta el punto que constituyó una referencia y una guía para celebraciones posteriores y, desde luego, para sus correspondientes relatos.[20] Recordemos que Calvete fue también quien diseñó el programa iconográfico de las exequias de Carlos V.[21] Esta relación del viaje del príncipe Felipe fue también /p. 1325/ la única que mereció ser resumida por los historiadores de la época, como bien apuntó Ángel Losada al respecto de la biografía de Carlos V del español italianizado Alfonso de Ulloa, quien recogió a lo largo de 57 páginas de apretada prosa (Ulloa 1562: 230r-259r) la totalidad del viaje hasta la entrada en Bruselas, que constituye los dos primeros libros de la de Calvete, el mismo lapso que se recoge en este libro XXVI.

            Cabría plantearse si es de Ulloa de quien Sepúlveda extrajo los datos para elaborar su síntesis, máxime cuando el pozoalbense no cita al humanista aragonés en pasaje alguno de su obra histórica y ni siquiera lo mienta en la totalidad de su epistolario conocido, pudiendo haberlo hecho cuando lo designaron a él como profesor de latín del príncipe junto con Honorato Juan (Carol. XXI 37, t. II, pp. 189-190 RAH), nombramiento del que no debió de haber sido ajeno el nuevo ayo de don Felipe, el comendador Juan de Zúñiga, quien, a su vez, había llevado a la corte a Calvete en calidad de preceptor de los pajes.[22]

            Dos argumentos pondrían reparos a esa hipótesis de mediación del compendio de Ulloa entre Calvete y Sepúlveda: en primer lugar, el cronológico, pues la Vita dell'invittissimo Imperator Carlo Quinto descritta dal Signor Alfonso Ulloa, tuvo su editio princeps en Venecia en 1560, como el propio Sepúlveda señala en la carta a Neila (“Vlloa ad MDLX”), siendo la edición más difundida la revisada de 1562. Pero lo que rebate tal posibilidad es algún que otro dato aportado por Sepúlveda que no recoge Ulloa y desde luego está en la fuente original de Calvete, como es, entre los más significativos, la mención del arco triunfal que la ciudad de Mantua dedica a Virgilio (Calvete 2001: 84).[23] Sepúlveda, que parece no tener otro punto de referencia intelectual que la sacrosancta vetustas, apenas expresa un mínimo reconocimiento de la cultura de la época: ha venido silenciando las prolijas menciones que hace el humanista de Sariñena de los componentes del entorno cultural del séquito, entre los que se contaban, aparte del doctor Constantino Ponce de la Fuente, condenado después por la Inquisición, el humanista Honorato Juan, la capilla de cantores del príncipe con el organista Antonio de Cabezón (Calvete 2001: 33), si bien lo menciona en la actuación de Génova porque causaba admiración tanto por su carencia física como por su arte: “nihil tamen aeque demirabantur ac Antonii caeci nati organis canendi suavitatem et artificium” (Carol. XXVI 21, p. 360 RAH); igualmente, omite el tributo de admiración que la comitiva rinde a señaladas personalidades de la época cuando pasa por sus ciudades natales, a Girolamo Cardano y Andrea Alciato, en Pavía (Calvete 2001: 57), en Cremona, Girolamo Vida (Calvete 2001: /p. 1326/ 82); y habría también pasado por alto el homenaje que hicieron en Rotterdam a la figura de Erasmo (Calvete 2001: 471), si Sepúlveda hubiese registrado también la estancia y entradas en las ciudades y territorios de Bélgica y Holanda, pues no había dejado de escatimarle su particular necrológica al final del libro XV de la misma Historia de Carlos V (Costas, Trascasas 2003: 92-93).

            La relación del viaje del príncipe Felipe que Sepúlveda incluye en los primeros 55 capítulos del libro XXVI resulta bastante breve si se compara no ya con el minucioso y extensísimo original, sino también con el moroso compendio de Ulloa, que mal podría haber proporcionado ni siquiera el armazón del resumen sepulvedano, como admite Losada para los sucesos de Nápoles del libro XXV, de espaldas a la mera cronología (Losada 1948: 253). Pero, al mismo tiempo, la narración del pozoalbense puede considerarse una síntesis del acontecimiento y del objetivo que pretendía el emperador con el viaje de su heredero. En efecto, Sepúlveda parece haber captado el designio del césar al preparar este viaje, y, por eso, le da un lugar destacado en el plan general de su obra histórica, enmarcando significativamente esta última péntada entre dos viajes, el del heredero a sus dominios de abolengo y el mucho menos ostentoso del rey emperador hasta su retiro verato (Carol. XXX 23). Se trataba, pues, de un viaje de estado, y, al igual que el emperador había recorrido triunfalmente Sicilia e Italia después de la conquista de Túnez, ahora su heredero será recibido, también de manera triunfal, en las ciudades del norte de Italia y, en especial, en las del Sacro Imperio, muchas de las cuales, sólo un año antes, habían formado parte de la liga de Esmalcalda.[24] Al mismo tiempo, con este viaje se anticipaba el propósito, recogido por Sepúlveda con manifiesto rechazo al final de este libro, de entronizar al príncipe Felipe en la corona imperial, al pedir al rey de romanos, su hermano Fernando, que designase a su vez a Felipe como sucesor, tan pronto heredara el imperio de manos del propio césar Carlos.[25]

            Es por causa de esta visión del viaje esencialmente política por lo que Sepúlveda se ciñe sólo a la mención de los personajes principales, tanto los de la comitiva del príncipe, entre quienes apuntan los que serán figuras destacadas en el nuevo reinado, como de los mandatarios de los estados vasallos del imperio; menciona escuetamente los actos de protocolo, los regalos que va recibiendo el príncipe y los que devuelve en recompensa de los agasajos; resume también las medidas que se toman para la escolta y seguridad de la comitiva; incluso la mención de los festejos, banquetes y torneos adquieren el significado político de /p. 1327/ representación de la soberanía. Y a pesar del protagonismo reservado en estos capítulos al príncipe, no deja de gravitar sobre el relato del viaje la presencia y el designio paterno, cuando le envía por medio de sus capitanes parabienes y noticias, e incluso en la misma dirección ejecutiva que encomendó a su antiguo mayordomo mayor, el duque de Alba. Esta presencia del césar Carlos en el relato del viaje de estado de su heredero se hace aún más patente cuando Sepúlveda nos muestra una faceta más humana y familiar a través de la narración de un episodio totalmente desatendido en las biografías antiguas y modernas de Felipe II: el grave percance que sufrió en los ensayos de un torneo cuando corría contra el comendador mayor de Castilla, Luis de Requesens y Zúñiga (Carol. XXVI, 54-55, t. II, pp. 380-381 RAH).[26]

            El otro episodio que ocupa la segunda mitad del libro XXVI es la toma y destrucción de la ciudadela de Mahdia por la armada imperial en el verano de 1550. Este bastión portuario estaba entonces bajo el poder del pirata turco Dragut, que la tomó como base de sus operaciones contra las costas de España e Italia,[27] y su conquista por medio de la acción coordinada y sin el menor conflicto de competencias de Andrea Doria, Juan de Vega, virrey de Sicilia, y García de Toledo, comandante de los tercios de Nápoles, fue, como señaló Menéndez Pelayo, “un verdadero desquite o desagravio del desastre de Argel” (1541). Sobre este victorioso hecho de las armas imperiales principalmente españolas, hubo una amplia difusión, desde la carta o relación de suceso hasta el romance heroico y el poema épico en latín, pasando, desde luego, por las específicas monografías históricas en latín y castellano. Pero los graves reveses que siguieron, como las pérdidas de Trípoli (1551) y Bugía (1555), la derrota de Mostaganem /p. 1328/ (1558) o el enésimo desastre de Los Gelves (1561), y, sobre todo, la victoria de Lepanto (1571), ensombrecieron este modesto aunque heroico logro militar hasta el punto que en una comedia patriótica atribuida a Lope de Vega, La mayor desgracia de Carlos V y hechicerías de Argel (1633), se tuvo que recurrir, anacrónicamente, a la conquista de Túnez (1535) “para que no quedasen los espectadores bajo la triste impresión de la derrota de Argel” (Menéndez Pelayo 1949: 52). No es de extrañar, pues, que Losada despachase este extenso y concienzudo episodio sepulvedano sin precisar fuentes: “Desde el capítulo 52 en adelante la mayor parte del libro está dedicado a las luchas en la costa africana. Las historias de sus antecesores no las refieren más que a grandes rasgos” (Losada 1973: 174).

La actual Mahdia, Mahedia o Mehedia (35,29 N, 11,03 E), en la costa oriental al sur de Cabo Bon, a la altura de la isla de Lampedusa, junto al cabo África, fue conocida en la época con el mismo nombre que el continente, lo cual no ha dejado de producir algunos equívocos. La manía anticuaria de los humanistas dio en llamarla Afrodisio, “Aphrodisium, Africha uulgo”,[28] identificándola con la ciudad antigua de este nombre que Ptolomeo situó entre Siagul y Hadrumetum,[29] pero ya en la moderna edición de la Geografía en la colección Didot se apuntaba la ausencia de alguna otra mención en los textos clásicos para dicha localidad: “Aphrodisium hoc certe nomine alius nemo commemorat”.[30] Este titubeo sobre la toponimia antigua está patente en la anterior redacción de aquella parte de la Historia de Carlos V sepulvedana donde se menciona por primera vez dicho puerto del Sahel tunecino. Fue en la mención de las cláusulas del tratado de Carlos V con el rey Hacén de Túnez, después de la campaña de 1535, en Carol. XIII 22, 5, pasaje en que se reconocía que la fortaleza de Afrodisio, cuya jurisdicción se estipulaba, no se hallaba entonces bajo control imperial (Costas, Trascasas 2003: 53 n.33). Pues bien, la primitiva redacción de esta parte de la Historia de Carlos V, que formó la obra independiente, De bello Africo, copiada después por Nicolás Antonio en el denominado códice Granatensis, nunc BNE ms. 6043 (Losada 1973: 72),[31] presenta, en vez del Aphrodisium de los dos manuscritos y edición de la RAH, la lectura “Leptis autem maior, quae urbs Africa nunc dicitur” (Costas 1993: 87). En el lapso de tiempo que transcurre entre la redacción del De bello Africo, obra con la que bien pudo obtener su empleo de cronista según consta en cédula de nombramiento dada en Roma, 15-IV-1536 /p. 1329/ (Losada 1973: 477), y la inclusión de esta monografía sobre la conquista de Túnez en la tercera péntada, libros XI a XIII, se debió de percatar de la opinión, aunque mayoritaria no exenta de discusión, acerca de la ascendencia clásica de esta plaza fuerte tunecina, y modificó su nombre justificándolo con una cláusula explicativa que sólo aparece en el manuscrito más antiguo,[32] el códice Torrepalma: “post Aphrodisium scr. quae urbs corrupto vocabulo nunc Africa dicitur T” (Costas, Trascasas 2003: 53).

Análoga explicación del debate erudito que dicha identificación conllevaba presenta un párrafo añadido ya en la segunda edición de la monografía histórica con que Calvete de Estrella contribuyó a la difusión de este hecho, en el cual se exponen todas las hipótesis acerca del antiguo nombre de la ciudad que los “Moros llaman Mahadia”.

Ferunt Aphricam, quod Mauri etiam in annales retulere, a Mahgdio primo Caruani pontifice in Adrumentino sinu conditam, Mahadiamque ab ipso nominatam. Quam multis post annis quum eam Christiani occupassent, Abdulmumenes Marrocheorum rex, quae ciuitas est Mauritaniae Tingitanae recuperauit. Extant adhuc non longe ab Aphrica perueteris oppidi uestigia quaedam, quod Aphrodisium fuisse plerique existimant. Alii Rhuspinam aut Leptim paruam eam esse contendunt. Tanta est enim rebus et locis ueteris memoriae scriptorum uarietas et dissensio. (Calvete 1554: 154r).

[Dizen que Africa (segun los moros tienen por sus historias) la fundo Mahgdi el primer pontifice Siquier (sic)[33] Califa del Caruan en el seno Adrumentino y de su nombre se llama Mahadian. La qual ciudad muchos años despues que los Christianos la ganaron, la cobro Abdulmumene Rey de Marruecos ciudad de Berberia llamada Tingitania, y aun agora ay no lexos de Africa algunos rastros de pueblo antiguo, que muchos piensan ser Aphrodisio. Otros porfian que fue Rhuspina, o Leptis la menor. Tan grande es la variedad y differencia de los escritores y choronistas en las cosas y lugares antiguos. (Gracián 1558: 3r-4r)]

            En efecto, un año antes que el Felicísimo Viaje, obra de mayor extensión y de tipografía más compleja, Calvete de Estrella publicó, también en el taller antuerpiense de Martin Nuyts, un comentario de esta campaña: Ioannis Christophori Calveti Stellae De Aphrodisio expugnato, quod vulgo Aphricam vocant, Commentarius. Antuerpiae, apud Martinum Nutium, 1551.[34] Lo había elaborado, según reza la dedicatoria, a invitación del comendador mayor de la orden de Alcántara, Luis de Ávila y Zúñiga, quien había acompañado al príncipe hasta Bruselas y, desde allí, al ser elegido el nuevo papa, Julio III, en 8-II-1550, /p. 1330/ fue despachado a Roma el 23 del mismo mes por Carlos V para que “de su parte le diesse el parabién de su promoción al Sumo Pontificado” (Calvete 2001: 538), o “a besar el pie al nuevo pontífice” (Foronda 1914: 615). La primera edición, después del privilegio de impresión por diez años, lleva una “Praefatio” (Calvete 1551: Aijr-Aiiijv) del consejero y diplomático imperial Cornelis de Dobbele Schepper (c. 1503-1555). Este patricio flamenco fue uno de tantos cortesanos de Carlos V admiradores de Erasmo que sustrajeron las obras del gran humanista bátavo a los ataques de sus no menos numerosos detractores entre los teólogos hispanos y lovanienses.[35] Se integró, pues, Calvete de Estrella en el grupo antuerpiense de humanistas españoles y flamencos de tanta importancia en la literatura y el pensamiento del Siglo de Oro (Gonzalo 2001: XXXI). Con los epigramas laudatorios liminares y la dedicatoria al gentilhombre, camarada e historiador de Carlos V, la monografía de Calvete terminaba una colección de obras históricas sobre las hazañas africanas del emperador que tuvo dos ediciones, 1554 y 1555, en la imprenta de Jean Bellère: Rerum a Carolo V. Caesare Augusto in Africa bello gestarum Commentarii elegantissimis iconibus ad historiam accommodis illustrati. Antuerpiae, apud Ioan. Bellerum, M.D.LIIII. (Sánchez Alonso 1952: 159, núm. 5716). Iba presentada esta colección por la misma “praefatio” de “Cornelius Scepperius” ampliada en algunos párrafos internos. Es en esta segunda edición antuerpiense donde aparece la digresión arqueológica sobre la identificación de la moderna África con el discutible Aphrodisium (Calvete 1554: f. 154r), a la que alude también, en la parte ampliada de su prólogo, el prócer flamenco: “expugnati Aphrodisii, ut ipse nominat, siue Leptis minoris, quacunque urbem eam uoce nuncupare malis” (apud Calvete 1554: f. A4v). Esta breve digresión erudita permanecerá tal cual sólo en las ediciones españolas, pues como ya indicó la biobibliografía de escritores aragoneses de Félix Latassa (Gómez Uriel I: 263) siguiendo las disquisiciones de su último editor (Cerdá y Rico 1771: ff. a5v-a6r, n. 4 y 5), esta monografía de Calvete fue reeditada, antes que en España, en Basilea en 1556, incluida por Konrad Clauser en la traducción de la obra de Laonikos Chalkokondyles (c.1430-1490) sobre el origen y hechos de los turcos (Chalcocondylas 1556: 626-646), y también tendría su lugar en el tomo II, dedicado a la época de Carlos V, de la recopilación de historiadores germanos de Simon Schard (1535-1573), con ediciones posteriores (Schardius 1673: II, 370-381) desde la de Basilea de 1571.[36] Entonces, como ahora, tenían mayor índice de impacto las obras escritas en la lengua internacional y publicadas en los centros de amplia difusión editorial.

            En España, lo fue traducida antes que reeditada, como acabamos de ver, por el humanista erasmiano y secretario real Diego Gracián de Alderete[37] (1494-1584): /p. 1331/ La conquista de la ciudad de Africa en Berberia traducida de lengua latina en castellano por el secretario Diego Gracian. En Salamanca. En casa de Juan de Canoua, M.D.LVIII. (Gallardo III: núm. 2396, cols. 110-112; Ruiz Fidalgo 1994: núm. 512).[38] Después, a mediados de la siguiente década, en 1566, por las mismas prensas salmantinas fue estampada una nueva edición latina con anotaciones exclusivamente filológicas del maestro en artes granadino Bartolomé Barrientos, catedrático de la universidad: Ioannis Christophori Calueti Stellae de Aphrodisio expugnato, quod vulgo Aphricam vocant, Commentarius. Cum Scholijs Bartholomaei Barrienti Illiberitani. Salmanticae, Apud Ioannem Canouam. M.D.LXVI. (Gallardo II: núm. 1540, cols. 189-190; Ruiz Fidalgo 1994: núm. 629). Pero después de la oleada de ditirambos que provocó “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos”,[39] esta victoria menor de las campañas africanas quedó en el olvido hasta la octava y última edición latina con los escolios del maestro Barrientos más otros poemas del propio Calvete por Francisco Cerdá y Rico: Joannis Christophori Calveti Stellae De Aphrodisio expugnato, quod vulgo Aphricam vocant, commentarius, cum scholiis Bartholomaei Barrienti Illiberitani. Editio latina VIII. Accedunt eiusdem Calveti carmina varia. Matriti. Apud Ant. Perez de Soto, 1771.[40] Que Cerdá fuera uno de los académicos de la comisión editorial de las obras de Sepúlveda, debió de influir para que en la sesión del 20-III-1778 de la Real Academia de la Historia se tratase la propuesta de añadir “por vía de apéndices a la Vida del Emperador, algunos monumentos que ilustrarían notablemente sus gloriosas hazañas”, entre los cuales, mezclándose ediciones flamencas y traducción española, se citaba expresamente “Conquista de Africa en Berberia por Juan Cristóbal Calvete de Estrella” (Gil 1984: 155). No llegaría a cuajar por entero ese proyecto editorial de cuya consecución se habría facilitado sin duda la aclaración y el conocimiento de los más variados aspectos de la historiografía carlina.

            Pero, como decimos, este episodio concreto de la campaña africana del verano de 1550 tuvo por entonces una amplia aunque pasajera repercusión en /p. 1332/ toda la gama de géneros historiográficos. De nuevo encontramos a Giovanni Lorenzo Otavanti publicando una relación de este suceso en el formato típico de pliego suelto de 4 hojas: Las felicissimas nuevas de la victoria que su magestad ha auido de la ciudad de Africa, en diez de septiembre M.D.L. (Fernández Valladares 2005: núm. 397). Al igual que señala en título la fecha exacta del acontecimiento, en el colofón proclama la fiabilidad de unas fuentes que expresamente cita al final de su relato: “Esta recopilación ha hecho y sacado de cartas de Roma y de Genoua, Juan Lorenço Hotouanti, vezino de Ualladolid. Las quales cartas y avisos son de personas muy dignas de fee. Resciban todos en seruicio este su trabajo.” Su texto fue reproducido del ejemplar de la antigua biblioteca del Duque de Medinaceli (Paz y Melia 1922: 369-371). Ninguno de los tres ejemplares conservados tiene pie de imprenta, pero se atribuyen a impresores diferentes: el del archivo de Medinaceli, hoy en la Fundación Bartolomé March (Palma de Mallorca), en Sevilla, por Juan Canalla (Fernández Valladares 1996: 150-151, núm. 34); el de HSA, en Burgos, por Juan de Junta; y el de BME, en Valladolid, por Juan de Villaquirán (Fernández Valladares 2005: 889). Además de esta relación de Otavanti, están recogidos en el códice V.II.4 de la biblioteca del monasterio escurialense otros relatos manuscritos y cartas sobre este éxito de las armas imperiales (Miguélez I: 113-114) en cuya difusión se evidencia tanto la propaganda política como el mero interés informativo. En uno de los cuales, una relación impresa en italiano (Miguélez I: 114, doc. CL), se ha conservado una nota del también cronista real Juan Páez de Castro (c. 1515-1570) en la que minimiza la participación del contingente de ese país en la contienda: “no abia doscientos italianos de guerra...” (BME ms. V.II.4, ff. 373-374).[41]

            La campaña contra el nido de piratas suscitó una enorme expectación en Italia por la intervención de los diversos contingentes y administraciones: Génova, Nápoles, Milán, Sicilia, el duque de Florencia y el papa participaron con el envío de navíos, y también se incorporaron en Trápani para la contienda cuatro galeras de los llamados comúnmente caballeros de Rodas o de San Juan, Hermanos del Hospital de San Juan de Jerusalén, que habían sido instalados por Carlos V en la isla de Malta.[42] /p. 1333/

            Del entorno del virrey de Sicilia, Juan de Vega, procede la única monografía sobre esta campaña que se puede comparar con la de Calvete no sólo por la extensión, calidad de estilo y conocimiento de los hechos que elogió en ésta Furió Ceriol (Gonzalo 2001: XXXII, n. 88), sino por algunos datos del desarrollo de la acción que no aportan otras fuentes. En 1552 se publicó en Roma en la imprenta de Luigi y Valerio Dorico: Commentariorum de bello Aphrodisiensi libri quinque auctore Horatio Nucula Interamnate. En el colofón: “Romae apud Valerium & Ludouicum Fratres Brixienses. Annno (sic) Domini M.D.LII.”. Su autor, Orazio Nucula de Terni, un clérigo de la casa del virrey Juan de Vega, pretende con sus Commentarii, siguiendo estrictamente los cánones de la historiografía, proporcionar a los historiadores los datos exactos de los acontecimientos, según expone en su dedicatoria a Julio III (Nucula 1552: 3-6): “commentarios tantummodo conficerem, ut qui Aphrodisiense bellum commendare literis cuperent, ex iis rerum gestarum ordinem facile cognoscerent, paratumque scribendi argumentum haberent” (Nucula 1552: 4). Y, en efecto, su narración, amén de ser un encomio de la personalidad y gestión del virrey, contiene pruebas de haber estado cercano a los hechos, como es el que dé cuenta de la muerte de Fernando de Vega, hijo del virrey (Nucula 1552: 286), dejado en Palermo al frente del gobierno de la isla.[43] No sólo dispuso de Clío el virrey Vega para propagar su fama, también Calíope vino a cantar sus hazañas inspirando un poema de 3.333 hexámetros con las inequívocas reminiscencias clásicas que proporcionaba el marco geográfico de los acontecimientos: Vincentii Colocasii Siculi Lilybitae iureconsulti Quarti belli Punici libri sex. Apud Haeredes Ioannis Bartoletti. Messanae. 1552 (Evola 1878: 202). Fácil es adivinar con qué personaje romano parangonaba a Juan de Vega en la epístola dedicatoria, Mesina 11-IX-1552, este oficioso jurista de Marsala, cercana a la antigua Lilibeo (Colocasio 1552: ff. Aajv-Aaijv). Y aun hay noticia de otro poema latino impreso en Roma en 1555, donde se exaltaba la gloria del virrey de Sicilia: “Silvester Sigonius Leontinus, De immortali gloria, quam Vega sibi comparavit ex gubernata Sicilia et Aphrodisio expugnata” (Evola 1878: 45). En cierto modo, también la monografía de Calvete rendiría homenaje a la competente dirección de Juan de Vega[44] al dedicarle su traducción Diego Gracián cuando ocupaba ya la presidencia del Consejo de Estado (Gracián 1558: A4r-A6r).

            También en castellano pregonaron las musas esta victoria, siguiendo la estela de una práctica ampliamente documentada en otras relaciones históricas de la época.[45] /p. 1334/ En el mismo año del suceso, 1550, sin pie de imprenta pero en la de Jean Steelsius, se publicó primero en pliego suelto de 24 hojas un romance de 1028 versos que se debió a un anónimo participante en la campaña: Romance y relación verdadera de lo que passó en la conquista de la fortissima e inexpugnable Ciudad de Africa en Berueria, ganada por fuerça de armas por los soldados viejos españoles del Emperador y Rey nuestro Señor en el año de M.D.L. Fue embiado por vn Soldado que se hallo en la conquista, a otro amigo suyo que reside en Italia. Este pliego suelto, del que sólo existe un ejemplar localizado,[46] se reimprimió al año siguiente en la colección del sevillano Lorenzo de Sepúlveda: Romances nueuamente sacados de historias antiguas de la cronica de España compuestos por Lorenço de Sepulueda. Añadiose el Romance de la conquista de la ciudad de Africa en Berueria en el año M.D.L. y otros diuersos, como por la Tabla parece. En Anuers, En casa de Iuan Steelsio. M.D.LI. (Peeters-Fontainas 1965: núm. 1185, 609-610).[47]

            Los historiadores europeos concretamente mencionados por Sepúlveda narran la presa y saco de la ciudad de África, dependiendo del año de edición la exposición más o menos detallada de las posteriores operaciones bélicas que sintetiza el cronista pozoalbense. La última recopilación de Marco Guazzo, culminada en 1551,[48] da cuenta de la campaña con detalle de las bajas de notables en el ejército imperial (Guazzo 1552: 723-727). Mucho más breve resulta Sleidan, pese a que no se sustrae al debate anticuario al tratar la Aphricae urbis expugnatio: “Leptim aliqui esse putent tametsi Liuius etiam meminit urbis Aphrorum” (Sleidan 1555: 384r).[49] Por su parte, el folio escaso que le dedica Alfonso de Ulloa (1562: f. 305) denota claramente que esta vez no utilizó la obra de Calvete. Tampoco difiere en datos sustanciales sobre la toma de África el epítome que publicaría ya en el año de Lepanto un participante en la campaña por la parte genovesa, Antonio Doria (1495-1577): Compendio d'Antonio Doria delle cose di sua notitia et memoria occorse al mondo nel tempo dell'Imperatore Carlo Quinto, In Genoua: appresso Antonio Bellone, 1571 [RAH 14/6934]. /p. 1335/

            La historiografía en nuestra lengua también dedicó, muy por encima de la mezquina tríada sepulvedana, el más amplio espacio al relato de estos hechos; con carácter monográfico lo abordó el vecino de la villa de Madrid Pedro de Salazar (c. 1510-1576), el único ex illis: Hystoria de la guerra y presa de Africa: con la destruycion de la villa de Monazter y ysla del Gozo y perdida de Tripol de Berberia: con otras muy nueuas cosas (Simón Díaz 1975: 106, núm. 721). Al fin, en el f. CXXv: “Fue impressa esta obra en la noble Ciudad de Napoles, a veynte dias del Mes de Enero: Año del nascimiento de nuestro Salbador Jesu Christo de mil y quinientos y cinquenta y dos años: en casa de mastre Matia impresor a la Vicaria Vieja”. La prolijidad de un relato que se explaya a lo largo de 160 páginas de inmisericorde letra gótica a dos columnas no satisface las expectativas de hallar otros datos que los contrastados ya en Calvete, ya en las relaciones o el Romance mismo, para dilucidar el laberinto de las fuentes de este episodio de la obra histórica sepulvedana.

            Cercano aún a estos acontecimientos, con una “Epistola” dedicatoria firmada “De Valencia a seys de Junio de 1555”, debió de redactar el caballero valenciano Vicente Rocca un ajustado resumen de la campaña de Mahdia que incluyó en su monografía sobre los turcos, tema que atrajo a los europeos aun antes de la caída de Constantinopla: Hystoria en la qual se trata de la origen y guerras que han tenido los Turcos desde su comienço, hasta nuestros tiempos: con muy notables successos que con diuersas gentes y nasciones les han acontescido: y de las costumbres y vida dellos. Dirigida al Illustrissimo señor don Carlos de Borja Duque de Gandia y Marques de Lombay. Recopilada por Vicente Rocca, cauallero Valenciano. Vista y examinada por mandado delos Señores Inquisidores deste reyno de Valencia. 1556.[50] Las vicisitudes y escaramuzas de la campaña están precedidas de un relato de las correrías del pirata Dragut por las costas andaluzas y, con mayor detalle, levantinas (Rocca 1556: ff. CXVIJv-CXIXr), realidad terrorífica y acuciante que justifica incluso para Sepúlveda, a menudo reacio a aplaudir los despilfarros bélicos de su patrón, esta acción punitiva de las fuerzas imperiales, y que, en cambio, no parece interesar mucho a Calvete, más preocupado del incienso con que aderezar sus loas.[51] Al fin y al cabo, todos, sea por el encomio y lo simple mención, acaban por apellidar a la “Martiae Hispanorum virtuti” (Calvete 1551: f. aVr); y, así, también Vicente Rocca, pese a lo completo y conciso de su resumen, cita por su nombre sólo a uno entre los oficiales que, por lo menos, era paisano suyo: “Truxo despues de Napoles a Africa el capitan Orihuela Valenciano otra compañia” [...] “Hizo entrar Johan de Vega en aquel tablado al capitan Orihuela con cinquenta soldados” (Rocca 1556: f. CXVIIIr-v).[52] /p. 1336/

            Por encima ya de la fecha de redacción del códice sepulvedano más antiguo, el Torrepalma, se publicó en 1562 un relato de la campaña por el aragonés Diego de Fuentes (Gómez Uriel I: 544-545): Conquista de Africa donde se hallaran agora nueuamente recopiladas por Diego de Fuentes muchas y muy notables hazañas de particulares caualleros. Dirigida al Illustrissimo señor don Iuan Ximenez de Vrrea Conde de Aranda y Vizconde de Viota. ec. mi señor. (BLH, X, 431, núm. 3434).[53] Fuentes narra los acontecimientos en el orden y forma como ya habían sido divulgados en el ámbito español, destacando especialmente el heroísmo de algunos combatientes, como Tristán de Urrea (Fuentes 1570: f. 25v), vástago del destinatario de su obra, lance relatado copiosamente por Pedro de Salazar (1552a: f. LXXVIv), y que incluso recogerá más tarde Prudencio de Sandoval (III: 371).[54]

            Además de estas publicaciones, un relato de la campaña contra el cuartel general del pirata Dragut y operaciones anejas quedó manuscrito en una obra que abordaba de conjunto las guerras emprendidas en el Mediterráneo en la época de Carlos V (BNE ms. 17498, ff. 160-167).[55] De la consideración en que tenía a esta obra su autor, Francisco López de Gómara (1511- 1562), es un indicio la declaración propia en otra obra histórica que ha permanecido manuscrita también por largo tiempo, Anales del emperador Carlos V, BNE ms. 1751, ff. 1-85: “Año de 1511. Nace Fran.co Lopez en Gomara, [...] el qual hiço estos Años, y las Guerras de mar de nuestros tiempos, y la Historia de las Indias con la conquista de Mexico, y piensa otras obrillas, y pues lo ha trabajado, es razon que lo goçe en compañia de tantos buenos varones” (Gómara 1912: 182). Y uno de esos “buenos varones” debió de ser el cronista pozoalbense, porque al principio del compendio en que esta obra de Gómara se nos ha conservado se dice que “mudó el titulo” /p. 1337/ de este libro de los Barbarrojas “por consejo del Doctor Sepúlveda” (Gómara 2000: 53). Por lo general, coincide con los otros relatos ya mencionados, a los que añade el desmantelamiento y demolición de la plaza fuerte por orden del emperador a finales de 1553: “como era costosa y no de mucha importancia, según afirmaron los capitanes de galeras, tornó a enviar desde tres o cuatro años a don Hernando de Acuña que la derribase, trayendo los soldados de Italia” (Gómara 2000: 247).[56] La participación de Acuña, que en efecto es el gran poeta vallisoletano,[57] está corroborada por otro raro engendro de las musas del que consta, al parecer, un único ejemplar (BLH, XI, 599, núm. 4874): Destruycion de Affrica agora nuevamente por muy gentil estilo compuesta por Balthasar del Hierro, Soldado del castillo de Milan. Dirigida al muy magnifico señor Aluar lopez de Herrera Veynte y quatro y alcayde de Xerez de la Frontera, año de 1560. Seuilla. En casa de Sebastian Trugillo, 1560 (Domínguez Guzmán 1978: 30, núm. 110). “Canto tercero y ultimo, en que cuenta de como se redimio las ciudad, y en que manera, y como despues vino Juan Osorio de Quiñones por Juan de Vega y lo q sucedio eneste tiempo hasta que don Hernando de Acuña llego a acordar con la Infanteria y derribarla” (f. CVr) [RAH 2/2908(2)].

            La comparación de la cuidada síntesis histórica de Sepúlveda con la serie de obras que pudo servirle de fuente viene a confirmar su método compositivo de contraste riguroso de las diferentes versiones de los hechos que hemos visto expuestos en su carta a Neila, pero también demuestra un excesivo afán de singularidad al aportar algunos datos, tan insignificantes como intencionados, que no se hallan en ninguno de los escritos contemporáneos. Además del percance ya señalado en el ensayo de torneo entre el príncipe y su antiguo paje Luis de Requesens, contamos con dos ejemplos significativos en una y otra parte de este libro XXVI. En el recibimiento que hizo el condestable a Maximiliano de Austria, yerno del emperador y regente de España junto con su esposa María durante el viaje del príncipe Felipe, Sepúlveda es el único en señalar el nombre del palacete de Quemada en el término de Olivares donde se produjo el encuentro: /p. 1338/ “Est autem Quemada praetorium iuxta viam passuum milium duorum ab Olivaribus intervallo” (Carol. XXVI 5, p. 349 RAH).[58] Aparte de que el propio cronista participara en la comitiva, dado que consta que estaba en la corte por una carta a Alonso Guajardo en la que introdujo unos dísticos (Losada 1949: 99), hay una relación en verso sobre este recibimiento: Coplas nueuamente hechas sobre el gran recibimiento que se hizo al Príncipe maximiliano en esta villa de Valladolid: assi mismo el recebimiento que el Condestable le hizo en la villa de Oliuares con las fiestas que le hizieron en su casamiento. Año. M.D. xlviij (Alenda 1903: 44, núm. 127). En este pliego sin pie de imprenta, escrito por un desconocido Montoya (BLH, XV, 295, núm. 2286) para exaltar la figura del condestable Pedro Fernández de Velasco, reza el nombre del palacete: “la Quemada, / que es casa muy señalada / media legua de Oliuares”.[59]

            En la narración de la conquista de la ciudad de África, en el momento del asalto final desde un artefacto flotante que había ideado García de Toledo, menciona Sepúlveda el nombre de un capitán cuya acción resulta decisiva para abrir brecha en la muralla; antes ha quedado fuera de combate Orihuela, el capitán a quien el virrey Juan de Vega ha dado el mando de la operación: “Quamobrem in huius (sc. Oriolae centurionis) locum Solisius centurio alter suffectus a Vega summissusque tam strenue se gessit, ut eo curante et adhortante bona pars muri, certe quantum ad irrumpendum satis esset, eodem die deiceretur” (Carol. XXVI 82, p. 398 RAH).[60] Todas las fuentes españolas que tratan extensamente la campaña, mostrándose además harto minuciosas en nombrar cuantos jefes y oficiales intervinieron con tanta bizarría en estas refriegas, mencionan a un capitán Solís (Solizius, Solys) entre los contingentes de tercios viejos de Nápoles. Que este capitán fuera algún paisano allegado o familiar al que nuestro cronista quisiera inmortalizar junto a las hazañas del rey emperador, se podría pensar con sobrados motivos. Así lo hizo con un cuñado difunto de su amigo y corresponsal Francisco de Argote (Losada 1966: 192, 196), cuando añadió al margen en el códice Torrepalma la muerte del capitán cordobés García de Góngora, tío materno de don Luis de Góngora y Argote (1561-1627), en la batalla de Marciano (2-VIII-1554), que dio al traste con la república de Siena: “Perierunt autem in hac pugna et fuga ex hostibus quattuor milia, sex autem capta sunt; nostrorum centum quinquaginta desiderati, quorum fuit Garsias Gongora centurio Cordubensis, vir egregia virtute et domi nobilis.” (Carol. XXVIII 19, p. 454 RAH).[61] Por otra parte, el vecindario /p. 1339/ patricio de Córdoba se ve representado en el libro XXX de la Historia de Carlos V, al hilo del auge de los jesuitas, y en el II de la de Felipe II, al narrar una campaña africana menos victoriosa que la de Mahdia. Pero es sólo en los Commentarii de Horacio Nucula, el clérigo empleado en la casa del virrey de Sicilia, donde se da el nombre del protagonista de la acción decisiva en el asalto final al baluarte pirata. Ya se apuntó en el estudio más completo sobre los autores contemporáneos que escribieron de la campaña imperial contra África-Mahdia, producto del positivismo alemán del XIX antes que de un incipiente hispanismo, el gusto de Sepúlveda por fuentes poco conocidas y que, para su síntesis historiográfica, debió de tener a mano los Commentarii de Nucula porque le servían mejor que el prolijo y redundante Salazar o la demasiado difundida obra de Calvete (Rachel 1879: 46). Aún más, el ignorado humanista de Terni aporta acerca de este capitán otro dato inesperado de su hoja de servicios durante la batalla de Mühlberg: “Quare placuit ut centurio, cui Solitius nomen erat, fortis item miles et rei militaris admodum peritus, qui in bello aduersus desciscentes Germanos abhinc triennium per Caesarem gesto, Henricum Saxonum Ducem cepit captiuumque duxit” (Nucula 1552: 235-236). Esta información adicional debió de ser facilitada al relator, tal vez de viva voz,[62] por el gloriosus interesado, habida cuenta de que anduvo reñida la cuestión de quién se ponía la medalla. Así había sucedido también entre los captores de Francisco I en la batalla de Pavía, en cuyo relato Sepúlveda no se abstuvo de mencionar los nombres de los soldados españoles que apresaron al Valois (Rodríguez Peregrina 1995: 122). Pero en el caso de Mühlberg, nuestro cronista sólo recoge la drástica decisión de Carlos V ante la pugna de cuantos optaban al honor de esta captura: “Sed quoniam primam laudem capti ducis (sc. Saxoniae) sibi diversi Hispani, Italici et Hungari vindicabant, nequa seditio ex contentione oriretur, ducem Albanum eo properare iubet” (Carol. XXV 12, p. 317 RAH). Un poco más preciso se muestra, como testigo que fue, el comendador Luis de Ávila y Zúñiga, fuente indiscutible y declarada de Sepúlveda, de cuya obra consta acuse de recibo en su epistolario (Losada 1966: 89-90): “Estando así, vinieron a decir al Emperador cómo el duque de Sajonia era preso. En su prisión pretendían ser los principales dos hombres de armas españoles de los de Nápoles y tres o cuatro caballos ligeros españoles y italianos, y un húngaro, y un capitán español. El Emperador mandó al duque de Alba que le trujese; y así, fue traído delante dél” (Ávila 1876: 443a).[63] El texto de Ávila está /p. 1340/ reproducido tal cual por Sandoval (III: 296), pero, por esta vez, ha declarado su fuente al comienzo de su libro XXIX, que trata de la guerra contra la liga de Esmalcalda, aunque le escamotea al comendador la verdadera autoría (III: 281). También hay una coincidencia exacta entre este fragmento de Luis de Ávila y el de la obra publicada de Pedro de Salazar que relata el hecho de la captura del insurrecto elector (Salazar 1552b: f. CIIIr), porque la Coronica de nuestro invictissimo Emperador don Carlos Quinto, “a la qual va agora nuevamente añadido el fin que las dichas guerras tuuieron” (Simón Díaz 1975: 106, núm. 722; Domínguez Guzmán 1978: 12, núm. 36), impresa en Sevilla, a 3 de septiembre de 1552 en el taller de “Dominico de Robertis, que sancta gloria aya”, resulta ser una copia literal del exitoso comentario de Luis de Ávila desde el párrafo: “Era ya amanecido y día claro” (Ávila 1876: 435a; Salazar 1552b: f. XCVIIr), hasta el final del libro primero y todo el segundo (Rachel 1879: 37).[64] Este acto flagrante de intertextualidad, que pasó inadvertido entre los pocos estudiosos españoles que dijeron algo más de este fenómeno de la prosa áurea, fue señalado por Menéndez Pelayo cuando indagaba las fuentes históricas de una comedia auténtica de Lope, El valiente Céspedes (c. 1615), cuya acción transcurre en aquella guerra y cuyo protagonista viene a ser el captor, ya indiscutido en la ficción, del rebelde duque de Sajonia (Menéndez Pelayo 1949: 63, n. 1).[65]

            Pedro de Salazar había anunciado al final del último capítulo de la primera parte de su crónica: Historia y primera parte: de la Guerra: que don Carlos: Quinto: Emperador de los Romanos: Rey de España y Alemania mouio: contra los Principes: y Ciudades rebeldes del Reyno de Alemania: y sucessos que tuuo, publicada en Nápoles (1548), “En la emprenta d Pablo Suganappo” (Simón Díaz 1975: 106, núm. 720), el contenido de la próxima entrega: “En la segunda parte desta hobra se dira que los principes y ciudades francas se presentaron y rindieron a merced del Emperador y como el Conde de Fuisco tento en genoua alçarse con las galeras del Principe Andreadoria y sucesso que tuuo: y rebolucion de Sena y /p. 1341/ prision de Duque de Jassa: y alteracion del Reyno de Napoles y otras nuevas cosas.” (ff. LXXXVv-LXXXVr).[66] Pero su manuscrito original le fue entregado al príncipe Felipe en Génova durante su felicísimo viaje en diciembre de 1548, según señaló el autor mismo en la carta dedicatoria de su Hystoria de la guerra y presa de Africa: “Y por esto en Genoua le presente vna parte de los esclarecidos triunfos que el gran Cesar nuestro señor huuo de los poderosos y brauos germanos” (Salazar 1552a: f. a2r). Aquel manuscrito es el actual códice escurialense &.III.7, cuyos 592 folios comparados a ojo con la edición pirata sevillana de 1552 hicieron afirmar al P. Zarco que ésta era “resumen y compendio de la escrita en el códice”.[67] Por fortuna, el capítulo que narra la batalla de Mühlberg fue publicado a principios del pasado siglo como testimonio inédito de aquella memorable y retratada victoria del emperador (Sánchez Alonso 1952: 157, núm. 5688). Ahí por fin hallamos, con la farragosidad que caracteriza a su autor, que el tal de “Solís, capitán de infantería española”, llegó a salvar la vida del duque de Sajonia al reconocerlo mientras se defendía contra los que lo capturaron.[68]

            Vemos, pues, que Sepúlveda, al introducir en su historia este y otros nombres aportados sólo en el rarísimo impreso de Nucula (Rachel 1879: 27), procura distanciarse a toda costa del erasmista de Sariñena, que le iba pisando el terreno en la pujante corte del futuro soberano y era saludado en una variante de sobrepujamiento[69] como el único que podía narrar las hazañas del emperador: “Solus Alexandrum depingere norat Apelles, / dicere tu solus Caesaris acta potes.” (Calvete 1551: f. 53v). No de otro modo se puede interpretar el total silencio sobre los escritos y la persona de Calvete que exhibe Sepúlveda con el objetivo de ningunear una labor historiográfica que colmaba dos episodios tan /p. 1342/ importantes como el que trató su admirado Luis de Ávila, pues para descalificar su trabajo de educador, le bastaba con airear el percance en el torneo[70] del que fue responsable su antiguo alumno Luis de Requesens, el primogénito de Juan de Zúñiga, ayo del príncipe y mentor de Calvete en el nuevo entorno educativo del heredero del césar Carlos. /p. 1343/

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Este artículo se enmarca en el proyecto de la DGICYT: BFF2002-01508 (I.P. Dr. Solana Pujalte).

[1] Como en esta carta afirma Sepúlveda haber terminado su Historia de Carlos V sin mencionar la de Felipe II, ha de encuadrarse entre esos años por una cédula real de 24-VI-1560 (AGS, Quitaciones 29), en la que se concede al cronista licencia para retirarse de la corte después de haber escrito la crónica del emperador, y otra carta en castellano del propio Sepúlveda a Martín Pérez de Oliván, 8-III-1563, donde afirma ir “escriviendo poco a poco la Coronica del Rey Don Philippo”. La posibilidad de una posterior modificación de la respuesta a Neila que plantea el mismo Losada a partir de una discutible alusión a Hispania Victrix, de Pedro de Salazar, publicada en 1570 (Morel-Fatio 1913: 59, n. 1; Losada 1973: 161; Rodríguez Peregrina 1995: XCVIII, n. 43), fue puesta en duda por sus únicos traductores hasta el presente (Cuart, Costas 1979: 304, n. 16), pero se refuta porque Salazar trata en esa obra hechos posteriores a la muerte de Carlos V, pese a lo que dice el subtítulo (Simón Díaz 1975: 106, núm. 723).

[2] Si bien en la secuencia legerit recitantem, tal como puntúa la edición académica, se entrecruzan la práctica de lectura colectiva en voz alta y la individual silenciosa (Cuart, Costas 1979: 301, n. 7; 1995: XVIII, n. 8), se produce un zeugma con omisión del verbo, audierit, y su objeto, librum.

[3] La incorporación de la carta delante del códice Regio, RAH ms. 2/5819, se realizó al terminar el cotejo para su publicación (Gil 1984: 153); así consta con letra moderna en el pliego de portada que la precede: “Epistola de Juan Ginés de Sepúlveda a Santiago Neila que se ha de imprimir para que sirva de Prologo de las Historias de Carlos V y Descubrimiento de Indias” (Losada 1973: 638). No hay, pues, ninguna vinculación originaria entre ese códice, el más reciente corregido por el autor, y esta carta que se supone autógrafa, “Carta a Neyla, letra de Sepúlveda” (Losada 1973: 638). La proporcionó para la edición el académico Murillo (Gil 1984: 129), es decir, Antonio Mateos Murillo (Jerez de la Frontera, 1721-1791), de cuya posesión nada se dice en el último inventario epistolar; cf. Juan J. Valverde Abril, “Hacia una edición del «Opus epistolarum» de Juan Ginés de Sepúlveda”, BRAH, 200, 2003, pp. 481-541 (p. 522). Por haberse aludido a estos académicos casi siempre por el segundo apellido, salvo a Francisco Cerdá y Rico (1739-1800), no estará de más señalar la personalidad de los otros dos miembros de la comisión: Antonio Barrio Martín (1721-1781), profesor de lengua griega y letras humanas; oficial mayor de la Casa de la Moneda; supernumerario en 1770 por sus conocimientos en lenguas clásicas; cf. Eva Velasco Moreno, La Real Academia de la Historia en el siglo XVIII. Una Institución de sociabilidad, Madrid, Centros de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, p. 293. Y el eminente botánico Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), doctor en Filosofía y Medicina por Bolonia; aparte de su obra poética latina, que nos pondera Luis Cañigral, fue autor de numerosas inscripciones de edificios de Madrid; al respecto de la edición de Sepúlveda, se señala que “tradujo la parte dedicada a Carlos V, que no se publicó, y el manuscrito lo regaló, a su muerte, a la RAH”; cf. Francisco Javier Puerto Sarmiento, Ciencia de cámara: Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), El científico cortesano, Madrid, CSIC, 1992, p. 332.

[4] Hasta la inminente edición pozoalbense del Epistolario, a cargo de Ignacio Javier García Pinilla y Julián Solana Pujalte, la traducción disponible es ésta (Cuart, Costas 1979: 300-306), que se incluye también en el primer volumen de la citada colección (apud Rodríguez Peregrina 1995: XVII-XXII). Para sus ideas sobre historiografía también es muy esclarecedora la carta que envió al cardenal Reginald Pole (1500-1558), de Córdoba, 1-X-1555 (Losada 1966: 216-219), donde le pedía enmendase su redacción de los sucesos de Inglaterra posteriores a la muerte de Eduardo VI (Losada 1973: 176).

[5] El mismo término, “ex commentariis quibusdam quae ad manus meas pervenerunt”, emplea en la carta a Pole para denominar los escritos que le sirvieron de fuente para la primera redacción del libro XXIX sobre Inglaterra (Losada 1973: 376), que no son sino relaciones de sucesos.

[6] Cuenta con página en la red (http://rosalia.dc.fi.udc.es/relaciones/) a cargo de Sagrario López Poza; cf. además Nieves Pena Sueiro, “Estado de la cuestión sobre el estudio de las Relaciones de sucesos”, Pliegos de Bibliofilia, 13 (2001), pp. 43-66.

[7] Cf. J. Simón Díaz, Relaciones breves de actos públicos celebrados en Madrid de 1541 a 1650, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1982, p. VIII.

[8] A las noticias de estas misceláneas señaladas por Alenda y Mira (1903: 21-53), pueden añadirse las conservadas en El Escorial (Miguélez 1917 y 1925), en la antigua biblioteca de los duques de Medinaceli (Paz y Melia 1922), hoy en la Institución Bartolomé March (Fernández Valladares 1993 y 1996), en la BNE (Julián Paz, Catálogo de «Tomos de Varios», Madrid, Biblioteca Nacional, Sección de Manuscritos, 1938; Isabel Ruiz de Elvira, “Relaciones de sucesos en la Biblioteca Nacional”, en: García de Enterría, pp. 305-313), o las existentes en mss. de la Institución Colombina de Sevilla (cf. R. Ramos Sosa, Fiestas reales sevillanas en el Imperio (1500-1550), en M. P. Almoguera Sallent y otr., Premios de Investigación «Ciudad de Sevilla» 1986, Sevilla, Universidad. Ayuntamiento, pp. 165-238). Un ejemplo más de esta fortuita conservación es el ms. BNE 22025, de 236 ff., con copias de la misma mano de “Relaciones de sucesos del siglo XVI”.

[9] Cf. Augustin Redondo, “Les «relaciones de sucesos» dans l’Espagne du Siècle d'Or: un moyen privilégié de transmission culturelle”, en A. Redondo, ed., Les médiations culturelles, París, Publications de la Sorbonne Nouvelle, 1989, pp. 55-67 (p. 58).

[10] Cf. Víctor Infantes, “¿Qué es una Relación? (Divagaciones varias sobre una sola divagación)”, en: García de Enterría 1996, pp. 203-216.

[11] Cf. Isabel Hernández González, El taller historiográfico: «cartas de relación» de la conquista de Orán (1509) y textos afines, Londres, Papers of the Medieval Hispanic Research Seminar, Department of Hispanic Studies Queen Mary and Westfield College, Londres, 1997, p. 10.

[12] Cf. Ignacio Javier García Pinilla, “Un ejemplo del uso de las fuentes en Juan Ginés de Sepúlveda: la historia de Juan Díaz”, en: Actas 1993, pp. 99-106.

[13] Lo que llamó la atención de Losada es la presencia de Hernán Cortés en el séquito del príncipe. Aunque se incluyen cuatro mss. de relaciones de esta mismo acontecimiento, no es mencionado éste publicado en CODOIN por M. Margarita Conde Benavides, “Comentario sobre la boda de Felipe II y María Manuela de Portugal”, en: http:// www.cervantesvirtual.com/ historia/CarlosV/ 8_5_comentario.shtml [25 octubre 2005].

[14] Cf. José Luis Gotor, “Formas de comunicación en el siglo XVI (Relación y carta)”, en María Luisa López-Vidriero, Pedro M. Cátedra, eds., El libro antiguo español, I, Salamanca, 1988, pp. 175-188 (p. 184).

[15] Se ha destacado su cuantiosa aportación de noticias, algo deslavazada en comparación con Sepúlveda (Losada 1973: 179).

[16] Además de las relaciones de la boda de Carlos V, cf. J. Solís de los Santos, Tomás Sánchez Rubio, “Inscripciones de los arcos triunfales para la boda de Carlos V”, Humanística, 12, 2000-2001, pp. 63-75, hallamos en Sandoval una declaración expresa del empleo de estas fuentes al hilo del aumento del coste de la vida entre 1548 y finales de ese siglo, cuando redacta su biografía: “Hube por mi ventura un librillo de mano en que con toda curiosidad escribió un autor de aquellos tiempos todas las cosas dignas de memoria sucedidas desde el año 1500 hasta 1556” (Sandoval III: 340a).

[17] Para las precisas descripciones tipo-bibliográficas de los impresos, remitiré a los repertorios y estudios de referencia. Citaré esta obra de Calvete por su reciente edición y estudio de 2001.

[18] La relación de Vicente Álvarez ha sido editada por José María de Francisco Olmos y Paloma Cuenca, e incluida como apéndice en la del Felicíssimo Viage (Calvete 2001: 595-681).

[19] Publicado por José López de Toro, “Francisco de Borgoña, compilador de Calvete de Estrella”, Hispania, 4 (1944), pp. 383-437.

[20] Cf. Nieves Pena Sueiro, Repertorio de “Relaciones de sucesos” españolas en prosa impresas en pliegos sueltos en la Biblioteca Geral Universitaria de Coimbra (siglos XVI-XVIII), Madrid, Fundación Universitaria Española, 2005, p. 17.

[21] Se imprimió relación de la que se conservan bastantes ejemplares: El tumulo Imperial, adornado de historias y letreros y epitaphios en prosa y verso latino, por Juan Christoual Caluete de Estrella, Valladolid, Francisco Fernández de Córdoba, 1559 (Alcocer 1926: núm. 220) [BUS A Res. 64/5/11].

[22] Cf. José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, La “Librería rica” de Felipe II. Estudio histórico y catalogación, Madrid, Ediciones Escurialenses, 1998, p. 50; “Joan Cristòfol Calvet d’Estrella”, como se le llama por reivindicar su catalanidad, se había criado en Barcelona, al servicio de Estefanía de Requesens, esposa de Juan de Zúñiga (Gonzalo 2001: XX, n. 21).

[23] Alfonso de Ulloa no habla del arco dedicado a Virgilio en todo el fragmento del recibimiento en Mantua (Ulloa 1562: 246r-248r). Tampoco lo hace Otavanti en el fragmento en que describe la acogida de los duques de Mantua y Ferrara (f. Axv).

[24] El parangón entre ambos recorridos también está sugerido por Juan Verzosa en la epístola I 1, 1-9, dedicada al príncipe mismo, José López de Toro, Epístolas de Juan Verzosa, Madrid, CSIC, 1945, p. 13. Sobre las entradas triunfales, cf. Bonner Mitchell, “Carlos V como triunfador”, en: P. Navascués Palacio, ed., Carolus V Imperator, Barcelona, Lunsverg, pp. 213-251.

[25] Cf. M. J. Rodríguez‑Salgado, Un imperio en transición. Carlos V, Felipe II y su mundo, trad. J. Faci; Barcelona, Crítica, 1992, p. 62; Carlos Gómez-Centurión Jiménez, “El felicísimo viaje del príncipe don Felipe, 1548-1551”, en Felipe II. Un monarca de su época. La Monarquía Hispánica, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1998, pp. 81-95 (p. 94).

[26] No encontró Ángel Losada (1948: 253; 1973: 173), ni en esta obra de Calvete ni en la de ningún historiador, noticia de este desafortunado percance, pese a que había sido recogido también por Prudencio de Sandoval (libro XXX, cap. XII) y confirmado documentalmente en una relación manuscrita conservada en la Biblioteca Nacional de Francia. Deliberadamente lo omite Fernández de Retama (1958: 286), pues viene a traducir sin sentido crítico amplios fragmentos de la Historia de Sepúlveda (Fernández de Retama 1958: 261-293), como lo demuestra el que haya considerado, al comienzo de Carol. XXVI 34, Villamagna como nombre propio de una localidad (Fernández de Retama 1958: 277), siguiendo la mayúscula de la edición de la RAH (t. II, p. 367), en un pasaje en que, sin tener que acudir a los mss., la lectura del Felicissimo Viage hubiera deshecho el equívoco, “A la mitad de camino avía una gran casa...” (Calvete 2001: 80). Por fortuna para esa prestigiosa colección, Historia de España Ramón Menéndez Pidal, se ha adaptado a su formato en dos tomos la biografía de Manuel Fernández Álvarez (1998), donde tampoco se recoge este al parecer insignificante percance que provocó el abandono de la corte por el prócer catalán, según J. L. Gonzalo Sánchez-Molero, “La formación de un privado: Ruy Gómez de Silva en la corte de Castilla (1526-1554)”, en José Martínez Millán, dir., Felipe II (1527-1598): Europa y la monarquía católica, Madrid, Parteluz, 1998, I, 1, pp. 379-400 (p. 391). Un análisis de las implicaciones textuales de este fragmento nos llevará a nuevas conclusiones sobre el uso y fortuna de las fuentes historiográficas de Carlos V.

[27] Para el emperador, ésa era legítima justificación para emprender dicha operación bélica, cf. M. J. Rodríguez‑Salgado, “¿Carolus Africanus?: el Emperador y el turco”, en: Carlos V y la quiebra del humanismo político en Europa (1530-1558), Congreso Internacional, Madrid, 3-6 de julio de 2000, coordinador general del congreso José Martínez Millán; Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, D.L. 2001, t. I, pp. 487-531 (p. 527).

[28] Cf., entre otros, Claudii Ptolemaei Alexandrini geographicae enarrationis libri octo (ex Bilibaldi Pirckeymheri tralatione; sed Graeca et prisca exemplaria a Michaele Villanouano iam primum recogniti; adiecta insuper ab eodem Scholia), Lyon, Melchor et Gaspar Trechsel fratres, 1535, f. 69 [BUS Res. 01/4/01].

[29] Sería la ubicada en el núm. 7 de su artículo en la Pauly-Wissowa (J. Schmidt, “Aphrodision”, RE, III 2728). A veces se la ha situado erróneamente en la isla de Djerba, es decir, Los Gelves, denominada por los humanistas Meninx, según Ptolomeo IV 3,45 y Plinio, Historia Natural V 77. Nuestro autor vuelve sobre Aphrodisium en Historia de Felipe II, II 2, 33, señalando hechos posteriores de su derribo (Fortea, Pozuelo 1998: XLV y 56, n. 55).

[30] Cf. Karl Müller, Claudii Ptolemaei Geographia, vol. 1, pars 2; París, Firmin-Didot, 1901, p. 621, ad loc. Ptolem. IV 3, 9.

[31] Cf. también J. Costas, Leticia Carrasco, “El manuscrito Granatensis del «De bello Africo» de Juan Ginés de Sepúlveda”, Epos, 8 (1992), pp. 77-110.

[32] Puede dar un indicio de la fecha de redacción de este códice el hecho de que se encuentre corregido un verbo en presente por pasado cuando narra la postrera estancia del emperador en Yuste: “ubi vitam egit monachali ac philosophicae similem” [egit T2RAm : agit T] Carol. XXX 23, p. 527 RAH).

[33] En el taller salmantino de Juan de Cánova debieron de considerar nombre propio el arcaico “siquier” con valor disyuntivo. Otra prueba más de que algunos problemas de la edición en el Siglo de Oro eran más responsabilidad de los impresores que de los autores.

[34] En esta primera edición, en 8º, 54 ff. + 6 hs., que contiene en folio plegado un grabado del sitio de la plaza fuerte que es el mejor de todos los impresos, no aparece este párrafo arqueológico, f. 7v. El ejemplar que utilizamos, BUS Res. 28/7/24, perteneció al canónigo Pedro Vélez de Guevara, del círculo del poeta Fernando de Herrera.

[35] Cf. Albrecht Luttenberger, P. G. Bietenholz, “Cornelis de Schepper”, en: Contemporaries of Erasmus: A Biographical Register of the Renaissance and Reformation, coord. P. G. Bietenholz, T.B. Deutscher, Toronto-Buffalo-Londres, University of Toronto, 1987, t. III, pp. 218-220 (p. 219).

[36] Cf. Carlos Gilly, Spanien und der Basler Buchdruck bis 1600. Ein Querschnitt durch die spanische Geistesgeschichte aus der Sicht einer europäischen Buchdruckerstadt, Basilea-Fránkfurt, Verlag Helbig & Lichtenhahn, 1985, pp. 222 y 456 núm. 156.

[37] Cf. la bibliografía en Juan F. Alcina, Repertorio de la poesía latina del Renacimiento en España, Salamanca, Ediciones Universidad, 1995, pp. 90-92, núm. 199.

[38] Se conserva en la HSA, ms. B2437, una “Historia, o comentario de la pressa, y conquista de / Africa Traduzida en lengua castellana, de la que / scriuiò en latin. Joan christoual de strella.” cuyo “texto parece que es una traducción inédita y distinta de la de Diego Gracián”; cf. Antonio Rodríguez-Moñino, María Brey Mariño, Catálogo de los manuscritos poéticos castellanos existentes en la biblioteca de The Hispanic Society of America (siglos XV, XVI, XVII), I-III, Nueva York, The Hispanic Society of América, 1965-1966, t. I, p. 479.

[39] A la conocida recopilación de José López de Toro, Los poetas de Lepanto, Madrid, Instituto Histórico de la Marina, 1950, se ha de añadir la propuesta para el antológico soneto “imperialista” de Hernando de Acuña, que, con indiscutibles reminiscencias de un epigrama de Juan Latino, justifica Christopher Maurer, “Un monarca, un imperio y una espada: Juan Latino y el soneto de Hernando de Acuña sobre Lepanto”, Hispanic Review, 61, 1993, pp. 35-51 (p. 45). El mismo López de Toro, ibid., p. 205, había intuido la conexión con el soneto de Acuña a través de un dístico no localizado de Antonio Agustín. También el licenciado Francisco Pacheco (1535-1599), del círculo del poeta Fernando de Herrera, aportó un poema de 149 hexámetros inédito hasta la fecha, B. Pozuelo Calero, “El licenciado Pacheco y Lepanto: un poema latino de vaticinios y delirios imperiales”, Excerpta Philologica, 4-5 (1994-95), pp. 335-369.

[40] Agradezco a mi colega Rocío Carande la consulta del ejemplar de su propiedad.

[41] Coincide la cifra con la del relato contemporáneo del caballero valenciano Vicente Rocca, o Roca: “Tomaron aquella fuerte ciudad los pocos Españoles que he nombrado, porque solamente huuo en la guerra aquellos caualleros que no lo eran [sc. los caballeros de San Juan], con dozientos soldados Griegos y Sicilianos” (Rocca 1556: f. CXIXr). Es muy probable que Páez extrajera este dato númerico de cualquier relato del suceso, como es el caso de la fuente de información de Otavanti, puesta de manifiesto como original de Páez (Fernández Valladares 1996: 137), cuando en realidad se lee en la propia relación: “Estas particularidades desta victoria las escriue Don Alonso de la Cueua, capitan de la Goleta, a Roma, al reuerendissimo Cardenal de la Cueua, y las ha confirmado en Genoua el capitan Osorio, que yua con la misma nueua a Augusta a su Magestad embiado de Juan de Vega, virrey de Cecilia” (Paz y Melia 1922: 371).

[42] Hay una monografía sobre las operaciones bélicas de esta orden religiosa que recoge la conquista de Mahdia: Jaime Salvá, La Orden de Malta y las acciones navales españolas contra los turcos y berbericos en los siglos XVI y XVII, Madrid, Instituto Histórico de la Marina, 1944, pp. 173-187, siguiendo estrechamente la narración del almirante Jean-Baptiste Edmond Jurien de la Gravière, Les Corsaires Barbaresques et la Marine de Soliman le Grand, París, Librairie Plon, 1887, pp. 168-187.

[43] Sepúlveda señala la encomienda pero no ese fallecimiento, ajeno al relato de los hechos: “Fernando filio summam imperandi et Siciliam administrandi potestatem tradit” (Carol. XXVI 68, t. II, p. 389 RAH).

[44] Juan de Vega, señor de Grajal, había desempeñado el virreinato de Sicilia de 1547 a 1557. Sepúlveda parece regatearle en esta campaña, al menos en principio (XXVI 66, 2-3), la alta autoridad que en general se le reconoce: “Summae rerum Caesar praefecerat Siciliae proregem” (Sleidan 1555: 384v). Vega tuvo en el Consejo un encontronazo con el inquisidor Valdés (Fernández Álvarez 1998: 355), con quien comulgaba el cronista.

[45] Cf. la recopilación de Antonio Pérez Gómez, Pliegos sueltos sobre el emperador Carlos Quinto. I: (Relaciones en verso). II: (Relaciones en prosa), Valencia, «la fonte que mana y corre», 1958; y las observaciones de Victoria Campo, “La historia y la política a través de las relaciones en verso en pliegos sueltos del siglo XVII”, en: García de Enterría 1996, pp. 19-32 (p. 20-28).

[46] Por su extensión, no se dice más en Antonio Rodríguez-Moñino, Nuevo diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI), ed. corr. y actualizada por Arthur L.-F. Askins y Víctor Infantes, Madrid, Castalia, 1997, pp. 794-795, núm. 1056bis.

[47] Al parecer, el añadido se hizo para completar el pliego; este anónimo Romance de la conquista de la ciudad de Africa volvió a ser incluido únicamente en la edición de Amberes de 1580, f. 220; cf. A. Rodríguez-Moñino, Lorenzo de Sepúlveda. Cancionero de romances (Sevilla, 1584), Madrid, Castalia, 1967, pp. 11, 156. El romance “Toma de la ciudad de África por Carlos V”, inc. “Nuevas han venido al César”, fue editado por Agustín Durán, ed., Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII, BAE 10; Madrid, Rivadeneyra, 1882, pp. 155-162.

[48] López de Gómara, en sus Anales inéditos por entonces, escueta cronología pero con datos interesantes, tiene un reconocimiento de la labor del historiador paduano: “Hasta aqui escriue Marco Guazo, el qual, aunque sus mismos Ytalianos le llaman charlatan, haze mucha diligençia para su historia” (Gómara 1912: 263).

[49] Sabemos también de la idea de Paulo Jovio al respecto expuesta al final del fragmento sobre la campaña de Túnez: “Cogitandum subinde est de oppugnanda urbe Africa, quae in Adrumentino sinu ualido Turcarum praesidio tenebatur. Haec urbs antiquitus parua Leptis fuit, hodie a nostris Africa et Barbaris Mahemedia appellata” (Calvete 1554: f. 134r).

[50] En el colofón no reza pie de imprenta: “A loor y gloria de Dios todopoderoso: y de la sacratissima virgen Maria su madre: ha sido impresso el presente libro en la insigne ciudad de Valencia. Acabose el postrero de Octubre. Año 1555”. En el Catálogo de Salvá se señala como impresor a Juan Navarro (Palau XVII: 151, núm. 271434).

[51] Escribía Páez de Castro a Jerónimo Zurita desde Bruselas, 26-IV-1555, “Juan Christoval Calvete de Estrella está aqui: estampa unos Epigrammas, que no ai hombre, a quien no celebre i haga immortal” (Cerdá y Rico 1771: f. b2v, n. 13). Y es que Calvete supo manejar mucho mejor que Sepúlveda los resortes de la adulación, ese instrumento de promoción social que en España, y en todas partes, se ha mostrado siempre tan eficaz.

[52] También en el De Aphrodisio expugnato “Orihelam Valentinum cum quinquanginta militibus tormentariis eo misit, ut perterritos nautas confirmaret, ne susceptum officium desererent” (Calvete 1551: f. 38v).

[53] Está incluida con esa portada y paginación seguida después de Historia del fortissimo y prudentissimo capitán Don Hernando de Aualos Marques de Pescara de Pedro Vallés (ff. cxxxiijr-cxlvjr). Colofón: “Fue impressa la preesente historia de don Hernando Davalos marques de Pescara en la muy noble y muy leal ciudad de Çaragoça, en casa de Agustin Millan impressor de libros, a costa de Miguel de Suelues alias çapila infançon: mercader de libros vezino de Çaragoça. Acabose a ocho dias del mes de Abril, año de mil quinientos y sesenta y dos”; cf.  Juan M. Sánchez Fernández, Bibliografía aragonesa del siglo XVI, Madrid, Imprenta Clásica española, 1914, t. II, p. 118, núm. 427. Diego de Fuentes incorporó otro episodio que trata Sepúlveda (Carol. XXVIII 1-22, t. II, pp. 441-456 RAH): La conquista de Sena traduzida de diuersas partes de lengua Toscana en nuestro vulgar castellano (Fuentes 1570: ff. 35v-65v). La edición que utilizamos, Amberes, Philippo Nutio, 1570 (Peeters-Fontainas 1965: 686, núm. 1337), está añadida con paginación independiente a la misma obra de Pedro Vallés.

[54] De publicación posterior a las fechas de nuestro estudio, pero con probable información de primera mano, el granadino Luis de Mármol y Carvajal abordó también una breve historia de la ciudad de Mahdia con las vicisitudes de esta conquista: Libro tercero y segundo volumen de la Primera parte de la descripcion general de Affrica, Granada, Rene Rabut, 1573, ff. 272r-278r: “Como los capitanes imperiales ganaron la ciudad de Affrica.” [BUS Res.73/4/6].

[55] Este ms., Compendio de lo que trata Francisco López en el libro que hizo de las guerras de sus tiempos, perteneció al insigne arabista sevillano Pascual de Gayangos, y pudo ser copia de un amanuense de Sepúlveda; cf. Nora Edith Jiménez, “Francisco López de Gómara y la Musa Mediterránea. El Compendio de lo que trata Francisco López en el libro que hizo de las guerras de sus tiempos”, en Gómara 2000: 29-51 (p. 46).

[56] Carlos V la ofreció a los caballeros de San Juan en Malta; cf. Narciso Alonso Cortés, Don Hernando de Acuña: noticias biográficas, Valladolid, Viuda de Montero, 1919, p. 80. La demolición del baluarte está recogida también por Sepúlveda sin la mención de su ilustre poliorceta: “paucis post annis Carolus moenia demoliri et turres solo aequare iussit (quod celeriter est missis fabris et architectis administratum), ne urbs munitissima, si desereretur, rursus fieret praedonum Turcarum receptus, vel retenta magno negotio tam procul ab Hispania magnaque impensa custodienda esset” (Carol. XXVI 84, t. II, p. 399 RAH). A Gómara copia literalmente Sandoval (III: 373).

[57] Con el nombre de Acuña se publicó en Amberes, 1553, la traducción de la obra favorita del césar, Le chevalier délibéré de Olivier de la Marche, en edición del mismo Calvete (BLH, IV, 429, núm. 1910). Hernando de Acuña (1518-1580) comparte con un desagradecido Sepúlveda el inmarcesible honor de ser destinatario de un poema latino de Garcilaso, que fue puesto sin duda por don Hernando en los preliminares de su El cavallero determinado; la atribución a Garcilaso ha sido demostrada con argumentos de sobra suficientes por Joaquín Pascual Barea, “El epigrama latino de Garcilaso de la Vega a Hernando de Acuña: edición crítica y traducción, autoría y comentario literario”, en José María Maestre Maestre, Joaquín Pascual Barea, Luis Charlo Brea, eds., Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico III. Homenaje al profesor Antonio Fontán, I-V, Alcañiz-Madrid, Instituto de Estudios Humanísticos, Laberinto, CSIC, t. III, pp. 1046-1096 (p. 1071).

[58] Tampoco Santa Cruz (V: 224) menciona este palacete, pese a extenderse en este recibimiento.

[59] Fue publicada del ejemplar BNE R/12175 en la preciosa monografía de Cesare Malfatti, El archiduque Maximiliano gobernador de España. Su viaje a Valladolid y su boda con la infanta María (1548). Crónicas y documentos, Barcelona, Sociedad Alianza de Artes Gráficas, 1948, pp. 145-154 (p. 150) [BUS A 372/1/34].

[60] En este lance Calvete sólo menciona el nombre de los heridos: “Tum Alphonsus Pimentellus, et Orihela Centuriones, et signiferi Aluari Vegae et Solizii uulnerantur” (Calvete 1551: 46v).

[61] La adición desde quorum a nobilis quedó incorporada en el texto del códice Regio. El añadido en T apunta a una fecha posterior a 1557, cuando Leonor de Góngora, hermana de este capitán, que, al parecer, fue ilustre sólo en los documentos familiares, y Francisco de Argote contrajeron matrimonio; cf. Krzysztof Sliwa, Cartas, documentos y escrituras de Luis de Góngora y Argote (1561-1627) y de sus parientes, I-II, Córdoba, Servicio de Publicaciones, Universidad de Córdoba, 2004, II, p. 971, y I, p. 87. La sobrina de Sepúlveda había casado con Alonso de Argote, hermanastro de Francisco, y un hijo de ambos, Juan, casará con la hermana menor del egregio poeta (Losada 1974: 20).

[62] Se yerra, en efecto, en el nombre de pila del duque rebelde; el propio emperador registró en sus memorias: “Sus Magestades supieron cómo el duque Juan Federico había caído prisionero”; cf. Manuel Fernández Álvarez, “Historia del invencible emperador Carlos Quinto, rey de España, compuesta por su majestad cesárea, como se ve por el papel que va en la siguiente hoja”, en: Corpus documental de Carlos V, t. IV, Salamanca, Universidad, 1981, pp. 483-567, (p. 561).

[63] La edición príncipe del Comentario del illustre Señor Don Luis de Auila y Çuñiga,[...] de la Guerra de Alemaña, hecha de Carlo V, fue en Venecia, 1548 (Gallardo I: col. 346, núm. 307). En 1550, Jean Steelsius había publicado en Amberes la traducción de Guillermo van Male: Clarissimi viri D. Ludovico Ab Avila et Zunniga [...] Commentariorum de bello Germanico a Carolo V [...] gesto, libri duo a Gulielmo Malinaeo Brugensis [...] latine redditi & iconibus ad historiam accommodis illustrati [BN R/10428], realizada sobre el original manuscrito y por ello con algunas diferencias con la impresa (Menéndez Pelayo 1947: 61, n. 3). Cito por la edición de Cayetano Rossel en BAE 21. Este pasaje de la captura fue elogiado pero sin el texto completo por E. Mele, “Don Luis de Ávila, su 'Comentario' y los italianos”, Bulletin Hispanique, XXIV, 2 (1922), pp. 97-119 (p. 118).

[64] Para el detalle del comienzo de la coincidencia entre los dos textos, Paul Rachel remite a la monografía de Georg Voigt, Die Geschichtschreibung über den Schmalkaldischen Krieg, Leipzig, 1874, p. 62, que no he podido manejar. Fue señalada también por el institucionista sevillano Antonio María Fabié y Escudero en su edición de Diego Núñez Alba. Diálogos de la vida del soldado, Madrid, Libreria de los bibliófilos, 1890, p. LXII.

[65] Cf. Lope de Vega, El valiente Céspedes, 784-790: “Inuictissimo Principe / aqui tienes preso / a Juan Federico. :: Quien pudiera / dar al Emperador tan gran presente, / sino essas manos, Cespedes valiente?”. Habrá que contrastar la conexión que apuntó don Marcelino entre las diversas ediciones de Salazar y la “Carta de Don Diego Hurtado de Mendoza al capitán Salazar, sobre el libro que escribió de la derrota de los sajones, conseguida por el señor emperador Carlos V”, publicada por Adolfo de Castro, Curiosidades bibliográficas, BAE 36, Madrid, 1855, pp. 547-550, amén de la misteriosa relación enviada al marqués de Mondéjar por “un soldado que calló su nombre”, e impresa “en Granada, a 15 de enero de 1549” (Sandoval III: 282).

[66] Este impreso napolitano, de 4 hs. y 96 ff., tiene numeración repetida en el último (BNE R/11743).

[67] Cf. Julián Zarco Cuevas, Catálogo de los manuscritos castellanos de la Real Biblioteca de El Escorial, El Escorial, 1924, t. I, p. 285. Ha sido identificado por J. L. Gonzalo Sánchez-Molero, Regia Bibliotheca. El libro en la corte española de Carlos V, Mérida, Editora Regional de Extremadura, D.L. 2005, II, p. 447, n. 67.

[68] Cf. J. M. de Garamendi, “La batalla de Mühlberg (1547)”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXV (1911), pp. 432-450, p. 443: “El Capitán Solís miró en esto, y viendo lo bien que lo hacía y la diligencia que ponía por rendirle o quitarle la vida, como vio al Duque porque la cara tenía descubierta y le conoció por le haber otra veces visto, porque no le matase le dijo: Ta, ta; no le matéis que es el Duque de Sajonia”. Confirman esta identificación la crónica inédita de Bernabé del Busto, ms. BME V-II-3: “se allaron en su prision un hombre de armas de los de Napoles, un ungaro, otro italiano y el capitan Juan de Solis del tercio de Ungria este prendia mucha açion porque ubo en su poder el martillo y la manopla”, según la transcripción parcial de José María García Fuentes, “Testigo de Mühlberg”, Chronica Nova, 6, 1971, pp. 79-97 (p. 90); y la desatendida versión latina de Guillermo van Male de los Commentariorum de bello Germanico de Luis de Ávila (Amberes: Jean Steelsius, 1550): “& Solesius Hispanus ordinum ductor” (f. 122r [BUS A Res. 31/6/29]).

[69] La tipología de la Überbietung acuñada por E. R. Curtius ha sido estudiada por José María Maestre Maestre, “El tópico del ‘Sobrepujamiento’ en la literatura latina renacentista”, Anales de la Universidad de Cádiz, 5-6 (1988‑89), pp. 167-192.

[70] Es probable que tuviera detallada noticia de este suceso gracias al protomédico Diego de Zavallos, quien trató de una pleuritis al príncipe Felipe en Augsburgo antes de su regreso a España (17-V-1551), según recoge también Sepúlveda (Carol. XXVI 89, p. 401 RAH: “ut Zavallus ipse mihi confirmavit”). En efecto, el doctor Zavallos acompañó al príncipe en su viaje como consta en su nómina; cf. J. M. Jiménez Muñoz, Médicos y cirujanos en «Quitaciones de Corte» (1435-1715), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1977, p.109; sin embargo, no es nombrado en la magna obra de Calvete (2001: 33).