1. 143. Gayo Petronio Arbitrio [Satyricon]

Titi PetronI Arbitri equitis Romani Satyricon, et diversorum poëtarum lusus in Priapum, cum selectis variorum commentariis, accedunt Pervigilium Veneris, Ausonii Cento nuptialis, Cupido cruci-affixus ... Accurante Simone Abbes Gabbema. . -- Trajecti ad Rhenum, Typis Gisb. à Zyll, & Theod. ab Ackersdyck, 1654. -- [16], 56, [14], 64, 33-252, [12], 130,[6] p. ; 8º

Marca del impresor en la portada. – Frontispicio calcográfico.

BUS A 025/008 (Pasta. – Procede del Colegio de París de la Compañía de Jesús)

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2011_Ant_70_0026.

(Portada) Titi Petroni[i] Arbitri equitis Romani Satyricon; et diuersorum poëtarum Lusus in Priapum, cum selectis uariorum commentariis. Accedunt Peruigilium Veneris, Ausonii Cento nuptialis, Cupido cruci-affixus atque alia nonnulla notis doctorum uirorum inlustrata. Accurante Simone Abbes Gabbema. Trajecti ad Rhenum [Utrecht], Typis Gisb[erti] à Zyll, & Theod[ori] ab Ackersdyck, Anno. M. DC. LIV. [1654].

[16], 56, [14], 64, 33-252, [12], 130,[6] p. ; 8º

Marca del impresor en la portada. – Frontispicio calcográfico.

BUS A 025/008 (Pasta. – Procede del Colegio de París de la Compañía de Jesús).

La fortuna de este impreso ha estado sin duda marcada por la osadía de su contenido, que se enmarca en la bien llamada Edad de Oro holandesa. Mencionando brevemente a los autores y obras que hacen tan buena compañía al gran Petronio, ¿qué decir de la inclusión del Corpus Priapeorum, si no que es uno de los textos más explícitamente obscenos de la literatura romana, seguido a distancia del ingenioso pero también obsceno Centón nupcial de Ausonio?, un opúsculo, en las demasiado modestas palabras de su propio autor, ‘frívolo y sin ningún valor.’ Estas atrevidas obras se ven, con todo, algo calibradas por la suave presencia del Peruigilium Veneris (vid. Ficha 137), y sobre todo por el bello y místico (mistérico) Cupidus cruci-affixus, de nuevo de Ausonio, obrita esta última impactante, y de una belleza alegórica digna de la mayor atención. Pero no tenemos aquí espacio suficiente para ponderar todas estas maravillas. 

Como queda dicho, bien acompañado de esas figuras y obras posteriores, Petronio es la eminencia, el más alto escritor de los recogidos en este libro misceláneo. No es una hipérbole decir que el Satiricón es uno de los más grandes pilares con los que la humanidad ha señalado su dignidad y luchado por sus derechos inalienables. Podríamos decir que el Satiricón es la equivalencia, o, para hablar con más propiedad, el gigantesco predecesor, del «gran» Gran dictador de Charles Chaplin, con la diferencia de que Chaplin no acabó atrozmente gaseado en un campo de concentración, mientras que la valiente obra de Petronio sí que costó la vida de su autor, tan injusta y atrozmente segada como siempre lo es la de los que ofrendan su vida en las aras de la libertad.

Por todo ello, es meritoria la presencia de este libro en un país tan marcado por el puritanismo católico como lo fue el nuestro (salvando las muy gloriosas excepciones), incluso sin la ayuda de los Priapea (vid. Ficha 137), ya desde el comienzo, por la sola presencia del Satiricón por su explícita alusión y su implícita nostalgia de la belleza y la bondad del Simposio de Sócrates-Platón, pues la Cena de Trimalción-Nerón no es otra cosa que la inversión de dicha obra platónica, en la siniestra forma de una Bajada a los Infiernos, en el sentido literal de la expresión, incluso con su perro guardián a la entrada (“Cave canem”) y con su cebo final al cancérbero, a la salida del infierno, del infierno de la tiranía de Nerón, a través incluso de un trasunto del agua de la Laguna Estigia. Destaca en la obra la continua alusión a la Odisea, al “camino de la vida” (Petronio es el antecedente confeso del Ulises de Joyce), y destaca sobre todas las otras cosas una desoladora ¿nostalgia?, ¿o quizá deberíamos decir denuncia?: no hay el menor lugar para la belleza y la bondad en la Roma de Nerón, no hay ni un solo personaje, ni una sola historia, ni una sola situación que no sean una demoledora acusación a la depravación, a la corrupción, a la aischrokaikakía (fealdad y maldad), o que por el contrario contengan siquiera un mínimo, un algo de belleza, de bondad, de verdad, de honradez, de virtud, que tengan, en suma, algo de humano, en su alto sentido, algo de digno, de verdadero, de salvable. Para aquellos estudiosos que todavía dudan de si nuestro Petronio es el mismo Arbiter elegantiae al que obligó a suicidarse Nerón: lean a Petronio, y en especial su “Cena de Trimalción”, “con los ojos de ver”, y, a continuación, el Nerón de Suetonio. Todo claro. 

Centrándonos en las características bibliógráficas de este impreso holandés, la edición del frisón Simon Abbes Gabbema[1] consagró las cuatro obras de las que se compone su libro con su buen hacer y su excelente comentario textual y de realia, que es a su vez la compilación de toda la erudición valiosa anterior a él, a la que sumó sus avances propios. Pero habent sua fata libelli, y quiso el destino que la primacía de esta excelente obra de la filología durara un tiempo relativamente corto: en poco más de medio siglo debió ceder en importancia a la primera edición definitiva de Petronio, la Heinsio-Burmanniana (1709), a la cual seguiría una segunda corregida y aumentada (1743). La inclusión en esta última de las aportaciones de Buschius, Alexander Brassicanus, Henricus Stephanus, Sambucus, Franciscus Daniel Aurelius, Muretus, Pithoeus, Passerat, Arnaudus Dousa, Wouweren, Pontanus, Barthus, el propio Abbes Gabbema, Bosschius, Schefferius, Goesius, Gronovius y Burmann, entre otros, dejaban obsoleta la magnífica edición de Abbes Gabbema.

Debemos destacar por último que la Universidad de Sevilla cuenta en su patrimonio con la también valiosa edición de Georgius Erhardus Francus, de 1610 (BUS A 086(2)/403), que incluye a su vez las aportaciones de Lundorp, y cuyas aportaciones fueron recogidas por la editio Heinsio-Burmanniana. Asimismo, cuenta con otra edición en el incunable de la traducción de Francesco Filelfo del discurso sofístico de Dión Crisóstomo, De Troia non capta, Venecia: Bernardino de Vitalis, 1499 (BUS A 336/010), además de Leiden: Raphelengius, 1596 (BUS A Res. 71/6/14), Ginebra: Iohannes Mercerius, 1629 (BUS A 149/072), y Fráncfort del Meno: Wolfgangus Hofmannus, 1629 (BUS A 101/097).

Ana Pérez Vega

ALBRECHT, M. VON Historia de la literatura romana. Trad. D. ESTEFANIA - A. POCIÑA PÉREZ. Barcelona: Herder, 1997-1999. 2 vols.

 

[1] Nacido en Leeuwarden, la capital de Friesland o Frisia, 1628-1688). Estudió filología clásica en las universidades de Groningen, Deventer, Utrecht y Leiden, pero nunca obtuvo el título. Adquirió su máxima reputación gracias a esta ed. del Satyricon de Petronio, así como la de Catulo (1659).