quod possum

A un bibliógrafo amigo mío le pido un colofón con un lema apropiado para felicitar estas fiestas. Me envía esta marca tipográfica del impresor zaragozano Ángel Tavanno con el emblema del pelícano que alimenta con su propia sangre a sus crías desfallecidas. Sintiéndome incapaz de asumir el desafío de este símbolo de la generosidad de Cristo, me consuelo con apostillar EX OFFICIO: De mi deber, doy todo lo que puedo.

Cuando niño, me impresionaba el pasaje evangélico de la maldición de la higuera: Al amanecer, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre; y viendo una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no encontró en ella más que hojas. Entonces le dice: “¡Que nunca jamás brote fruto de ti!”. Y al momento se secó la higuera (Mateo 21. 18-19). Con el tiempo, me he explicado estos actos del divino rigor con la sin duda heterodoxa exégesis de que en este drama de la vida estamos las personas y las cosas para desempeñar lo mejor posible el papel que nos ha tocado. Si hacemos lo que se espera de nosotros, si cumplimos con nuestro deber y leal saber y entender, tal vez nos acerquemos al enorme ejemplo de altruismo que llevan a cabo todos los que están luchando contra la pandemia, que es lo que ahora importa.

Homo homini deus est, si suum officium sciat. Escribió Cecilio Estacio en no se sabe qué comedia (fragmento 264 p. 77 Ribbeck) en radical antítesis con el atrabiliario aforismo que remodeló Hobbes a partir de otro verso de Plauto: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non nouit (Asinaria, 495).

Para saber mi oficio y comprender al prójimo, “me he refugiado en los estudios como único alivio del dolor, que si pueden hacer que me dé más cuenta de las desgracias, las sobrellevaré, empero, con más entereza” (ad unicum doloris leuamentum studia <humanitatis> confugi, quae praestant ut aduersa magis intellegam sed patientius feram. Plinio, Cartas, VIII, 19, 1).

Deseo a todos un año 2021 mucho mejor que el que dejamos.