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Celebremos en este encierro el Día del Libro de papel, no ebook, con el colofón de un impreso musical del año 1546. Es del vihuelista Alonso de Mudarra (1510-1580), quien pone música a poemas de Jorge Manrique, Juan Boscán, Garcilaso, Petrarca, Sannazaro, Virgilio, Horacio, Ovidio, y algún anónimo, todos en sus lenguas respectivas: una sencilla lección de poesía renacentista.

La marca del impresor, que fue editor de obras musicales, puede ser casi un Christmas, EX BELLO PAX, EX PACE CONCORDIA, EX CONCORDIA MVSICA CONSTAT. La breve pieza para cuerda que acompaña es también de Mudarra, pero no está en este libro; se titula «Fantasía que contrahaze la harpa en la manera de Ludovico», y acompaña mis días desde más o menos la edad que tenía el poeta Fernando de Herrera (1534-1597) cuando Acabose la presente obra en la muy noble y leal Ciudad de Sevilla por Juan de León impressor a sancta Marina en la calle real a siete días del mes de Deziembre. 1546.

La invención de la imprenta en la Europa del siglo XV fue posible por la adaptación del alefato fenicio al sistema alfabético de vocales y consonantes griegas más de dos mil años antes. A partir de entonces, con esta representación de la segunda articulación del signo lingüístico, cualquiera podía aprender a leer sin necesidad de mandarines ni sacerdotes expertos que interpretaran complejos símbolos, ideogramas, caracteres silábicos, ni anodinos emoticones, añadiréis más de uno.

A este avance, el más extraordinario en la historia de la cultura, contribuyó la necesidad de una más exacta conservación y transmisión de los cantos épicos de tradición oral, porque la poesía es gratuita y digna de memoria, y porque en la Ilíada, no se cansa de repetir don Emilio Lledó, «Comienza la ética». «Aquiles elige la gloria / en vez de la vida» (Joan Margarit, Filósofo en la noche, verso 69), y en el último canto da su brazo a torcer ante la pena de Príamo, padre de su enemigo. La poesía enseñó a los griegos a replantearse la vida en la fabulación del prójimo. Bien lo entendió Virgilio: «Hay llantos por las cosas de la vida y la muerte de los hombres conmueve sus corazones» (Eneida I, 462).

Pese a la incultura de la imagen en esta inesperada y agobiante caverna de Platón que se nos ha impuesto, Nadie acabará con los libros, como tituló Umberto Eco una estimulante charla con Jean-Claude Carrière, porque los libros y la lectura son el instrumento del conocimiento, de la dignidad humana, de nuestra libertad.

http://personal.us.es/jsolis/JSOLIS.htm