El 21 de abril, día de los Parilia, fiesta rústica de acción de gracias y fecundación, es la fecha ‘adivinada’ para la fundación de Roma: Cicerón, Adivinación, II, XLII.98: También remontaba el nacimiento de nuestra ciudad a las fiestas de los Parilia, en los cuales hemos sabido que por Rómulo fue fundada. Cic. div. 2.98: urbis etiam nostrae natalem diem repetebat ab iis Parilibus, quibus eam a Romulo conditam accepimus.

¿Qué pueden enseñarnos hoy los antiguos Romanos, que hablaban esta lengua que nos dedicamos a enseñar y a aprender? La competencia en la autoridad pública (auctoritas) y la lealtad (fides) con que hay que obedecer al gobierno (magistratus cum imperio) y a las instituciones del Estado (res publica), sin perjuicio de que las leyes exijan responsabilidades a los gobernantes una vez cumplidos su desempeño (ius).

El pueblo y el senado de Roma hace piña con el cónsul que sobrevivió a la derrota de Cannas a manos de Aníbal, la batalla con más muertos de la historia hasta la I Guerra Mundial.

Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, XXII 61,15: Quo in tempore ipso adeo magno animo ciuitas fuit ut consuli ex tanta clade, cuius ipse causa maxima fuisset, redeunti et obuiam itum frequenter ab omnibus ordinibus sit et gratiae actae quod de re publica non desperasset; qui si Carthaginiensium ductor fuisset, nihil recusandum supplicii foret. En tal ocasión la ciudad demostró una grandeza de espíritu tal que, al regresar el cónsul y principal responsable de la catástrofe, acudieron a recibirle nutridas representaciones de todas las clases sociales, e incluso se le expresó reconocimiento público porque había demostrado confianza en la república; si hubiese sido general de los cartagineses, cualquier suplicio habría sido poco para él.

Por una cuestión de malversación de fondos públicos, el vencedor de Aníbal fue incausado por los tribunos de la plebe.

Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, XXXVIII 50.5-9: P. Scipioni Africano, ut Valerius Antias auctor est, duo Q. Petillii diem dixerunt. id, prout cuiusque ingenium erat, interpretabantur. alii non tribunos plebis, sed uniuersam ciuitatem, quae id pati posset, incusabant: duas maximas orbis terrarum urbes ingratas uno prope tempore in principes inuentas, Romam ingratiorem, si quidem uicta Carthago uictum Hannibalem in exilium expulisset, Roma uictrix uictorem Africanum expellat. alii, neminem unum ciuem tantum eminere debere, ut legibus interrogari non possit; nihil tam aequandae libertatis esse quam potentissimum quemque posse dicere causam. quid autem tuto cuiquam, nedum summam rem publicam, permitti, si ratio non sit reddenda? qui ius aequum pati non possit, in eum uim haud iniustam esse. Publio Cornelio Escipión, según narra Valerio Anciate, fue citado a juicio por dos tribunos de la plebe, los Quintio Petilio. El hecho era interpretado según el talante de cada cual. Había quienes se despachaban no contra los tribunos de la plebe sino contra el conjunto de la ciudadanía, que era capaz de consentir una cosa así: las dos ciudades más importantes del mundo, de forma casi simultánea, aparecían como ingratas hacia el primero de sus ciudadanos; más ingrata Roma, puesto que Cartago, vencida, había echado al exilio al vencido Aníbal, mientras que Roma, victoriosa, echaba al Africano, el vencedor. Según otros, ni un sólo ciudadano debía destacar tanto que no tuviera que responder ante las leyes; nada vale tanto para igualar la libertad como el que los más poderosos puedan ser sometidos a juicio. ¿Y que encomienda se le puede confiar sin riesgos a nadie, más aún la autoridad suprema del Estado, si no hay la obligación de rendir cuentas? Contra quien no se somete a la igualdad de la ley, no es ilegítimo el uso de la fuerza.

Escipión compareció a juicio acompañado por una muchedumbre de simpatizantes y antes del comienzo de la vista animó a todos a subir al Capitolio para dar gracias a Júpiter Óptimo Máximo en el aniversario de su victoria sobre Aníbal. Y luego, se recluyó en su finca para no participar ya más en la política. A uno se le viene a la cabeza el famoso apotegma de Samuel Johnson: Patriotism is the last refuge of a scoundrel (James Boswell, Life of Johnson, ed. R. W. Chapman, Oxford: Oxford University Press, 1980, p. 615: El patriotismo es el último refugio de un canalla), injusta y extrapolada para la mentalidad antigua, pero desgraciadamente en vigor en esta calamidad en la que nos encontramos.