Que los grandes escritores acaban apelando a la solidaridad humana, no es un aserto al que nos lleve un panglosismo en este trance más voluntarioso que nunca. Se le ocurrió a uno comentando el episodio de los Anales de Tácito en que describe y analiza un multitudinario accidente sucedido cerca de Roma durante un espectáculo de gladiadores. Los defectos de construcción del anfiteatro provocaron su derrumbe en el momento de mayor afluencia de público. La narración discurre según el esquema episódico de planteamiento, nudo y desenlace, que es característico de la tendencia dramática de la historiografía clásica: fecha, lugar, ocasión, causa y responsabilidad, descripción del accidente, se abordan con concisión y exactitud; situación de los damnificados, consternación, desinformación y miedo generales, patetismo en la recuperación de los cadáveres, balance de víctimas, medidas legislativas, a posteriori como se suele, castigo del culpable, y en la reflexión final, hace el historiador una apelación a las virtudes de los tiempos antiguos que realmente trasciende el conservador ideario romano:

Por lo demás, con ocasión de esta desgracia se abrieron de par en par las casas de los notables y se prodigaron por todas partes los remedios y los médicos; la Urbe aparecía por aquellos días, a pesar de su aspecto triste, semejante a lo que solía en tiempo de los antepasados, que tras las grandes batallas atendían a los heridos con generosidad y desvelo.

Este lance de adhesión primaria y afectiva de la gente ante la desgracia común, el gran escritor lo canaliza hacia otras etapas del pasado, pero su evocación de los tiempos primitivos no la hace por una reivindicación o añoranza de una libertad política y de clase, si no por ese ideal de comunión humana, sea de raigambre estoica o eleusina, que leemos a lo largo de tantos pasajes de la literatura clásica.

Tácito, Anales, IV 62-63: En el consulado de Marco Licinio y Lucio Calpurnio los desastres de las grandes guerras fueron igualados por una catástrofe imprevista. (2) A la par se produjeron su principio y su fin. (3) Un tal Atilio, liberto de condición, había emprendido en Fidenas la construcción de un anfiteatro para celebrar un espectáculo de gladiadores, sin meterle cimientos en sólido ni afianzar la estructura de madera con firmes agarres, dado que ni andaba sobrado de dinero ni pretendía cargos en el municipio, sino que se había buscado aquel negocio por una sórdida ganancia. (4) Afluyó la gente, ávida de tales espectáculos, pues durante el mandato de Tiberio se la había tenido alejada de diversiones; hombres y mujeres de todas las edades, y en gran número a causa de la cercanía del lugar. Y por esto fue más grave la desgracia, pues estando el tinglado abarrotado por la muchedumbre, se desencajó, mientras se desploma hacia dentro y otras partes revientan hacia fuera, arrastrando consigo y sepultando a toda aquella inmensidad de gente atenta al espectáculo o situada alrededor. (4) Y aquellos que sufrieron la muerte en el primer instante del derrumbe al menos con tal suerte escaparon de los tormentos. (5) Más pena daban aquellos a los que, con parte de su cuerpo cercenado, aún no les había abandonado la vida, los cuales durante el día trataban de reconocer a sus esposas e hijos con la vista, y por la noche con sus gritos y llantos. (6) De inmediato acudieron los demás agitados por la noticia: este lloraba a su hermano, aquel a su pariente, otro a sus padres; incluso aquellos que tenían fuera a los amigos o allegados por una razón distinta, estaban llenos de temor; mientras no se supo a quiénes había afligido aquel desastre, la incertidumbre hizo mayor el miedo. 63. Cuando empezaron a remover los escombros, todos corrían a abrazar a los muertos y a cubrirlos de besos; y en muchos casos se producían discusiones si a causa de la desfiguración de los rostros la semejanza de apariencia o de edad provocaba errores en los reconocimientos. (2) Cincuenta mil personas quedaron mutiladas o aplastadas en aquella ruina. Un decreto del senado estableció para lo sucesivo que no organizara función de gladiadores quien tuviera un patrimonio inferior a cuatrocientos mil sestercios, y que no se construyeran anfiteatros sobre terrenos cuya solidez no fuese comprobada. (3) Atilio fue condenado al destierro. Por lo demás, con ocasión de esta desgracia se abrieron de par en par las casas de los notables y se prodigaron por todas partes los remedios y los médicos; la Urbe aparecía por aquellos días, a pesar de su aspecto triste, semejante a lo que solía en tiempo de los antepasados, que tras las grandes batallas cuidaban a los heridos con generosidad y desvelos. Cornelio Tácito, Anales. Libros I-VI, trad. José Luis Moralejo, Madrid, Gredos (Biblioteca Clásica Gredos 19), 1979, pp. 318-319.

Tac. Ann. 4.62-63: M. Licinio L. Calpurnio consulibus ingentium bellorum cladem aequauit malum improuisum: eius initium simul et finis extitit. (2) Nam coepto apud Fidenam amphitheatro Atilius quidam libertini generis, quo spectaculum gladiatorum celebraret, neque fundamenta per solidum subdidit neque firmis nexibus ligneam compagem superstruxit, ut qui non abundantia pecuniae nec municipali ambitione sed in sordidam mercedem id negotium quaesiuisset. (3) Adfluxere auidi talium, imperitante Tiberio procul uoluptatibus habiti, uirile ac muliebre secus, omnis aetas, ob propinquitatem loci effusius; unde grauior pestis fuit, conferta mole, dein conuulsa, dum ruit intus aut in exteriora effunditur immensamque uim mortalium, spectaculo intentos aut qui circum adstabant, praeceps trahit atque operit. (4) Et illi quidem quos principium stragis in mortem adflixerat, ut tali sorte, cruciatum effugere: (5) miserandi magis quos abrupta parte corporis nondum uita deseruerat; qui per diem uisu, per noctem ululatibus et gemitu coniuges aut liberos noscebant. (6) Iam ceteri fama exciti, hic fratrem, propinquum ille, alius parentes lamentari. Etiam quorum diuersa de causa amici aut necessarii aberant, pauere tamen; nequedum comperto quos illa uis perculisset, latior ex incerto metus. 63. Vt coepere dimoueri obruta, concursus ad exanimos complectentium, osculantium; et saepe certamen si con fusior facies sed par forma aut aetas errorem adgnoscentibus fecerat. (2) Quinquaginta hominum milia eo casu debilitata uel obtrita sunt; cautumque in posterum senatus consulto ne quis gladiatorium munus ederet cui minor quadringentorum milium res neue amphitheatrum imponeretur nisi solo firmitatis spectatae. (3) Atilius in exilium actus est. Ceterum sub recentem cladem patuere procerum domus, fomenta et medici passim praebiti, fuitque urbs per illos dies quamquam maesta facie ueterum institutis similis, qui magna post proelia saucios largitione et cura sustentabant.