José Solís de los Santos, «Una carta desconocida de Luis Carrillo y Sotomayor», en Homenaje a Esperanza Albarrán Gómez, Sevilla: Instituto «San Isidoro», 1998, pp. 193-206. ISBN 84-8497672-6

                 UNA CARTA DESCONOCIDA DE LUIS CARRILLO Y SOTOMAYOR

            La obra y teoría poéticas de don Luis Carrillo y Sotomayor (1583-1610) sitúan a este malogrado poeta en el eje del cambio estético que supuso la implantación del culteranismo en nuestra literatura[1]. La corta vida del que fue, como ya dijo Gracián, "el primer culto de España", condensa todos los aspectos de ese tipo de literato de nuestro Siglo de Oro en que se combina el tópico de las Armas y las Letras con una exacerbada devoción religiosa. Como pertenece a la casta de caballeros y pequeña nobleza proveniente de los reconquistadores, le fue otorgado con facilidad el hábito de Santiago y pronto fue llamado a desempeñar puestos de mando en el ejército real: en calidad de cuatralbo de galeras intervino en una expedición punitiva contra los moriscos de Levante (iniustissimum bellum), y fue nombrado también Comendador de Fuente del Maestre, cargo que no llegó a desempeñar debido a su temprano fallecimiento. Algún que otro desengaño amoroso debió de constituir la vivencia que sustentaría tendencias petrarquistas[2] y la mentalidad religiosa en que se vivía entonces lo llevó en los dos últimos años de su vida a un extremado ejercicio de devoción y penitencia. Murió el 22 de enero de 1610, en El Puerto de Santa María, donde estaban surtas las galeras que comandaba, y por el sermón pronunciado en sus honras fúnebres sabemos de sus cuitas y votos, de su "maciza virtud de santidad", de los afectos que concitó en sus últimos días[3].

            Son muy escasos los datos de su biografía que no se deduzcan o aparezcan mencionados en las dos ediciones de sus obras que se publicaron en los años inmediatos a su muerte[4]. Además, esas pocas noticias pueden llegar a discrepar de lo que se afirma en ambos impresos, como es el caso de un documento algo posterior a su muerte, en el que la propia madre del poeta rebajaba la edad que tenía en el supremo momento[5], o el del lugar exacto de nacimiento, que fue Baena, y no Córdoba, como aparece en la portada de las dos ediciones[6].

            La carta cuya edición presento en este homenaje a la profesora doña Esperanza Albarrán en testimonio de gratitud por su magisterio pertenece a la época de estudiante del poeta, etapa de la que no existe documento alguno, y los detalles que nos aporta pueden estrechar el lapso en que se sitúa la fecha de su nacimiento, hecho que a la luz de las diversas noticias existentes llega a fluctuar entre 1587, según declaraba su madre, y 1583, como se deduce del epitafio latino que Francisco de Quevedo redactó para la edición de las obras[7].

            Nuestro poeta estudió en Salamanca. Así lo afirma él mismo al comienzo de la carta nuncupatoria a su hermano, don Alonso Carrillo, compilador póstumo de sus obras, con la que prologa el Libro de erudición poética: "Aunque las claras aficiones y los años de estudio en Salamanca". Y este aserto está detallado por el editor anónimo de la segunda edición de 1613: "Aunque seis años de estudio y ésos en Salamanca". Para documentar esta afirmación repetida y precisada, la estudiosa que más se ha dedicado a la obra de Carrillo ha comprobado los libros de matrícula de la primera Universidad española desde el año 1595 al 1608, y dado que faltan el del curso 1596-97 y los tres que van de 1601 a 1604, no ha podido hallarse rastro alguno de aquella su etapa de estudios[8].

            Esta carta de Luis Carrillo a que me refiero es el núcleo de un breve carteo incluido en un epistolario inédito que se encuentra en un manuscrito de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca[9]. El intercambio epistolar está formado por tres misivas latinas con marcado carácter escolar que fueron escritas y enviadas a principios del otoño de 1602. El corresponsal de Carrillo es Lorenzo Ramírez de Prado, quien con toda seguridad era entonces condiscípulo suyo. Este Ramírez de Prado (1583-1658) llegó a ser una figura un poco antipática y definitivamente menor de la erudición de la época[10]. Entregado a la política por tradición familiar, desempeñó altos cargos durante el reinado de Felipe IV, y si bien fue elogiado por Cervantes en el Viaje del Parnaso y por Lope en el Laurel de Apolo, se le consideró responsable de la denuncia y prisión de Francisco de Quevedo, pues compuso en verso castellano una réplica al famoso memorial a Felipe IV "Católica, sacra y real Magestad", y en el calor de los acontecimientos llegó a pedir la pena de muerte para el ilustre poeta[11]. Acerca de su exigua producción, casi toda en latín, y de la polémica en que se vio inmerso, merecería destacarse el hecho de que se granjeó para la posteridad el baldón de haberse aprovechado de su maestro Baltasar de Céspedes, y a través de él, de su ínclito suegro, Francisco Sánchez de las Brozas[12]. Luego, se metió a refundir, redactar y publicar en el extranjero obras apócrifas que contribuyeron a la estéril polémica de los «Falsos Cronicones»[13]. Y por si estas acusaciones de plagiario y falsario hubieran sido poco, tradujo y comentó en un estilo lacónico verdaderamente insoportable una obra de teoría política[14]. Fue, como vemos, todo un engendro de la época. Pero también hay que decir que gracias al comentario de tan sólo los cuatro primeros libros de Marcial que salió bajo su autoría, y al que sin duda dedicó estudio y esfuerzo, la historia de la Filología Clásica de aquella época cuenta con uno de los pocos nombres que registra de humanistas españoles[15].

            En los años en que están datadas todas las cartas que integran este epistolario, de 1601 a 1606, el joven Ramírez de Prado está estudiando también en la Universidad de Salamanca Latinidad y Leyes. De vez en cuando pasa temporadas en la corte, Valladolid, junto a su familia, pues su padre, don Alonso, ocupa un alto puesto en la administración de la Hacienda Real[16]. Es sin duda un alumno aventajado y entusiasta, que intenta medir su pluma con cualquiera que se le ponga a tiro, maestro, condiscípulo, algún que otro clérigo allegado. En estas misivas eruditas es de rigor, pues de eso se trata, introducir y adaptar al propio discurso pasajes de la literatura clásica, según aquella práctica habitual que ya entonces los más sensatos empezaban a ridiculizar.

            Pero en estas tres cartas no estamos ante un simple ejercicio didáctico en el que se desarrolla un tema epistolar trufándolo de citas clásicas y episodios de la tradición moral y paremiológica[17], sino que al menos las dos primeras cumplen la función básica y primordial de comunicación entre ausentes, y la tercera, que quizá no llegó a ser enviada, ofrece además noticias que saliéndose del exclusivo ámbito de los corresponsales, se ven confirmadas en fuentes tan alejadas de los autores de las cartas, que anularían por completo cualquier duda acerca de su autenticidad.

            Argumento, vivencia personal e Historia, tales son los aspectos de contenido que, junto con el vehículo, configuran los datos que nos proporcionan los antiguos epistolarios. En este tipo de cartas latinas el factor que constituye el aspecto fundamental del medio en que se nos transmite, esto es, la lengua, resulta ser precisamente su argumento principal. Esta circunstancia de escribir en latín con el objetivo de demostrar conocimiento y destreza en las litterae humaniores, puede ser, por una parte, un consuelo, porque el fácil hallazgo de las fuentes de expresión nos compensa del desconocimiento del ámbito personal de los corresponsales; pero por otra, desemboca en el hastío, pues la mera consignación de erudición carece de interés, o como dice don Quijote de mejor manera: "Hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas que después de sabidas y averiguadas no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria".

            Por desgracia, tanto la carta de Luis Carrillo como las dos de Ramírez de Prado que la originan adolecen de estos defectos. El argumento no es otro que el de cartearse en latín, como lo demuestra la insistente y melosa invitación de Ramírez a Carrillo para que haga un alto en su peripecia cinegética (cf. 5, 20-21) y le dé cumplida información de sus correrías:

Se me ha unido, amable Luis, tan extraordinario cariño por tu persona que el dolor de tu ausencia no puede aliviarse de ninguna manera sino escribiendo y repasando una y otra vez lo escrito. 2. Pero no vayas a hacer como las enamoradas[18] que, sabiendo el amor que los jóvenes les profesan, aunque amarlos quisieran, cubren su rostro con un velo guiñando el ojito que dejan al descubierto, para que se hagan sus amadores y las cortejen en la línea extrema, que los griegos dicen 'a tope'[19]. 3. Responde informándome de todo lo más cumplidamente que puedas. Dirás que son pocas, pero, antes bien, son muchas las que puedes comunicarnos: ¿Fue tu acompañante un muchacho de nuestros años[20] y el colmo de divertido[21] o fue de los que fruncen el ceño? ¿Pasaste la noche sin colchón ni somier o la consideraste afortunada? 4. ¿Y la capa, la misma de noche y de día, y, como dice el poeta acerca de la manta, cual esposa de jergón para su marido?[22] [...] Y de la cacería ¿qué? 5. Pero, oye tú, detén tu paso, como dicen, y hagamos aquí parada y fonda. Deténte, pues, y envía desde ésta los conejos y liebres y otras cosas de ese estilo. Si estas llegaren, te prometo que nadie será más feliz ni más elocuente que tú. 6. Si de otro modo fuere, que los dioses, ¡oh lector!, te pierdan de mala manera, como tenía escrito Timón en su sepulcro[23]. Procura no caigas en este tan ominoso voto. Lo sociable es concebido de acuerdo con causas justas. 7. Pero tú, varón asaz esclarecido que exhalas noble abolengo, ¿por qué no haces esto y nos envías regalos por encima de nuestro pensamiento. También alguna parte tendrá quien te tiene por entero y te protege. Adiós, y ámame como lo haces. Valladolid, 21 de septiembre de 1602. Don Lorenzo Ramírez.

            La carta de respuesta de Carrillo consiste toda ella en episodios de los anecdotarios y en citas nada literales, tendentes a expresar su reconocida inferioridad en la elocuencia (10, 12); incluso llega a justificar puerilmente su poco pulida redacción por las prisas del cartero (14, tabellarius enim urgebat). Pero lo que tiene realmente valor, viene a querer decirle, no es la calidad del regalo sino la buena intención de quien lo hace (11, 13).

Cuentan[24], muy querido amigo mío, que, vencidas y aniquiladas las tropas del rey Poro, entre los indios que se salvaron de la matanza había uno que se destacaba como lanzador tan excelente que hacía pasar la flecha por un anillo; y Alejandro, deseoso de ver este hecho, lo hizo venir a su presencia y lo encontró tan reacio a su propuesta[25] que por su excesiva obstinación fue obligado a afrontar el castigo capital. 9 Y cuando ya casi tenía sometido su cuello a la segur (por decirlo a la romana) cuentan que dijo que no se le marcase con el estigma de terquedad, pues tenía olvidada tiempo ha esa destreza, y que había rehusado cumplir lo ordenado no fuera a ser que errase el blanco, contra lo que de él se esperaba. Y cuentan que Alejandro, admirándose de la índole del indio, lo dejó libre. 10 Y realmente habría seguido yo los pasos de aquel, pues me agobian no sólo la incompetencia que tengo en la lengua de Roma, sino también, enviaros, en vez de las elocuentes Musas, esta rústica y balbuceante. Y en verdad que la dificultad que estas entrañan me habría obligado a batirme en retirada cual denigrado bisoño, si no mediase entre nosotros tan estrecho vínculo de amistad, y la variedad, de vez en cuando, no agradase tanto a los ricos como a los sabios. En efecto, no siempre agradan los prados de las Musas, de vez en cuando gustan nuestras viñas silvestres. 11 Cuentan los escritores que entre las costumbres de los persas se hallaba inculcada la de ofrecer regalos al rey cuando se les presentaba por sus tierras, y narra, si no me engaño, Jenofonte, que un villano, angustiado por no saber qué regalo le haría al rey ante su repentina aparición (pues la situación en la casa era dura), corrió hacia una fuente y sacando agua con el gorro, se la ofreció a Ciro; y aquel la bebió con semblante complacido[26]. 12 ¿Quién cuestiona que yo sea el villano, y tú, si nos referimos a la palestra de las Musas, sin duda el rey (pues presento el agua en un andrajoso gorro de labriego)? 13 Estas son palabras latinas, y han sido sacadas también éstas de la misma fuente que las tuyas[27], pero estorba el gorro y sí que es andrajoso, es decir, mi ingenio. En efecto, mucho importa, dice Plinio[28], para los antiguos el intento y ello es objeto de encomio. El poeta advierte: Si faltan las fuerzas, con todo la voluntad debe ser alabada[29]. 14 Que creo dignísima, como también lo es tu inspección, y, si por casualidad la ignorancia o apresuramiento en el escribir la volviesen defectuosa (pues el mensajero me apremia), también la juzgo digna de tu crítica. 15 Muchas más cosas querría, pero tal como estos que hablan ante Dios, son mesurados de cuerpo y gesto, así también ante quien vemos más claro que el sol, brillar entre todos como la luna entre los luminares menores[30], así a mí me cuadra cultivarte y admirarte más que alabarte. Dios Optimo Máximo, que regula y agita la máquina esta, te conserve a salvo por mucho tiempo. Don Luis Carrillo y Sotomayor.

            La carta de Carrillo no tiene ni encabezamiento ni data, pero su fecha se puede deducir de una noticia que su destinario proporciona en la contestación que escribió para responderle y de cuya traducción sólo recogeré el fragmento que a este caso hace. Ese dato de la actualidad que conecta estas cartas con la realidad de eventos más o menos memorables y demuestra irrebatiblemente su autenticidad se refiere a una mascarada y corrida de toros habidas en Valladolid en octubre de 1602:

23 Lo que sé de nuevo, entérate en pocas palabras: el 16 de septiembre (sc. 17 de octubre) 50 caballeros enmascarados corrieron delante de Palacio para saludar a los Reyes, cuyos galas de seda coloreadas de oro y plata brillaban tal "como la florida Hibla se pinta de variados colores, cuando las abejas devastan la corta primavera de Sicilia". Mañana un grupo de 24 caballeros allí mismo, y de nuevo el 25 de septiembre (sc. 26 de octubre) en la Plaza Mayor otro de 48 caballeros hará una exhibición y habrá a la vez una corrida de toros.

            Gracias al diario de la Corte, inédito hasta el siglo XIX, que escribió el historiador Luis Cabrera de Córdoba (1559-1623), podemos conocer esos eventos consuetudinarios por una fuente distinta, cuya ligera discrepancia de fechas queda plenamente justificada por error de la redacción o copia de la carta, originado sin duda por el absurdo procedimiento de datación de los romanos que obligaba a mentar el mes en que aún no se está y a utilizar el cómputo inclusivo. En efecto, esta carta de Ramírez, que contesta claramente a la de Carrillo (cf. 16: ex epistola tua, 17: litteras ad me scribis), no puede dar como novedad algo que hubiese sucedido antes que la data de la primera carta (21 septiembre; cf. 7). Además el mismo Cabrera consigna que el rey estuvo con fiebres tercianas durante ese mes de septiembre y no empezó a mejorar hasta el día 5 de octubre:

"A los 16 del mesmo mes a la tarde, se puso (sc. el rey) en la ventana con la Reina para ver correr una máscara que hicieron los caballeros delante de Palacio, en que se halló [...] y otros títulos y caballeros de Cámara y cortesanos de la ciudad; y después otro día se corrieron cuatro toros delante de Palacio y se jugaron cañas con capas y gorras y adargas que parescieron bien a sus Magestades. [...] A los 26 (sc. de octubre) salieron entre ambos a la Plaza Mayor a ver correr los toros y el juego de cañas, que había muchos días se había de haber hecho esta fiesta"[31].

            A pesar de la adulación no exenta de rechifla que Carrillo tributa a Ramírez, el tono de las misivas entre ellos dos trasluce una camaradería que difícilmente podría darse en jóvenes que tuvieran una marcada diferencia de edad, pues, al margen de las empalagosas zalamerías epistolares de Ramírez, comparten amistades y francachelas (cf. 24: noctes [...] inlucem ducimus), y, al parecer, confidencias amorosas (cf. 25). Esta es, pues, la única aportación que hacen estas modestas epístolas a la parquedad de testimonios de la biografía del poeta de Baena. Lorenzo Ramírez había nacido el 9 de agosto de 1583[32]; en octubre de 1602 Carrillo debería estar también en los 19 años, edad que encaja con los 27 que Quevedo señaló que tenía en su último día de 1610.

            Antes de proceder a la edición y comentario de estas cartas, conviene precisar algo acerca de la única copia en que estas se nos han transmitido. Ocupan cinco páginas del manuscrito nº 2598 de la Biblioteca General de la Universidad de Salamanca. Este manuscrito, que aún no ha sido descrito ni catalogado en los repertorios habituales, lleva por título "Epistolario Selecto de Diversos Varones" pero se encuentra registrado en fichero bajo el nombre del autor que consta en su título original: "Epistolae D[omini] Laurentii Ramires de Prado". Procede de la biblioteca del antiguo Colegio Mayor de Cuenca (Salamanca) y después estuvo guardado con el número de signatura 906 en la Biblioteca de Palacio (Madrid) hasta el año 1954, fecha en que los manuscritos de los antiguos Colegios Mayores salmantinos que allí se custodiaban fueron transferidos finalmente a la biblioteca de la Universidad de Salamanca[33].

            Este MS. 2598 es un volumen de 280 x 180 mm., caja 240 x 140, y 198 hojas de papel con encuadernación y numeración correlativa por folios bastante posterior a la fecha de su composición. Excepto algunas páginas en blanco, está escrito por entero a línea tirada con letra humanística cursiva del siglo XVII. Tiene dos partes netamente diferenciadas: la primera, ff. 1-93, contiene copias de 80 cartas latinas de eruditos españoles y extranjeros sin un estricto orden cronológico; el resto, ff. 103-198, que está separado del epistolario por hojas en blanco, consiste en un índice alfabético con muescas longitudinales realizadas escalonadamente en el corte delantero de los cuadernillos. En este índice están distribuidos apuntes de notas y citas abreviadas característicos de los cartapacios escolares o eruditos. Debido a esta condición de borrador, es seguro que esta parte posterior del MS. es autógrafa del que fue propietario y coautor del códice; en cambio, la parte más interesante, las copias de las 80 cartas, se debe a dos manos diferentes del siglo XVII. Los dos ductus presentan el tipo de letra humanística cursiva tan común en la época y la primera de éstas (ff.3-82) refleja una tendencia a una mayor cursividad. Ambas manos, que tienen una letra por lo general bastante clara, indican que fueron personas con estudios superiores, con conocimientos también de griego, pues están escritas con soltura y elegancia las pocas palabras de esta lengua que se insertan en el epistolario. Sin embargo, la existencia de algunos deslices, incorrecciones y tachaduras indica que estas cartas debieron de ser copiadas bastante después de cuando fueron remitidas, sin tan siquiera llegar a ser revisadas por el propio responsable de ellas. Pues no de otra manera se explicarían tanto las erratas y leves alteraciones del orden cronológico, como las repeticiones de dos de las cartas realizadas por distinta mano. Ahora bien, sabemos que el consejero Ramírez de Prado poseyó una de las más copiosas bibliotecas particulares de la época y que a su muerte (1658) su viuda se apresuró a deshacerse de tan enorme cúmulo de libros[34]. Enterada la Inquisición, envió a unos encargados para vigilar la venta o difusión de los libros prohibidos que contenía. Es bastante probable, pues, que estas cartas fuesen copiadas mientras se procedía a la catalogación de la biblioteca y archivo, bien por encargo de la propia viuda, bien por escribientes de esa comisión inquisitorial que llevó a cabo el expurgo.

            Y he querido recalcar la circunstancia de que todas las cartas de este epistolario fueron copiadas sin el visto bueno de su autor o destinatario porque estas en concreto presentan notables faltas de todo tipo, desde la palabra que no se entiende y el copista escribe lo que le parece señalándola con tres puntos, hasta discordancias insalvables de la redacción y erróneas reproducciones de citas textuales, pasando, cómo no, por la puntuación, que o no existe o diverge notablemente de los criterios actuales. Pero me temo que muchas de las deficiencias debieron de estar en los originales, cuyos jóvenes autores, desde luego, tienen la total responsabilidad de los contenidos.

            Para terminar, edito estas tres cartas siguiendo los usos y pautas habituales en la edición crítica, es decir, restituyendo en lo posible el original de donde proceden estas descuidadas copias y señalando con referencia a la propia división en parágrafos (1-25) lo que aparece en manuscrito, con idea de presentar, más que un aparato, elementos suficientes para una probable discrepancia de la solución que doy. Con los corchetes angulares <> señalo las adiciones, que explicaré en nota cuando lo crea necesario; los corchetes rectangulares [] indican la supresión de letra o palabra introducida erróneamente por el copista; con las cursivas indico la resolución de las abreviaturas y con la barra inclinada / el paso de folio en el manuscrito, al que doy la sigla c. Los autores y obras clásicas están mencionados en español, pero en las notas de la edición utilizo las abreviaturas utilizadas en los instrumentos lexicográficos habituales, algunos de los cuales están citados a su vez mediante siglas: OLD = Oxford Latin Dictionary (Oxford, 1982); TLL = Thesaurus linguae Latinae (Leipzig, 1900); y Liddell & Scott, Greek-English Lexicon (Oxford, 1940).

                                                    EDICIÓN DE LAS CARTAS

1 Ludovico Carrillo de Sotomayor, nobili magnae spei et iucundissimo iuveni, Salutem Plurimam Dicit.

            Adhaeret mihi, iucunde Ludovice, tui tam eximius amor, ut absentiae tuae dolor ullo modo non possit levari, ni scribendo et perscribendo saepe. 2 Sed ne facias, ut amasiae quae cognito amore erga se iuvenum, licet amare eos veli<n>t, velamine vultum velant patranti ocello detecto, quo fiant amantes et extrema linea, quod Graeci εἰς τέλος vocant, eas appetant. 3 Rescribe et de omnibus me quam diligenter fac certiorem. Pauca dices, immo plura sunt quae nobis renuncies: aequalisne et perplacidus an rigidae frontis comes fuerit? Noctem absque lecto et sponda traductam an laetam iudicaveris? 4 Pallium nocte diuque idem et, ut poeta ait de abolla, grabati marito uxore<m>? ego diu loquens nuncupare quid boni malique attulerit et silentio colere fraudatum fuerit? Quid de venat<u>? 5 Sed heus, tu siste, ut aiunt, gradum et mansionem hic tabernaculumque faciamus. Siste ergo et ex ea mitte cuniculos et lepores et alia huiusmodi. Si haec venerint, nullum te feliciorem facundiorem<que> profitebor; 6 si aliter fecerint, dii, lector, te male perdant, ut Timon in sepulchro subscriptum habebat. Cave ne in hoc tam ominosum votum incidas. Commune est iustisque ex causis conceptum. 7 Sed tu, clarissime vir et nobilitatem avitam redolens, quid ni hoc facies et super cogitationem nostram munera nobis mittes? Etiam aliquam partem habebit qui te totum tenet et arcet. Vale et me, quod facis, ama. Vallisoleti, XI Kalendas Octobres anno MDCII. Don Lor. Ramirez.

8 Ferunt, dilecte admodum amice, Pori regis victis profligatisque copiis inter Indos a caede servatos quendam ita eximium iaculatorem extitisse, ut per annulum sagittam traduceret; Alexandrumque huius rei videndae percupidum, ad se accersitum, ita propositi tenacem invenisse, ut ob nimiam contumaciam supplicium capitis obire cogeretur. 9 Cumque (ut Romane loquar) collum p<a>ene securi submisisset, dixisse ferunt, ne sibi contumaciae inureretur nota, apud se enim artem diu abolitam et, ne praeter opinionem scopum aberraret, iussa ex<s>equi recusasse. Alexandrumque Indi indolem miratum missum fecisse tradunt. 10 Cuius profecto secutus fuissem vestigia. Vrgebant enim et Romanae linguae apud me sterilitas et adversum facundas Musas rusticam hanc et balbutientem mittere. Quarum profecto difficultas ut inglorium tironem pedem referre coegisse[n]t, nisi et inter nos tam arctam amicitiae necessitudinem intercedere et quandoque ut divitibus sic et sapientibus vicissitudinem iuvare: nec enim semper (ut poetice loquar) Musarum vire<c>ta iuvant, sed quandoque labrusca nostra delectant. 11 Persarum moribus insitum fuisse auctores tradunt regi obviam venienti munera offerre, refertque, ni fallor, Xenophon quendam villicum repentino aspectu quid regi muneris elargiretur anxium (angusta enim domi res erat), ad fontem cucurrisse haustaque / aqua galero Cyro obtulisse; illumque placido vultu exhausisse. 12 Me en villicum, te profecto, si ad Musarum inspexerimus palaestram, absque dubio regem (aquam affero in pannoso rustici galero) quis dubitat? 13 Latina haec sunt et ex eadem qua tua et haec fonte exhausta, sed galerus obest et pannosus, nimirum ingenium. Multum enim refert, ait Plinius, veteribus nitorem etiam macte animo †cbebe† poeta monet: Si desunt vires tamen est laudanda voluntas. 14 Quam vero dignissimam hanc, <ut> et tua inspectio est, et si fortuito seu inscitia seu scribendi festinatio (tabellarius enim urgebat) mendosam reddiderint, et tua censura dignam iudico. 15 Plura vellem, sed ut ii, qui apud Deum verba faciunt, corpore et gestu modici sunt, sic et apud quem in re li<t>teraria lucere inter omnes, velut inter ignes luna minores, sole liquidius cernimus, sic et me decet colere atque admirari magis quam laudare. Deus Optimus Maximus, qui machinam hanc moderatur et quatit, diu te seruet incolumem. D. Luys Carrillo y Sotomayor.

16 D. Ludovico Carrillo y Sotomayor, liberali indole et eximia spe illustrique progenie adolescenti Salutem Plurimam Dicit.

            Ludovice iucundissime: Non facile dixerim plusne voluptatis an doloris ex epistola tua susceperim. Est enim mihi gratissimum cum et te amore in te meo et in me tuo delectari perspicio. 17 Ex quo fit ut litteras tuas benevolentiae plenissimas iucundissime / legam, acrique morsu doloris afficiar, cum his, quas litteras ad me scribis, absentia, quo minus liceat uti frui<que> coram, impedimento sit. Doleo et desiderium tui graviter fero. 18 Vultus equidem quibus assueveram quaero et videor mihi in alieno foro litigare. Sed, quo uno modo potes, ostendis te mihi. Epistolae enim vera amici absentis vestigia, veras notas afferunt; ideoque numquam eas accipiam ut non protinus una simus, immo potius, mecum semper es. 19 Video te, cum maxime adeo in mente te teneo, ut dubitem an incipiam non epistolas sed codicillos tibi scribere. Quid? Quod numquam domo egredior, ni prius dies praeteritos et quidem laetos ad memoriam revocem: praesentes vero ut detestabiles et execratos abhominer. 20 Iam nec ego ephip<p>ia nec calci stimul<os> nec laeva cetra nec dextrae lanceam, uti solebam, apto, sed mero et iusto dolore subinde angor. Veni ergo, nec exuta rustica maxima sis affectus voluptate, et curiam bonis pagi invidere facias. Si venatione delectaris, eam intermitte: remissione cupiditas eius augetur. 21 Si mollibus plagis illigatas damas et veros apros mactas, si cervos parvi pendens relinquis villico leporemque forti callidum rumpes equo,

                                          Par<c>ius utaris, moneo, rapienti veredo.
                                             At tu nec in lepores tam violentus eas.
                                           Saepe satisfacit praedae venator, et acri
                                             decidit excussus, non rediturus, equo.

22 Quid praeterea? nihil nisi ut incolumis ad nos primo quoque tempore revertare. Alia medicina anxium animum reficere non valet. Vt urticam si cunctanter attingas, adurit, si fortiter, hebescit, sic luctus asperitas increscit / si lenioribus remediis attrectes, si duris et fortibus, cedi<t>. 23 Quod novi novi, paucis accipe: XVI kalendas Octobres L Equites personati regum salut<andi> causa ante Palatium decurrere, quorum ornatus serici auro et argento variati sic praelucebant,

                                        Florida per varios ut pingitur Hybla colores
                                          cum breve Sicaniae ver populantur apes.

Cras turba ibidem 24 Equitum et iterum 7 Calendas Octobres in Maiori foro 48 Equitum se praebet, eritque simul Taurorum agitatio. 24 De bello Belgico plusquam vellem audio; ei haudquaquam finem imponi posse. Res certa mirum in modum dolenda, et quam magis plorandum. Sed haec alii, quod supra nos nihil ad nos, quae publice nunc quod privatim amici valent. Salutem tibi mittunt. Noctes eorum victu apud Carolum et Hieronymum fratres in lucem ducimus. 25 Arceo in arcem pulchritudinis: it benevolentia erga nos plenissima. Simulata an vera, non sum iudex: in propria caussa nemo. Verum enimvero,

                                                                  fidem iurata fefellit
                                                et facies illi quae fuit ante manet.
                                          Candida, candorem roseo suffusa rubore,
                                                ante fuit: niveo lucet in ore rubor.
                                          Quam longos habuit nondum periura capillos,
                                               tam longos, postquam lumina laesit, habet.

1  fol.33r   2 patranti ocello] Pers. 1.18.  3 extrema linea] TER. Eun. 640.  |   rigidae frontis] cf. Luc. 2.375. 4 marito uxorem conieci ex commentario Ramiresii ad Mart. 4.53.5: maritum uxore  c.    6 male - Timon] cf. Plu. Ant. 948e-949b  7 nobilitatem - redolens] cf. Val.Max. 6.2.8. 8 fol.35r   8-9 iaculatorem - missum] cf. Plu. Mor. 181b. 9 iussa scripsi: visa c. 10 adversum conieci : adram c.   11 fol.35v  |   Persarum - offerre] cf. Ael. VH I 31 | villicum - exhausisse] cf. Ael. VH I 32, Plu. Mor. 172b   12 (aquam - galero) sic interpunxi. 13 locus mendosus, nisum pro nitorem tentabam.   15 velut - minores] Hor. carm. 1.12.47.  17 fol.36r  | afficiar scripsi: -cior c | quas scripsi: quae c. 18 Vultus - litigare] Mart. 12 praef. 19 abhominer] sic, cf. TLL I, s.v. abominor, 123.78.   20 cupiditas] cupi///j c.   21 plagis: plangis c. | rapienti veredo] -enda viredo c. | eas] eras c. | Parcius - equo] Mart.12.14.1-4. 22 revertare: ex -amur corr. c. | si cunctanter scripsi: sistanter c. | fol.36v   23 Florida - apes] Mart. 2.46.1-2. 25 fidem - habet] Ov. am. 3.3.1-6 | sic desinit, fol.37 vacat.

                                                                                                               José Solís de los Santos

                                                                                                                Universidad de Sevilla

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    [1] Justo García Soriano, «Don Luis Carrillo y Sotomayor y los orígenes del culteranismo en España», BRAE 13 (1926), 591-629.

    [2] Cf. Emilio Orozco, Amor, poesía y pintura en Carrillo de Sotomayor (Granada, 1967), p. 53.

    [3] Cf. Dámaso Alonso, «La santidad de don Luis Carrillo», en Del Siglo de Oro a este siglo de siglas (Madrid, 1968), 64-74.

    [4] Obras de don Luys Carrillo y Sotomayor, Cavallero de la Orden de Santiago, Comendador de la Fuente del Maestre, Quatraluo de las Galeras de España, natural de la ciudad de Cordoua. [...]. Madrid: Juan de la Cuesta, 1611. 2ª ed. a cargo de un allegado de la familia, Madrid: Luis Sánchez, 1613; Rosa Navarro Durán, ed., L. Carrillo. Obras [Clásicos Castalia 182] (Madrid, 1990), pp. 32-34, expone las diferencias de ambas ediciones.

    [5] "A don Luis Carrillo, mi hijo mayor, [...] murió siruiendo el dicho ofiçio de hedad de veinte y quatro años". Cf. Dámaso Alonso, «Para la biografía de don Luis Carrillo», en Del Siglo (nota 3), 61-62.

    [6] Hecho apuntado por Justo García Soriano, Cartas Filológias de Francisco Cascales, III (Madrid, 1941), 254-255, y confirmado en sus documentos por Manuel Cárdenas Iracheta, en su introducción al facsímil de Libro de erudición poética (Madrid, 1946), p. VIII, y D. Alonso (nota 5), p. 56.

    [7] Quevedo, que lo conoció y le había dedicado un soneto, pone en boca del fallecido estas palabras finales del epitafio: "Somnus enim me fratri suo (sc. τῷ θανάτῷ) tradidit, anno 1610, aetatis 27". Cf. R. Navarro (nota 3), p. 133.

    [8] Cf. Angelina Costa, ed., Luis Carrillo y Sotomayor. Poesías [Cátedra. Letras Hispánicas 203] (Madrid, 1984), pp. 11-12. También ha editado con estudio preliminar, pero sin las tres cartas que lo acompañan, el Libro de la erudición poética, Sevilla, 1987.

    [9] Por las características y circunstancias de estas copias, que más adelante detallaré, es muy probable que no existan otras, ni tampoco sus originales. He dado noticia del contenido completo de este manuscrito en J. Solís de los Santos, «Dos cartas desconocidas de Justo Lipsio y otras seis que le atañen en la correspondencia de Lorenzo Ramírez de Prado (1583-1658)», Humanistica Lovaniensia 47 (1998), 278-331.

    [10] Cf. Joaquín de Entrambasaguas, Una familia de ingenios: Los Ramírez de Prado (Madrid, 1943), pp. 40-126.

    [11] Así lo llegó a creer Luis Astrana Marín, Obras completas de don Francisco de Quevedo y Villegas, II (Madrid, 1932), p. 1580, n.1. En realidad, pesaba sobre Quevedo la acusación de andar en contactos con agentes de Richelieu; cf. J.H. Elliott, "Nueva luz sobre la prisión de Quevedo y Adam de la Parra", Boletín de la Real Academia de la Historia 169 (1972), p. 180.

    [12] Cf. datos concretos en J. Solís, "El humanista extremeño Lorenzo Ramírez de Prado, entre Céspedes y el Brocense", en La recepción de las Artes Clásicas en el siglo XVI, eds. E. Sánchez Salor et al., (Cáceres, 1996), pp. 671-678.

    [13] L. R. de Prado se habría servido de su influencia ante el Conde Duque de Olivares para utilizar esas fantasías eruditas que el falsario Román de la Higuera no había osado publicar; cf. Julio Caro Baroja, Las falsificaciones de la Historia (en relación con la de España), (Barcelona, 1992), p. 180.

    [14] Consejo y Consejero de Príncipes (Madrid: Luis Sánchez, 1617), el original son los libros III y IV del Thesaurus politicorum aphorismorum (Roma: Zannetus, 1611), del jurista de Lieja Iohannes Chokier (1571-1656), cuyo aparato erudito aparece notablemente aligerada en la traducción de Ramírez. A pesar del expurgo del propio traductor y comentarista, en su única edición moderna "se ha hecho gracia de la menuda erudición que Don Lorenzo destilaba al ilustrar las referencias bibliográficas de los Aforismos o al completar alusiones librescas de su Consejo." Cf. Consejo y Consejero de Príncipes, edición y prólogo de Juan Beneyto (Madrid: Instituto de Estudios Políticos: Colección Civitas, 1958), p. XXXI.

    [15] Cf. F.R. Hausmann, "Martialis, M. Valerius", en Catalogus translationum et commentariorum, ed. P.O. Kristeller et al., IV (Washington, 1960), pp. 249-296, en especial, pp. 290-1. El comentario de Ramírez se tituló Hypomnemata ad Lib. Spectaculorum et quatuor primos epigrammaton M. Valerii Martialis, collecta ex schedis succisivis Domini Laurentii Ramirez de Prado, y fue incluido con paginación independiente en la ed. de Marcial de París: M. Sonnius, 1607, y luego intercalado en la editio maior de Marcial por el mismo impresor parisino de 1617.

    [16] Años después, diciembre de 1606, don Alonso fue encarcelado por malversación de fondos; a su prisión le dedicó Góngora dos sarcásticos sonetos, cf. Sonetos completos, ed. B. Ciplijauskaité [Clásicos Castalia 1] (Madrid, 1987), pp. 268-270.

    [17] Para este importante aspecto de la recepción e influencia de la literatura clásica en el Renacimiento, cf. algunos de los estudios de Pilar Cuartero, Fuentes de la literatura paremiológica española del siglo XVI, Zaragoza, 1981, y «Las colecciones de relatos breves en la literatura latina del Renacimiento», en J. Maestre y J. Pascual, coord., Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico, I.1 (Cádiz 1993), pp. 61-91.

    [18] En latín clásico amasius, 'amante', sólo aparece registrado en masculino, pero ya en latín medieval aparece como femenino, según René Hoven, Lexique de la Prose Latine de la Renaissance (Leiden, 1994), s.v. amasia.

    [19] El giro extrema linea aparece en Terencio, Eunuco 640, en el contexto de la queja del exclusus amator, esto es, el joven amante que se ve alejado del trato de su meretriz. Y al respecto, su comentador Donato nos define las 5 lineae del amor: prima visus, secunda alloquii, tertia tactus, quarta osculi, quinta coitus. Es evidente que la queja del amante de esa deliciosa comedia terenciana radica en que ha sido relegado a la primera fase, 'la raya extrema', del amor. Y en tal sentido concluye Donato: An sic dixit 'extrema linea', quemadmodum dicitur longis lineis quid fieri, id est de longinquo? (Donati Commentum, I, p. 406 P. Wessner). Pero L. Ramírez no tiene en cuenta la exegesis de la iunctura de Terencio y la interpreta en la acepción de 'desesperado' (cf. OLD, s.v. extremus 4.b); de ahí que introduzca, sin ningún objeto, la expresión εἰς τέλος, que puede significar 'al fin', 'por último' (cf. Sófocles, Filoctetes, 409) o 'con extrema intensidad', 'enteramente' (cf. Polibio, 1.20.7).

    [20] En latín clásico el adjetivo aequalis califica a personas de la misma edad (cf. TLL I 993.71 y ss.).

    [21] Perplacidus es un intensivo acuñado por los humanistas; cf. Hoven (nota 18), s.v. perplacidus.

    [22] Ramírez aplica aquí una metáfora de Marcial, Epigramas 4.53.5: "Cerea quem nudi tegit uxor abolla grabati". El poeta hispano está criticando el andrajoso aspecto de un cínico "a quien tapa una manta mugrienta, consorte de un jergón desnudo", es decir, que este cínico se viste con la misma manta que sirve de colcha de su cama sin colchón. Al escribir maritum, el copista de esta carta, llevado por la contigüidad de uxore, habría podido leer mal un adjetivo que iría con grabati, quizá nudi. Pero el comentario ad loc. del propio Ramírez me inclinan a mantener dicha palabra, aunque con la necesaria enmienda. En el comentario al pasaje de Marcial, Ramírez hace la siguiente precisión: "Y por ello no se ha de entender que lo de esposa se refiere a jergón; en efecto, (la manta) no era como la esposa del jergón, sino como la del cínico mismo, con la cual se acostaba, [...] y de ahí se descubre el juego metafórico de la almohada en Mart.14.119 [Matella fictilis. Dum poscor crepitu digitorum et verna moratur, O quotiens paelex culcita facta mea est!]. Por tanto, en este pasaje denomina (así) a esta ropa, porque con ella se acuesta y no porque la utilice como esposa en otro sitio que en el jergón. Por eso la llamó esposa de jergón, como si se dijese 'esclavo de campo', al que se emplea en el campo". "Neque ideo intellegas τὸ uxor referri ad grabatum; non enim erat uxor grabati, sed ipsius cynici, cum qua cubabat, ut diximus sup. lib.2 epig.16, et inde quaesitus iocus lib.14. ep.119 de culcitra. Id circo hoc loco appellat hanc vestem, quod cum ea cubat, nec quod ea uxore alibi quam in grabato uteretur. Ideo appellavit uxorem grabati, ut si dicas 'servus agri', quo in agro utaris." Cf. Hypomnemata (nota 15), p. 344.

    [23] De Plutarco, Marco Antonio 70, proceden todas las noticias del misántropo Timón. Este hizo inscribir en su sepulcro: "Aquí yago arrancada la vida malhadada. No preguntéis mi nombre, sino morid de mala muerte, malvados [κακοὶ δὲ κακῶς ἀπόλοισθε]". Pero la fuente de Ramírez es Pedro Mexía, Silva de varia lección, I.20: "No quieras saber mi nombre, lector, Dios te destruya y te haga mal"; cito por la ed. de Antonio Castro [Letras Hispánicas 264], I, p. 351.

    [24] La narración del arquero indio que prefería morir a quedar por debajo de su fama está recogida en Plutarco, Máximas de reyes y generales, «Alejandro» 23.

    [25] En el giro propositi tenacem ha pesado la juntura horaciana (cf. Horacio, Oda, 3.3.1), que significa 'perseverante en su propósito'; pero aquí esta expresión debe referirse al arquero indio. La redacción, pues, es bastante defectuosa: de los dos infinitivos que dependen del primer ferunt, el indio, quendam, es sujeto de uno, extitisse, y del otro, invenisse, objeto directo. También falta un subjuntivo que rija los dos infinitivos que introduce nisi en 10.

    [26] Todas las fuentes señalan a Artajerjes II, llamado Mnemón (436-358 a.C.), como el rey que protagoniza esta anécdota con la que Plutarco abre sus Máximas de reyes y generales, y que también relata en la Vida de Artajerjes, 5.1. La reproducen y remozan Erasmo en Apotegmas, y Pedro Mexía, Silva (nota 23), I p. 157. Pero Carrillo introduce elementos del episodio que sólo aparecen en la narración que proporciona Claudio Eliano, Historia Varia, I 32. En efecto, el capítulo precedente de esta obra registra la costumbre que observaban los persas de ofrecer regalos a sus reyes. También sólo en Eliano aparece que el río del que el labriego saca el agua se llama Ciro, lo que ha apodido confundir a Carrillo. En cambio, todas las fuentes y versiones posteriores señalan que el labriego llevó el agua en sus propias manos: "Rusticus quidam [...] utraque cava manu haustam e proximo flumine aquam illi octulit alacri" Apophthegmatum ex optimis utriusque linguae scriptoribus per Des. Erasmum [...] collectorum libri octo (Lyon: Seb. Gryphius, 1556), p. 336. En la página siguiente de esta edición de los Apotegmas de Erasmo se recoge otro ejemplo de "munus in tempore datum", en el cual el eunuco de Artajerjes de sirvió del odre sucio y viejo de un labriego para llevarle agua a su sediento amo. La mezcla de todos estos elementos ha podido configurar la versión de Carrillo.

    [27] Parece aludir al aprendizaje que comparte con su corresponsal, con lo que tal vez esté refiriéndose a Baltasar de Céspedes, de cuyo magisterio dejó constancia el propio Ramírez en el comentario de Marcial antes citado y del que se constata una gran labor pedagógica; cf. G. de Andrés, El Maestro Baltasar de Céspedes, humanista salmantino y su Discurso de las Letras. Estudio biográfico y edición crítica (Madrid-El Escorial, 1965). Claro que una cosa es enseñar y otra aprender; Carrillo, sin duda con las prisas del cartero, confunde, además, el género gramatical de fons. Pero, no está mal: cuando uno va de cacería no se lleva el «Calepino».

    [28] No he hallado tal pasaje. Es posible que se haya pretendido escribir nisus 'esfuerzo', en vez de nitor, 'brillo'.

    [29] Cf. Ovidio, Pónticas 3.4.79, cuya cita correcta es: "ut desint vires, tamen..."; cf. A. Otto, Sprichwörter der Romer (Leipzig, 1898), s.v. velle 2. nº 1853, p. 362.

    [30] Utiliza el símil de Horacio, Oda 1.12.46-48: "micat inter omnis Iulium sidus velut inter ignis Luna minores".

    [31] Cf. Luis Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España, desde 1599 hasta 1614 (Madrid, 1857), p. 155. Sin embargo, Cabrera no dice nada acerca de los hechos de Flandes deplorados por Ramírez (cf. 24): el 20 de septiembre de 1602 había caído la plaza de Grave en manos de Mauricio de Nassau.

    [32] Su biógrafo, Entrambasaguas, aduce Fe de Bautismo; cf. Una familia de ingenios (nota 10), p. 40, n.1.

    [33] Para los catálogos publicados o no y demás estudios parciales de los fondos salmantinos, cf. P.O. Kristeller, Iter Italicum, 7 vols. (Londres-Leiden, 1989), IV, 598-599, donde no se describe el 2598 (olim 906 de Biblioteca de Palacio) por salirse del límite cronológico de este magno repertorio.

    [34] Cf. A. Rodríguez-Moñino, Catálogo de libreros españoles (1661-1798) (Madrid, 1942), pp. 13-20. El inventario de su librería fue transcrito y publicado por J. Entrambasaguas, La biblioteca de Ramírez de Prado, 2 vols. (Madrid, 1943); sobre las circunstancias de su venta, cf. I, p. XXVIII.