1. 134. Marco Tulio Cicerón

[Cuestiones Tusculanas]

M.T.C. Tusculana%e questiones cum commento Philippi Beroaldi. – Venetiis, a Philippo Pincio…, 1510. – CXIII h.: il. ; fol.

BUS A 336/158(2) (Pergamino. – Procede del Colegio de Santo Tomás de Sevilla. Manuscrito: Lib. B. Tab. 3. – Encuadernado con otras obras de Cicerón)

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(Portada. Grabado. Letra gótica) M. T. C. Tusculane questiones cum commento Philippi Beroaldi.

(Al fin) Tusculanarum quaestionum cum commento Beroaldi finis. Venetiis a Philippo Pinzio Mantuano Impresae Anno dñi. M.cccccx. die xxvii Septembris.

[Venecia: Filippo Pinzi, 1510]

CXIII h.: il. ; fol.

BUS A 336/158(2) (Pergamino. – Procede del Colegio de Santo Tomás de Sevilla. Manuscrito: Lib. B. Tab. 3. – Encuadernado con otras obras de Cicerón)

No puede haber mejor indicio del protagonismo publicista del exégeta que el título en letra de tortis en la portada con grabado de este impreso (Venecia: Filippo Pinzi, 1510, 17 sept.), en el cual el autor principal de la obra queda compendiado en sus sin embargo consabidas iniciales. Filippo Beroaldo de Bolonia (1453-1505), llamado el Viejo para distinciones homónimas, fue uno de los filólogos de más éxito en esa época en que tanto editores como escritores se sirvieron a placer del revolucionario invento de la página impresa. Comenzó enseñando en su ciudad natal, en Padua, París (1476-77), Milán, y en la misma Bolonia llegó a desempeñar cargos públicos. La lista de autores de su actividad editora o comentadora pueda llenar el programa del Grado, ya que estamos en ello, de Filología Clásica. En algunos de sus comentarios introduce jugosos excursos sobre su idea de las concomitancias de la exégesis teológica y la escolar, sobre el matrimonio y otros asuntos (vid. ficha 149). Escribió también discursos y poemas del que conservamos un ejemplar incunable (Lyon: Johannes Trechsel, 1492. BUS A 336/158-3). Dedica esta edición de las Tusculanae disputationes a un alumno suyo: “Philippi Beroaldi Bononiensis ad nobilem Philippum Cyulanum Pannonium discipulum suum epistola” (f.Iv). Se trata de un joven húngaro (Pannonius) que veremos de embajador de su rey en Venecia (25-V-1513) en la nuncupatoria de Rafaele Reggio en una reimpresión de sus Metamorfosis de Ovidio (vid. ficha 139). Este impreso está encuadernado en medio de otros dos de la misma época, que, excepcionalmente, resultan ser del mismo autor, “M. T. C.”, tema y comentarista (vid. ficha 144): Illustria monimenta M. T. Ciceronis de Divina natura & diuinatione a Petro Marso reco[n]cinata, castigata & enarrata, Venecia: Lazzaro Soardi, 1508, 29 noviembre (BUS A 336/158-1), y el incunable [“M. T. C.”] De officiis cum commento Petri Marsi, Venecia: Boneto Locatello, imp. Ottaviano Scoto (vid. ficha 140), 1494, 27 mayo (BUS A 336/158-3).

Marcus Tullius Cicero (106-43 a. C.), el único hombre de la Antigüedad que tiene una biografía basada en datos precisos, se dedicó a la composición de obras filosóficas (vid. ficha 162) al verse relegado de la política activa poco después de su consulado del año 63, el más famoso de la Historia, gracias en parte a él mismo. A través de sus cartas sabemos que los 5 libros de Disputaciones Tusculanas fueron escritos en otoño del 45, después del otro tratado con que se empareja, otros tanto De finibus, redactado entre el 15 de mayo y el 30 de junio de ese mismo año. El nombre viene de la uilla que el orador tenía en Túsculum, patria chica de M. Porcio Catón el Censor (234-149 a. C.), creador de la prosa latina y faro de los intelectuales romanos a la antigua usanza, que, como el propio M. Tulio, fue un homo nouus, es decir, el primero de su familia que alcanzó altos cargos en la república. Estos cinco libros tienen una estructura dialógica de proposición de tesis y desarrollo más o menos sistemático, y versan sobre el desprecio de la muerte, la resistencia al dolor, la autonomía de la virtud, a la luz de las diversas escuelas y autores de la filosofía griega con ejemplos de la historia cultural romana. Gracias a su espíritu ecléctico pudo conciliar, o al menos dar cuenta, de todas las escuelas filósoficas de la época, fundamentalmente las de contenido ético. En general, estos escritos carecen de originalidad de pensamiento, pero, con su claridad y amenidad en la exposición, contribuyeron a la divulgación de cuestiones muy específicas, y por ende áridas, de la filosofía griega y también al enriquecimiento del latín como medio de expresión del pensamiento abstracto. No fueron estos escritos filosóficos muy estimados por los siglos inmediatamente posteriores, pero cuando la civilización romana fue cayendo en el marasmo y el colapso, sirvieron para mantener encendida la llama de la cultura griega: los Padres de la Iglesia latina conocieron por Cicerón a los grandes filósofos y, posteriormente, el entusiasmo del humanismo renacentista los convirtió, pace Mommsen, en patrimonio de la cultura occidental.

GILMORE, M. “Beroaldo, Filippo, senior”, Dizionario Biografico degli Italiani, 9 (1967), p. 382-384. MASTROROSA, I. “Filippo Beroaldo il Vecchio fra esegesi e imitazione dei classici (Cic. Tusc. 1, 22; 2, 35; Ps. Quint. Decl. 268)”, Euphrosyne, 33 (2005), p. 125-149. MEDINA GONZÁLEZ, A. Cicerón. Disputaciones tusculanas. Madrid: Gredos, 2005.

José Solís de los Santos