- José Solís de los Santos. Un manuscrito de Demóstenes copiado por Thomas Bitzimanos y los estudios helénicos en la Sevilla moderna, en José Guillermo Montes Cala (†), R. J. Gallé Cejudo, M. Sánchez Ortiz de Landaluce, T. Silva Sánchez (eds.),Fronteras entre el verso y la prosa en la literatura helenística y helenístico-romana. Homenaje al Prof. José Guillermo Montes Cala, Bari: Levante editori, 2016 [ISBN: 978-80-7949-664-368-78], pp. 655-670.
Demosthenicus Hispalensis Información: http://investigacion.us.es/noticias/2389 /p. 655/ [Página de la publicación]
Un manuscrito de Demóstenes copiado por Thomas Bitzimanos y los estudios helénicos en la Sevilla moderna
Sumario: Este artículo versa sobre el manuscrito de Demóstenes guardado en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla en el contexto de los estudios helénicos en la ciudad desde el siglo XV al XIX. El manuscrito BUS A 330/155 fue copiado en Creta por Thomas Bitzimanos alrededor de 1480 y perteneció al conde-duque de Olivares.
Palabras clave: Demóstenes. Thomas Bitzimanos. Estudios clásicos en Sevilla. Conde-Duque de Olivares. Patrimonio bibliográfico español.
Title: A Demosthenes manuscript copied by Thomas Bitzimanos and Hellenic Studies at Seville in the Modern Era.
Abstract: This paper deals with the Demosthenes manuscript held at Seville University Library in the context of Hellenic studies in the city of Seville from the 15th to the 19th century. The manuscript, BUS A 330/155, was copied by Thomas Bitzimanos in Crete around 1480 and belonged to the Count-Duke of Olivares.
Key Words: Demosthenes. Thomas Bitzimanos. Seville Classical Scholarship. Count-Duke of Olivares. Spanish Bibliographic Heritage.
En la exposición virtual que la Biblioteca de la Universidad de Sevilla dedicó a los libros de su fondo histórico concernientes a las Ciencias de la Antigüedad, cúpome seleccionar de tan copioso acervo aquellos ejemplares que considerase más representativos de la literatura clásica grecolatina[1]. A pesar de la amplitud imaginable desde un concepto lato de la Filología Clásica, el enorme caudal quedaba demarcado en los géneros estrictamente literarios porque la exposición estaba articulada entre diferentes salas, como Filosofía y Mitología, amén de Grecia y Roma en las que se incluían sendas historiografías, con lo cual se aligeraba una selección que habría copado la mayor parte del material exhibido[2]. Aun así, hubo que ajustar la selección a /p. 656/ la variedad de esos fondos, guardando cierto equilibrio entre ejemplares incunables y post-incunables, la editio maior de la estampa manual europea de los siglos XVI al XVIII, las traducciones españolas acompañadas o no de su texto original, y, de manera especial, los manuscritos, siempre y cuando fueran de la época tardomedieval o humanista, es decir, los denominados codices recentiores. Y tanto más especialmente debíamos considerarlos en esta selección, por cuanto ahí reside el punto débil de los fondos de la Biblioteca Universitaria, sin parangón con los de la Institución Colombina, sobre todo por el acopio que llevara a cabo el hijo del Descubridor en sus repetidos viajes por los dominios europeos del rey de España[3]. Es importante que la actual Filología Clásica española preste atención y estudio a los manuscritos conservados en nuestro rico patrimonio porque el mundo cultural hispano de la Edad Moderna, a causa del confesionalismo y control ideológico de los monarcas del Antiguo Régimen, estuvo apartado de la filología humanista europea, precisamente cuando España, después del hiato medieval, empezaba a sumarse a la transmisión de los textos clásicos grecolatinos merced a la formación de bibliotecas particulares que pasaron, luego de la desaparición de sus propietarios, a instituciones estatales o eclesiásticas. Entre los pocos códices de autores grecolatinos hay uno que no podía faltar en esta exposición virtual de libros sobre la Antigüedad, el único en griego clásico que, publice ad legendum[4], existe hoy en Sevilla: un manuscrito renacentista con obras de Demóstenes que había pertenecido al gran valido de Felipe IV, don Gaspar de Guzmán (1587-1645), conde-duque de Olivares.
El origen de esta ilustre procedencia viene dado por una nota de dos líneas en el margen inferior de la primera hoja del códice, luego tachadas, que resultaba ser la única frase que no está escrita en griego: “Deste Colegio del /p. 657/ Angel de carmelitas descalços de Sebilla era de la librería / del conde duq(ue) q(ue) estaba en el Alcaçar comprola este colegio año de 1648”[5]. El trasiego sevillano de los libros de Olivares ya fue revelado por Bartolomé José Gallardo (1776-1852) al censar el manuscrito del inventario de los mismos: “La selecta y rica biblioteca del Conde-Duque fué últimamente á parar a Sevilla, al Convento del Angel, carmelitas descalzos; poseo algunos artículos de ella, con notas que lo acreditan”[6].
En efecto, en las mandas testamentarias de Olivares y su viuda se contemplaba tanto el depósito provisional de sus libros en los Reales Alcázares de Sevilla, cuya alcaldía perpetua ostentaba, como la cesión de alguna parte de los mismos a la orden del Carmelo por misas de sufragio[7]. Lamentablemente no se ha podido documentar ni la existencia de esos libros en el Alcázar, ni tampoco determinar la época de su vida en que pudo adquirir el prócer este espléndido códice griego, bien fuera durante su estancia en Roma, donde había nacido como hijo del embajador ante la Santa Sede, o en Nápoles, o tal vez después, entre 1607 y 1615, en el emporio metropolitano hispalense[8]. /p. 658/
El mismo silencio se cierne sobre nuestro imponente códice griego durante su permanencia en el convento carmelita[9] hasta que, con la desamortización de Mendizábal, de 1835 a 1837, una parte de sus libros vino a parar a la entonces Biblioteca Provincial y Universitaria. De aquellos años que siguieron debe de datar la cartela pegada al dorso en la hoja de guarda en pergamino que junto con una nota que reproduce, con innecesarias correcciones, la mencionada tachadura de posesión, sugiere: “Demostenes en griego. Consultese / á Colom y Osorio”. Antonio Colom y Osorio ocupó la cátedra de lengua griega en la entonces Universidad Literaria desde 1835, y en 1864 inauguró el curso con una lección[10] de su área de conocimiento en la que el ya veterano helenista para nada menciona ni alude a la existencia de este “estimable códice”, según rezaba una nota del antiguo catálogo. La lección, impresa con una correcta tipografía griega, espiga en palmarias etimologías del léxico científico. En sus últimos cursos Colom y Osorio fue sustituido sin remuneración por Anselmo Leonardo García-Ruiz (1842-1913), quien en 1875 ocuparía como auxiliar la cátedra vacante de Filología Griega y en 1894 obtendría la propiedad de la misma, hasta que en 1900 fueron suprimidos, ole ahí, los estudios griegos en esta Facultad de Filosofía y Letras[11].
Los estudios helénicos en la Sevilla de la Edad Moderna habían sido prácticamente inexistentes. El Colegio de Santa María de Jesús, y /p. 659/ Universidad de Sevilla, nunca tuvo el griego en sus planes de estudios[12], pese al tímido augurio que brindó su fundador, Rodrigo de Santaella, con sus “primitias meorum in litteris Graecis laborum”, consistente en la traducción de la correspondencia apócrifa entre el emperador Juliano el Apóstata y San Basilio de Cesarea que se publicó solamente en la primera edición en 1499 de su Vocabularium ecclesiasticum. Resulta revelador del desolador panorama que se abatiría sobre las letras helénicas que en esta publicación se infiriera una “sutil amonestación” a la autoridad regia por sus conflictos con el papado[13]. De la imprenta sevillana de los siglos XVI a XVIII no salió un solo libro enteramente en griego. Jacobo Cromberger (ca. 1472-1528) tuvo que recurrir a la transliteración para reproducir las citas en lengua griega en el tratado latino de un raro corresponsal de Erasmo[14]. Las escasísimas muestras de caracteres griegos en la tipografía hispalense en la época de la imprenta manual tampoco merecen, con razón, tenerse en cuenta[15]. En 1791, ya en curso la nueva Universidad Literaria que había propiciado la reforma de Olavide, se suspendió la cátedra de griego por no tener alumnos[16]. Algunos egresados conspicuos de la institución tuvieron que adquirir el conocimiento de esta lengua “sabia” ya en plena madurez profesional e intelectual. Así, Tomás González Carvajal (1753-1834), a quien debemos el primer ensayo solvente sobre el gran escriturista e hispalense universal Arias Montano, tuvo que cursar “idioma griego” en los Reales Estudios de San Isidro, mientras asistía a la Academia Latina Matritense[17]. José María Blanco White /p. 660/ (1775-1841), licenciado en teología por el Colegio Santa María de Jesús, llegaría a alcanzar la competencia en griego clásico, según es sabido, mediante el trabajo personal diario y metódico durante su definitiva estancia en Inglaterra. Desde Londres, a 16 de septiembre de 1826, nuestro gran “heterodoxo” envió una carta al rector de su antiguo Colegio en la que, en recuerdo del antiguo afecto y su fuerte espíritu colegial, anunciaba el envío de algunos libros de autores clásicos griegos de cuyo paradero hasta la fecha no hemos encontrado el menor rastro[18].
No es de extrañar, pues, que la primera nota pericial que tenemos sobre nuestro demosténico se debiera al helenista francés que nos descubrió los entresijos de los manuscritos griegos de la Biblioteca de El Escorial, Charles Graux (1852-1882), durante las pesquisas realizadas por nuestro país en 1876, las cuales fueron ampliadas y organizadas en la memoria del inventario de los códices helénicos de España y Portugal publicada póstumamente en 1892[19]. La noticia de esas investigaciones anteriores en España viene dada como referencia inicial en el registro de este único manuscrito de un autor griego clásico que se conservaba en Sevilla. En efecto, en el informe que Graux había publicado de aquella comisión consta, en la relación de bibliotecas visitadas, que de las cinco de Sevilla, sólo en la “universitaria y provincial” había un ejemplar que merecía tal consideración[20], y, más adelante, al tratar de esta biblioteca, afirma que guarda un fondo bastante rico de /p. 661/ manuscritos procedentes de los conventos suprimidos de toda la provincia, entre los que ha encontrado sólo éste en griego. Comenta el contenido de la nota al pie del primer folio, sin mentar el tachado que tendría desde aquellas fechas, planteándose el paradero de otros 17 manuscritos griegos del conde-duque mencionados en el inédito Biblioteca selecta, cuya descripción, como hemos visto, proporciona Gallardo sobre el ejemplar de la Real Academia de la Historia, pero que Graux ha consultado, gracias a Zarco del Valle, uno de los editores del Ensayo de Gallardo, en la “bibliothèque particulaire du roi, à Madrid”, es decir, la Biblioteca de Palacio, ms. II/1781[21]. Añade Graux una observación del hispanista Alfred Morel-Fatio acerca de este trasiego de libros que le ha sugerido el asiento “Relación de los libros que se embiaron a Sevilla de la librería del conde-duque de Olivares”, según aparece en Museo o Biblioteca selecta de el Exc.mo señor Don Pedro Núñez de Guzmán, marqués de Montealegre[22], para concluir que a Sevilla habría ido a parar solamente una parte de los libros del Olivares.
Estos supuestos e indagaciones vienen a abundar en la idea de que ningún otro códice griego del acaparador y compulsivo bibliófilo que fue el gran valido de Felipe IV debió de pasar al convento carmelita, habida cuenta de la ausencia de noticias sobre nuestro demosténico durante su permanencia en el cenobio sevillano, por más que en otros ejemplares griegos procedentes de la misma orden se han hallado marginalia que podrían apuntar a una actividad helenista medianamente reseñable[23]. Olivares, ya en el poder, fue nombrado /p. 662/ por el dicho Colegio y Universidad protector en 1623 y patrón en el siguiente[24], sin que conste testimonio alguno de relación con su profesorado cuando participaba, durante su residencia, en las tertulias artísticas y literarias.
Al hablar del ímpetu oratorio de Olivares, destacó Gregorio Marañón que fue “la primera vez que en los anales de nuestra Patria un hombre interviene, cual los políticos de ahora —entiéndase en la II República—, por virtud de su elocuencia en la gobernación del Estado”[25]. ¿Podría guardar alguna conexión con este “gobernar por la palabra” que comporta un adiestramiento en la elocuencia, sea cual fuere, la adquisición de este códice del más célebre orador político de la Hélade? De los grandes clásicos griegos, Demóstenes fue el menos cultivado en la España de entonces. Uno de los más tempranos testimonios lo ofreció el cronista de Felipe III Pedro de Valencia (1555-1620), en un “Discurso en materia de guerra y estado”, que en 1606 elaboró a partir de pasajes y sentencias de la Primera Filípica, en el contexto de la desatinada política de aquel monarca[26]. Pero a falta de otros testimonios y datos, no se puede conjeturar el menor atisbo helenista entre Olivares y los componentes de aquel círculo humanista sevillano, con el que Valencia, discípulo predilecto de Montano, guardó frecuente relación. Fueron más cultivadas las letras humanas en los colegios, por así decir, de segunda enseñanza de la Compañía de Jesús que en la alma máter hispalense, pero con muy bajo tono en lo que respecta al griego[27], pues sólo otros dos manuscritos, de /p. 663/ Jenofonte y Filón de Alejandría, que procedían de estos establecimientos jesuitas sevillanos inventariaba Graux en la Real Academia de la Historia[28].
En el inventario del códice de Demóstenes de la Universidad de Sevilla no expuso el malogrado helenista francés el demoledor veredicto que en el anterior informe le mereció (“à peu près sans valeur”), limitándose, en la escueta descripción externa, a dar detalles de la misma ficha pegada (“morceau de papier collé”) en la primera hoja de guarda con la reproducción del texto que se ha reproducido, y con la misma signatura topográfica que tiene en la actualidad, aunque hasta 1965 la biblioteca universitaria no ocupó la actual sede en el edificio histórico de la antigua Fábrica Real de Tabacos[29]. Sigue la relación de las obras que contiene del orador ateniense, pero sin indicación de página ni extensión de las mismas, tal vez porque el manuscrito carece de una foliación original, y, además, con la excepción del título en el encabezamiento, Δημοσθένους λόγοι., el copista, que tampoco entonces fue identificado, no introdujo ningún otro epígrafe de indicación de las diferentes obras; a lo sumo, el espacio de una línea de separación y una cruz al final de cada una de ellas.
Vamos a exponer el contenido de las obras tal como que las consignó Graux o Martin en el mencionado repertorio, añadiendo por nuestra parte entre paréntesis la numeración tradicional de las mismas, pues el helenista francés, cuando cotejó las descripciones de su inventario, lo hizo sobre la edición /p. 664/ de Joannes Jacob Reiske (Leipzig 1770), que no consigna dicha numeración I-LXII[30], aunque las edita en ese mismo orden.
Les trois Olynthiennes (1-3); première Philippique (4); pour la Paix (5); deuxième Philippique (6); sur l’Halonèse (7); sur la Chersonèse (8); troisième et quatrième Philippiques (9-10); lettre à Philippe (11); lettre de Philippe (12); Περὶ συντάξεως (13); Περὶ συμμοριῶν (14); pour la liberté des Rhodiens (15); pour les Mégalopolitans (16); sur la paix avec Alexandre (17); pour la Couronne (18); sur la Fausse Ambassade (19); contre Leptine (20); contra Midias (21); contre Aristocrate (23); contre Androtion (22); contre Timocrate (24); contre Aristogiton Ier et II (25-26); contre Néère (59); Ἐρωτικός (61); Oraison funèbre (60); Exordes (62).
Pero esta imprecisa descripción interna que proporcionó Graux habría comportado un examen página a página, durante el cual debería haberse percibido la signación de cada uno de los catorce fascículos que forman el infolio. Tampoco se percató de esta signación original griega de la estructura del códice el helenista que recogió al margen en español unas cuantas anotaciones basadas en una edición de Oxford sobre comienzo y fin de los discursos, y por esta inadvertencia es probable que fuera este mismo a quien debemos la moderna paginación a lápiz en el extremo superior externo que presenta hoy el manuscrito, pues comenzó a enumerar, contra toda norma y razón, desde el pergamino de la primera hoja de guarda.
Consta, pues, el infolio, 425 x 280 mm, de las dos hojas de guarda ya señaladas por Graux, “l’un en parchemin, l’autre en papier”, más 14 fascículos en 4 pliegos de papel, 8 hojas, cada uno, haciendo un total de II + 112 h., que en la mencionada numeración correlativa por página hace un total de 228, en blanco esta última. Está escrito a línea tirada con letra menuda muy clara y uniforme; la página entera tiene 50 líneas, caja 310 x 190 mm; sin foliación ni reclamos, pero cada fascículo está numerado en el margen inferior externo con el correspondiente número griego, seguramente por el mismo copista, aunque hay algunas breves notas marginales también en /p. 665/ griego de una segunda mano de la misma época. La numeración griega de los fascículos se ve precedida un poco por encima de un par de signos consistentes en una raya terminada en pequeño círculo junto a un trazo en uve, que, a falta de comprobarlo en manuales de codicología griega y descripciones paleográficas[31], he interpretado como abreviatura de βιβλίον. De acuerdo, pues, con esta numeracion griega, la signatura de los fascículos del códice es como sigue: 2 h. + (βιβλί)ον α’ [1º cuaternión, p. 5] - (βιβλί)ον ιδ’ [14º cuaternión, p. 213]. La encuadernación es en piel sobre madera.
Nuestro códice fue registrado por Luciano Canfora[32] en el primer censo exhaustivo de la transmisión manuscrita del completo corpus demosténico, en cuyas entradas indica desde datación, material, dimensiones y contenido según la numeración tradicional, como la notación de bibliografía crítica cuando el ejemplar ha sido estudiado con anterioridad. La signatura topográfica que ofrece el inventario de Canfora es idéntica a la que da Graux, pese a no recoger en la bibliografía ese estudio concreto, y con aquella ligera variante anterior ha pasado a trabajos más recientes que lo han considerado en la edición crítica de algunos discursos[33]. Por contra, Canfora introduce una alteración en el orden de dos obras en el que realmente se hallan en el manuscrito hispalense, las espurias Carta a Filipo (11) y Carta de Filipo (12). Esta es la secuencia de las obras que contiene nuestro manuscrito según el registro del Inventario: 1-10, 12, 11, 13-21, 23, 22, 24-26, 59, 61, 60, P(roemios)[34], que, salvo la alteración señalada en 11 y 12, coincide con la sumaria /p. 666/ descripción interna de Graux que hemos reproducido. Además, en esta página del demosténico hispalense donde comienza la Respuesta a la carta de Filipo (11) encontramos una de las pocas anotaciones a lápiz del helenista español, que refuta la alteración errónea en su orden que proporcionaron al inventario de Canfora, a saber, en margen izquierdo: “num. XI”; en el derecho: “Falta ΥΠΟΘΕΣΙΣ”[35]. En efecto, en la página 39 de la numeración moderna, después del espacio de una línea de separación, comienza sin epígrafe alguno el primer renglón de la oratio 11: ὁτι μὲν ὦ ἄνδρες [...] ἀνεβάλετο τὸν πόλεμον. Asimismo, en la página 41, con similares anotaciones, el primer renglón con el saludo de la 12: Φίλιππος Ἀθηναίων τῇ βουλῇ [...] ἀποστείλαντος ἵν’ ἐμμεί- [36].
Pero una de las principales aportaciones del repertorio demosténico del gran clasicista italiano radica en el registro de los contenidos de los 315 manuscritos que inventaria, con lo cual permite ensayar, sinópticamente, una especie de filiación previa a la labor ecdótica de colación y establecimiento de sus variantes. Como es sabido, las obras de Demóstenes se han transmitido en códices bizantinos y renacentistas que la crítica ha agrupado en cuatro familias o grupos encabezados por sendos manuscritos ueteres o “primarios”, aunque remontan a una única tradición, que se demuestra por cortarse en el mismo pasaje del discurso judicial Contra Zenótemis, (32.32), todos los códices que lo contienen[37]. Uno de estos códices ueteres, datado en su mano más antigua alrededor de 940, el Parisinus 2935, con la sigla Y en las ediciones, presenta idéntica secuencia que nuestro Hispalensis 330/155 en el orden de las obras[38]: 1-21, 23, 22, 24-26, 59, 61, 60, P, con el mismo salto en los discursos judiciales. /p. 667/
Nuestro manuscrito continuó desatendido hasta la edición crítica del discurso XXIV Contra Timócrates por Ruth Passweg[39], quien señaló que la copia sevillana y el Brusselensis 11294-11295 se debían a la misma mano y dependían ambos directamente del mencionado Parisinus 2935. En efecto, el demosténico de la Bibliothèque Royale de Bélgica en Bruselas presenta el mismo orden de las obras desde el discurso 20 con idéntico salto[40], y su copista, Thomas Bitzimanos[41], había sido identificado en 1953 por Martin Wittek, quien ofreció después en una muestra de paleografía griega una ilustración del Brusselensis donde reconocemos la misma letra que la de nuestro códice[42].
El clérigo cretense Thomas Bitzimanos, Θωμᾶς Βιτζιμάνος, trabajó en la isla en el taller de Michael Apostoles, durante la segunda mitad del siglo XV, colaborando con otros amanuenses como Aristobulos Apostolides, Antonios Damilas, Emmanuelis Zacharides y Georgios Gregoropoulos[43]. Junto con Demetrios Moschos y Emmanuelis Gregoropoulos escribió parte del apógrafo para la edición aldina de Teofrasto, publicada en 1498 junto con obras de /p. 668/ Aristóteles[44]. De la decena de códices que se registra de su mano en el Repertorium der griechischer Kopisten[45], no se señaló ninguno que se conservara en España, a pesar de que en una investigación anterior Dieter Harlfinger lo había identificado en el mencionado manuscrito de la Metafísica de Aristóteles M-54 de la Universidad de Salamanca[46].
Al margen de estas cuestiones paleográficas, el Hispalensis fue examinado personalmente[47] por Mervin Dilts para la última edición oxoniense, aunque han sido muy escasas las incorporaciones de su testimonio en el aparato crítico. Por lo pronto, sólo a partir del tomo II de su edición aparece incluido en el conspectus con la misma sigla, Sf, que la de Passweg, declarando en la introducción haberse apoyado en la edición de Sobre la embajada fraudulenta (19) y Contra Midias (21) por Pilar Leganés, de manera muy general, para /p. 669/ las lecturas de los manuscritos españoles[48]. En efecto, Dilt registra solamente nuestro demosténico en la omisión del demostrativo de la proposición absoluta, δόντων τῶν Ἑλλήνων τὰ χρήματα ταῦτα (19.272), que ya había suprimido Peter Dobree[49].
En los mismos años en que se preparaba esta edición oxoniense, Felipe G. Hernández Muñoz, poniendo de relieve la importancia de los recentiores hispanos, destacaba las coincidencias de nuestro manuscrito con otro demosténico del siglo XV, al que Robert Clavaud, editor de los dos discursos epidícticos, consideró “testigo de una rama separada de la tradición”[50]. En su edición Clavaud había exceptuado del examen directo a nuestro manuscrito, al mismo tiempo que, sin mencionar a su copista, consideraba “inutile” al Brusselensis por ser una copia tardía, “de 1480 environ”, de la segunda mano del Parisinus 2935[51]. Pero las contaminaciones textuales halladas en ediciones que han colacionado los manuscritos españoles, en general poco atendidos por la crítica foránea, salvan definitivamente a nuestro Hispalensis de una injustificada y asaz cómoda eliminatio codicis descripti, además de rebatir el apresurado veredicto de aquella su primera “sumaria” descripción.
El estudio de este manuscrito me lo tenía reservado como colaboración con nuestro amigo el helenista Guillermo Montes Cala. Era una ocasión idónea para publicar algo en conjunto sobre un material existente en una institución académica en la que no habían cuajado los estudios helénicos hasta la instauración de la especialidad de Filología Clásica en 1968 por un profesorado del que ambos fuimos alumnos. Y así se lo propuse, después de resolvérseme un delicado trámite curricular en la comisión donde él desempeñaba entonces la evaluación de Filología Clásica. Me respondió en uno de los correos que después de largo tiempo reanudamos sin que concretáramos nada /p. 670/ sobre el asunto, porque estábamos a final de curso y andaba él terminando algo sobre Cernuda que iba a publicar con su mujer, Mari Paz. He sabido luego que ese estudio sobre el helenismo de este otro gran poeta sevillano exiliado en Gran Bretaña[52] lo enviaron la misma tarde del 3 de septiembre en que se nos fue.
* Este artículo se ha financiado con el proyecto Classica et Humanistica Hispalensia (Liber IV) FFI2011-29630, de la DGICyT (Ministerio de Economía y Competitividad).
[1] La Antigüedad en el Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla (2011), exposición virtual permanente, http://expobus.us.es/mundoantiguo/antesala147.htm
[2] Las salas constan de sendas introducciones elaboradas por los encargados de las mismas, después de las cuales siguen los libros seleccionados, que en nuestra materia fueron 33; al año siguiente se publicó catálogo de la exposición: J. Solís de los Santos, “¿Por qué leer a Homero? (Sala VII. Literatura Clásica)”, en J. Beltrán Fortes & E. Peñalver Gómez (coords.), La Antigüedad en el Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Sevilla 2012, 105-119, y 301-351.
[3] Baste la comparación de los mss. núms. 571 a 595 en la Colombina, y el único 596, si bien con dos autores, en la Universitaria (en adelante BUS), registrados por L. Rubio, Catálogo de los manuscritos clásicos latinos existentes en España, Madrid, 1984, pp. 474-493.
[4] Como bien escribió Aulo Gelio, “a disposición del público lector” (Gell. 7.17.1), al bosquejar una historia de la biblioteca pública.
[5] La nota de posesión tachada está recogida en la ilustración del citado catálogo, J. Solís de los Santos, «123. Demóstenes. BUS A 330/155: Δημοσθένους λόγοι (MS. Thomas Bitzimanos, ca. 1500)», en J. Beltrán Fortes & E. Peñalver Gómez (coords.), La Antigüedad en el Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Sevilla 2012, 310-312, en cuyo comentario, dentro de los límites impuestos por el carácter de esta publicación, pude presentar la identificación del copista según se indicaba en M. P. Leganés Moya & F. G. Hernández Muñoz, Demosthenis in Midiam, León, 2008, p. 21.
[6] Nuestro Demosthenicus Hispalensis no se halla en la relación bibliográfica del manuscrito de la Real Academia de la Historia (en adelante RAH), nunc 9/5729: Biblioteca selecta del Conde-duque de Sanlúcar, Gran canciller, de materias hebreas, griegas, arábigas, latinas, castellanas, francesas, tudescas, italianas, lemosinas, portuguesas, etc., según la descripción de B. J. Gallardo, Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, formado con los apuntes de ---, eds. M. R. Zarco del Valle y J. Sancho Rayón, 4 vols., Madrid 1863-1889, IV, nº 4541, cols. 1479-1527, ni en ningún otro asiento del bibliógrafo extremeño, según se puede comprobar en A. de la Granja, Índice onomástico del Ensayo de una Biblioteca Española de Bartolomé J. Gallardo, Málaga, 2008.
[7] Discute si esta compra consistió en las indulgencias oficiadas por los carmelitas, G. De Andrés, “Historia de la biblioteca del conde-duque de Olivares y descripción de sus códices. II Dispersión”, Cuadernos Bibliográficos 30 (1973) 5-73, p. 5.
[8] Según plantea C. A. González Sánchez, “Sevilla y la biblioteca del Conde-Duque de Olivares”, La Bibliofilia (en prensa), a quien agradezco consultar su original inédito. González Sánchez registra nuestro manuscrito entre los ejemplares localizados con el nº 78: “Demóstenes en griego manuscrito, gran folio sin foliar”, y su signatura topográfica del Colegio del Ángel: “2.R.34”, sin otra referencia.
[9] En el tomo 92 de la Colección de Muñoz de la RAH consta: “Razón de los manuscritos de la Biblioteca del Colegio del Ángel de los Carmelitas Descalzos de Sevilla de Sevilla. Por el Padre Fray Manuel de Santa María, lector de Teología en el mismo. Fols. 56-63v”, cf. RAH, Catálogo de la colección de don Juan Bautista Muñoz. Documentos interesantes para la historia de América, I-III, Madrid, 1954-1956, II, p. 474, doc. 1.662 del vol. 74 del Catálogo. Añadió Muñoz, al principio de ese documento 1.662, que gran parte de estos libros “procede de un resto de la Biblioteca del Conde-Duque, que estaba en Baena (dudoso) en 1648, habiendo desaparecido muchos por descuido”. Pero son todos extractos de documentos de asuntos de Indias, procedentes de dicho colegio y del convento carmelita de San Alberto.
[10] La BUS conserva 2 ejemplares de A. Colom y Osorio, Discurso leído el día 1º de octubre de 1864 en la solemne apertura del curso de la Universidad Literaria de Sevilla, Sevilla, 1864.
[11] Cf. P. Martínez Lasso, Los estudios helénicos en la Universidad Española (1900-1936), Madrid, 1988, pp. 286-287.
[12] Señala esta carencia también para Santiago de Compostela y Granada J. López Rueda, Helenistas españoles del siglo XVI, Madrid, 1973, p. 420, n. 8.
[13] Así lo sugiere J. Pascual Barea, Maese Rodrigo de Santaella y Antonio Carrión. Poesías (Sevilla, 1504), Sevilla, 1991, p. xvii, n. 17.
[14] He ofrecido referencias de esta obra, Problemata quaedam de Rodrigo Tous de Monsalve, cuya edición y traducción tengo preparadas, en J. Solís, «El humanismo en Sevilla en la época de Diego López de Cortegana», en F. J. Escobar Borrego, S. Díez Reboso, & L. Rivero García (eds.), La Metamorfosis de un Inquisidor: El Humanista Diego López de Cortegana (1455-1524), Huelva-Sevilla, 2012, 13-59, p. 27, n. 60.
[15] Ninguna referencia registró J. Simón Palmer, Estudio paleográfico y bibliográfico de los libros impresos en griego en España en los siglos XVI, XVII y XVIII, Tesis de Licenciatura, dir. L. Gil Fernández, Universidad Complutense de Madrid, 1977, cuya copia agradezco a Luis Cañigral Cortés.
[16] Cf. F. Aguilar Piñal, La Universidad de Sevilla en el siglo XVIII. Estudio sobre la primera reforma universitaria moderna, Sevilla, 1969, p. 508, n. 186.
[17] Como reseña en su semblanza biográfica D. Caro Cancela, “González Carvajal, Tomás José”, en R. M. Serrera Contreras (coord.), Universidad de Sevilla. Personalidades, Sevilla, 2015, 261-263. Arias Montano había adquirido su dominio en las 5 lenguas bíblicas en la Universidad de Alcalá de Henares. Inexplicablemente, no ha sido incluido en este repertorio de 400 personalidades del alma máter hispalense el Dr. Juan Gil Fernández, catedrático jubilado de Filología Latina e individuo de la Real Academia Española de la Lengua, a cuyos estudios tanto debe la historia cultural de la ciudad.
[18] Otros detalles de esta correspondencia y relaciones de Blanco White en J. Solís, “Gil de Araújo”, en E. Peñalver Gómez (ed.), Fondos y procedencias. Bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 2013, pp. 388-391.
[19] Cf. C. Graux, Notices sommaires des manuscrits grecs d’ Espagne et de Portugal, ord. et compl. par A. Martin, París, 1892, p. 227; es la única referencia bibliográfica para la ciudad de Sevilla en M. Richard, Répertoire des bibliothèques et des catalogues de manuscrits grecs, Turnhout, 1995 (= París, 1948), p. 212. Ninguno de los de Demóstenes está estudiado por los mismos C. Graux & A. Martin, Fác-similes des manuscrits grecs d’ Espagne, París, 1891.
[20] Las otras 4 bibliotecas eran la Colombina, la Arzobispal, el Archivo de Indias, y la particular del duque de Montpensier en el palacio de San Telmo, cf. C. Graux, “Rapport sur une mission en Espagne”, Archives des missions scientifiques et littéraires, 3e série, V (1879) 111-136, pp. 113 y 130, respectivamente.
[21] Según registra, junto con otros copias manuscritas de inventarios de la biblioteca de Olivares, J. Roe, “Colegio del Ángel: episodios de uso y formación”, en E. Peñalver Gómez (ed.), Fondos y procedencias. Bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Sevilla 2013, 217-224, p. 221 n. 828. En esta otra exposición virtual con catálogo impreso, se ha estudiado el fondo del convento carmelita, con 4 libros, nos. 90-93, Ibid., 554-557, en los que no está seleccionado nuestro demosténico.
[22] Se trata del catálogo impreso J. Maldonado y Pardo, Museo o Biblioteca selecta de [...] Don Pedro Núñez de Guzmán, Marqués de Montealegre, Madrid: Julián de Paredes, 1677, que fue estudiado por A. Rodríguez Moñino, “La biblioteca del marqués de Montealegre”, Boletín de la Real Academia de la Historia 126 (1950) 427-492; 127 (1950) 307-344, y 561-628, y 128 (1951) 219-278, según indico en J. Solís, “Escritos sobre biblioteca en el Siglo de Oro”, en J. M. Maestre, J. Pascual, L. Charlo (eds.), Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico II. Homenaje al Profesor Luis Gil, Alcañiz-Cádiz, 1997, 3 vols., III, 1205-1216, p. 1216 n. 50.
[23] Ese impreso procede de otro convento carmelita fundado en 1573, y no hay seguridad de atribuir dichas notas a integrantes de dicha institución, según señalo en J. Solís, “127. Esopo. BUS A Res. 17/5/10: Aesopi Phrygis fabellae Graece & Latine (Basilea: Johann Froben, 1524)”, en J. Beltrán Fortes & E. Peñalver Gómez (coords.), La Antigüedad en el Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Sevilla 2012, 316-318.
[24] El objetivo de estas lisonjas cortesanas era la recomendación de egresados y colegiales para las vacantes de la administración de Indias, según J. A. Ollero Pina, Universidad de Sevilla en los siglos XVI y XVII, Sevilla, 1993, pp. 157-169.
[25] Cf. G. Marañón, El Conde-Duque de Olivares (La pasión de mandar), Madrid, 1965 (= 1936), p. 138. Las instrucciones paternas sobre su educación incluían debates oratorios entre él y sus criados, según señala J. Elliott, El conde-duque de Olivares. El político en una época de decadencia [The Count-Duke of Olivares. The Statesman in an Age of Decline. 1986], Barcelona, 1990, p. 40.
[26] La omision del nombre de Filipo en la traducción es achacada a la homonimia regia, según F. G. Hernández Muñoz, “Demóstenes en España”, CFC egi 12 (2002) 345-380, pp. 352-356, quien señala también, como un ejemplo más del conflicto permanente entre el pensamiento crítico del intelectual y el control férreo del poder absoluto, la coincidencia temporal con el tratado contra la expulsión de los moriscos del humanista de Zafra, que durante tanto tiempo ha permanecido inédito.
[27] En general, los jesuitas españoles siguieron a rajatabla los recelos ignacianos de que el estudio del griego fomentaba la herejía, y así en sus colegios sevillanos nunca se impartió esta enseñanza, como documenta L. Gil Fernández, “La enseñanza universitaria del griego en España: del Renacimiento a la Ilustración”, Studi Ispanici 34 (2009) 41-53, pp. 44 y 50.
[28] De la Casa Profesa y el colegio de San Hermenegildo, cf. Graux 1892, pp. 9 y 13 respectivamente. La pertenencia anterior del Jenofonte al Comendador Griego, Hernán Núñez de Guzmán, el Pinciano (ca. 1478-1553), al que apunta la nota de posesión en el mismo, “Haec Xenophontis commentaria de emi ego Fernandus Pincianus Bononiae a Joanne Baptysta Pio pretio ducatorum quatuor”, se ve confirmada por la más completa e inequívoca del manuscrito de Elio Aristides, Esquines y otros, de la Universidad de Salamanca, 1-2-8, nunc M-223, que inventaria Graux 1892, p. 169, identificación de posesión que no vieron Graux o Martin o quien preparase aquel índice, Ibid., p. 319.
[29] Cf. Graux 1879, p. 130, e Id. 1892, p. 227, respectivamente. Se han mantenido las mismas signaturas topográficas que a estos fondos se fueron asignando cuando la Universidad ocupaba su anterior sede en la antigua Casa Profesa de los jesuitas, y en la mayoría de los casos se han conservado también las anteriores que tuvieron asignadas en sus instituciones de procedencia; un avance del provecho que se puede sacar de estas antiguas notaciones para el estudio de las antiguas bibliotecas, en J. Solís, “Casa Profesa”, en E. Peñalver Gómez (ed.), Fondos y procedencias. Bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 2013, pp. 60-64.
[30] La numeración del Corpus Demosthenicum en la que se referencian todas las ediciones puede comprobarse en T. Thalheim, “Demosthenes. 6”, Paulys Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft V.1 (1903) 169-188, cols. 184.15-188.16. Al margen de la cronología, siguen la canónica disposición de los tria genera dicendi.
[31] Idéntica abreviatura en el M-54 de la Universidad de Salamanca, que citaré infra, en cuya minuciosa descripción omite toda información a este detalle A. Tovar, Catalogus Codicum Graecorum Vniversitatis Salamantinae. I, Collectio Vniversitatis Antiqua, Salamanca, 1963, pp. 31-32.
[32] Cf. L. Canfora, Inventario dei manoscritti greci di Demostene, Padua, 1968, nº 236, p. 64.
[33] Tanto Graux como Canfora, olim 330-155-1, nunc A 330/155, siendo la letra mayúscula una mera clave de la localización en las diferentes facultades y centros de la BUS, A: General, Fondo Antiguo y Archivo. En la Era Digital es importante consignar exactamente las signaturas topográficas de los libros para poder localizarlos informáticamente.
[34] Los exordios o proemios, de autoría discutida, cf. W. Rennie, Demosthenis orationes, III, Oxford 1985 (=1931), pp. xiii-xiv, tienen el número LXII, cantidad que aparece en el mismo título de la princeps: Demosthenis orationes duae et sexaginta (Venecia: Aldo Manuzio, 1504), que fue impresa enteramente en griego, salvo la portada bilingüe, e incluía además, como algunos manuscritos, los argumentos (hypothesis) de los discursos por Libanio, la biografía por este rétor y la más famosa de Plutarco.
[35] El epígrafe Πρὸς τὴν ἐπιστολὴν τὴν Φιλίππου, aparece en la más probable de sus atribuciones, Filípicas de Anaxímenes de Lámpsaco, cf. A. López Eire, “Demóstenes: estado de la cuestión”, Estudios Clásicos XX/78 (1976) 207-240, p. 235, n. 86.
[36] Separada por final de línea la palabra ἐμμείνωμεν. Respectivamente se corresponde a las páginas 52 y 54, de un total de 241, en la digitalización en el portal de la BUS. Anterior al proceso informático, existe una copia microfilmada de la que da cuenta el fichero manual.
[37] Cf. S. H. Butcher, Demosthenis orationes, I, Oxford 1903, p. vi. A la vista de las diferencias de contenido y orden de las obras, discutió, ya en 1934, el excesivo esquematismo de la sólita distribución G. Pasquali, Storia della tradizione e critica del testo, Florencia, 1952, pp. 289-292.
[38] Cf. N. Wilson, “Some Paleographical Notes”, CQ 54 (1960) 199-204, pp. 200-202, y Canfora 1968, p. 49, nº 153.
[39] Cf. R. Passweg, The Manuscript Tradition of Demosthenes, Oration 24, Diss. New York University, 1975, cit. por M. I. Conde Moreno & F. G. Hernández Muñoz, “Notes about the text of the speech In Neeram (ms. Hispalensis 330-155-1)”, en F. G. Hernández Muñoz (ed.), Tradition and Transmission of Greek Orators and Rhetors, Berlín, 2012, 29-41, p. 30, n. 6; en la última página de este artículo se reproduce la pagina 200, señalada como f. 200r, en realidad f. III v, siendo página par, del cuaternión 13º, (βιβλί)ον ιγ’, de nuestro Hispalensis A 330/155.
[40] Cf. Canfora 1968, p. 34, nº 27.
[41] Anotó taxativamente, “la responsabilité de cette dernière identification m’incombe”, M. Wittek, “Le manuscrit de Sophocle Bruxelles 11343”, Scriptorium 7 (1953) 281-297, p. 287, n. 39.
[42] Cf. M. Wittek, Album de Paleographie Grecque. Specimens d’ecritures livresques du IIIe siècle avant J.C. au XVIIIe siècle, Gante, 1967, 25-26, lám. 41.
[43] Cf. E. Gamillscheg & D. Harlfinger, Repertorium der griechischer Kopisten (800-1600). 1: Handschriften aus Bibliotheken Grossbritanniens. A. Verzeichnis der Kopisten, Viena, 1981, nº 141, pp. 88-89; algunos rasgos de su ductus en Id., B. Paläographische Charakteristika, pp. 62-63; reproduce página de escolios a Apolonio de Rodas, de la Österreichische Nationalbibliothek, Vind. phil. gr. 81, en Ibid., C. Tafeln, nº 141, cuya referencia bibliográfica en el catálogo de copistas, “Bick 53 mit T.50”, coincide con las de Wittek 1953, p. 296, nº 10, e Id., 1967, p. 25: J. Bick, Die Schreiber der Wiener griechischen Handschirften, Viena, 1920, pl. 50.
[44] Según N. Barker, Aldus Manutius and the Development of Greek Script and Type in the Finfteenth Century, Nueva York, 1992, p. 62 n. 45. Lo cual no conlleva que abandonara la isla, habida cuenta de que fue Creta el único lugar conocido donde desarrollara su trabajo de copista. Conozco este aserto de Passweg gracias al original inédito de F. G. Hernández Muñoz,, “Notas sobre el carácter ‘mixto’ o ‘contaminado’ del texto del manuscrito Hispalensis 330-155-1”, en Homenaje a Marcos Martínez Hernández (en prensa).
[45] Catálogo justamente ponderado por A. Bravo García, Actualización científica en paleografía griega, Madrid, 1984, p. 61, a quien debo muchas de estas pesquisas sugeridas en sus conferencias y charlas cuando lo invitaba a nuestra facultad el profesor Máximo Brioso. Gracias al también llorado maestro de Guillermo pudimos aprender de estos temas en las conferencias y en el trato con Nigel Wilson. La revista de nuestra facultad ha dedicado a ambos sendas necrológicas: H. Brioso Santos, “Máximo Brioso Sánchez (1939-2015) IN MEMORIAM”, y J. Solís, “Guillermo Montes Cala (1960-2014) SACRVM”, Habis 46 (2015) 9-17, y 383-384.
[46] No ilustra, sin embargo, con reproducción de ninguna página, tal vez por no estar completo de su mano, D. Harlfinger, Die Textgeschichte der pseudo-aristotelischen Schrift Περὶ ἀτόμων γραμμῶν. Ein kodikologisch-kulturgeschichtlicher Beitrag zur Klärung der Überlieferungsverhältnisse im Corpus Aristotelicum, Amsterdam, 1971, p. 409. Tomo el dato, e imagen de la primera página, de Álbum de copistas de manuscritos griegos en España, Biblioteca de la Universidad de Salamanca, s.v. “Bitzimano, Tomás”, del portal de la Universidad Complutense, www.ucm.es/info/copistas, del “Seminario para el Estudio de los Manuscritos Griegos en España”, que dirige F. G. Hernández Muñoz, a quien agradezco la información. Reproduce la misma ilustración y aporta bibliografía posterior sobre este Salm. M-54, T. Martínez Manzano, Historia del fondo manuscrito griego de la Universidad de Salamanca, Salamanca, 2015, Lám. 62, p. 343, y p. 52, n. 59, respectivamente.
[47] Según me indica mi colega de Filología Griega Antonio Chávez, a quien citó en los agradecimientos, cf. M. R. Dilts, Demosthenis orationes, Nueva York, 2002-2009, 5 vols, I, p. xx.
[48] Cf. M. P. Leganés Moya, El texto de Demóstenes en los manuscritos españoles: los discursos ‘In Midiam’ y ‘De Falsa Legatione’, Tesis doctoral dir. F. G. Hernández Muñoz, Universidad Complutense de Madrid, 2003, cit. por Dilts, 2005, II, p. IX, n. 11: “useful source of readings for manuscripts in Spain”.
[49] Cf. Dilts, 2005, II, 90 lín. 10. Dobree, que participó en la edición oxoniense de Bekker, examinó uno de los códices primarios, el Parisinus 2934, en 1814, según Dilts, 2002, I, p. ix.
[50] Cf. Hernández Muñoz, 2002, p. 366. El Coislinianus 339 también se guarda en la Bibliothèque Nationale de París y su contenido, 1-26, 59, 61, 60, P, 61, presenta notables coincidencias con el uetustissimus Y, cf. Canfora 1968, p. 57, nº 179.
[51] Cf. R. Clavaud, Discours d' apparat (Epitaphios, Eroticos), París, 1974, pp. 2 n. 2, y 3 n. 1, respectivamente.
[52] J. G. Montes Cala & M. P. Fernández Montañez, “Luis Cernuda, lector de Platón en Glasgow. Trazas del Fedro en la primera edición de Ocnos”, en J. Ángel y Espinós, et al., (eds.), ῾Υγίεια καὶ γέλως. Homenaje a Ignacio Rodríguez Alfageme, Zaragoza, 2015, 581-598.