José Solís de los Santos, «El trasfondo humanista de la Alameda de Sevilla», Calamus Renascens 13 (2012) 75-138

 

La Alameda de Hércules y su monumento de las dos columnas fue el símbolo más representativo de la asimilación en la ciudad de las ideas e ideales humanistas que campeaban por Europa desde los albores de la Edad Moderna. En el plano político y urbanístico fue uno de los primeros jardines construidos en una ciudad europea para uso y disfrute del común de la población, cuyo bienestar veía incrementado con la conducción de agua potable desde el manantial de la fuente del Arzobispo hasta diversas collaciones de esa parte del vecindario. En este artículo se traducen y comentan todas sus inscripciones latinas, tanto las que están grabadas en los pedestales de las columnas, como las apócrifas que los eruditos locales dieron por auténticas. Todos estos epígrafes y demás elementos ornamentales respondían a un programa iconográfico ideado por los humanistas del círculo poético de Fernando de Herrera (1534-1597), principalmente, quien los escribió, el Licenciado Francisco Pacheco (1535-1599), según demuestra este estudio. Al mismo tiempo, indaga el probable origen del mito de la fundación de la antigua Híspalis por Hércules a través de la interpretación que dieron historiadores medievales y renacentistas (Rasis, Alfonso X, Valera, Peraza) a los más evidentes restos romanos de la ciudad, seis enormes columnas de granito que se conservaban entonces en la collación de San Nicolás, dos de las cuales se reutilizarían en dicho monumento. Para el traslado de las columnas desde la actual calle Mármoles hasta la explanada de la antigua Laguna de la Feria, el conde de Barajas, Asistente de la ciudad, organizó en 1574 una obra de ingeniería que se anticipaba en doce años a la erección del obelisco egipcio en la plaza de San Pedro por el papa Sixto V, en un análogo aprovechamiento de los restos de la ornamentación urbana de la Roma clásica. 

EL TRASFONDO HUMANISTA DE LA ALAMEDA DE SEVILLA

[Calamus renascens 13 (2012), pp. 75-138]

José Solís de los Santos

Universidad de Sevilla

Sumario: Academia.edu

  1. 0. [Resúmenes y palabras clave][1]/p. 75/
  2. 1. Las inscripciones de las peanas /p. 76/
  3. 2.SENATVS POPVLVSQVE HISPALENSIS/p. 78/
  4. 3. Las inscripciones de los pedestales /p. 79/
  5. 4. Las inscripciones apócrifas/p. 81/
  6. 5. LosApuntamientoshistóricos de Argote de Molina /p. 91/
  7. 6. La ignorada inscripción anónima y el epigrama del licenciado Pacheco /p. 93/
  8. 7. La autoría de Francisco Pacheco /p. 98/
  9. 8. La academia de Mal Lara yla Alamedade Hércules /p. 104/
  10. 9. Un modelo del monumento de las columnas /p. 109/
  11. 10. Las bases materiales del mito de la fundación de Sevilla/p.112/
  12. 11. La procesión delaSacrosancta Vetustas /p. 120/
  13. 12. Otro anticuario inédito enla Sevilladel primer tercio del XVII /p. 122/
  14. 13. El documento sobrela Alamedade Juan de Torres Alarcón /p. 123/
  15. 14. El informe del maestro Medina /p. 130/
  16. 15. Literatura y humanismo enla Alameda: conclusión/p. 135/

La Alameda de Sevilla y su monumento de las dos columnas es un ejemplo representativo del arte y la cultura renacentistas. En este artículo edito y comento todas sus inscripciones latinas, que escribió Francisco Pacheco para un programa iconográfico en el que pudieron participar otros eruditos del círculo poético de Fernando de Herrera. Al mismo tiempo indago el posible origen del mito de la fundación de Sevilla por Hércules en la interpretación que dieron historiadores medievales y renacentistas sobre los más importantes restos romanos de la ciudad, seis enormes columnas de granito que se conservaban en el caserío urbano, dos de las cuales se utilizaron en dicho monumento.

Palabras clave: Antigüedad clásica. Siglo de Oro. Humanistas sevillanos.

THE HUMANIST BACKGROUND OF THE ALAMEDA OF SEVILLE. The Alameda of Seville and its monument of two columns is an exponent of Renaissance art and culture. In this article I publish and comment upon all Latin inscriptions of this monument, that were written by Francisco Pacheco for an iconographical program which other learned men of Fernando de Herrera’s poetic circle could have a share in. I also find out a possible origin of the myth of Seville foundation by Hercules in the explanation that Medieval and Renaissance historians gave to the most significant remains of Roman Hispalis, namely, six huge granite pillars preserved in the urban buildings, two of which were reused in this monument.

Keywords: Classical Antiquity. Spanish Golden Age. Sevillian Humanists.

Las cosas antiguas, aun que sean fingidas, se an de saber, y no sabellas es turpe ignorancia (A. de Lebrixa, Muestra de la Istoria de las Antigüedades de España [Burgos, 1499], cap. III).

/p. 76/ La Alameda de Hércules y su monumento de las dos columnas fue el símbolo más representativo de la asimilación en la ciudad de las ideas e ideales humanistas que campeaban por Europa desde los albores de la Edad Moderna. En el plano político y urbanístico fue uno de los primeros jardines construidos en una ciudad europea para uso y disfrute del común de la población, cuyo bienestar veía incrementado con la conducción de agua potable desde el manantial de la fuente del Arzobispo hasta diversas collaciones de esa parte del vecindario. En el aspecto artístico e iconográfico, el monumento, al reutilizar los únicos restos importantes de la época romana que se conservaban en el casco urbano, las columnas de la calle Mármoles, venía a plasmar una serie de corrientes ideológicas bajo el sello cultural de la Antigüedad renaciente.[2]

            Es en el conjunto epigráfico y en los escritos contemporáneos concernientes al monumento donde se halla patente el trasfondo de erudición medieval y renacentista que subyace en las obras municipales promovidas y acabadas por don Francisco Zapata de Cisneros, I conde de Barajas, asistente de Sevilla desde 1573 a 1579.

Las inscripciones de las peanas

Las inscripciones latinas de las peanas de las estatuas de Hércules y de Julio César en sus respectivas columnas están labradas en letras capitales típicas de la escritura monumental romana con el suficiente tamaño para que puedan ser leídas, o al menos distinguidas, a tal distancia, pese al uso de algunas abreviaturas y nexos.[3] La disposición de estas inscripciones en las cuatro caras laterales del dado de cada peana se distribuye como sigue en la orientación y estatua correspondiente: /p. 77/

Hércules

SENATVS

POPVLVS

Q·HISPALENSIS

INVICTAE

VIRTVTI ET

FORTVNÆ

MONSTRO

RVM DOMI

TORI

FVNDATO

RI·HISPALIS

VRBIS

Julio César

ORDO HIS

PALEN

SIVM

ROMVLEN

COLONINS

TAVRATORI

JVRIS ÆQI

Q · CONSER

VATORI

IMPERATO

RI INVIC

TISSIMO

            sur                              este                             norte                           oeste

Cada estatua tiene un contenido similar que consta de los elementos básicos del epígrafe votivo: el agente de la acción, en ambas peanas en la cara sur, y el destinario de la dedicatoria, representado en las otras tres cartelas con apelativos por los que dichos personajes se hacen acreedores del homenaje; no se expresa la acción verbal, claramente implícita en toda dedicatoria monumental en cualquier lengua. Su disposición y orientación observan un juego de perpectiva que sugiere una lectura en orden inverso para las cartelas de cada una las peanas a causa del contenido análogo de las mismas: se comienza por las cartelas frontales, las de la cara sur, siguiendo por las restantes pero en giro contrario en cada peana, la de Hércules hacia la izquierda u oeste, y la de César hacia la derecha o la del este, y ello, como decimos, para conservar la coherencia y orden lógicos del mensaje de cada una de las peanas desde cada ángulo de visión.

Pues para un observador que contemple el monumento de las dos columnas desde el punto externo a la plaza mirando a la cartela frontal de la estatua de Hércules, verá también la inscripción de su cara oeste, a saber: SENATVPOPVLVSQVE HISPALENSIS, y FVNDATORI HISPALIS VRBIS, que significa: El senado y el pueblo de Sevilla, al fundador de la ciudad de Híspalis. Por su parte, cuando se mire al monumento desde el punto opuesto paralelamente,[4] leerá en la peana de Julio César: ORDO HISPALENSIVM, /p. 78/ y ROMVLENSI COLONIAE INSTAVRATORI. Lo cual se corresponde con el estatus jurídico que, bajo la denominación de colonia Iulia Romula, el último dictador romano concedió a la antigua Híspalis en el marco del derecho público: El cabildo de los sevillanos, al instaurador de la colonia de Rómula.[5] Estas dos primeras dedicatorias, expuestas en las caras externas de la plaza, señalan la razón fundamental del homenaje erigido: la fundación mítica de la urbe y su posterior constitución municipal.

Análogo contenido temático poseen los apelativos de las respectivas inscripciones de las caras norte. Hércules pasa por ser una especie de eficaz desfacedor de entuertos mitológico: MONSTRORVM DOMITORI, al domeñador de monstruos. En cambio, en la pacificada ecúmene que impone la dominación romana, es pertinente que el soberano sea, IVRIS AEQVIQVE CONSERVATORI, al salvaguarda del derecho y de la justicia. Asimismo, las inscripciones internas, que se ven junto con las frontales situándonos siempre al sur en un punto del eje central entre las dos columnas, pregonan ambas la imbatibilidad triunfante que han de ostentar héroes y soberanos para la seguridad de todos: INVICTAE VIRTVTI ET FORTVNAE, a su valor y fortuna invencibles, dedicaron los sevillanos la estatua de Hércules, y a la derecha se lee en la de Julio César, IMPERATORI INVICTISSIMO, al muy victorioso general.

SENATVS POPVLVSQVE HISPALENSIS

Tiene también su razón las dos denominaciones de la corporación municipal que se emplea en cada inscripción: senatus populusque Hispalensis y ordo Hispalensium. En terminología de derecho público romano, recibe el nombre de ordo decurionum seguido del gentilicio de la ciudad correspondiente el regimiento que gobierna la ciudad con la autonomía prescrita en la lex municipalis dada por un magistrado romano en ejercicio. El nuevo estatuto que concedía la ciudadanía romana de pleno derecho a todos los hispalenses libres debió de ser otorgado[6] en el año 45 por Gayo Julio César (13-VII-101, 15-III-44 a. C.), cónsul IV sine collega y dictator. Este acto político creaba un vínculo de patronazgo y clientela entre el prócer romano y el municipio que se reflejaba en su denominación oficial, colonia Iulia Romula Hispalis. /p. 79/ En cambio, el término senatus populusque se reserva para designar el órgano estatal de una ciudad libre y soberana, como bien podría ser Híspalis cuando Hércules la hubiese fundado, pero no cuando se constituyó en municipio en virtud de una ley del senatus populusque Romanus. Debió de tener en cuenta esa distinción el experto redactor de estos epígrafes, pese a la vaguedad terminológica que contiene el uso de estos vocablos en circunstancias históricas e instituciones diferentes. La expresión latina senatus populusque recogería fielmente el carácter heterogéneo del gobierno de la ciudad altomoderna, a saber, regidores, caballeros venticuatros nombrados por el rey, y jurados, elegidos popularmente por las collaciones. Como es obvio, el clasicizante acrónimo del Ayuntamiento de Sevilla, S. P. Q. H.,[7] se repetirá sólo en la inscripción latina de la columna de Julio César.

Las inscripciones de los pedestales

En los pedestales de la base sólo hay una inscripción en cada columna, situada en la cara frontal. En la de Hércules está la redactada en castellano, al contrario de lo que se ha venido repitiendo desde que en los Anales de Ortiz de Zúñiga se transcribieron impresos por primera vez los textos de las inscripciones de la Alameda, hasta publicaciones actuales tanto académicas como divulgativas.[8] Se trata de una inscripción conmemorativa que da cuenta del reinado, gobernador, actuación e intervinientes en la obra. Tal reza, pues, la lápida del pedestal de Hércules sin las arbitrarias modificaciones gráficas en que incurren todos los que la han reproducido: /p. 80/

                        REINANDO EN CASTILLA EL CATOLICO I MVI AL

                        TO I PODEROSO REI DON FELIPE II Y SIENDO A

                        SISTENTE EN ESTA CIVDAD EL IILMO S. CONDE

                        DE BARAIAS MAIOR DOMO DE LA REINA

5                 NVESTRA S. LOS IILMOS SS. SEBILLA MANDARON

                        HAZER ESTAS FVENTES I ALAMEDA I TRAER EL

                        AGVA DE LA FVENTE DE EL ARÇOBISPO POR IN

                        DVSTRIA, ACVERDO, Y PARECER DEL DICHO S. A

                        SISTENTE, SIENDO OBRERO MAIOR EL MAG

10                    NÍFICO S. JVAN DIAS IVRADO. ACABOSE EN EL

                        AÑO DE M D L XXIIII.

Lo cual resulta, modernizando ortografía y puntuación y desarrollando abreviaturas, de la siguiente manera:

Reinando en Castilla el católico y muy alto y poderoso rey don Felipe II, y siendo asistente en esta ciudad el ilustrísimo señor conde de Barajas, mayordomo de la reina[9] (5) nuestra señora, los ilustrísimos señores, Sevilla,[10] mandaron hacer estas fuentes y alameda, y traer el agua de la fuente del Arzobispo por industria, /p. 81/ acuerdo y parecer del dicho señor Asistente, siendo obrero mayor el magnífico (10) señor Juan Díaz, jurado.[11] Acabóse en el año de 1574.[12]

La otra inscripción, en latín, está donde debidamente corresponde, en el pedestal del gran prosista romano cuya pluma sacó a la antigua Híspalis de los rincones de la Prehistoria, pues no se ha conservado ninguna mención de la ciudad, ni siquiera epigráfica, antes de la de Julio César en sus Comentarios de la guerra civil (II 18,1 y 20,4),[13] y no deja de ser relevante el hecho de que fuera el mismo personaje histórico que confiriera a la ciudad su estatus municipal dentro del Imperio Romano: Julio César no sólo fue patrón de Híspalis sino también una especie de padrino en la historia y la cultura; pero este reconocimiento, aunque implícito, ha quedado encerrado arriba en los epígrafes capitales de la peana. La que nos ocupa exalta la munificencia del gobernador real con una estudiada descripción del proceso. A pesar del tiempo transcurrido sólo se han deteriorado las letras colocadas entre corchetes: /p. 82/

            D. FRANCISCO ZAPATAE COMITI BARAIEN. HVIVS VRBIS

            MODERATORI VIGILANTISS. REGIAE PRAEFECTO DIGNISS.

            IVSTITIAE CVLTORI AEQVISS. QVOD HANC COENOSAM

            ANTE ET NEGLECTAM PALVDEM A TOTIVS VRBIS

5          COLLVVIE REPVR[G]AVERIT IN AMPLISSIMAM AR[E]

            AM FRONDOSO NEMORE CONSITAM FONTIBVSQ.

            PERENNIBVS IRRIGVAM CONVERTERIT CIVIBVS COE

            LVM SALVBRIVS [AV]RAMQ. [F]RI[GI]DIOREM SVB

            AESTVANTE SIR[IO] REDDIDE[RIT] ARCHIEPISCOPA

10        LIVM AQVARVM [RIV]VM V[E]TVSTATE ET NEGLI

            GENTIA INTERR[VPT]VM A NA[TIVA] SCATVRIGINE

            RESTITVTVM [IN V]ARIOS VRBIS VICOS MAGNO SI

            TIENTIS POPVLI S[OLATI]O DE[RIVARIT] HERCVLEAS

            COLVMNAS HERC[VLEO] PENE [LA]B[OR]E TRANSTVLE

15        RIT VRBEM PORTIS MAGNI[FICE] STRVC[TIS] ILLVSTRAVE

            RIT EAMQ. HVMANI[SSIME R]EXERIT S. P. Q. H.

            AMO[RIS E]T GRATITVDI[NIS] ER[GO] P. P. ANNO 1578.

            Para que pueda leerse en latín con facilidad, sigue una edición del texto de la inscripción con resolución de abreviaturas en cursiva y pertinente puntuación.

Domino Francisco Zapatae comiti Baraiensi, huius urbis moderatori uigilantissimo, regiae praefecto dignissimo, iustitiae cultori aequissimo, quod hanc caenosam ante et neglectam paludem a totius urbis (5) colluuie repurgauerit, in amplissimam aream frondoso nemore consitam fontibusque perennibus irriguam conuerterit, ciuibus coelum salubrius auramque frigidiorem sub aestuante Sirio reddiderit, Archiepiscopalium (10) aquarum riuum, uetustate et negligentia interruptum, a natiua scaturigine restitutum, in uarios urbis uicos magno sitientis populi solatio deriuarit, Herculeas columnas Herculeo paene labore transtulerit, (15) urbem portis magnifice structis illustrauerit eamque humanissime rexerit, senatus populusque Hispalensis amoris et gratitudinis ergo publice posuit anno 1578.

            El magnífico epígrafe corresponde al tipo romano de inscripciones honoríficas y conmemorativas mediante la cual se elogia al gobernante por los servicios prestados a la comunidad, cuya junta rectora, en este caso el ayuntamiento, promueve la dedicatoria tributada. La disposición del texto presenta el esquema habitual de esta fórmula epigráfica: en primer lugar, el receptor del homenaje con sus títulos y cargos desempeñados (líneas 1-3); sigue la descripción de la munificencia, que se abre con la proposición causal QVOD y discurre a través de las siete formas verbales (REPVRGAVERIT 5, CONVERTERIT 7, REDDIDERIT 9, DERIVARIT 13, TRANSTVLERIT /p. 83/ 14, REXERIT 16) que centran el completo resumen de su actuación gubernativa (líneas 3-16); termina con el mencionado acrónimo clasicizante de los promotores de la dedicatoria (S.P.Q.H., 16), que rige sintácticamente la totalidad del párrafo:

  A don Francisco Zapata, conde de Barajas, diligentísimo Asistente de esta ciudad, meritísimo mayordomo de la Casa Real, integérrimo cumplidor de la justicia, por haber saneado de la inmundicia de toda la ciudad esta que fue antes laguna cenagosa y descuidada (5), convirtiéndola en una amplísima plaza sembrada de una frondosa alameda y regada por fuentes perpetuas, con lo que devolvió a los ciudadanos un ambiente más saludable y un aire más fresco bajo el ardor de la canícula, por haber encauzado desde su originario manantial el arroyo (10) de Aguas del Arzobispo, cortado por vejez y abandono, para desviar sus aguas a varias parroquias de la ciudad en alivio del pueblo sediento, por haber trasladado con un trabajo casi hercúleo las columnas de Hércules (15) y haber engalanado la ciudad con puertas magníficamente construidas, gobernándola con suma benevolencia, el regimiento y pueblo de Sevilla, en testimonio de amor y gratitud, dispuso este público reconocimiento en el año 1578.[14]

Las inscripciones apócrifas

            Estas son, en realidad, las dos únicas inscripciones extensas que hay y siempre ha habido en las columnas del lado sur de la Alameda. No obstante, desde la descripción en la primera edición de los Anales de Ortiz de Zúñiga, al igual que señalaba respecto a la errónea ubicación de estas lápidas realmente existentes, tanto curiosos reporteros como eruditos locales han venido incluyendo otras dos inscripciones latinas alusivas al parangón entre Hércules con Carlos V y Julio César con Felipe II que nunca fueron colocadas, ni en los pedestales de la base, ni arriba en las peanas de las estatuas. Pese a esta clamorosa ausencia, para el viajero Antonio Ponz, “estas inscripciones con alusión a Carlos V y Felipe II están escritas en bellos caracteres”, y el historiador y arqueólogo José /p. 84/ Amador de los Ríos llegó a afirmar que con las estatuas se aludía “al emperador Carlos V y a Felipe II, su hijo, según se colige de las leyendas latinas, que se conservan en sus pedestales”.[15] Sólo el concienzudo Félix González de León afirma haber transcrito esas inscripciones inexistentes para que no las echaran en falta quienes las hubieren leído en los Anales de Ortiz de Zúñiga, “y porque efectivamente se compusieron con el objeto referido, mas no se grabaron, tal vez por no caber en el pedestal su contenido”, refutando así la afirmación del benemérito cronista cuando, al declarar la fuente de sus datos, certificaba al mismo tiempo su ilegibilidad epigráfica: “Hállanse estas inscripciones en papeles de aquel tiempo, y las tenía entre otras recogidas de Sevilla Don Gonçalo Argote de Molina, de que las copié, porque en los pedestales de las estatuas gastados del tiempo no están ya legibles”.[16]

Adviértase a este efecto que en ninguna de las descripciones anteriores a la edición príncipe de los Anales (1677) hay la menor alusión a dicho parangón clasicizante ni a sus inscripciones. No las mencionó el notario apostólico Francisco de Sigüenza (1579) un año después de la instalación de la lápida latina, quien tan sólo se detuvo en las inscripciones para citar la cláusula que describe el hercúleo trabajo del espectacular traslado de las columnas, que debió de causar, como veremos, sensación en la ciudad: Herculeas columnas Herculeo paene labore transtulerit (13-15)[17]; mención en la que bien pudo captar la comparación que se sugiere entre la fortaleza del héroe fundador de la ciudad y la energía del asistente o el esfuerzo de los operarios.[18] Tampoco /p. 85/ aludió al parangón ni a sus epígrafes, que por entonces no se conocían en letras de molde, Alonso de Morgado (1549-1597), limitándose a resumir, en su sin embargo detallada descripción de la Alameda y sus fuentes, algunos aspectos del contenido de las inscripciones española y latina: “en el espacio y llano de los grandes pedestales se leen dos letreros en tablas de mármol”.[19] Los visitantes alemanes de aquellos mismos años, el noble silesiano Erich Lassota von Steblau (1583)[20] y el lipsiense Jakob Cuelbis (1599)[21], tampoco se refirieron a esas inscripciones apócrifas o al mencionado parangón en sus admiradas descripciones, y ni aparece siquiera sugerido en los motivos de la arquitectura efímera del recibimiento tributado en la ciudad a Felipe II antes de la proyección de estas obras públicas.[22]

En esos mismos años del gobierno del asistente Barajas, pasó en Sevilla el menos elogioso tramo de su vida el poeta, músico y futuro humanista Vicente Espinel (1550-1624).[23] Según lo que se infiere de una sátira procaz que escribió por esos años, así como del componente autobiográfico de su famosa novela Marcos de Obregón, buena parte de sus peripecias de parranda y /p. 86/ libertinaje debió de correrla el erudito escritor rondeño en la Alameda, dónde si no, y por la cercana parroquia de Omnium Sanctorum, a cuya espalda estaba el palacio del marqués de la Algaba, a quien servía como escudero: “Yo no paré, hasta llegar a tomar descanso a la sombra de dos amigos, Hércules y César, que están en dos altísimas colunas, a la entrada del alameda, que hizo aquel gran cavallero don Francisco Zapata, conde de Barajas, que tantas deshizo en Sevilla”.[24] Espinel había estudiado en Salamanca, durante el curso del proceso inquisitorial contra Fray Luis (1572), y más tarde se graduaría como maestro en Artes en Alcalá (1599); aparte de tocar la guitarra, escribía versos en latín,[25] y a eso sólo se aprende en un estudio regular. Pese a tal bagaje cultural con el que podría entender las inscripciones, no deberíamos esperar alusiones más o menos claras al parangón de los estilitas de la Alameda con el rey y su padre el emperador, pues resultarían harto irreverentes en los obscenos versos de su sátira: “guardando con su porra el ancho rabo / responde Alcides[26]: ‘Guarde Dios mi culo.’ / ¡Que tras tantas hazañas que os alabo, / de un lugar tan sucio, feo y enorme / guardagolpes[27] vengáis a ser al cabo! / Venga Zapata y su jardín reforme, / que pues lo hizo al culto de Diana / no es bien que al de Venus se transforme”.[28] Es más, que se hayan escrito versos de este jaez sirviéndose del motivo de los personajes de las columnas ratifica la inexistencia absoluta en el flamante monumento de cualquier elemento alusivo a la regia e imperial comparación, dado que el mismo comienzo de la sátira, “Invicto César, Hércules famoso”, da pie a pensar que se trataba del mismísimo emperador al recordar, entre otros exaltados encomios, el título de conocidas obras como Carlo famoso, de Luis Zapata, un indigesto poema de 50 cantos en octavas reales ya publicado por aquellas fechas (Valencia: Ioan /p. 87/ Mey, 1566), o la primera gran biografía del césar Carlos, La vita dell’invittissimo Imperator Carlo Quinto, de Alfonso de Ulloa, con numerosas ediciones desde la príncipe (Venecia: Vincenzo Valgrisi, 1560): una irreverencia tal podría haberle costado la vida.

Cuestión diferente a este punto del apócrifo parangón será el simbolismo de las columnas y la comparación retórica sólo del emperador que la literatura de la época explotó hasta la saciedad,[29] lo cual debió de contribuir sin duda al taxativo y exagerado aserto de Gestoso de que en las estatuas de Hércules y César “veían los sevillanos clara alusión a la grandeza de Carlos V y de su hijo D. Felipe”.

Así pues, como ya se ha visto, es en una obra inédita del conocido genealogista e historiador sevillano Gonzalo Argote de Molina (1549-1596) de donde Ortiz de Zúñiga tomó el texto de esas dos inscripciones latinas del doble parangón que no se llegaron a grabar y publicó él por primera vez creyendo que sí lo estaban, o bien, al no hallarlas en los pedestales, dedujo que deberían de estar en las peanas de las esculturas a partir de la afirmación de Argote de que ambas estatuas, la de Hércules y la de Julio César, llevaban “cada una su letra”. Sea como fuere, de los mismos apuntes inéditos del genealogista extrajo Ortiz de Zúñiga la idea de este doble parangón que sólo desde la edición príncipe de sus Anales empezaron a repetir los paisanos y forasteros que describieron el monumento. Veremos a continuación estas dos inscripciones, definitivamente apócrifas como documento epigráfico, transcribiéndolas con su edición y traducción tal como aparecen en la mejor copia, el folio 39 del manuscrito 58-5-41 de la Biblioteca Capitular y Colombina de la Catedral de Sevilla:

                                    Herculi Augusto

            IMP. CAES. CAROLO.V. AVGVSTO. REG. PHILIPPI. F. REG.

            FERDINAN. NEP. REG. IOAN. PRONEPO. PIO. FOELICI.

            GALLICO. GERMANICO. INDICO. TVRCIC. APHRICANO.

5          Qui Longe VLTRA HERCVLIS COLVMNAS PER NOVVM

            ORBEM PROPAGATA GLORIA IMPERIVM OCCEANO

            FAMAM COELO TERMINAVIT; SACRATISSIMO

            HEROI, ET DE CRISTIANA REP. MERITISS. AETERNAE /p. 88/

            PIETATIS, ET VIRTVTIS ERGO. S. P. Q. H.

10        SACRAE MEMORIAE MAIESTATI. Q. EIVS DICATISSIMVS

                                    D. D.

Herculi Augusto. Imperatori Caesari Carolo V. Augusto regis Philippi filio, regis Ferdinandi nepoti, regis Ioannis pronepoti, pio, foelici, Gallico, Germanico, Indico, Turcico, Aphricano, (5) qui longe ultra Herculis columnas per nouum orbem propagata gloria imperium oc[c]eano, famam coelo terminavit, sacratissimo heroi et de Christiana republica meritissimo aeternae pietatis et uirtutis ergo senatus populusque Hispalensis (10) sacrae memoriae maiestatique eius dicatissimus dedit, dicauit.

(A Hércules augusto, al emperador césar Carlos quinto, augustohijo del rey Felipe, nieto del rey Fernando, biznieto del rey Juan, piadoso, afortunado, Gálico, Germánico, Índico, Túrquico, Africano, (5) el cual, habiendo propagado su gloria más allá de las columnas de Hércules a través del Nuevo Mundo, delimitó su imperio con el océano y su fama con el cielo,[30] al santísimo héroe que prestó a la cristiandad los más grandes servicios, por su eterna piedad y virtud, el regimiento y pueblo de Sevilla (10) concedió y dedicó este monumento a su santa memoria y majestad.)

En el vuelto del mismo folio 39 está la de Felipe II:

                     LIBERALIT. AVG.

            PHILIPPO. II. DIVI CAROLI F. MAGNI PHILIPP. NEP. DIVI

            MAXIMIL. PRONEP. DIVI FREDERIC. ABNEP. PIO

            FOEL. MAXIMO, CATHOLICO, GERM. FRANC.

5          BRITANIC. BELGIC. INDIC. APHRICAN. TVRCIC.

            TERRA, MARIQVE IMP. INVICTISS. QVOD NOVIS

            ORNAMENTIS, ET PRAEROGATIVIS CONTRIBVTIS,

            ETIAM, ET ADIVDICATIS INLVSTRIB. MVNICIPP.

            HANC VRBEM, ANTE ALIAS AVXERIT; ATQVE

10        HONESTAVERIT. OPTIMO PRINCIPI ET ROMVLEN.

            COL. INSTAVRATORI. INDVLGENTISS. ORDO

            HISPALENSIVM. D. D.

Liberalitati Augustae. Philippo II. diui Caroli filio, magni Philippo nepoti, diui Maximiliani pronepoti, diui Frederici abnepoti, pio, foelici, maximo, catholico, Germanico, Francico, (5) Britannico, Indico, Aphricano, Turcico, terra marique imperatori invictissimo, quod nouis ornamentis et praerogatiuis contributis etiam et adiudicatis inlustribus municipiis hanc urbem ante alias auxerit /p. 89/ atque (10) honestauerit, optimo principi et Romulensis coloniae instauratori indulgentissimo ordo Hispalensium dedit, dedicauit.

(A la generosidad augústea. A Felipe segundo, hijo del sacro emperador Carlos, nieto del gran Felipe, biznieto del sacro emperador Maximiliano, tataranieto del sacro emperador Federico, piadoso, afortunado, máximo, católico, Germánico, Fránquico, (5) Británico, Índico, Africano, Túrquico, invicto generalísimo por tierra y mar, porque acrecentó y (10) honró a esta ciudad por encima de las otras otorgándole nuevas distinciones y prerrogativas e incluso adjudicándole ilustres municipios, a su óptimo soberano que instituyó la colonia Rómula con enormes munificencias, el concejo de los sevillanos concedió y dedicó este monumento.) 

No tiene nada de extraño que haya quedado desechado este primer proyecto epigráfico para hacerlo público en el monumento, no tanto por unos defectos gráficos achacables al proceso de copia, sino por la falta de elementos para redondear el propuesto parangón de Felipe II con Julio César. Si bien el redactor se esfuerza en vincular las inscripciones de las peanas mediante idénticas denominaciones latinas de la autoridad municipal hispalense (S.P.Q.H., 9, y ordo Hispalensium, 11-12), lo cual indica o que estos textos no grabados fueron posteriores a aquellas o, mejor, son del mismo autor, resulta incongruente aplicar al soberano reinante beneficiario de la dedicatoria el título de “instaurador de la colonia Rómula” (10-11). Aparte de estas alusiones basadas en la inscripción de su pedestal, no hay otra referencia a Julio César, a no ser que se quiera entender en el sintagma que abre este epígrafe, “Liberalitati Augustae[31] (1), la mención, harto vaga por lo demás, de una de las cualidades que como gobernante le atribuye comúnmente la tradición clásica, liberalitas, además de la de general invencible (6), que también se recoge en la enumeración de títulos aplicados a un Felipe II bajo cuyos auspicios se habían alcanzado por entonces los no pequeños triunfos de San Quintín y Lepanto.

            Augusto, el título que el senado romano concedió al generalísimo (imperator) César Octaviano en el año 27 a. C., es el sobrenombre que ostentaron todos los emperadores romanos antiguos y medievales. El aparato de propaganda de Carlos V, titular del Sacro Imperio Romano Germánico, aprovechó el otro sobrenombre de Caesar, habida cuenta de que en el purista latín ciceroniano que practican los humanistas imperator sólo significa general jefe. Pero Felipe II no heredó la titularidad del Imperio, y aunque le prodigaron los apelativos imperiales de César y Augusto en panegíricos y dedicatorias, este epígrafe ficticio no se los aplica; sin embargo, en la enumeración de su progenie, en la más /p. 90/ pura tradición epigráfica romana, procura conectar con la línea directa paterna hasta el segundo emperador de la Casa de Austria, Federico III de Habsburgo (1415‑1493); en cambio, en el apócrifo de Carlos V se remonta con la Casa de Aragón hasta Juan II, que coincide en nombre y orden con su otro bisabuelo rey de Castilla; esta enumeración del linaje real del emperador parece una síntesis epigráfica de la decoración de la sala capitular, en cuya bóveda están esculpidos los retratos de los reyes desde Don Pelayo a Carlos I, que fue concluida pocos años antes de acometerse la obra de la Alameda.[32] Los cognomina ex uirtute, los sobrenombres que ostentaron personajes romanos a partir del país o pueblo vencido, se ven incrementados en la secuencia filipina con Britannicus (5), esto es, Inglaterra, donde fue rey antes que en España por su matrimonio con María I Tudor (1554-1558).[33] Bella gerant alii, tu, felix Austria, nube. / Nam quae Mars aliis, dat tibi regna Venus (“Hagan guerras los otros; tú, afortunada Austria, cásate; pues los reinos que a los otros da Marte, a ti Venus te los concede”), cantaban no sin mica salis poetas y humanistas cortesanos desde los tiempos de la política matrimonial del longevo emperador Federico III.[34] El sometimiento del enemigo vencido comportaba una relación de patronazgo en el nuevo marco jurídico de la dominación (imperium) romana, al menos en teoría; y por tal motivo, estos sobrenombres “por una valerosa hazaña” no contienen en exclusiva el carácter militar y bélico que tuvieron en principio.[35] El honorífico apodo podía ser heredados por el hijo mayor, tal en este caso GERMANICO (4), si no apunta, en la misma idea anterior, a su cuarto y último matrimonio con Ana de Austria (1570). Por lo demás, los cognomina GERMANICVS, TVRCICVS, AFRICANVS, INDICVS figuran en los arcos triunfales de /p. 91/ la entrada del príncipe Felipe en Génova en 1548, dedicados a su augusto padre.[36]

            Con todo, el epígrafe de Felipe II aporta un dato de índole histórica que, desde la errónea interpretación de Ortiz de Zúñiga, nunca ha sido explicado, ni mucho menos indagado a partir de esta falsa inscripción repetidamente publicada; se trata del sintagma ADIVDICATIS INLVSTRIB. MVNICIPP. (8). Gracias a los estudios sobre la política económica de este período, sabemos que, en compensación de asientos y donativos de fuertes cantidades de dinero pedidos directamente al Regimiento sevillano, la Corona adjudicó al municipio hispalense por real cédula de 1573 la jurisdicción sobre varias villas extremeñas pertenecientes al maestrazgo de Santiago, Almendralejo, Montemolín, Monesterio, Medina de las Torres, Calzadilla y Fuente de Cantos, las cuales serían enajenadas a comienzos del XVII.[37] No será aventurado proponer que a tales operaciones de la hacienda real se está refiriendo esta proposición adverbial donde se emplea con toda propiedad el vocablo de latín jurídico adiudicare. Y este dato, más que las tópicas referencias hercúleas del epígrafe carlino, confiere carta de autenticidad a los textos de este descartado proyecto de inscripciones para el monumento de la Alameda que se nos ha conservado únicamente en los papeles inéditos de Gonzalo Argote de Molina.

Los Apuntamientos históricos de Argote de Molina

Esta obra del genealogista e historiador, como indica su título, Aparato o apuntamientos para escribir la historia de Sevilla, consiste en una recopilación de notas para la historiografía local que preparó el joven don Gonzalo antes de 1575, datación que se deduce tanto de una apostilla final del propio autor de la que se infiere que aún vivía el cosmógrafo Jerónimo de Chaves (1523- /p. 92/ 1574), como del uso del apellido Zatico, también paterno, en vez de Argote, que abandonó definitivamente desde su primera edición de El Conde Lucanor en 1575, pues la fecha de 1592 que consta en las copias actualmente existentes es una clara interpolación a partir de una confusión que se originó durante el proceso de una copia anterior.[38]

Pero la copia de 1693 de Aparato para la historia de Sevilla muestra una tercera inscripción extraordinariamente parecida a la latina que terminó por colocarse en el frontal del pedestal de la columna de Julio César. El texto de este epígrafe, que publico y traduzco por primera vez, estaba sin duda también en la copia de los apuntes de historia local de Argote que manejó en su momento el analista Diego Ortiz de Zúñiga (1633-1680), quien decidiría no reproducirla al convencerse de que no había sido grabada por coincidir su contenido con aquella que le habían comunicado que estaba colocada, aunque en pedestal erróneo, según se ha demostrado. En efecto, este manuscrito del esbozo histórico de Argote de Molina que se conserva en el fondo Capitular de la Biblioteca Colombina es el más antiguo que existe de esa obra y es copia directa de otro al que se refiere el propio Ortiz de Zúñiga en la mención del paradero de sus fuentes.[39] Por otra parte, hemos podido comprobar por el cotejo de las copias señaladas en los repertorios y estudios sobre este autor, que no hay la menor noticia de ninguna de las inscripciones realmente instaladas. Todo lo cual conduce a considerar que el joven Gonzalo Argote, o Zatico, de Molina recogió los epígrafes de un proyecto con mayor carga de tópicos humanistas para el conjunto del monumento que, pese a quedar finalmente /p. 93/ descartado en su totalidad, encontraría una parcial difusión gracias a la recepción dispensada por los eruditos.

La ignorada inscripción anónima y el epigrama del licenciado Pacheco

El extenso epígrafe latino de las notas de Argote de Molina, que ha pasado inadvertido hasta ahora en las descripciones y estudios publicados sobre la pequeña historia de la Alameda,[40] posee mayor calado literario y aun lingüístico, por más que resulte menos eficaz para su objetivo conmemorativo si lo comparamos con la inscripción que quedó instalada en el pedestal de Julio César. Como hemos visto, el epígrafe de ésta sigue el esquema habitual de las inscripciones honoríficas y conmemorativas con la enumeración precisa de todas las actuaciones gubernativas del prócer homenajeado, cuyo nombre encabeza la inscripción; en cambio, en la elegante, o pretenciosa, composición de los papeles de Argote, se expresa la alabanza del asistente Barajas de una manera indirecta y netamente literaria, más propia de un cenáculo poético que de la marmórea propaganda pública, aunque bien pocos llegasen a explicársela. El famoso aserto de Oscar Wilde, “to be obvious is to be inartistic”, es de universal aplicación metodológica.

A continuación transcribo este epígrafe con sus grafías y abreviaturas tal como se hallan en la copia más antigua[41], que podríamos denominar codex optimus, adoptando en la edición crítica y traducción su misma disposición lineal. El carácter de descripti de los demás códices exime la elaboración de stemma y conspectus siglorum que singularizaría insignificantes variantes o simples errores de copia[42]. Indicio de esta dependencia resulta la idéntica transcripción en todos los manuscritos (codd.) de palabras abreviadas o /p. 94/ arcaizantes que pueden presentar dificultad de comprensión a copistas apresurados, tales como QVOIVS (6), VOS (10), MILIAR. (15), la frase en griego (24), etc.

            SI NON IGNARVS SIS, SIVE CIVIS, SIVE HOSPES, PVBLICIS

            DELICIIS ET COMMODIS GRATVLARE, QVI VASTAM OLIM

            ET IMMANEM PLANICIEM ET VRBANAE ELVVIONIS

            QVASI COMMVNE COMPLVVIVM IN AMOENISSIMAM

5          SYLVAM SVBITO FORMATAM VIDES, NAE MVLTVM

            INDVSTRIA VIRTVS POLLET, QVOIVS ERGO FRANCISCVS

            ZAPATA. V. C. COMES BARAGIEN. IN LVSTRISS. PRAEF.

            VRBIS HASCE AMENITATES EX S. C. PEC. PVBL.

            PVBLICAE VOLVPTATI DICANDAS CVRAVIT.

10        HERCVLANAS COLVMNAS, SIC ENIM VOS DOCTIS

            DICIER AVGVSTISS. MAIESTATI HVIC DEDICAVIT.

            AQVAE ARCHIEPISCOPAL. RIVOM. VETVSTATE DILAPSVM

            TVBVLIS QVONDAM INTERRVPTIS, ET ALIAS FRVSTRA

            TENTATIS CAPITALI SCATEBRA PER CAECOS MEATVS

15        SVBTERFVGIENTE AB SECVNDO, VSQVE MILIAR.

            REPETITA, NON TAM VRBI RESTITVIT, QVAM ANIMOSE

            INCHOAVIT; ET FOELICITER IN TREIS HOSCE PVLCHER-

            RIMOS FONTEIS PERDVXIT, DERIBATIS ETIAM IN

            DIVERSAS VRBIS REGIONES SALIENTIBVS INCOMPARABILI

20        SITIENTIS POPVLI COMPENDIO ET SOLATIO. QVARE

            NISI INVIDVS FVAS TANTIS ORNAMENTIS

            ADLVBESCE; NISI MALIGNVS INDVSTRIAM LAVDA,

            SI NON SEVERVS DELICIIS FRVERE. SI SOBRIVS BIBE.

                   ΑΡΙΣΤΟν ΜΕν υΔωΡ.

25                       OPTIMA QVIDEM AQVA.

Si non ignarus sis, siue ciuis, siue hospes, publicis deliciis et commodis gratulare, qui uastam olim et immanem planiciem et urbanae eluuionis quasi commune compluuium in amoenissimam (5) siluam subito formatam uides: nae multum industria uirtus pollet! Quoius ergo Franciscus Zapata uir clarissimus comes Baragiensis inlustrissima praefectura urbis hasce amoenitates ex senatus consulto pecunia publica publicae uoluptati dicandas curauit; (10) Herculanas columnas (sic enim uisum doctis dicier) Augustissimae maiestati huic dedicauit; aquae Archiepiscopalis riuom, uetustate dilapsum tubulis quondam interruptis et alias frustra tentatis, capitali scatebra per caecos meatus (15) subterfugiente ab secundo usque miliario repetita, non tam urbi restituit quam animose inchoauit et foeliciter in treis hosce pulcherrimos fonteis perduxit, deriuatis etiam in diuersas urbis regiones salientibus incomparabili (20) sitientis populi compendio /p. 95/ et solacio; quare nisi inuidus fuas tantis ornamentis adlubesce, nisi malignus industriam lauda, si non seuerus deliciis fruere, si sobrius bibe: ¥riston mn Ûdwr, (25) optima quidem aqua.

5 siluam scripsi : SYLV- aliquot codd· 7 inlustrissima uel illustr- scripsi : IN LVSTRISS. aliquot codd· 10 uisum conieci : VOS codd. · 20 solacio scripsi : SOLATIO codd.

Comienza este elaborado epígrafe con una apelación al transeúnte para que contemple y valore la mejora de esa zona urbana antes degradada (1-5):

Si no eres un ignorante, ya seas paisano, ya forastero, te congratularás por las delicias y utilidades públicas tú, que ves una explanada, otrora vasto y descomunal descampado a modo de sumidero general del desagüe urbano, transformada de pronto en una placenterísima arboleda:

Estos hechos destacados en el apóstrofe al caminante están recogidos en las dos primeras acciones integradas en la frase de la inscripción grabada que expresa la causa del homenaje, pero en ésta, antes de mentar al homenajeado, se exaltan por medio de un epifonema los valores del ideario humanista de VirtusIndustria y Diligentia, término sugerido por el adverbio subito (5), que han presidido el eficaz gobierno del asistente (5-9):

¡A fe que mucho puede la virtud junto con la actividad! En razón de la cual el ilustrísimo señor don Francisco de Zapata, conde de Barajas, durante su distinguidísimo gobierno procuró que estos sitios deliciosos de la ciudad fuesen destinados al deleite popular según decreto del cabildo con dinero público;

La amenidad que contempla el paseante se debe al dinamismo del gobernador real. La intervención municipal se ve reducida a mera fórmula administrativa y a la prosaica tarea de afrontar los gastos, pero en pro del bienestar general, destacado aquí mediante un poliptoton que subraya la munificencia de la acción de gobierno: el gasto público revierte en provecho público. Fabuloso ideal materializado en este espacio urbano que fue el primer jardín público de Europa. Tal mensaje de corte propagandístico no quedó tan claramente expresado en la inscripción grabada, cuyas tres primeras líneas se emplean al nombre, título y cargos del homenajeado y sus elogios igualmente convencionales, pero que responden, como veremos, a criterios definidos del gobierno del Rey Prudente.

Con la siguiente frase se reafirma la hipótesis de que este texto iba a ser inscrito en los pedestales de las columnas formando cuerpo con las dos /p. 96/ inscripciones latinas nunca grabadas que versan sobre el mencionado parangón con los soberanos de España (10-11):

las columnas de Hércules, pues así les ha parecido[43] a los doctos que se llamen, dedicó a la muy augusta majestad aquí presente;

            El demostrativo latino “huic” denota presencia y cercanía al emisor del mensaje,[44] que se subraya en este sintagma por situarse pospuesto a su determinado, la majestad augusta del emperador Carlos V, a quien claramente se dedicaba la columna con la estatua de Hércules, según reza el texto de la primera inscripción apócrifa, HERCVLI AVGVSTO IMP. CAES. CAROLO V. AVGVSTO (1-2).

A continuación, el inédito epígrafe da cuenta de lo que fue el objetivo de la obra y eje de la actuación urbanística, la traída de agua del antiguo manantial reparado y su distribución por algunos barrios y en tres artísticas fuentes en la nueva plaza, lo cual se debió a la energía y capacidad de trabajo del asistente (12-20):

el arroyo del Agua del Arzobispo, que se había desparramado a causa de su antigüedad, rotas en tiempo anterior sus tuberías e intentadas en otras ocasiones sin resultado, canalizando desde el segundo miliario su manantial, (15) que escapaba a través de ocultos regueros,[45] culminó su recuperación para la ciudad con la misma energía con que la emprendió, y lo condujo con éxito hasta estas tres hermosísimas fuentes, haciéndolo derivar tambien en caños que brotaban en diversas zonas de la urbe (20) para imponderable provecho y solaz del pueblo sediento;

Concluye el desaprovechado epígrafe con otra apelación al caminante a modo de composición anular que discurre en gradación aminorada (gradatio /p. 97/ a maiore) hasta rematar con un aforismo presocrático que se enuncia en la lengua misma de la Hélade:

Por tanto, a no ser que seas envidioso, complácete en tamaños ornamentos; a no ser que seas mezquino, elogia la laboriosidad, si no eres un puritano, disfruta de las delicias, si no eres abstemio, bebe: (25) pues el agua es buenísima.[46]

Nos explicamos fácilmente que se hubiera desestimado esta propuesta epigráfica no ya por haberse adoptado una disposición y discurso ajenos a las fórmulas habituales en este tipo de inscripciones, sino por los insistentes guiños literarios y culturales que, a través de arcaísmos más o menos abstrusos (nae,[47] quoius, dicier, riuom, fuas), cuando no de puras disquisiciones teóricas de los gramáticos romanos desenterradas por los impresores renacentistas (treis fonteis[48]), llegan a su colmo con la frase en griego del comienzo de la primera Olímpica de Píndaro.[49]

Nos encontramos, pues, con la copia de un documento escrito en las mismas fechas de instalación de las columnas, estatuas y lápidas, a todas luces anterior al epigrama del licenciado Francisco Pacheco (1535-1599) titulado “En la Alameda de Sevilla”,[50] dado que del contenido de este último se deduce claramente el término de toda la actuación urbanística del asistente: /p. 98/

            Hic ubi iam siluas et amoenas fontibus umbras

               laetaque deliciis adspicis arua nouis,

            et coelo eductas operosa mole columnas

               (non minor Herculea dedicat arte labor),

5          compluuium commune urbis, miraberis hospes,

               infamisque alto rudere campus erat.

            Ordo dedit sumtus, magni praetura Sapatae

               ingenium et genium sumtibus ipsa dedit.

            Pro quibus officiis grates urbana uoluptas,

10           quas pote, pro tanto munere laeta refert

            auctori publici decoris, qui reddidit urbi

               munus aquae, portas, moenia, templa, uias.

            (dum decumberet)

[Aquí, donde ahora contemplas arboledas y sombras con fuentes placenteras y huertos felices de insólitas delicias, y las columnas erigidas hasta el cielo con trabajosa mole, que consagra un esfuerzo tan grande como la hercúlea maniobra, (5) estaba —huésped, vas a asombrarte—el desagüe general de la urbe y un descampado degradante con montones de escombros. El ayuntamiento puso los gastos y a los gastos proporcionó artificio y talento el gobierno personal del gran Zapata. Por tales servicios, por tan gran munificencia, el regocijo de la ciudad da las gracias (10) que puede al promotor de la dignidad pública, que reintegró a la ciudad el don del agua, sus puertas, sus murallas, templos y calles. (Hasta que se derrumbe).]

Más aún, si comparamos este epigrama con el del ignorado epígrafe, encontraremos una serie de coincidencias por las que se podría considerar el inédito salvado por Argote de Molina como un esbozo o borrador en prosa de estos seis dísticos que se conservan en el manuscrito en su mayor parte autógrafo de las obras poéticas del dicho canónigo hispalense licenciado Pacheco, y han sido editados, traducidos y estudiados determinándose inequívocamente sus fuentes clásicas en el II epigrama del Libro de los espectáculos de Marco Valerio Marcial.[51] En esta composición epidíctica de exaltación de los magnos juegos de inauguración del Coliseo romano bajo el emperador Tito, el poeta de Bílbilis recurre al estilema hic ubi (“aquí donde”) característico del subgénero /p. 99/ literario de la alabanza de ciudades para ensalzar el feliz presente opuesto a un pasado ignominioso: “Aquí donde se erige la mole venerable del egregio anfiteatro estaban los estanques de Nerón” (Mart. Spec. 2.5-6). Es el mismo giro estilístico que emplea Pacheco en los 6 primeros versos de su epigrama: “Aquí donde ahora contemplas arboledas y deliciosas sombras con fuentes, [...] estaba el desagüe general de la ciudad y un denigrante erial atestado de escombros”. Igualmente, el autor del desatendido epígrafe de Argote utiliza ímplicitamente dicho estilema añadiendo un elemento no recogido en el epigrama de Pacheco pero que aparece claramente en el de Marcial, es decir, la rapidez y eficacia en la ejecución de las obras públicas: “Tú que ves una explanada, otrora vasto y descomunal descampado a modo de sumidero general del desagüe urbano, transformada de pronto en una placenterísima arboleda”; en efecto, en el sintagma SYLVAM SVBITO FORMATAM (5) se infiere una reminiscencia del verso del mismo poema a través de los determinantes subito y uelocia de análogo significado: hic ubi miramur uelocia munera thermas, abstulerat miseris tecta superbus ager (Mart. Spec. 2.7: “aquí donde admiramos los repentinos beneficios de unas termas, un soberbio campo había quitado sus techos a los desgraciados”).

La autoría de Francisco Pacheco

            Demasiadas son las coincidencias entre ambos textos para dejar de plantearnos la posibilidad de la misma autoría, toda vez que en ninguna de las copias del Aparato de Gonzalo Argote hoy existentes se dice que el genealogista sevillano fuese el autor de esas tres inscripciones, ni de esta que apostrofa al viandante ni de las que parangonan a los pétreos estilitas grecorromanos con Carlos V y Felipe II. Pero dicho planteamiento quedó resuelto, hace ahora un siglo casi, con la publicación de una carta autógrafa del propio Argote de Molina remitida desde Sevilla (13-IX-1574) al cronista Jerónimo Zurita (1512-1580), en la cual le adjuntaba “unas inscripciones del licenciado Pacheco para esta alameda de Sevilla; v. m. las mandará ver y dar copia de ellas al señor maestro Juan Pérez[52] juntamente con estas mis cartas”.[53] Que /p. 100/ estas inscripciones no han de ser este epigrama “En la Alameda de Sevilla” del mismo Pacheco, se deduce tanto del plural con que se refiere a las del envío, como de su contenido, sobre todo de las inscripciones del parangón, más propias del examen del cronista regio que una composición puramente literaria en verso sin visos claros de que fuera a ser grabada en un momumento público.[54] A mayor abundamiento, tanto el epigrama (portas, 12), así como también la inscripción del pedestal de Julio César (portis magnifice structis, 15), mencionan las obras en las puertas de la ciudad ejecutadas por mandato de Barajas a partir de 1576, hecho ni siquiera aludido en estos textos latinos sobre la Alameda de los papeles inéditos del genealogista e historiador en ciernes.

Pacheco y Argote participaron estrechamente en aquella comunidad de sabios humanistas que constituía la después llamada escuela poética sevillana, como bien señalará su sobrino el pintor Francisco Pacheco de los Ríos (1564-1644) en la semblanza dedicada al erudito coleccionista: “Ilustrado su entendimiento con la leción i comunicación de los más doctos de su tiempo, especialmente del licenciado Fran.co Pacheco, mi tío”[55], y el hecho de que estos /p. 101/ tres epígrafes obraran en poder del genealogista no viene sino a corroborar esta identificación y autoría, que podemos fácilmente extender también a la gran inscripción latina instalada en la basa de Julio César, habida cuenta que las de las peanas de las estatuas hay indicios claros de que fue también su autor Francisco Pacheco.

En efecto, en el fragmento de Francisco de Sigüenza del año 1579 antes mencionado, uno de los más antiguos testimonios ajenos a la documentación conservada sobre la Alameda, se contiene la atribución explícita al mismo licenciado Pacheco de unos elegantes “versos latinos sobre la puerta nueva de la Carne” que el propio Sigüenza no reproduce por entero pero señala inequívocamente con su comienzo: Condidit Alcidas.[56] Ortiz de Zúñiga los reprodujo completos en una cartela en la primera edición de su magna obra analística, confiriéndoles mayor antigüedad de la que en realidad tenían (“léese en sus ornatos de la parte de afuera el antiguo letrero renovado”[57]), pues al describir las puertas de la muralla en la introducción general de dicha obra los había citado con ligeras variantes justo después de otro dístico inscrito en la puerta de Goles, “corrupto de Hércules”, bajo una imagen de un triunfante San Fernando.[58] Estos versos latinos, dos hexámetros que remozaban una coplilla popular[59] y cuya autoría en ningún momento se plantea el analista, /p. 102/ habían sido grabados en la reconstrucción de la Puerta de la Carne en 1577 por el mismo asistente Barajas.[60]

            CONDIDIT ALCIDES, RENOVAVIT IVLIVS VRBEM,

            RESTITVIT CHRISTO FERNANDVS[61] TERTIVS HEROS.

(El Alcida fundó la ciudad, Julio la renovó, la restableció para Cristo el héroe Fernando III).

Con sutileza aparentemente obvia juega el autor con el ordinal del nombre del rey de Castilla, que, a la vez, es el tercer héroe después de Hércules y César; pero no otra cosa se quiso decir: el héroe mitológico es un mortal finalmente convertido en dios por sus hazañas, y Julio César fue el primer gobernante romano divinizado; mediante esta expresión pagana de la santidad católica, aunque no fue canonizado hasta el siglo XVII, se enlaza directamente a Fernando III el Santo con la antigüedad grecolatina, con el propósito de ocultar la dilatada etapa musulmana. Esta constante del pensamiento humanista en el desinterés y rechazo del islam[62] se ve potenciada por los humanistas españoles que veían justificada así su secular postración cultural. La barbarie que en el plano intelectual y estilístico combatían los humanistas italianos del Quattrocento cobra para las clases cultas hispanas el rasgo histórico y marcadamente ideológico de rechazo al propio pasado musulmán: “que aviendo tan poco, que sacudimos de nuestras cervizes el yugo, con que los bárbaros tenían opressa la España”,[63] según proclamaba el maestro Francisco de Medina (1544-1615) en el manifiesto con que se abren las Anotaciones a Garcilaso de la Vega (Sevilla: Alonso de la Barrera, 1580), del poeta Fernando de Herrera (1534-1597). /p. 103/

Tal esquema de pensamiento trasluce Francisco Pacheco en la inscripción conmemorativa grabada con motivo de la construcción del campanario que remata y cristianiza el antiguo alminar.[64] En este elaborado epígrafe, cuya autoría se prueba fehacientemente en las actas capitulares de la catedral, se inscribe una secuencia de epítetos a Felipe II que se vuelve a repetir en el conjunto epigráfico de la Puerta de la Carne,[65] en el cual, a su vez, también encontramos una coincidencia exacta con la inscripción de la cara norte de la peana de Julio César, IVRIS AEQVIQVE CONSERVATORI.[66] Y esta misma expresión de la praxis jurisprudencial romana, que sin embargo pocas veces se halla formulada en esos precisos términos en las fuentes clásicas,[67] la encontramos también referida al Rey Prudente en un texto que preparó el ya canónigo Pacheco para los motes del fastuoso túmulo que levantaron en noviembre de 1598 las autoridades hispalenses en la catedral para las exequias del gran monarca: PHILIPPO II IVRIS ET AEQVI OBSERVANTISS. Además, entre estas leyendas y epigramas se encuentra el epígrafe “en que se recopilan las grandezas del rey” con la genealogía paterna e imperial que se ha seguido en el texto para la desechada inscripción del parangón entre Julio César y Felipe II conservada en los Apuntamientos de Argote de Molina y divulgada por Ortiz de Zúñiga.[68] /p. 104/

Son pruebas suficientes para confirmar la autoría de estas inscripciones de la Alameda a este cultísimo clérigo de la Capilla Real al que se le atribuyen con fundados argumentos cuando no con fidedignos testimonios los programas iconográficos de la ornamentación renacentista de la Iglesia Mayor y de cuantas celebraciones y exequias se ejecutaron en el magno templo por medio de las denominadas arquitecturas efímeras.[69] Fue también un dinámico integrante del grupo de destacados humanistas y literatos sevillanos en cuyas obras de erudición, crónicas y comentarios colaboró con su parecer y con sus composiciones, a menudo anónimamente,[70] como es en el caso de las obras del maestro Juan de Mal Lara (1526-1571), autor que, de no morir antes, habría merecido inaugurar con todo derecho un elenco de testimonios acerca de la pequeña historia de la Alameda.

La academia de Mal Lara y la Alameda de Hércules

            En efecto, es en la relación del Recibimiento en Sevilla de Felipe II, en la primera quincena de mayo de 1570, donde el maestro Mal Lara señala la futura Alameda entre las plazas con que cuenta la ciudad:

y assi desta suerte las plaças son muchas y grandes, la de sant Francisco con su fuente, Audiencia, Cabildo, Tribunales, y sant Francisco (sc. el convento). La plaça o barrio del Duque de Medina, la de las casas viejas a sant Vicente, la de sant Lorenço, la Laguna, que es más capaz de gente, que quantas avemos dicho, /p. 105/ que por una estraña ventura se hizo tan ancha. La Feria, que cerca la yglesia de Omnium Sanctorum.[71]

            En el extremo sur de la plaza de la Laguna, que continúa siendo la mayor de cuantas alberga el extenso casco histórico, este maestro de letras humanas, vecino de la parroquia de San Martín, había tenido su célebre estudio, como quedó constancia en un documento administrativo de noviembre de 1573, donde leemos: “las casas donde solía bibir malara, preçetor, que son al fin de la dicha laguna”,[72] y nos relatará treinta años después el pintor Francisco Pacheco en el elogio del humanista de su Libro de retratos:

“Bolvióse a Sevilla, porque la edad i necesidad de sus padres lo pedía, donde començó a leer la Gramática; i dentro de poco hizo compañía con el maestro Medina, llamado el Griego, i por su ausencia ocupó su cátedra en la calle de Catalanes, i de allí se passó a la Laguna, que oi es Alameda, donde tuvo muchos i mui ilustres discípulos.”[73]

Pero la plaza de la “Alaguna”, como se denomina en algunos testimonios y documentos oficiales, había dejado de ser la charca infecta, la “Laguna de la Peste o de los Patos”,[74] cuya eliminación proclaman estas inscripciones. Desde principios de siglo, entre los años 1513 y 1523 se venía limpiando /p. 106/ y adecentando el lugar, de manera que con las obras de drenaje y la construcción del husillo que desaguaba en el río, se había formado, según señaló Luis de Peraza en su historia escrita en los años treinta de ese siglo, una “plaza de muncha grandeza, más larga que ancha” donde se podían “correr toros, jugar cañas, justar o hazer torneo”.[75] Uno de los pocos inmuebles de propiedad particular, cuyo corral trasero daba a la Laguna,[76] era el de Mal Lara, parte del cual la comisión municipal de estas obras hubo de comprar a su viuda, María de Ojeda, a fin de abrir el pertinente ensanche para la colocación de fuentes y arboleda.[77] También el notario apostólico Francisco de Sigüenza registró la noticia de estas expropiaciones con un tono de cierto reproche que recuerda al tópico literario de denuestos contra las grandes obras públicas: “y si para hacerla se deshicieron casas, parésceme que fue mucho despoblar para cosa de tan poca importancia; y si estaba antes despoblado, téngolo por gran vacío en ciudad tan llena de gente y vecindad”.[78]

Pero no es esta circunstancia material y anecdótica de haber estado emplazado el inmueble de su academia en lo que sería el amplio paseo ajardinado la razón por la que cabría impetrar para este humanista sevillano un lugar destacado en la génesis iconográfica del monumento, sino por ser autor de un extenso poema épico en castellano cuyo eje argumental era la figura y el simbolismo del personaje mitológico que vendría a dar nombre a la Alameda: “mi Hércules, en octaua rima, a donde puse quanto tesoro hallé en poetas Griegos y Latinos” —exclamó en el último libro que imprimió en vida.[79] Sus manes se debieron de reconfortar con este grandioso aunque tácito homenaje a esta su laboriosa obra que se consideró perdida hasta hace poco más de veinte años[80] y aún permanece inédita por causa tanto del deterioro y la baja calidad material del único códice /p. 107/ que la conserva, como de la extensión y los numerosos escolios que insertó el propio autor.[81] En este vasto poema, que prefigura modernos cauces literarios por la inclusión de datos personales de todo tipo en dichas notas marginales, el maestro Juan de Mal Lara recogió el antiguo sincretismo pagano del hijo de Júpiter y Alcmena con el poder imperial de Roma (Adriano, Cómodo, Septimio Severo, Caracalla), para aunarlo con la moralización medieval de los trabajos de Hércules en la comparación con las hazañas de Carlos V. Estas analogías características de la literatura de los humanistas que desempeñaban cargos áulicos ya habían comenzado a elucubrarse en torno al joven archiduque de Austria y príncipe de Castilla desde los días en que lo iban a elevar en Bruselas al trono de España (1516), como se declara en el discurso panegírico del milanés Aloisius Marlianus,[82] médico de Felipe el Hermoso, el cortesano que ideara el emblema de las dos columnas y la divisa “Plus Oultre” para Carlos, flamante Gran Maestre de la orden borgoñona del Toisón de Oro[83], que se /p. 108/ habría de incorporar muy pronto al escudo del reino de España en la forma conocida. Sin embargo, tal vez porque era harto patente a todos, sólo se ha conservado entre los primeros escritos sobre la Alameda una alusión al lema de las columnas en la inscripción latina finalmente no colocada del parangón del Alcida con Carlos V: “longe ultra[84] Herculis columnas” (5). Tampoco en la decoración de la arquitectura efímera de la entrada y boda del emperador en Sevilla en 1526,[85] se representó al héroe griego ni con las emblemáticas columnas, ni en ninguna otra figura entre las alusiones clásicas de los motes de los arcos, pese a ser también esta difundida relación donde vemos una de las primeras apariciones de la divisa latinizada en sus leyendas tanto castellanas como latinas.[86] /p. 109/

Un modelo del monumento de las columnas

Esta misma ausencia de una expresa mención del emblema patrio también en el Recibimiento de Felipe II de Mal Lara plantea la posibilidad de que el diseño del monumento de la Alameda como arco triunfal podría haber sido inspirado a través de la obra de mayor repercusión en este campo de la exaltación pública del poder; me estoy refiriendo a El Felicissimo Viage del muy alto y muy poderoso Príncipe don Phelippe, hijo del Emperador Don Carlos Quinto Máximo, desde España a sus tierras de la Baxa Alemaña, con la descripción de todos los Estados de Bravante y Flandes (Amberes: Martin Nucio, 1552), que compuso el humanista áulico Juan Cristóbal Calvete de Estrella (c. 1510-1593), testigo y cronista de todos esos actos y jornadas. Mal Lara debió de poseer un ejemplar de esta obra, o al menos manejarla, según se infiere claramente de una cita en su Philosophia Vulgar (Sevilla: Hernando Díaz, 1568).[87] En la arquitectura efímera para el recibimiento que hicieron los Gonzaga en Mantua a Felipe II, describió Calvete[88]:

En medio de la plaça d’el castillo auia un pedestal, que tenia de alto diez pies, y cada cuadro d’él seys de ancho, encima del qual estaua vna estatua de Hercules con sus dos colunas de relieuo, de altura de catorze pies, y en la basa estos versos:

ALCIDES STATVIT. CAESAR SED PROTVLIT, AT TV

     VLTERIVS, SI FAS, PROGREDIERE PATRE.

Hercules la puso, Cesar las estendio, pero vos (si es licito dezirlo), aun las passareys mas adelante que vuestro padre.

Aún más sugerente para esta propuesta es la descripción de otro relator de este viaje, Giovanni Lorenzo Otavanti, el publicista florentino afincado en España, que cubrió parte del fastuoso viaje hasta la ciudad de Trento:

La figura de Hércules en medio de dos columnas y de bajo un letrero que dezía: Hercules las puso en parte a donde pensó que se acabava el mundo, y el Emperador /p. 110/ a hallado muchas más tierras, y agora viene su hijo que por su gran virtud y merecimiento, subjetará y ganará la resta de lo poblado, y será suyo.[89]

            Pero con estos datos no pretendo tanto señalar la fuente directa para el simbolismo del monumento de la Alameda, lo que sería algo más probable para el dístico final del epigrama del primer arco del recibimiento de Felipe II descrito por Mal Lara, en el cual Hércules se dirige al monarca:

Hunc urbem statui, posuit tibi moenia Iulus

   Carolus ornauit, tu meliora dabis.

[Yo fundé esta ciudad. Iulio Cesar puso los muros a tu servicio. Carlos la adornó, y tú le darás cosas mejores.[90]]

Antes bien, me atrevería a apuntar la posible presencia del futuro asistente Francisco Zapata de Cisneros en aquel viaje de 1548 en la escolta militar del príncipe Felipe, o al menos la narración de los motivos iconográficos de estas entradas triunfales por algún testigo directo, de lo que tampoco se excluiría la sugerencia del propio monarca. Pues en el recibimiento con que la ciudad de Amberes exaltó al soberano Carlos y a su heredero Felipe en 1549 se construyeron arcos triunfales con emblemas y motes de estas alegorías del poder que preparó el humanista Cornelis Schryver (1582-1558), secretario /p. 111/ del ayuntamiento antuerpiense. El arco de los españoles se hallaba flanqueado por dos grandes columnas con capiteles corintios sobre pedestales que guardan similar proporción con los de la Alameda, como puede verse en la publicación al efecto y colegirse también de la descripción de Calvete de Estrella en su conocida obra:

El arco triumphal de los Españoles [...] Antes de llegar al arco, avía de cada parte una altissima coluna de obra Corinthiaca: tenía de alto con basas y capitales cincuenta y ocho pies. [...] Tenía escrito cada uno de los pedestales en el quadro dos vezes. ESPAÑA. ESPAÑA. Las basas y capiteles de aquellas grandes colunas eran dorados, sobre el uno d’ellos estava una corona Imperial, y sobre el otro una corona Real muy grandes doradas” [...] pendían d’el medio d’ellas sendos quadros, en el uno de grandes letras de oro, dezía, PLVS, y en el otro VLTRA.[91]

            Si sustituimos sendas coronas, que en este caso se refieren ambas a Carlos, V del Imperio, I de España, por las estatuas de los personajes fundadores hispalenses, tendremos prefigurado el frustrado parangón de las inscripciones apócrifas. Pero lo que venía a encajar de maravilla era la coincidencia de gustos y tendencias que propiciaba la reutilización de unos restos arqueológicos de sello inequívocamente clásico. Memorable muestra de esta afición del Rey Prudente es el testimonio, transmitido por el pintor Francisco Pacheco en el elogio del “famosso museo” de Argote de Molina, de que las obras de arte y antigüedades que atesoraba: “obligaron a Su Magestad, hallándose en Sevilla, año 1570, a venir en un coche disfraçado, por orden de don Diego de Córdoba, a onrar tan celebrado camarín”.[92] Si no estuvieron presentes estos humanistas en la discretísima visita regia, podemos imaginar lo que tardaría el joven don Gonzalo en comunicar con todo detalle a sus amigos el menor parecer del rey, bien lo manifestara personalmente o a través del sevillano Mateo Vázquez /p. 112/ (c. 1543-1591), a la sazón secretario de Diego de Espinosa, presidente del Consejo de Castilla e Inquisidor General.[93]

Las bases materiales del mito de la fundación de Sevilla

Asimismo, el maestro Mal Lara figura como poseedor y anotador de uno de los manuscritos de la Historia de Sevilla de Luis de Peraza, ayo que había sido del II conde de Gelves, don Álvaro de Portugal (1534-1581),[94] el prócer que ejerció de mecenas, contertulio y también amigo de este grupo de humanistas y poetas, como se demuestra en un ejemplar de las obras completas de Virgilio conservado en el fondo antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, en cuya contraportada reza una nota de regalo del conde al humanista en términos tan afectuosos que destacan la alta consideración de que disfrutaba Mal Lara como maestro.[95] El examen de ese manuscrito, Historia de Sevilla, por el bachiller Luis de Peraza, con notas de Juan de Mal-Lara,[96] vendría a /p. 113/ arrojar alguna luz sobre el proceso de adaptación de fuentes antiguas con las leyendas y supercherías acerca de la fundación de la ciudad, pues, como ya se sabe de antiguo,[97] glorificar esta “parte d’España, mas mejor qu’el todo”, como dijo el poeta Herrera, fue la finalidad principal de esta obra que inauguraba, desafortunadamente, la historiografía local en la Edad Moderna. Para Luis de Peraza cobraron carácter de verdad indiscutible las patrañas del falsario dominico Giovanni Nanni (1432-1502), Juan Annio de Viterbo, acerca de los oscuros héroes epónimos que configuran la realeza mítica /p. 114/ de la antigua Hispania.[98] La especie de un Hispalus o Hispanus, hijo o nieto de Hércules, que daría su nombre a la ciudad y al país, tiene su origen en un pasaje discutido del compendio historiográfico de Justino, el mismo autor que nos ha transmitido el mito tartésico de Gárgoris y Habis.[99] Esta noticia fue recogida por San Isidoro en sus Etimologías[100] y en la suspecta dedicatoria del mismo Isidoro al rey Sisenando de su Historia de godos, vándalos y suevos.[101] La autoridad que atribuyeron a estos incomprobables datos los historiadores medievales y renacentistas,[102] fue suscitando en algunos escritores locales la idea de la fundación mítica de la ciudad a tono con los parámetros de la moda y con su preponderante posición en el comercio colonial sobre todas /p. 115/ las ciudades de España.[103] Todavía en 1250, el clérigo Guillermo Pérez de la Calzada, que debió de asistir en los reales de Fernando III a la “restauración” de Sevilla, señaló en el preámbulo de sus versos goliardescos, con erudición isidoriana, que la urbs Ispalensis fue fundada per Iulium Cesarem Romanum imperatorem.[104]

La fábula de Hércules como instaurador de la monarquía española había sido elaborada en el siglo XIII por el arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada (1170-1247), el Toledano, en un proceso similar en la historiografía medieval europea de prestigiar las dinastías reinantes con genealogías de la clásica antigüedad.[105] Lo que no aparece claramente en el Toledano es la fundación de la antigua Híspalis por el héroe mitológico, pues si bien las ediciones y comentarios del Siglo de Oro dan la lectura ciuitatem Hispalim erexit, la edición crítica que restablece el texto original ha determinado que debió escribirse populauit[106], fundándose en otros testimonios y en el párrafo que sigue, donde se agrega a la isidoriana[107] otra hipótesis etimológica que dará pábulo a las mentadas supercherías: /p. 116/

Inde procedens (sc. Hercules) ad Bethicam in planicie que Beti flumine irrigatur ciuitatem Hispalim populauit (erexit edd.), nomen adaptans eo quod prima habitacula palis suppositis tegimen susceperunt, et in ea Spalos, qui secum de prope Scithiam uenerant, acolas collocauit.

(Hércules, avanzando desde allí hasta la Bética, en la llanura que está regada por el río Betis, pobló/erigió la ciudad de Híspalis, dándole este nombre porque sus primeros habitáculos sostuvieron su techumbre con el apoyo de palos, e instaló como habitantes a los Spalos, que lo habían acompañado desde las proximidades de Escitia).

Quienes pretendían silenciar, también a causa de la pujanza del goticismo promovido por la Corona, la impronta musulmana en una parte de la cultura española de la época, según hemos visto en el dístico del licenciado Pacheco sobre los tres héroes fundacionales, Hércules, Julio César y Fernando III, no podían figurarse que en el asunto concreto de la fundación mítica de la ciudad, mediaron o pudieron efectivamente inventarla obras de historiografía andalusí. En efecto, fue en la Primera Crónica General de España de Alfonso X donde aparece dicha atribución mitológica adornada con el relato del levantamiento de seis pilares y una inscripción, acto recordatorio que vaticinaba un destino manifiesto: “E puso alli seys pilares de piedra muy grandes, e puso en somo una muy grand tabla de marmol escripta de grandes letras que dizien assi: aqui sera poblada la grand cibdat”.[108] Y siendo esta primera historia en lengua vulgar una recopilación de fuentes heterogéneas, entre las que se contaban principalmente las adaptaciones del Toledano, también en este, que es considerado el iniciador formal de la ideología goticista,[109] habían operado su influencia obras historiográficas hispanoárabes como la denominada Crónica del moro Rasis: “Don Rodrigo (sc. Jiménez de Rada) ofrece, en mi opinión —señala Menéndez Pidal—, la primera traducción del moro Rasis, anterior en un siglo a la versión que del siglo XIV conocemos”.[110] En efecto, en la /p. 117/ reconstrucción crítica de esta historia hispanomusulmana de la que sólo se han conservado restos de su traducción portuguesa vertidos a su vez al castellano, se aduce este pasaje de su breve reseña histórica hasta la invasión sarracena, en el cual empieza a cobrar cuerpo, al margen de la cuestión etimológica, el dato de los pilares: “E nos fallamos en los libros de Ercoles, que Ercoles dexara dos postes muy altos, dellos so tierra e dellos ençima de tierra, et quando aquellos postes sacaren, luego la villa (sc. Sevilla) sera destruyda”. Y concluyen los editores de esta crónica: “la Estoria de España interpoló extensos pasajes de unas fuentes desconocidas pero indudablemente árabe, en que se cuenta por lo largo la historia de esos pilares a que alude Rasi”.[111]

A partir de este dato concreto de los seis pilares mencionados en la Estoria de España del Rey Sabio, los escritores posteriores lo van a conectar con la evidencia de unos restos arqueológicos, las columnas romanas de la actual calle Mármoles, que será interpretado, sobre todo por Peraza, como la prueba que verificaba aquella complaciente fabulación. Tal es la mención de mosén Diego de Valera (1412-1488), en su “copilación” de la crónica alfonsina que por mandato de la reina Isabel dio a la imprenta (Sevilla: Alonso del Puerto, 1482): “y allí mandó poner seys mármoles muy grandes, los quales oy están en Seuilla, en una casa de la judería, encima de los quales Hércules mandó poner vna gran losa de mármol, en que era escrito: Aquí será la gran ciudad”.[112] Esta costumbre de intercalar recuerdos personales para probar o confirmar enunciados de datos objetivos tan extendida en los tratadistas hispanos /p. 118/ parece ser herencia de los árabes, y, por otro lado, se da la circunstancia de que Valera era de origen converso[113]; nunca sabremos si se habría decidido a hacer esta inocente declaración sobre la aljama sevillana, de haber escrito y publicado en tiempos aún más recios de control inquisitorial. Valera fue alcaide del Puerto de Santa María y en su cargo de cronista debió de acompañar a los Reyes Católicos en aquella su decisiva y prolongada estancia en Sevilla entre 1477 y 1481, durante la que se instauró la siniestra institución[114]. Posteriormente, Florián de Ocampo (c. 1490-1558), que en 1539 fue nombrado cronista real para la ampliación y adaptación de la obra histórica del Rey Sabio,[115] se hizo eco de esta singular aportación personal de la Valeriana en la redacción de este mismo episodio: “por esta causa çertifican Hércoles auer desistido de su propósito, pero dizen que mandó poner allí seys mármoles o pilares creçidos, los quales mosén Diego de Valera declara durar hasta sus días en un pedazo de la misma ciudad llamada la Iudería vieja”.[116] También el ilustre cosmógrafo Pedro de Medina (1493-1567), en su obra sobre las ciudades españolas que tuvo una primera edición en 1543, dio cuenta, pero sin mencionar fuentes[117], de la conservación en sus días de las columnas sevillanas de Hércules: “Dize una corónica que mucho tiempo después que començó a ser poblada esta ciudad, llegó a ella Hércules, y dexó por memoria y señal de aver allí llegado unas columnas, y sobre ella una tabla de piedra, y sobre ella su imagen con unas letras, que dezía su nombre. Estas columnas duran todavía, y son seys de una piedra pardilla muy rezia y dura como mármol. Tienen de grueso algunas /p. 119/ dellas catorze palmos en redondo y casi quatro estados de altura. La tabla y la ymagen se han perdido”.[118] Es así que para desmentir este supuesto de las hercúleas columnas admitido en obras impresas de erudición, Vicente Espinel, ya maestro en Artes por Alcalá, se sintió obligado a salir al paso esgrimiendo el aparato de autoridades en lo que claramente es una digresión dentro del relato de su famosa novela donde incluyó variados detalles autobiográficos: “Quiero de paso declarar una opinión que anda derramada entre la gente, poco aficionada a leer, engañada en pensar que lo que llaman colunas de Hércules sean algunas que él mismo puso en el estrecho de Gibraltar, con otro mayor desalumbramiento, que dizen, ser las que mandó poner en la alameda de Sevilla don Francisco Zapata, primer Conde Barajas: Pero la verdad es, que estas dos colunas son, la una el Peñón de Gibraltar, [...] la otra coluna, es otro cerro muy alto en Africa, correspondientes el uno al otro. Dizelo assí Pomponio Mela, de Situ orbis”.[119]

Tales “desalumbramientos” circulaban por la ciudad en las primeras décadas del siglo, a juzgar por la mencionada cancioncilla popular “Hércules me edificó”, a los cuales la erudición humanista dio cauce y concierto para producir obras como la decoración plateresca del consistorio sevillano, en la cual se reflejaba un claro deseo de expresar la gloria de la ciudad a través de la exaltación de su mítico fundador vinculándolo, muy oportunamente, a ese nuevo Hércules de los panegíricos cortesanos que era el emperador Carlos V.[120] /p. 120/ De este modo se configuró el caso más significativo de prosapia mítica[121], que se veía otra vez plasmada en el exorno monumental de esta magna obra de la Alameda realizada en beneficio público bajo los auspicios de la Corona. No era cuestión de escatimar ni esfuerzos ni gastos, pues, a la vista de las grandes obras públicas emprendidas, las clases cultas de la ciudad también pudieron vivir en sus propios lares la fiesta de la Antigüedad renaciente.

La procesión de la Sacrosancta Vetustas

Este sentimiento colectivo de fascinación por la “sagrada antigüedad” se vislumbra en un documento sin firma que fue reproducido parcialmente en la monografía donde se estudia en sus claves el mito de Sevilla como una Nueva Roma del Renacimiento.[122] No constituye en rigor este documento un testimonio directo del hecho que describe, a saber, el traslado de las hercúleas columnas ante el asombro de la concurrencia de ilustres humanistas, para entonces ya desaparecidos, y la “discusión erudita” promovida entre ellos sobre el origen de los monolíticos fustes, pero por recrear el ambiente cultural a través de la mención de estas relevantes figuras de las letras y las artes que, en realidad, podían haber influido en el diseño de la simbología del monumento, la breve narración del traslado de las columnas y la discusión académica a todas luces ficticia adquiere el carácter de una “auténtica ceremonia humanística” como pertinentemente se la ha calificado[123].

En efecto, la dificultad de la extracción y acarreo de las piezas monolíticas hasta el entonces llamado prado de Belén, en la zona norte de la Alameda, conllevó un delicado trabajo de ingeniería que se anticipaba en doce años a /p. 121/ la erección del obelisco egipcio en la plaza de San Pedro por el papa Sixto V, lo que fue también un aprovechamiento de los restos de la ornamentación urbana de la Roma clásica, y el asombro que en la concurrencia provocó esta operación se asemeja al del majestuoso traslado por las calles de Florencia del David de Miguel Ángel (1504) tal como lo cuentan relatos de la época.[124] Tal es lo que se infiere de esta narración anónima, que presenta el monumental traslado como un festival que consagraba en la ciudad este renacimiento de las venerables reliquias de la Antigüedad, a su vez coronadas con las estatuas de sus fundadores que Diego de Pesquera había esculpido en el más consumado estilo clásico.[125] Pero no se ha encontrado entre el material manuscrito e impreso de aquella época un testimonio parecido de exaltación de estas ideas de las que si bien se ufanaba una minoría de eruditos, lo que de verdad maravillaría a la gente debió de ser el frondoso ajardinado y las fuentes de la mejor agua de que se disponía entonces en Sevilla. Por otro lado, este documento inédito, al aportar dicha “discusión erudita” sobre los monolíticos fustes y su primitivo emplazamiento que confirieron estos insignes cofrades de la erudición municipal, arroja alguna luz sobre la formación y desarrollo de infundadas noticias que después, como ha sido el caso de las inscripciones apócrifas, fueron comúnmente admitidas por la historiografía localista.

Otro anticuario inédito en la Sevilla del primer tercio del XVII

El documento está copiado en tres páginas incluidas en un infolio manuscrito conservado hoy en nuestra Biblioteca Nacional, núm. 1419:

Catalogo Delos arzobispos De / Sevilla y / primado De las Españas / Por El licenciado Francisco Pache- / co Canonigo enla mesma ygle- / sia Coronista delos sanctos de / su arçobispado / Con algunas notas y adiciones Por el D.r Joan de Torres y A- / larcon / Sirue Al aparato de la historia de / Seuilla Con lo questa trasladado / aqui del Archiuo de la Santa Ygl.a / De Seuilla.

De este códice misceláneo existe en la misma BNE otra copia con la signatura 5736, y ambos mss. ya fueron registrados por el bibliógrafo Bartolomé /p. 122/ José Gallardo como obras de “Pacheco (Francisco)”.[126] El autor del documento sobre la Alameda (ms. 1419, ff. 88r-89v; ms. 5736, ff. 130v-133v) no puede ser otro que el de las notas y adiciones de la árida lista de arzobispos hispalenses, el doctor Juan de Torres Alarcón, “bien conocido en Sevilla por los libros que juntó con otras muchas curiosidades y antiguos manuscritos”,[127] según dejó escrito su amigo y convecino ocasional Rodrigo Caro (1573-1647), pero tan mal conocido en la posteridad que nadie se ha arriesgado a dar aún ni las fechas aproximadas de su biografía, siendo la más tardía una convocatoria del arzobispo para el “negocio de la canonización de San Fernando” (11-I-1627).[128] Fue “clérigo capellán del monasterio de las Vírgenes, contiguo a la iglesia parroquial de San Nicolás”,[129] collación donde permanece el resto de los fustes monolíticos que trasladaron a la Alameda, y entre sus obras cita un Discurso de las aguas que entran en Sevilla antiguas y modernas que es de lamentar que no se halle entre otros manuscritos suyos que conserva la Biblioteca Capitular y Colombina, porque sin duda habría de recoger alguna observación sobre las aguas del Arzobispo. Este erudito compartió con su época el interés por el coleccionismo de arte y arqueología y el fervor por las glorias de la cultura nacional, cimentando estos afanes intelectuales con la posesión y disfrute de una rica biblioteca de la que no ha quedado más noticias que las propias que desliza en sus inéditos escritos. Se ha conservado una carta suya (13-VI-1617) dirigida al canónigo maestrescuela Juan de Fonseca y Figueroa (1585-1627), en la cual le proporciona una serie de pesquisas bibliográficas que vienen a coincidir con el punto que estamos estudiando y también con otros /p. 123/ documentos del Catálogo de los arzobispos: “Un tratado de la antigualla mayor de España que son los pilares de Hércules sobre un lugar del Moro Rassis que también tengo hecho notas y varias lecciones con seys exemplares”.[130] En efecto, trata precisamente de la Crónica del Moro Rasis el documento que precede al del traslado de las dos columnas hasta la Alameda en estos dos códices, asimismo sin expresa atribución ni firma,[131] y, en concreto, incluye el citado fragmento de los dos postes clavados en tierra por Hércules y la profecía que se cernía sobre ellos. Si éste es el tratado que menciona en la carta a Fonseca de 1617 y ambos documentos están elaborados por las mismas fechas, podemos centrar la redacción del que nos ocupa en torno al año 1616, dado que en éste se da a entender el fallecimiento del maestro Francisco de Medina (20-III-1615); de no ser así, el arco de datación se amplía desde esta misma fecha hasta los años veinte de ese siglo en que se registra el último de los prelados hispalenses del Catálogo atribuido al licenciado Pacheco.

El documento sobre la Alameda de Juan de Torres Alarcón

Atañe a cuanto estamos viendo editar y comentar el escrito del traslado de las columnas y la digresión anticuaria sobre las mismas.

El año de mil y quinientos y setenta y cinco[132] era asistente de Sevilla el conde de Barajas, Don Francisco Zapata de Cisneros, que después fue presidente de /p. 124/ Castilla, y habiendo hecho el Alameda quiso poner en ella las columnas de Hércules que estaban junto a San Nicolás y al lado de la cueva, las cuales se sacaron y llevaron en cajas de madera con rodetes. Sacáronlas al campo por la puerta de la Carne[133] y lleváronlas a la puerta Nueva[134] que está rota en la muralla más un poco de la puerta de Macarena, y la abrieron para este fin. Concurrió todo el lugar a ver esta maravilla y sacáronlas debajo de tierra donde hallaron las basas y capiteles que tenían cuando alli los pusieron y de ellos sirvieron los capiteles de orden corintio remendando algunas faltas de las hojas del acanto, como hoy se ven, añadiendo a lo alto nuevo cornisamento y enriqueciendo el mesmo orden como se verá con atención.

Entre los que acudieron a ver esta obra fueron el doctísimo maestro Benito Arias Montano, el maestro Juan de Malara, profesor de letras humanas, el maestro Francisco de Medina,[135] el más docto en buena eloquencia que había en aquel tiempo, que después fue maestro del Sr. Marqués de Tarifa[136] y secretario del Ilmo. Cardenal de Castro,[137] nuestro arzobispo. Fue también Fernando de Herrera, cuyas obras[138] dicen quién fue, y el maestro Diego Girón, de profesión humanista, y sobre todos ilustre [maestro Francisco de Medina, digo][139] Francisco Pacheco, que después fue canónigo de Sevilla,[140] y Diego de Villegas, pintor que /p. 125/ era poseyedor de grandes antigüedades, con Pedro Chacón, de la mesma arte y muy curiosso.[141] Hallóse don Pedro Veles de Guevara, canónigo doctoral ilustre y docto en todas facultades. Estos y otros de que Sevilla se hallaba rica.

Confirieron qué cosa podría ser a que pudiese haber servido aquella máquina y de qué tiempo, y, como les hacía fuerza la historia de hombres doctos y la tradición del Hércules, cuyos eran los pilares, al tiempo que los pusieron en las cajas, descubrió uno dellos en la frente en lo redondo por la parte a que asienta en la basa esta dicción: VIRINIVS. En esta forma y deste mesmo tamaño como aquí están escritas, que de mano del maestro Francisco de Medina yo tengo y me dejó con la relación de todo como aquí va puesta con el juicio que aquellos varones doctos hicieron de aquesta antigualla y columnas que llaman de Hércules, con los discursos siguientes:

“Parece por el orden corintio que es más moderna que no el tiempo de Hércules, a quien se atribuyen, ya si no admiten tanta antigüedad y el número ser más que las dos de que hacen mención estos más autores, porque ellas son ocho columnas en esta manera: dos que llevaron a la Alameda, otra que quedó en el mesmo lugar atravesada en el edificio de una casa pequeña y angosta, que es la segunda después de la iglesia de San Nicolás a la parte del altar mayor, la cual atraviesa por el patio y toda la casa. Otras tres están en la casa ya dicha en la calle que va de San Nicolás a la calle de Abades frontero de la calle del Viento.[142] Otra está delante de las casas arzobispales, si ya no son dos porque yo pienso que está quebrada, la cual llevaba el rey Don Pedro a la Alcázar para llevarlas todas por adorno de la fábrica que allí labró, y quedó allí porque se debió de quebrar; y, así, teniendo ya siete columnas no es menester buscar la octava que el número de columnas siempre es pares en cualquier edificio, como /p. 126/ se ve en debujos de antiguallas que son dos cuatro, seis, ocho o más, apareando los números y columnas.

Sabido el número de columnas y sabido que es de orden corintio por sus capiteles y hechura, sabemos también que este edificio donde estas colunas estaban era romano, pues el maestro puso su nombre, que se llamaba VIRINIO, en la frente de una coluna por dejar fama y nombre de sí, que no era lícito en lo público ni en la obra poner el nombre, y así lo ocultaban donde podían, como se ve en muchos ladrillos que se ven de un POSIDONI, que debió ser gran maestro en esta tierra y puso su nombre en los ladrillos de que yo tengo dos que detrajeron de Carisa[143] junto a Bornos; que fue Carisia de Tito Carisio, el procurador de Augusto, como se ve en monedas deste Tito y de otro Publio Carisio, y también se ve en Sevilla en la plaza de San Salvador, en el lugar donde se cogen los alvaníes para labrar un portal, y en la coluna de en medio, por la parte de adentro dice POSIDONI,[144] que era el maestro, y puso su nombre u en su casa, u en su placa del oficio de alvanir[145] o maestro mayor de las obras desta tierra. Dejo que el nombre de los artífices se ve en muchos pedazos de vasos romanos que yo tengo hallados en Sevilla en el Campo de Tablada y en San Juan de Alfarache, donde fue Oset.[146]

Visto sea como las colunas son ocho y como son de obra corintia más moderna que Hércules, y su autor Virinio, resta saber a qué servían, y porque se sepa mejor las conjeturas dichas, se vuelva la memoria y se haga preconjeturas y se haga presente aquel edifico de la cueva y cómo ha de estar fuera de la tierra diez estados más o menos, lo que cada uno le quisiere dar valiéndose de las conjeturas del crecimiento de la tierra fuera de la ciudad y dentro, y hallando este edificio fuera de la tierra y las colunnas que están gran parte dentro las hallará todas fuera, y hecho esto, forme en la imaginación un templo cuyo portal sea de ocho colunas como lo fueron muchos templos famossos, y este templo sea tan grande /p. 127/ que corresponda a su portal y todo a las colunas y dedíquelo a Hércules, a cuyos beneficios esta tierra y Sevilla se hallaba aficionado y considere que hay infinitas estatuas de Hércules en Sevilla, pequeñas de a quatro, de dos y de ay hasta un palmo, todas de bronze y otras del natural de mármol y aora se halló una en la fuente del Arçobispo de mui bella y valiente scultura, que tiene tres varas de alto[147], y con esto hallará que estos pilares son de Hércules y que están en el lugar que les puede convenir y que esta cueva era lonja para el hospedaje de los peregrinos que de todas partes venían a esta devoción y los aposentos servían para el albergue dellos, y que el demonio que tomó posesión deste lugar no le quiso dejar, sino que con la fuerza de la Virgen por medio de su sancta imagen que pusieron en el mesmo lugar”.

Esto se ha juntado de los fragmentos de la antigüedad que hemos hallado y de los pareceres de estos hombres tan doctos y de tan gran juicio y remitimos de nuevo al parecer de quien nos dijere otra cossa, estimando su parecer que en cossas de tan poca luz no se halla mejor tino, y advierta que sólo ofrecemos buen deseo de acertar en cossas de la patria, y si le dijeren que esta cueva que llaman de Hércules es obra de Trajano y que la hizo para pasar de Sevilla que llaman la vieja a Itálica aquí a esta parte quedando en medio el río y que la cueva pasa por debajo del agua y que Sevilla se teme de anegar por aquesta cueva, digo que ya lo hemos oído y que crea cada uno lo que quisiere, que de nada hallamos bastante autoridad para crédito; se lo proponemos esto todo para memoria hasta que se halle cosa que satisfaga, pues de tan gran antigualla no hay cossa scripta que haga fuerza al crédito de hombres doctores y de juicio.

Desde el principio delata este escrito su escasa solvencia como documento histórico no ya por la inexacta fecha, sino por mencionar, “entre los que acudieron a ver esta obra”, a Juan de Mal Lara, que falleció dos años antes del gobierno de Barajas; sin embargo, ya hemos visto las estrechas conexiones que este maestro de humanistas tuvo con el simbolismo del monumento, lo cual convierte el error de bulto en una especie de justicia poética que alcanza a su discípulo sucesor en la academia y concuñado póstumo, Diego Girón /p. 128/ (c. 1540-1591),[148] que participó en los libros del divino Herrera con poemas preliminares en castellano y en latín, y al que califica, con toda propiedad, “de profesión humanista”, término ya en esa época tan común, y en cierta medida desprestigiado, que Cervantes puede usarlo para criticar la anodina tarea en que había degenerado el espíritu crítico de dicho movimiento pedagógico y cultural a causa de las censuras y prohibiciones inquisitoriales y estatales.[149] Hay en la relación de Torres una escala de calificaciones superlativas en la que el maestro Girón obtiene el menor grado, siendo, en puridad, como Mal Lara, “profesor de letras humanas”, es decir, humanista.[150]

Acerca de los pintores, no serán cábalas ociosas, después de una palmaria corrección propia, haber planteado la identificación de los profesionales de esta bella arte tan vinculada a los círculos humanistas y poéticos sevillanos,[151] casi sin lugar a dudas en la figura de Pedro de Villegas Marmolejo (1519-1596), bajo cuya guarda puso Mal Lara su casa cuando estuvo preso de la Inquisición[152], y que mantuvo estrecha amistad con Benito Arias Montano /p. 129/ (1527-1598), hasta el punto de legar al escriturario el conjunto de cuadros bíblicos y mitólógicos que tenía en su taller.[153] Por lo que afecta a esta cuestión, deberemos reparar en que el pintor Francisco Pacheco de los Ríos tenía desde julio de 1594 su taller y estudio en la calle de la Alameda o del Puerco[154], y a su magisterio asistiría, por las fechas en que Juan de Torres dio rienda suelta a su fantasiosa evocación, el joven Diego Velázquez, tal vez con bocetos de lo que será “El Aguador de Sevilla”.[155] Pero es la añoranza de glorias pasadas lo que anima la descripción de Torres, y en esa intuición a tientas ha acertado a nombrar a Pedro Vélez de Guevara (c. 1521-1591), doctoral de la catedral, del que recientemente se ha conocido una amistosa epístola en endecasílabos sueltos dirigida al poeta Fernando de Herrera, beneficiado de la cercana parroquia de San Andrés. Gracias a esta composición datada en 1585, que contiene una mención idílica del flamante paseo ajardinado de la Alameda,[156] hemos visto trabado aún más ese haz de relaciones intelectuales y afectivas entre tan destacadas figuras del panorama artístico y literario sevillano de la generación evocada por Torres. La figura de don Pedro Vélez destaca por sus fuertes lazos con Arias Montano, a quien, en su función de prior de las ermitas de la archidiócesis hispalense, concedió el ameno y laborioso retiro en la Peña de Alájar. El eminente biblista estaba en Flandes en las fechas en que Torres /p. 130/ lo nombra tan señeramente en el supuesto cónclave académico en torno al traslado de columnas de la Alameda, y dado su talante ascético y de vida retirada parece haber frecuentado poco este tan bullicioso espacio urbano de solaz y jolgorio. Antes bien, cuando residía en Sevilla, permanecería en su hacienda de Campo de Flores,[157] un poco más al norte de la fuente del Arzobispo, cultivando el huerto y el jardín con una afición, que en Montano era siempre profundo estudio, adquirida en sus viajes por Europa:

uel bonus ipse manu et geniali seuerit arte

Montanus, Belgarum hortos imitatus amoenos

deliciasque tuas, Tamisi, et uiridantis Hybernes.

[o los que el bueno de Montano ha sembrado con su propia mano y con su arte genuino, imitando los huertos amenos de los belgas o tus delicias, Támesis, y las de la verde Irlanda].

Escribió también el licenciado Pacheco, por los mismos años en que se desarrollaban las obras de la Alameda, con una visión idílica del retiro en la Peña de la sierra de Aracena en una extensa epístola latina, Sermones sobre la instauración de la libertad de espíritu, dedicados al mismo Pedro Vélez de Guevara.[158] Es evidente que la mención del gran humanista frexnense por Torres Alarcón se debe al convencional tributo al renombre de un convecino que se firmó siempre Hispalensis en todas sus publicaciones plantinianas y a su fama de haber sido el más importante asesor cultural de Felipe II.

El informe del maestro Medina

Así pues, la narración de la concurrencia de celebridades ante las columnas de la Alameda se presenta en realidad como preámbulo de la especie de acta académica sobre el origen y número de los notables restos arqueológicos. Este debate debió de producirse en el transcurso de repetidas sesiones más o menos informales de aquellas reuniones que la crítica posterior ha querido ver como /p. 131/ academias. Es muy probable que hubiese un intercambio de pareceres que Torres da a entender que se produjo con todo rigor durante el sensacional traslado, pero con lo que contamos es con un informe monográfico obtenido o más bien heredado de su propio autor, el ya mencionado Francisco de Medina.

En su redacción conjuga este maestro “en Artes y Filosofía” conocimientos librescos con la experiencia propia. Había cursado sus primeras letras “en la academia de Hernando Infante”,[159] que estaba en la collación de San Nicolás, y a tenor de este dato proporcionado por fuentes ajenas a este documento, sus afirmaciones de los restos de la calle Mármoles deben sopesarse con la misma consideración que merece lo que dice acerca de las inscripciones romanas de las cercanías de Bornos, pues pasó temporadas en esas posesiones de los duques de Alcalá cuando era preceptor del joven marqués de Tarifa.[160]

De estas columnas de época romana no hay la menor alusión en las fuentes históricas antiguas y medievales hasta la ya mencionada de los seis pilares fundacionales de Hércules en la crónica alfonsina, quedando sólo como hipótesis plausible que el edificio fuera derruido en la destrucción y pillaje a que sometió a la ciudad el rey vándalo Gunderico.[161] Pueblo generoso el andaluz, que vino a darse el nombre de los bárbaros que en aquella oscura época saquearon sus ciudades a sangre y fuego.[162] Es posible que el hecho de que ni San Isidoro ni ninguna historia latina de su época mencionaran estos /p. 132/ “seys pilares de piedra muy grandes” se debiera, también, a que aún estarían integrados éstos en la construcción romana, fuese el pronaos de un templo o algún otro tipo de pórtico.[163] Tampoco ningún escrito posterior indica que éstas hubieran sido más de seis, configurando el frente hexástilo de un templo que, si bien data del siglo II d. C., podría perpetuar, según el nivel estratigráfico excavado, otro anterior prerromano dedicado al recurrido Hércules fenicio[164]; sin embargo, recientes obras en inmuebles aledaños han dado pie a suponer una construcción octóstila,[165] que se conllevaría con el testimonio y conjetura de Medina, quien debió de conseguir alguna información de ello cuando asistía a las clases de primeras letras en la escuela del maestro Infante, pues la formación en “letras humanas” con la estructuración intelectual de aquellas vivencias la recibió en la academia de Juan de Mal Lara.[166]

Las noticias o leyenda de la cueva de San Nicolás aparecen impresas en Alonso Morgado (1587), vinculándose su época a la de las columnas, que este historiador considera, “según común opinión y tradición de tiempos antiquíssimos heredada” —entre los que se contaba el fantasioso e inédito Peraza—, que son las “que dexó Hércules en su memoria, quando fundó a Sevilla”, habida cuenta de que no se halla “en sus basas, ni en alguna parte de ellas algunas letras, ni letreros, cosa que tanto usaban los romanos aun en qualesquiera pedrezuelas”.[167] Y, en efecto, la noticia de esa inscripción del /p. 133/ posible tallador de las basas de las columnas, VIRINIVS, que evidentemente encubre Quirinius, comienza a hacerse pública en la obra de Pablo Espinosa de los Monteros (1627), el historiador eclesiástico hispalense a quien debemos otros testimonios personales sobre el doctor Torres Alarcón: “Empero, el dicho Licenciado Francisco Pacheco, en el dicho su tratado, prueva averle llamado así, por ser del dicho templo de Hércules, fundado por los Romanos, cuya parece bien ser esta obra. Y en una de las colunas del Alameda se lee un nombre, que dize Virinus, con letras romanas”[168]. Ya antes, en 1579, el notario apostólico Francisco de Sigüenza había visto esa inscripción, pero no la registró en su tratado en forma de diálogo que ha permanecido inédito hasta el final del pasado siglo: “Y consta lo que digo de los romanos por basas que les hicieron de obra corintia, que son las mismas que agora tienen, en una de las cuales, debajo del plinto, vimos y leímos un nombre que labró las basas, como era costumbre de ellos, los cuales, como dicho tengo, son los que tenían las otras que estaban en el mismo lugar”[169]. En consecuencia, dado que sólo encontramos mencionada esta supuesta firma epigráfica algo después en 1634 por Rodrigo Caro, seguida muy sospechosamente por la otra de “Possidonius, el fabricante de los ladrillos masaries”[170], es posible que esta noticia tuviera su origen en la información /p. 134/ personal de Juan de Torres o el examen algo apresurado de una copia de este mismo documento, pues afirma claramente él y no Medina que la “dicción: VIRINIVS” estaba “en lo redondo por la parte a que asienta en la basa”, y desde luego no consta la “dicción” en los exhaustivos estudios epigráficos del monumento[171]. Por otra parte, el “dicho su tratado”, del licenciado Francisco Pacheco, en que afirma que las columnas pertenecían a un templo de Hércules, resulta ser, en palabras del mismo Pablo Espinosa, “un papel, o discurso, que hizo en razón destos edificios, que lo sacó de inscripciones de piedras antiguas, que él vio”,[172] sin que se pueda identificar con el “Discurso de cosas de Sevilla” citado también por Torres Alarcón en la ya mencionada carta al oidor Tapia[173]; tampoco podemos discernir si este “Discurso” de Pacheco fue confundido con este escrito de Torres y Medina incluido ya en su Catálogo de los arzobispos, a juzgar por la mención que se hace en un diálogo sobre las glorias de la erudición local de otro coetáneo, Juan de Robles (1575-1649), acabado en 1631, quien, al hilo de la enumeración de las obras del mismo Pacheco —en las que falta, por cierto, toda esta epigrafía civil auspiciada por el asistente Barajas— se afirma: “I esse memorial de los Arçobispos de Sevilla, cuyas vidas pensava escribir, i que se quedó como V.M. lo vee; i este es el que alega nuestro amigo Don Pablo de Espinosa en su Historia de Sevilla”.[174]

Son datos cruzados que conviene cotejar para determinar el origen y la veracidad de noticias difícilmente comprobables, pero a la luz de este examen podemos asegurar que las columnas monolíticas, que la crónica alfonsina había imaginado de Hércules en su tendencia mitificadora, el racionalismo humanista determinó que pertenecían a un templo romano consagrado al mismo héroe mitológico. Esa conjetura sin fundamento[175] se atribuye /p. 135/ al mismo humanista que compuso, aunque anónimamente, los epígrafes que pregonan la mitificadora atribución, si bien en el más temprano de éstos, el de los papeles inéditos de Argote (10-11), expresa cierto distanciamiento de la misma hipótesis: Herculanas columnas (sic enim uisum doctis dicier) [las columnas de Hércules, pues así les ha parecido a los doctos que se llamen]. Pudo ocurrir que Pacheco finalmente aceptara la opinión vulgarmente admitida o se dejara convencer por la argumentación de su amigo el maestro Medina, o tal vez, a la postre, quienes recogieron estas noticias confundieran la disquisición de éste con alguno de los dispersos manuscritos del otro que se iban perdiendo en el pozo sin fondo de la posteridad inédita.

Literatura y humanismo en la Alameda: conclusión

Lo cierto es que Medina se amoldó a la opinión tradicional, que tildaba Espinel de desalumbramiento, en un soneto que salió impreso en los preliminares del único poemario que el alma de esta pléyade de humanistas editó en vida, Algunas obras de Fernando de Herrera (Sevilla: Andrea Pescioni, 1582). El soneto, de los mejores de la poesía española, exalta la gloria inmarcesible de las obras del espíritu (9-14) frente a la caducidad de las más monumentales construcciones materiales (1-8) y está dirigido (2) a su patrón y mecenas, el malogrado marqués de Tarifa,  a quien está dedicada la publicación[176] (11):

              Las torres cuyas cumbres levantadas,
            claríssimo marqués, miráis al cielo;
            las colunas que Alcides en el suelo
            por término dexó de sus jornadas,
              serán al fin por tierra derribadas                       5
            i cubiertas de olvido en negro velo,
            qu’el tiempo tiene a muerte i triste duelo
            nuestras mortales obras condenadas. /p. 136/
              Mas el alto, el eterno monumento
            qu’el ingenio divino de Fernando                      10
            os fabrica con arte milagrosa,
              siglos y siglos durará sin cuento,
            vuestro nombre i el suyo celebrando
            de donde sale el sol a do reposa.

Según lo que venimos viendo de los pilares fundacionales y herculinos, cabe plantearse si Medina no estará aludiendo en concreto a las columnas erigidas en la Alameda (3-4) en vez de la simple interpretación mítica y geográfica con que nos ilustran los comentaristas y a la que apeló un indignado Espinel. Por más que sea de Tarifa el título nobiliario del receptor del soneto, éste no se halla en el Estrecho de Gibraltar, obra de la naturaleza y no humana, sino en la ciudad donde se compuso e imprimió el libro que se le dedica (13); entre las torres que contempla el joven marqués con la vista alzada (2) se encuentra la que también por aquellos años acababa de ser levantada en su cumbre y aún no llamaban Giralda (1568).[177] Vemos también un atisbo del mismo halo meláncolico que subyace en la idea de la caducidad de las obras humanas en la adición extemporánea del epigrama de Pacheco a la Alameda (dum decumberet [hasta que se derrumbe]), lo cual se podría explicar como una búsqueda del aprosdóketon o agudeza conclusiva para un poema al que le falta la última mano, si no lo hubiera terminado tan eficazmente con la cadencia asindética (munus aquae, portas, moenia, templa, uias 12) característica de tantos sonetos del Siglo de Oro.

            Entre los testimonios literarios sobre la Alameda y su monumento escritos en la dorada edad de las letras españolas, pocos son los que aluden, como estos dos endecasílabos de Medina, a este aspecto mítico, simbólico o erudito que administraban los humanistas. Abundan más los que ponderan el bienestar que procuran para todos la extensa y umbrosa arboleda y el frescor del agua de sus fuentes, entre estampas costumbristas de solaz y jolgorio, siempre vespertinos, que se acomodan de maravilla a la idiosincracia del paisanaje. Aun así, también en uno de los motivos literarios sobre la Alameda subyace un tópico del mundo clásico que convertiría en una redundancia expresiva la actual denominación de la más extensa plaza de casco histórico sevillano, pues en la dendrografía poética, el álamo es el árbol consagrado a Hércules /p. 137/ el Alcida, según se lee en conspicuos pasajes de la poesía latina clásica[178] y explicó con exquisito rigor el “divino Fernando” en sus Anotaciones a Garcilaso de la Vega (1580).[179]

Al margen de este lugar común de las letras humanas, poco frecuentado por la poesía hispalense,[180] el populoso arbolado de este que fue el primer jardín urbano de la Sevilla altomoderna parece haber sido aconsejado por la idoneidad ambiental en consonancia con los criterios de interés general que presidieron la actuación del asistente. En el siglo XVI se abre paso el concepto de “utilidad pública” como ideal del buen gobierno a partir de la teoría política escolástica basada en el pensamiento clásico, hasta las ideas de humanistas como Luis Vives o las de los tratados de utopía política del Renacimiento. Ya en las Cortes de Toledo de 1480 se aprobaron normas acerca del ordenamiento de las ciudades en la que los concejos municipales intervenían para mejorar las condiciones de vida de la población, empedrado de calles, apertura de vías, y estas medidas se justificaban por el beneficio que reportaban a la comunidad.[181] En efecto, resulta bastante probable que el /p. 138/ mismo Felipe II, a pesar de haberse desestimado los epígrafes del parangón, no sólo participara con su aprobación en el diseño del monumento y la reutilización de los restos arqueológicos, sino que interviniera decisivamente en el trazado del jardín. Es lo que se infiere del temprano testimonio de Francisco de Sigüenza: “(sc. Barajas) queriendo ilustrarla con adornar una plaza tan grande como la que aquí había, hizo esta Alameda, trayendo a las tres fuentes que vuesa merced en ella vee, el agua del Arzobispo, fuente antigua que está a un cuarto de legua de aquí, famosa por la sanísima calidad de su agua, y puso estas dos columnas, que son de las seis que plantó Hércules en esta ciudad antes de su fundación, y así ha quedado este amenísimo y de gran recreación para esta ciudad, y más ilustre por haber su Magestad —según se tiene por muy cierto— dado orden y enviado la traza de ella”.[182] El imperio de la ley se plasmaba, pues, en estos nuevos espacios urbanos que se teñían también de un sentido humanista, en su más amplia y noble acepción, que en la Alameda de Hércules vino a encajar tan cabalmente en la mitología de la ciudad.

 

 

* Dirección para correspondencia: Dr. D. José Solís de los Santos. Departamento de Filología Griega y Latina. C/. Palos de la Frontera, s/n. E-41071 Universidad de Sevilla. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Este artículo se ha financiado con el proyecto de la DGICYT, FFI2008-05091-FILO, y el grupo HUM-0173 del P.A.I.

[2] Muchos de estos puntos han sido tratados por Antonio José Albardonedo Freire, El Urbanismo de Sevilla durante el reinado de Felipe II (Sevilla: Guadalquivir, 2002), 191-201. Agradezco a Begoña López Bueno y a Juan Montero la atenta lectura del presente estudio.

[3] Entre todos los estudiosos del monumento, el único que reprodujo estas ocho inscripciones, con algunos errores de lectura, fue José Gestoso y Pérez, Sevilla monumental y artística, 3 vols. (Sevilla: Gironés y Orduña, 1892), III, 246. Llegaron a ser incluidas como espurias y desaparecidas en el gran inventario de las inscripciones latinas, Corpus Inscriptionum Latinarum, pero han sido editadas epigráficamente por Salvador Ordóñez Agulla, “Concerning CIL, II, 500*: neither lost nor false”, Epigraphica, 58 (1996), 83-95. Como se verá más adelante, doy suficientes pruebas para atribuir al licenciado Francisco Pacheco la autoría de estas inscripciones.

[4] Uno y otro ángulo de visión se corresponden con las actuales calles Trajano para la columna de Hércules, y Amor de Dios para la de Julio César. Este juego de perspectivas no sería ajeno a los estudios que alcanzaron gran desarrollo en la pintura renacentista con el fenómeno óptico de la anamorfosis.

[5] Conviene rechazar la denominación de “Romúlea” que aparece en escritos del XVI y posteriores, porque para los romanos Romulea era una ciudad del Samnio, entre la vía Appia y el río Aufidus, cuando no un epíteto poético de la propia urbe.

[6] Según Antonio Blanco Freijeiro, Historia de Sevilla. La ciudad antigua (de la prehistoria a los visigodos) (Sevilla: Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1984), p. 119.

[7] Es probable que este uso típicamente humanista fuera traído de Venecia por el prócer sevillano Fadrique Enríquez de Ribera (1476-1539), I marqués de Tarifa, y divulgado en la arquitectura efímera de la boda de Carlos V (10-III-1526), según aduzco en mi “El humanismo en Sevilla en la época de Diego López de Cortegana”, en La Metamorfosis de un Inquisidor: el Humanista Diego López de Cortegana (1455-1524). Eds. F. J. Escobar, S. Díez, L. Rivero (Huelva-Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 2012), pp. 15-59 (p. 51).

[8] Diego Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de la ciudad de Sevilla (Madrid: Imprenta Real, 1677), 544. Sólo las situó correctamente Manuel Álvarez-Benavides y López, Esplicacion [sic] del Plano de Sevilla. Reseña histórico-descriptiva de todas las puertas, calles, plazas, edificios notables y monumentos de la ciudad, 2 vols. (Sevilla: Imprenta de A. Izquierdo, 1868), I, 106-107, al que siguió Joaquín Guichot, Historia de la ciudad de Sevilla y pueblos importantes de su provincia, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, 6 vols. (Sevilla: Imp. de Gironés y Orduña, 1875-1886), IV (1886), 96, para volver a equivocarse en Historia del Excmo. Ayuntamiento de la Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica e Invicta Ciudad de Sevilla, 4 vols. (Sevilla: La región, 1896-1903), II (1897), 79-81.

[9] Francisco Zapata de Cisneros (Madrid, primer tercio s. XVI - Barajas, 20-IX-1591) era sobrino del Cardenal Cisneros. En 1570 había sido corregidor de Córdoba; como cortesano, al menos desde 1572, ejerció ocasionalmente de mayordomo mayor de la reina y del propio rey, hasta ser nombrado mayordomo de Doña Ana de Austria (10-IV-1579); ostentó en 1583 la presidencia del Consejo de Castilla; véase Feliciano Barrios, El Consejo de Estado de la monarquía española, 1521-1812 (Madrid, Consejo de Estado, 1984), 327. Fue el asistente, gobernador real, de más largo mandato del s. XVI, entre las obligaciones de su cargo “figuraba la de inspeccionar y procurar la buena distribución del agua”, como señala Santiago Montoto, Sevilla en el Imperio (siglo XVI) (Sevilla: Nueva Librería Vda. Carlos García, 1937), 54.

[10] Rara vez se inscribió el nombre de la ciudad con esta grafía, que sería la etimológica, no sólo por la forma arabizada Isbiliya, de la que procede, sino por la posibilidad de que en la forma latinizada Hispalis subsista un híbrido compuesto de un elemento turdetano, his-, y otro fenicio, bal > pal, que encubriría el nombre del dios semita Baal, como sucede en los conocidos antropónimos Hannibal y Hasdrubal, hipótesis con la que concluye su pormenorizado análisis José Antonio Correa, “El topónimo Hispal(is)”, Philologia Hispalensis, 14 (2000), 181-190. El uso de la -B- en esta inscripción tal vez sea para reforzar la diferencia fonética, uve, es decir u que suena b, con la u mayúscula en la epigrafía, V, pese al uso de la época de v inicial y u en interior de palabra más o menos regularizado en todo tipo de escritos. Su yuxtaposición identificativa con el Regimiento de la ciudad ha sido habitual, según se refleja en una orden municipal de 1403: “Manda Sevilla, e tiene por bien”, cit. por Antonio Collantes de Terán Sánchez, “De la ciudad islámica a centro económico mundial (siglos XIII-XVII)”, en Magdalena Valor Piechotta (coord.), Edades de Sevilla. Hispalis, Isbiliya, Sevilla (Sevilla: Ayuntamiento, 2002), 77-97 (p. 89).

[11] El jurado Juan Díaz, obrero mayor, debió de desempeñar el cargo de maestro mayor de la ciudad, puesto vacante en la fecha del cabildo de 4-XI-1573, en que se aprobó la realización de las obras, según A. J. Albardonedo Freire, “Las trazas y construcción de la Alameda de Hércules”, Laboratorio de Arte, 11 (1998), 135-165 (p. 144). Juan Díaz aparece como obrero mayor en la inscripción de la Puerta del Arenal de 1566, véase Francisco de Borja Palomo, Historia crítica de las riadas o grandes avenidas del Guadalquivir en Sevilla desde su reconquista hasta nuestros días, Presentación de Fernando Díaz del Olmo, Índices de Rafael Romero Gallardo y Pilar Hinojosa de Guzmán Alonso, 2 vols. (Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla. Colección Clásicos Sevillanos 20, 2001 (ed. facsímil de la de Sevilla: Francisco Álvarez y Cia., 1878), II, 172.

[12] El 7-VII-1574 se libró pago al cantero por “las letras que hizo en la piedra que está puesta en el pilar de ércules en el alaguna”, según señaló Gestoso, Sevilla monumental, III, 247, n. 1, y precisó A. J. Albardonedo Freire, “Carlos V en la Alameda de Sevilla”, en F. Núñez Roldán, J. M. Palomero Páramo (eds.), El Emperador Carlos y su tiempo [Actas IX Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla 24-28 de mayo de 1999. Cátedra General Castaños, Región Militar Sur] (Madrid: Deimos, 2000), 901-919 (p. 915, n. 52), e Id., El Urbanismo de Sevilla, p. 206.

[13] Como señala Alberto Díaz Tejera, Sevilla en los textos clásicos greco-latinos (Sevilla: Ayuntamiento, 1982), 15. Los hechos que relata César corresponden a sucesos del 49 a. C., pero los latinos conocieron y llamaron Hispal a la ciudad que las legiones de Escipión destruyeron en el transcurso de la II Guerra Púnica, después de la batalla de Ilipa (206 a. C.) y antes de la fundación de Itálica, como señala Correa, “El topónimo Hispal(is)”, p. 181. La otra cita contemporánea de Híspalis, una carta de Asinio Polión a Cicerón del año 43 a. C. (Familiares, X 32,3), está comentada por Blanco Freijeiro, Historia de Sevilla. La ciudad antigua (n. 5), p. 138.

[14] He ajustado la correcta traducción del “bachiller don Antonio Fernández de la Oliva, catedrático de latinidad y retórica en esta ciudad”, en Félix González de León, Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de esta M.N.M.L.M.H. ciudad de Sevilla (Sevilla: Imp. José Morales, 1839), 10; faltóle, no obstante, traducir las abreviaturas “P. P.”, de la última línea, nunca, por lo demás, explicadas. Agradezco el material y apuntes facilitados a Tomás Sánchez Rubio, “Hacia un corpus de inscripciones neolatinas de la ciudad de Sevilla”, en E. Crespo, M. J. Barrios Castro (coords.), Actas del X Congreso Español de Estudios Clásicos (21-25 de septiembre de 1999), 3 vols. (Madrid: SEClás, 2001), III, 399-406, quien redacta con mi dirección una tesis doctoral sobre dicho tema.

[15] A. Ponz, Viage de España, 20 vols. (Madrid: Imp. Ibarra, 1784-1794), IX (1786), 205; J. Amador de los Ríos, Sevilla pintoresca, o Descripción de sus más célebres monumentos artísticos (Sevilla: Imp. Fco. Álvarez y Cía, 1844), 225.

[16] González de León, Noticia histórica, p. 11; Ortiz de Zúñiga, Anales, (Madrid, 1677), 544; en la segunda edición en 5 tomos se reproduce sin notas los textos de las mismas inscripciones: D. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de la ciudad de Sevilla. Ilustrados y corregidos por Antonio María Espinosa y Cárcel, 5 vols. (Madrid: Imprenta Real, 1796), IV, 66-67. Abunda en este mismo supuesto de las dedicatorias “ya casi borradas por la inclemencia del tiempo”, Palomo, Historia crítica de las riadas, I, p. 201, quien manejó también en esta ocasión el manuscrito de Argote en la Colombina que estudiaremos. Las omitió sin comentarios Álvarez-Benavides, Esplicacion del Plano de Sevilla, p. 107.

[17] Véase Federico García de la Concha Delgado (ed.), Traslación de la imagen de Nuestra Señora de los Reyes y cuerpo de San Leandro y de los cuerpos reales a la Real Capilla de la Santa Iglesia de Sevilla, escrita en diálogo por Francisco de Sigüenza, año 1579 (Sevilla: Fundación El Monte, 1996), 66-70.

[18] Para levantar las columnas se emplearon 28 mástiles; Gestoso exhumó del Archivo Municipal la reclamación al consistorio de “Xaques Niculas, mercader flamenco”, por el alquiler de los mismos, J. G. P., “Las Columnas de la Alameda”, Archivo Hispalense, 1 (1886), 224. El ingeniero de este moderno Herculeus labor fue el propio asistente, como bien señala el epigrama del licenciado Pacheco (7-8) que seguidamente veremos, mediante el desplazamiento semántico al romance del vocablo ingenium; véase también Sigüenza, Traslación de la imagen, p. 68 García de la Concha: “el artificio y instrumentos para traer y poner las columnas”.

[19] Alonso Morgado, Historia de Sevilla en la qual se contienen sus antiguedades, grandezas, y cosas memorables en ella acontecidas, desde su fundación hasta nuestros tiempos (Sevilla: Andrea Pescioni, 1587), f. 48r.

[20] Ni siquiera identifica a Julio César, “la segunda columna tiene a un joven cubierto de un antiguo traje romano con un escudo de defensa al lado y con las armas de España en su derecha”, Erich Lassota de Steblovo, “Viaje por España y Portugal del alemán Erich Lassota de Steblovo (1580-1584)”, en José García Mercadal, Viajes de extranjeros por España y Portugal. Desde los tiempos más remotos hasta comienzos del siglo XX, 3 vols. (Madrid: Aguilar, 1959-1962), I, 1290, lo que se confirma con el fragmento de estas memorias de viaje que reproduce en la edición original alemana Ordóñez Agulla, “Concerning CIL, II, 500*: neither lost”, pp. 83-84.

[21] Thesoro Chorographico de las Espannas por el señor Diego Cuelbis, British Library, ms. Harley 3822, ff. 355r-361r. Cuelbis mezcla inscripciones diferentes y recaba la información anticuaria de Pedro de Medina, Libro de grandezas y cosas memorables de España (Sevilla: Dominico de Robertis, 1549), que comento más adelante. Hay ed. moderna, Salvador Raya Retamero, Andalucía en 1599 vista por Diego Cuelbis (Málaga: Caligrama, 2002), 41-42.

[22] Juan de Mal Lara, Recebimiento que hizo la muy leal Ciudad de Sevilla a la C.R.M. del Rey D. Philipe N.S. (Sevilla: Alonso Escrivano, 1570), ff. 61-63. Tampoco aparece el parangón en una pieza dramática, In aduentu Regis, que el jesuita Pedro Pablo de Acevedo (1522-1573) compuso para la real visita, en los textos castellanos que estudia Francisco Javier Cornejo, “Jesuitas y cultura clásica: un “triunfo” en honor de Felipe II a su llegada a Sevilla en 1570”, Criticón, 92 (2004), 99-119.

[23] El juicio, “the least praiseworthy year of Espinel’s life”, es formulado por Dorothy Clotelle Clarke (ed., Vicente Espinel. Diversas rimas (Nueva York: Hispanic Institute in the United Stated, 1956), 11, quien sitúa en 1575 ese año “of wild life in Seville”, p. 19.

[24] Vicente Espinel, Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (Madrid: Juan de la Cuesta, 1618), Relación II, Descanso IV, f. 93r; cito por la ed. facsímil con introducción de Manuel Alvar y José Lara Garrido (Madrid: Real Academia Española, 1990).

[25] En los preliminares de Mateo Alemán, Guzmán del Alfarache, ed. Samuel Gili Gaya, 5 vols. (Madrid: Espasa-Calpe, 1972), I, 42. Véase también Julián Zarco Cuevas, “La primera edición de unas poesías latinas y españolas de Vicente Espinel”, Boletín de la Real Academia Española, 18 (1931), 91-101.

[26] Mejor el Alcida, que significa del linaje de Alceo, padre de Anfitrión, el padre putativo de Hércules.

[27] Es decir, mozos o porteros de burdel, que se llamaban así porque sus puertas se cerraban al golpe, según comenta Francisco Rodríguez Marín, Perfiles de la Sevilla Cervantina («Discurso Preliminar» a la edición de Rinconete y Cortadillo), presentación de Rogelio Reyes Cano, Colección Clásicos Sevillanos. (Sevilla: Ayuntamiento, 1992), 109.

[28] José Lara Garrido, “La ‘Sátira a las damas de Sevilla’ de Vicente Espinel: edición crítica y comentario literal”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 82 (1979), 767-808 (p. 788). La sátira mantiene su tono erótico y rufianesco a lo largo de sus 463 endecasílabos. Su primer editor, el duque de T’Serclaes de Tilly, dio en titularla, no sin cierto actualismo, Sátira de la Alameda de Hércules o de las mancebías.

[29] Por ejemplo, en una comedia tardía (1625) de Lope de Vega: “A Carlos quinto, el Hércules segundo” (El Brasil restituido, v. 505). Podemos ver la continuidad de esta encomiástica comparación en la proclamación de Felipe IV (1621), en el reverso de la moneda conmemorativa con la imagen de Hércules niño ahogando a las serpientes y el mote: Herculi Hispano Senatus P. Q. H. [Al Hércules español, el senado y el pueblo de Sevilla]; el “nuevo Atlante” es, por supuesto, Olivares, según Ortiz de Zúñiga, Anales, IV (1796), 290-291.

[30] Júpiter vaticina que de Eneas nacerá un Iulius Caesar, “imperium Oceano, famam qui terminet astris” [que limitará su imperio con el Oceano, su fama con las estrellas], en Virgilio, Eneida, I, 287.

[31] Ambas abreviaturas no deben resolverse en lo que traduce: A la liberalidad del Augusto, como se ha repetido desde Ortiz de Zúñiga, Anales, (1677), 543.

[32] Como ha destacado Alfredo J. Morales, La obra renacentista del Ayuntamiento de Sevilla (Sevilla: Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, 1981), 103. Tal vez entrañe un afianzamiento de la legitimidad de Carlos I al trono de Aragón.

[33] He estudiado la propaganda de este episodio en la imprenta de la época, en J. Solís de los Santos, “Relaciones de sucesos de Inglaterra en el reinado de Carlos V”, en M. F. Fernández, C. A. González y N. Maillard (comp.), Testigo del tiempo, memoria del universo. Cultura escrita y sociedad en el mundo ibérico (siglos XV-XVIII) (Barcelona, Ediciones Rubeo, 2009), 640-698.

[34] Véase Elisabeth Klecker, “Bella gerant alii, tu, felix Austria, nube. Eine Spurensuche”, Österreich in Geschichte und Literatur, 41 (1997), 30-44; y Alfred Kohler, “La doble boda de 1496/97. Planteamiento, ejecución y consecuencias dinásticas”, en Reyes y Mecenas. Los Reyes Católicos, Maximiliano I y los inicios de la Casa de Austria en España (Toledo: Ministerio de Cultura, 1992), 253-272 (p. 256).

[35] Según Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, XXX 45,7, el primero que lo ostentó fue Publio Cornelio Escipión el Africano, por su victoria en Zama (202 a. C.); este mismo historiador cuenta que los siracusanos suplican la protección y patronazgo de su vencedor Claudio Marcelo (XXVI, 32, 8).

[36] Véase Juan Christóval Calvete de Estrella, El Felicíssimo Viage del muy alto y muy poderoso Príncipe don Phelippe. Estudios introductorios de José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, José Martínez Millán y Santiago Fernández Conti, Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño, y Fernando Checa. Edición Paloma Cuenca, (Madrid: Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001), 51.

[37] Desde los Reyes Católicos, el maestre de las órdenes militares era el propio monarca. Entre 1573 y 1588 Sevilla concedió a la Corona tres millones de ducados. Aporta la documentación en Archivo General de Simancas, CMC 3ª época, leg. 71, José Ignacio Martínez Ruiz, Finanzas municipales y crédito público en la España moderna. La hacienda de la ciudad de Sevilla, 1528-1768 (Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1992), 88, n. 54. Sin referencias a este estudio, añadió Fuente de Cantos a la lista de estas villas, señalando el paradero de la real cédula en el Archivo Municipal de Sevilla (en adelante AMS), Privilegios, carp. 7ª, Antonio Domínguez Ortiz, “Sevilla y Felipe II”, en Carlos Alberto González Sánchez (ed.), Sevilla, Felipe II y la monarquía hispánica (Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1999), 19-31 (p. 26, n. 13).

[38] Antonio Palma Chaguaceda, El historiador Gonzalo Argote de Molina. Estudio biográfico, bibliográfico y crítico, 2ª ed. corr. y aum. por Agustín Millares Carlo (Las Palmas: Ayuntamiento de Las Palmas, 1973), 130 y 23, respectivamente. El libro, “el qual tiene Chaves”, Pronóstico sobre Sevilla del historiador andalusí Albu Hadre, no se halla en el inventario del cosmógrafo de la Casa de Contratación, poco dado, parece, a la astrología judiciaria, según Klaus Wagner, “A propósito de la biblioteca de Jerónimo de Chaves, catedrático de cosmografía de la Casa de Contratación, y el paradero de algunos de sus libros”, en Manuel Peña Díaz, Pedro Ruiz Pérez, Julián Solana Pujalte (coords.), La cultura del libro en la Edad Moderna. Andalucía y América (Córdoba: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 2001), 187-231 (p. 188). La primera edición por Argote de la más famosa obra del infante don Juan Manuel fue en Sevilla: Hernando Díaz, 1575. Por lo demás, Palma Chaguaceda, Ibid., 130, refuta la fecha de 1592 que reza en el ms. 58-5-41 (olim 84-7-16) de la Biblioteca Colombina (en adelante BCS) y en el ms. 9858 de la Biblioteca Nacional (en adelante BNE).

[39] La copia que manejó el analista “para en poder de don Bartolomé Pérez Navarro, veintiquatro de esta ciudad”, como señala también Palma Chaguaceda, El historiador Gonzalo Argote de Molina, p. 130. A su vez, el copista del BCS 58-5-41 fue Diego Luis de Arroyo y Figueroa, el mismo que el del ms. de la Biblioteca del Seminario Diocesano de Vitoria, según el Catálogo de la Biblioteca del Seminario de Vitoria (Vitoria: s. i., 1952), I, p. 9, núm. 57, no señalado en la relación de Palma Chaguaceda, Ibid., pp. 73-77.

[40] Aludió claramente a esta copia en BCS 58-5-41, f. 40r, como elemento de un proyecto inconcluso, pero sin reproducir ningún fragmento, salvo las apócrifas de Ortiz de Zúñiga, S. Ordóñez Agulla, “Concerning CIL, II, 500*: neither lost...”,  87-88, n. 17 y 18.

[41] Agradezco a Antonio Albardonedo que me haya facilitado para su traducción una reproducción de f. 40r, BCS 58-5-41, que, a decir verdad, ya había atraído mi curiosidad cuando indagaba documentación sobre las relaciones de la boda de Carlos V.

[42] No todos los códices del Aparato de Argote que señala Palma Chaguaceda, El historiador Gonzalo Argote de Molina, 73-77, y actualiza José Manuel Rico, “Gonzalo Argote de Molina”, en Delia Gavela, Pedro C. Rojo Alique (coords.), Diccionario filológico de literatura española. Siglo XVI. Textos y transmisión, dir. Pablo Jauralde Pou (Madrid: Castalia, 2010), 73-83 (pp. 80-81), contienen estos apócrifos de la Alameda, que faltan en BNE ms. 7525, ff. 1-62, y BCS 59-1-3 (olim 84-7-19). El BCS 58-5-35 (olim 84-7-10), que vio Palma Chaguaceda, consta como desaparecido en el inventario de 1991, según me informa Nuria Casquete de Prado, directora gerente de la Institución Colombina.

[43] He conjeturado VISVM (“pareció”) ante el insostenible VOS (“vosotros”), que aparece en todas las copias examinadas: BCS 59-4-12 (olim 85-5-10), s/f; BNE 9858, f. 53v; BNE 18291, pp. 178-179; y la copia del 1811 de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla (en adelante BUS), ms. 332/193, p. 79. En la frase parentética, el autor de este epígrafe inédito parece hacerse eco de una controversia suscitada entre los entendidos a cuenta del origen de las columnas, tal como se recuerda en el documento del doctor Juan de Torres Alarcón que comento más abajo.

[44] Obsérvese también el uso reforzado de esta función deíctica en HASCE (8), y HOSCE (18), que señalarían respectivamente a las delicias del jardín público y sus fuentes.

[45] Muy parecida es la coetánea descripción de Morgado, Historia de Sevilla, f. 48r: “es pues de saber, que pequeño quarto de legua de los muros de Sevilla avía unas fuentes de tiempo inmemorial llamada del arzobispo, ya medio ciegas y como olvidadas”, que cita Albardonedo Freire, El Urbanismo de Sevilla, p. 234, n. 72.

[46] He traducido la apodíctica frase final siguiendo la modalidad impresiva del discurso en clara alusión a la bondad de las aguas de la Fuente del Arzobispo, encarecidas como las más saludables de la ciudad, como recoge Albardonedo Freire, “Las trazas y construcción de la Alameda de Hércules”, 147, n. 38. Estuvieron en uso hasta que, como consecuencia de unas obras de 1874 que socavaron la capa de arcilla, se mezclaron con aguas residuales; según Manuel Macías Míguez, “La fuente del Arzobispo”, Aparejadores. Boletín del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Sevilla, 40 (1992), 23-25.

[47] El uso de ne/nae, interjección aseverativa calcada del griego, se ve aún más reducido al ir siempre seguida de un pronombre en latín clásico, según J. B. Hofmann, El latín familiar, trad. Joan Corominas, (Madrid: C.S.I.C., 1958), 38-39.

[48] Como demuestra A. R. Anderson, “EIS in the Accusative Plural of the Latin Third Declension”, Transactions and Proceedings of the American Philological Association, 45 (1914), 129-139.

[49] Se transcribe áriston men hydor, “lo mejor es el agua”, y tiene evidente conexión con los principios cosmogónicos de la filosofía presocrática. El autor ha podido utilizar la edición con traducción literal latina: Pindari Olympia Pythia Nemea Isthmia. Caeterorum octo lyricorum carmina, Alcaei, Sapphus, Stesiehori, Ibici, Anacreontis, Bacchilidis, Simonidis, Alemanis, nonnulla etiam aliorum: omnia Graece & Latine: Pindari interpretatio nova est, eaque ad verbum caeteri partim ad verbum, partim carmine sunt redditi (Amberes: Plantino, 1567), p. 7: “Optima quidem [est] aqua, & aurum...” [Ejemplar consultado BNE U/3460].

[50] En el ms. Poesia selecta Castellana de varios authores, Biblioteca de la Real Academia de la Historia (en adelante RAH), sgn. 9-2563, f. 86r: “enla alameda De S.a / F. P.”; señalada en la descripción interna de este códice por Juan Francisco Alcina, “Aproximación a la poesía latina del canónigo Francisco Pacheco”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 36 (1975-1976), 211-263 (p. 219).

[51] Véase Bartolomé Pozuelo Calero, “El epigrama latino del licenciado Francisco Pacheco a la Alameda de Hércules: imitación y originalidad”, en Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del profesor Braulio Justel Calabozo (Cádiz: Universidad de Cádiz, 1998), 171-177; discrepo, sin embargo, de su lectura e interpretación de la última línea añadida de propia mano del autor del poema (p. 177, n. 4), pues se lee con suficiente claridad: “dum decumberet”, es decir, “hasta que se derrumbe”.

[52] Es el erudito valenciano Juan Bautista Pérez (1537-1597), que morirá como obispo de Segorbe; véase Vicente Ximeno, Escritores del Reyno de Valencia, 2 vols. (Valencia: Joseph Estevan Dolz, 1747-1749), I, 200-205.

[53] Fue hallada y publicada por CeLoMar, sagaz indagador de los archivos sevillanos, cuando pertenecía a la Colección Velázquez de la Real Academia de la Historia (en adelante RAH), esto es, Celestino López Martínez, Algunos documentos para la biografía de Gonzalo Argote de Molina (Sevilla: Eulogio de las Heras, 1921), 66-67. Actualmente está catalogada como autógrafa e inédita en la Colección Salazar de la misma institución: Índice de la colección de don Luis de Salazar y Castro [Formado por Baltasar Cuartero y Huerta, Antonio de Vargas-Zúñiga y Montero de Espinosa, marqués de Siete Iglesias] (Madrid: RAH, 1953), IX, 223, sgn. A-112, f. 591.

[54] Identifica esas inscripciones con el epigrama ya editado y traducido, Guy Lazure, To Dare Fame: Constructing a Cultural Elite in Sixteenth Century Seville [Tesis doctoral inédita, dir. R. Kagan] (Baltimore: John Hopkins University, 2003), 169, n. 10, sin aludir a esta carta de Argote a Zurita que reprodujo Agustín Millares Carlo en la 2ª edición de la monografía de Palma Chaguaceda, El historiador Gonzalo Argote de Molina, 207. Agradezco al investigador canadiense la consulta del original de su tesis, cuya publicación será una importante contribución al conocimiento de la historia cultural de la Sevilla del Siglo de Oro.

[55] Pedro M. Piñero y Rogelio Reyes (eds.), Francisco Pacheco. Libro de descripción de verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables varones (Sevilla: Diputación Provincial, 1985), p. 274. Entre la abundante bibliografía crítica, debo citar el cap. I, “Una congregación de estudiosos”, de Jonathan Brown, Imágenes e ideas en la pintura española del siglo XVII, trad. V. Lleó Cañal, [Images and Ideas in Seventeenth-Century Spanish Painting, Princeton University Press, 1978] (Madrid: Alianza Editorial, 1981), pp. 33-56 (p. 40, n. 26), donde al exponer los datos sobre estas academias y esbozar un vínculo generacional, me señaló, allá por 1984 cuando barajaba temas para mi tesis doctoral, la única publicación que atribuye la autoría de las inscripciones de la Alameda al licenciado Pacheco, pero sin pruebas documentales, dado su carácter periodístico: Celestino López Martínez, “El licenciado Francisco Pacheco” en: «Nuestros eruditos», El Liberal, año XXXIV, núm. 12.756, Sevilla, viernes 23 de noviembre de 1934, p. 1. Este artículo de prensa me ha proporcionado pistas para hallar en el Archivo Histórico Diocesano de Jerez de la Frontera la partida de bautismo del autor, publicada en J. Solís de los Santos, “Partida de bautismo del licenciado Francisco Pacheco (22-XI-1535)”, R. Carande, D. López-Cañete (eds.), Pro tantis redditur. Homenaje a Juan Gil en Sevilla (Zaragoza: Pórtico, 2011), 393-399.

[56] Véase Sigüenza, Traslación de la imagen, p. 69 García de la Concha.

[57] Véase en las dos ediciones, Ortiz de Zúñiga, Anales, (1677), 651; Ibid., (1796), IV, 327-328.

[58] Ortiz de Zúñiga, Anales, (1677), 13; Ibid., (1796), I, 32. El autor del dístico Ferrea Ferrandus perfregit claustra Sibillae, / Ferrandi et nomen splendet ut astra poli (“Fernando rompió los férreos cerrojos de Sevilla y el nombre de Fernando brillará como las estrellas del cielo”), bien pudo ser el mismo Hernando Colón, según lo que se desprende del historiador coetáneo: “el doctísimo cavallero D. Hernando Colón” [...] “el qual así mismo en este año de mil e quinientos e treinta y cinco hizo pintar sobre dicha puerta al Santo Rey San Fernando, que ganó esta cibdad, cavalgando en un cavallo y la espada en la mano como que poderosamente quiere correr, con un dístico que es un verso exámetro, y otro pentámetro a los pies del cavallo, que dice assí”; véase la ed. parcial de Luis de Peraza. Historia de Sevilla, transcripción, estudio y notas de Francisco Morales Padrón (Sevilla: Asociación Amigos del Libro Antiguo, 1996), 98.

[59] Se trata de una redondilla castellana de 5 octosílabos, al parecer grabada en la puerta de Jerez, según Ortiz de Zúñiga, Anales, I (1796), 33, que había registrado Melchor de Santa Cruz, Floresta española (Salamanca: Pedro Lasso, 1592 [ed. pr. Toledo: Francisco de Guzman, 1574]), f. 204r: “Hércules me edificó / Julio César me cercó / de muros y torres altas. / Y el Rey Santo me ganó / con Garci Pérez de Vargas”. La transmitió ampliada en forma de décima, inc. “Grandes años son pasados”, Peraza, Historia, p. 89 Morales Padrón. Es de época posterior la lápida con el mismo texto de la quintilla que se encuentra hoy en la puerta de Jerez, esquina Maese Rodrigo.

[60] Véase A. J. Albardonedo Freire, “Estudio documental sobre la reforma de la Puerta de la Carne (1576-1579)”, Archivo Hispalense, 255 (2001), 43-70.

[61] La certera corrección sobre un hipermétrico FERDINANDVS efectuada por B. Pozuelo Calero, “Las inscripciones de la desaparecida Puerta de la Carne de Sevilla: propuesta de atribución al Licenciado Francisco Pacheco”, Calamus Renascens, 5-6 (2004-2005), 177-192 (p. 178, n. 3), se corrobora en el relato de Jacob Cuelbis, comprobable en Raya Retamero, Andalucía en 1599 vista por Diego Cuelbis, 44.

[62] Algunos ejemplos de este rechazo en Petrarca y Erasmo, en J. Solís, “El humanismo en Sevilla en la época de Diego López de Cortegana” (n. 6), pp. 53-54.

[63] Otras observaciones sobre este punto y el goticismo de los poemas patrióticos de Herrera, en Juan Montero, “De Malara a Herrera: cultura e ideología en el humanismo sevillano de la segunda mitad del XVI”, en C. A. González Sánchez (ed.), Sevilla, Felipe II, 94-107 (p. 101, n. 17).

[64] Como señalé en J. Solís de los Santos, “La inscripción conmemorativa de la Giralda”, Archivo Hispalense, 246 (1998), 141-169 (p. 151).

[65] Según ha reiterado B. Pozuelo Calero, El licenciado Francisco Pacheco. El túmulo de la reina doña Ana de Austria (Alcañiz‑Madrid: Instituto de Estudios Humanísticos, 2004), LXXXIX-XCII, e Id., “Las inscripciones de la desaparecida Puerta de la Carne”, p. 185.

[66] “Philippo II regi catholico pio foelici Augusto instauratori pacis iuris aequique conservatori”. La noticia de esta inscripción la aportó Espinosa y Cárcel en su edición ampliada de los Anales de Ortiz de Zúñiga, IV (1796), 328: “Se conservan unos letreros, aunque mal legibles, que tenía esta puerta, renovadas en este año de 1796”; y viene a confirmar la lectura en 1599 del ya citado Diego Cuelbis, Thesoro Chorographico de las Espannas, f. 368r, pasaje recogido por Raya Retamero, Andalucía en 1599 vista por Diego Cuelbis, p. 45; esta selección se hizo de la copia por Pascual de Gayangos, nunc BNE ms. 18472, que fue dada a conocer y comentada por Antonio Domínguez Ortiz, “El Thesoro Chorografico de Diego de Cuelbis y su descripción de Sevilla”, Anales de la Universidad Hispalense, V/3 (1942), 5-30, reproducido en Id., Los extranjeros en la vida española del siglo XVII y otros artículos, ed. L. C. Álvarez Santaló (Sevilla: Diputación, 1996), 185-210, si bien no trata estas inscripciones que nos ocupan.

[67] La aequitas aplicada por los juristas vendría a corregir el rigor consustancial de toda ley expresado en la conocida máxima summum ius, summa iniuria; como dijo Séneca, Cartas, 95.53: “Illa aequum iustumque composuit” [la naturaleza ha armonizado lo justo y lo legítimo].

[68] “Philipo II Hispaniarum regi cath. Caroli Aug. filio Philippi regis nep. Maximiliani Aug. pronep. Feder. Aug. abnep.”; cit. por la edición de Francisco de B. Palomo, Descripción del Túmulo y relación de las exequias que hizo la ciudad de Sevilla en la muerte del Rey Don Felipe Segundo por el licenciado Francisco Gerónimo Collado (Sevilla: Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1869), 58 y  92.

[69] Como señala en el sucinto inventario de testimonios laudatorios Alcina, “Aproximación a la poesía latina del canónigo Francisco Pacheco”, p. 213, y amplía Pozuelo Calero, “Hacia un catálogo de las obras del canónigo Francisco Pacheco”, Excerpta Philologica Antonio Holgado Redondo sacra, 1 (1991), II, 649-686 (pp. 654-677), e Id., El túmulo de la reina doña Ana, LXXXV-XCII. Opina que el Licenciado Pacheco fue el autor de las inscripciones que se pusieron en la reforma de 1580 de la Puerta del Perdón de la catedral, Álvaro Recio Mir, “La reforma y restauración de la Puerta del Perdón de la Catedral de Sevilla de 1578-1580”, Laboratorio de Arte, 9 (1996) 69-83 (pp. 80-81), y, al respecto de la Alameda, como “hipótesis por confirmar”, plantea que también fuera el “inspirador del programa iconográfico de ese espacio urbano”, Id., «Sacrum Senatum» Las Estancias Capitulares de la Catedral de Sevilla (Sevilla: Universidad de Sevilla, 1999), 331. El licenciado Pacheco podría ser también, además de estas de la Alameda, el autor de la inscripción latina de la puerta de Triana de 1588, que podemos ver en Ortiz de Zúñiga, Anales, IV (1796), 331, y Palomo, Historia crítica de las riadas, II, 174-175.

[70] Gracias a la obra primeriza de Rodrigo Caro (1604), BCS ms. 58-1-31, sabemos que el licenciado Pacheco fue autor al menos de los 3 dísticos con que la villa de Utrera homenajeaba a Felipe II en la visita que describió Mal Lara; Rodrigo Caro, Memorial de la villa de Utrera, en Obras de Rodrigo Caro, 2 vols. (Sevilla: Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1883-1884), I, 129-130.

[71] Mal Lara, Recebimiento, f. 149v. La visita real fue decisiva para esta remodelación urbanística, como ha subrayado Albardonedo Freire, “Las trazas y construcción de la Alameda”, p. 136. Sin duda, esa “estraña ventura” que la hizo tan ancha es la tremenda riada que obligó a despoblar las modestas casas aledañas a la laguna, según recordaba aún en 1579 el notario apostólico Sigüenza, Traslación de la imagen, p. 67 García de la Concha. Por su parte, Palomo, Historia crítica de las riadas, I, 74, indica que en un ms. de Efemérides sevillanas, de fray José Muñana, se registran devastadores desbordamientos del río en 1565 y 1568.

[72] La fecha aducida para este documento por Francisco Rodríguez Marín, Nuevos datos para las biografías de cien escritores de los siglos XVI y XVII (Madrid: Tip. de la Revista de archivos, bibliotecas y museos, 1923), 406, “noviembre de 1593”, ha podido ser corregida al hallar Carmen del Camino este documento en AMS, Varios antiguos, sección XVII, caja 17, nº 485. En efecto, resulta muy poco probable que en un documento oficial se guarde recuerdo de alguien muerto más de veinte años antes por ilustre que haya sido. Además, el resto de los datos del documento concuerda con lo publicado por J. Gestoso y Pérez, Nuevos datos para ilustrar las biografías del maestro Juan de Malara y Mateo Alemán (Sevilla: Tip. de La Región, 1896), 5-11.

[73] Pacheco, Libro de descripción de verdaderos Retratos, 357 Piñero, Reyes. El pintor Pacheco elaboró su retrato a partir del grabado de Juan Bautista Vázquez el Viejo que aparece en el impreso Ioannis Mallarae in Aphthonii Progymnasmata scholia (Sevilla: Alonso Escribano, 1567), según señala Margarita Estella, “Juan Bautista Vázquez el Viejo y el Museo Lázaro”, Goya, 193-195 (1986), 120-125 (p. 121), y los datos de su elogio se los facilitaría su tío homónimo el licenciado.

[74] Según Palomo, Historia crítica de las riadas, I, 197.

[75] Peraza, Historia, p. 104 Morales Padrón. Debió de terminarla en la quinta década, pues menciona la Silva de varia lección, de Pedro Mexía, cuya edición príncipe es de 1540, según se lee en Silvia María Pérez González, Luis de PerazaHistoria de la ciudad de Sevilla, 2 vols. (Sevilla: Colección Clásicos Sevillanos 14; Ayuntamiento, 1997), I, 112.

[76] Véase Albardonedo Freire, “Las trazas y construcción de la Alameda”, p. 140.

[77] Véanse Gestoso, Nuevos datos, 10-11, y Rodríguez Marín, Nuevos datos, 406. A partir de la descripción en el documento de la zona expropiada, Gestoso infiere que debió de ocupar el área de las que hacen hoy esquinas a las calles del Barco y Cañaverería (hoy de Joaquín Costa).

[78] Véase Sigüenza, Traslación de la imagen, p. 67 García de la Concha, y la anotación del editor, p. 126, n. 5.

[79] Mal Lara, Recebimiento, f. 54r. El poema debió de estar terminado ya en 1565 y fue dedicado al malogrado príncipe don Carlos (1545-1568).

[80] Sólo se nos ha conservado en un único manuscrito, actualmente en la Biblioteca de Ajuda (Lisboa), sgn. 50-I-38, según indica José Cebrián, “En torno a una epopeya inédita del siglo XVI: el Hércules animoso de Juan de Mal Lara”, Bulletin Hispanique, 91 (1989), 365-393 (p. 370, n. 22).

[81] A esta obra ha dedicado varios estudios previos a su próxima edición en la Biblioteca Castro, Francisco Javier Escobar Borrego, “Noticias inéditas sobre Fernando de Herrera y la academia sevillana en el Hércules animoso, de Juan de Mal Lara”, Epos, 16 (2000), 133-155; “Hernando Colón y su librería en el Hércules animoso, de Juan de Mal Lara”, Philologia Hispalensis, 15 (2001), 221-225; “Los poetas del cancionero en el Hércules animoso, de Juan de Mal Lara”, en Jesús L. Serrano Reyes (ed.), Cancioneros en Baena I, Actas del II Congreso Internacional Cancionero de BaenaIn memoriam Manuel Alvar (Baena: M. I. Ayuntamiento, 2003), 555-574; “Nuevos datos sobre libros y lecturas de Juan de Mal Lara. (A propósito de la Tabla de autores del Hércules animoso)”, Criticón, 90 (2004), 79-88.

[82] En la portada de este folleto aún aparece el escudo real con el lema de Felipe I, “quy vouldra”, sin otra mención al héroe tebano que una genealogía fabulosa de los Austria y el recurso literario del sobrepujamiento, “tantam orbis molem novus Hercules & Athlas sustineas” [que sostengas como un nuevo H. y Atlante la mole tan grande del mundo]: Aloisii Marliani Oratio in comitiis ordinis Aurei Velleris serenissimi Caroli regis catholici aedita (Basilea: Pamphilus Gengenbach, 1517), f. 4r [BNE V.E. 1251/23]. Marliano, con más fortuna como humanista que en el arte de Galeno, obtuvo del joven monarca el obispado de Tuy (1517); murió en Milán (11-V-1521); véase Peter Krendl, “Luigi Marliano”, en Contemporaries of Erasmus: A Biographical Register of the Renaissance and Reformation, coord. P. G. Bietenholz, T. B. Deutscher, 3 vols. (Toronto-Buffalo-Londres: University of Toronto, 1985-1987), II, 392-393.

[83] Ha estudiado exhaustivamente el tema Earl Rosenthal, “PLUS ULTRA, NON PLUS ULTRA, and the columnar device of Emperor Charles V”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 34 (1971), 204-228; “The invention of the columnar device of the Emperor Charles V at the Court of Burgundy in Flanders in 1519”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 36 (1973), 198-230; “Plus Oultre. The ‘Idea Imperial’ of Charles V in his Columnar Device on the Alhambra”, en Marilyn Stokstad, Robert Enggass (eds.), Hortus Imagines. Essays in Western Art (Kansas, 1974), pp. 85-101. Por su parte Marcel Bataillon, “Plus Oultre: La cour découvre le nouveau monde»”, en Jean Jacquot (ed.), Fêtes et cérémonies au temps de Charles Quint. Les Fêtes de la Renaissance, (París: Éditions du CNRS, 1975), II, 13-27 (p. 23), señala que el significado primitivo de la divisa era de orden moral, dado que en la época en que se creó no había en Europa una clara conciencia e interés en las nuevas tierras descubiertas; sólo a partir de 1535 fue haciéndose más conocido el significado geopolítico de la divisa en relación al Nuevo Mundo.

[84] El licenciado Pacheco, tan avezado latinista que compuso el poema macarrónico hispano más extenso, como señalamos en J. Montero, J. Solís de los Santos, “La macarronea sevillana del licenciado Francisco Pacheco”, en Pedro M. Piñero Ramírez (ed.), Dejar hablar a los textos. Homenaje al profesor Francisco Márquez Villanueva, 2 vols. (Sevilla: Fundación Machado y Universidad de Sevilla, 2005), I, 637-666 (p. 656), obvia expresar en su impecable inscripción latina el gramaticalmente incorrecto plus ultra, que en buen latín se dice ulterius, sustituyéndolo por otro adverbio de cantidad utilizado como intensivo con ultra en Plinio, Historia Natural, VI 140: “magis id mirum est, aestu longe ultra id accedente”. En realidad, ambos adverbios están separados cada uno en su frase, o columna, con elipsis verbal: [hay] más (plus), más allá (ultra), como bien señala y comenta Antonio Ruiz de Elvira, “Pervivencia de la romanidad”, Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos, 7 (1994), 145-169 (pp. 150-158). Contra la norma clásica lo había utilizado como glosa del emblema, “Caesar plus ultra ualet, plus ultra tenebat”, en un impreso póstumo de 1537, el humanista sevillano Pedro Núñez Delgado, Epigramas, ed. Francisco Vera Bustamante (Alcañiz-Madrid: Instituto de Estudios Humanísticos, 2002), epigr. XII, v. 5, p. 86. No así, tratando específicamente el tema, De militia principis Burgundi quam uelleris aurei uocant (Toledo: Juan de Ayala, 1540): “At bene Charlus ouans animoso pectore metas / iam tenet Herculeas, tamen ultra pergere uotum / dixit”, Álvar Gómez de Ciudad Real, La Orden de Caballeros del Príncipe de Borgoña, ed. Jesús Romero Valiente, 2 vols. (Alcañiz-Madrid: Instituto de Estudios Humanísticos, 2003), lib. V, vv. 1-3, II, p. 414. La forma latinizada de la divisa fue creada por Francisco de Castilla, Práctica de las virtudes (Murcia: Gorge Costilla, 1518), f.16v: “Mote del Rey Nuestro Señor que dize PLVS VLTRA”. [BNE R/12194].

[85] Véase el estudio de estos festejos por Mónica Gómez-Salvago Sánchez, Fastos de una boda real en la Sevilla del Quinientos (Estudio y documentos) (Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 1998).

[86] Los lemas latinos están editados y traducidos en J. Solís de los Santos, T. Sánchez Rubio, “Inscripciones de los arcos triunfales para la boda de Carlos V”, Humanística 12 (2001) 63-75; indago su difusión en Id., “Peripecia germana de la relación hispalense sobre la boda de Carlos V”, en P. Bolaños, M. de los Reyes Peña, A. Domínguez Guzmán (coords.), Geh hin und lerne. Homenaje al profesor Klaus Wagner, 2 vols. (Sevilla: Universidad, 2007), I, 443-458. A partir de 1526 la divisa Plus Ultra comienza a aparecer en los escudos de armas en portadas y frontispicios de los impresos.

[87] Lo ha señalado en Philosophia Vulgar, cent. VI, refrán 63: “cuéntalo en Viaje del Príncipe Juan Christoval Calvete”, Manuel Bernal Rodríguez, “La biblioteca de Juan de Mal Lara”, Philologia Hispalensis. In memoriam Prof. Dr. Juan Collantes de Terán, 4 (1988), I, 391-405 (p. 392); aunque “un libro pequeño del viaje del principe” que aparece en la almoneda, Ibid., p. 404, quizá sea alguna de las relaciones comentadas de seguida. Ofrece pertinentes consideraciones Pedro Ruiz Pérez, “Observaciones sobre libros y lecturas en círculos cultos (A propósito de la biblioteca de Mal Lara)”, Bulletin Hispanique, 100 (1998), 53-68.

[88] Cito por el impreso, BUS, A Res. 09/3/18, f. 39v, que conserva la distribución original y correcta de los versos latinos; de la lectura de esta obra en la Sevilla de la época es un indicio la nota marginal de este ejemplar cuando cita los pajes del príncipe, f. 7v [p. 36 Cuenca]: “Don Antonio de Portugal”: “Nro. p(adr)e que dios guarde~”.

[89] Véase Giovanni Lorenzo Otavanti, El sucesso d’l viaje que su Alteza del inuictisino (sic) Principe nuestro señor a hecho, dende que embarco en Castellon, hasta q salio de la cibdad de Trento, con los recibimientos y triumphos que se le an hecho en Genoua, Milan, Mantua, Trento, y en otros lugares (Valladolid: Francisco Fernández de Cordoba, 1549), f. Axv [BNE R/31364(12)]. Totalmente ajeno a este simbolismo es la relación del portugués Vicente Álvarez, panetier del príncipe Felipe: “otra grande estatua de Hércules en pie entre dos columnas, en cada una d’ellas puesta su mano, que significa la gran fortaleza de aquella ciudad (sc. Mantua)”; la relación de Vicente Álvarez ha sido editada por José María de Francisco Olmos y Paloma Cuenca, e incluida como apéndice en la edición moderna de J. C. Calvete de Estrella, El Felicíssimo Viage, (2001), 595-681 (p. 622). Esta obra de Calvete de Estrella fue resumida en la crónica de Carlos V de Juan Ginés de Sepúlveda, según indago entre otras fuentes coetáneas en J. Solís de los Santos, “Las relaciones de sucesos en la historiografía latina de Carlos V: Sepúlveda y Calvete de Estrella”, en J. M. Maestre Maestre, J. Pascual Barea, L. Charlo Brea (eds.), Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico IV. Homenaje al Profesor Antonio Prieto, 5 vols. (Madrid: Instituto de Estudios Humanísticos, C.S.I.C., 2008-2010) III (2009), 1317-1347.

[90] Véase Mal Lara, Recebimiento, f. 56v; cita solo esta traducción del propio humanista Albardonedo Freire, “Carlos V en la Alameda de Sevilla”, p. 901. En el exorno de la galera real de don Juan de Austria, había escrito Mal Lara para el hijo natural de Carlos V: “Alcides tibi proposuit geminasque columnas / inuictasque manus: tu mihi utrumque dabis” [El Alcida te ha ofrecido las dos columnas y unas manos invictas: ambas cosas tú me darás]; véase Rocío Carande Herrero, Mal-Lara y Lepanto: los epigramas latinos de la Galera Real de don Juan de Austria (Sevilla: Caja San Fernando, 1990), 104.

[91] Calvete de Estrella, El Felicissimo Viage, ff. 225v-226r; antes había dado cuenta de la autoría de Schryver: “D’esto ay dísticos de Cornelio Grapheo Secretario d’el Amplissimo Senado de Anuers varon doctissimo, el qual inventó todos los arcos y espectaculos, que se hizieron y publicaron en Anuers” (f. 221r). El grabado está en Cornelis de Schryver, Spectaculorum in susceptione Philippi Hisp. Prin. Diui Caroli V. Caes. F. An. M.D.XLIX. Antuerpiae aeditorum, mirificus apparatus, (Amberes: Peter Alosten, 1550), ff. 19v-20r [BNE R/22635]; reproducido igualmente en la edición moderna de Calvete de Estrella, El Felicíssimo Viage, (2001), 690.

[92] Véase Pacheco, Libro de descripción de verdaderos Retratos, 274 Piñero, Reyes. Pese a este único testimonio, hallo excesiva la cautela de A. Millares Carlo, “La biblioteca de Gonzalo Argote de Molina”, RFE, 10 (1923), 137-152 (p. 141, n. 1), reproducido en Palma Chaguaceda, El historiador Gonzalo Argote de Molina, p. 221, n. 4. La petición de examen de las comentadas inscripciones apócrifas al cronista Zurita supone instrucciones oficiales al respecto. Destaca el interés del monarca por el urbanismo Richard L. Kagan, “Philip II and the Art of the Cityscape”, Journal of the Interdisciplinary History 17 (1986), 115-135 (p. 120).

[93] Espinosa acompañó al rey en Sevilla, como señala Mal Lara, Recebimiento, f. 10v. Muerto Espinosa (5-IX-1572), pasó Mateo Vázquez, tras ordenarse de sacerdote, al servicio de Felipe II, que lo nombró en 1573, Secretario de Estado. Apunta, en mi opinión con muy seguros indicios, que Mateo Vázquez fuera en realidad hijo ilegítimo del canónigo hispalense Diego Vázquez de Alderete y de su ama de llaves, Baldomero Macías Rosendo, La correspondencia de Benito Arias Montano con el Presidente de Indias Juan de Ovando. Cartas de Benito Arias Montano conservadas en el Instituto de Valencia de Don Juan (Huelva: Servicio de Publicaciones de la Universidad [Bibliotheca Montaniana 15], 2008), 73, n. 124. El genealogista habría de proporcionar a Mateo Vázquez un linaje que lo emparentaba con el conde de Lecca y los emperadores bizantinos, en su G. Argote de Molina, Nobleza del Andaluzía (Sevilla: Fernando Díaz, 1588), f. 257r [BUS A Res 72/2/14], como señala Juan Gil, Los conversos y la Inquisición sevillana, 5 vols. (Sevilla, Universidad de Sevilla - Fundación El Monte, 2000-2001), IV (2001), 95.

[94] Según la carta de Juan de Torres Alarcón al oidor Luis de Tapia y Paredes (Sevilla, 28-XII-1614), trancrita por Palomo, Historia crítica de las riadas, II, 126. El joven don Álvaro acompañó al príncipe Felipe en todo su viaje y estancia participando lucidamente en fiestas y torneos; véase Calvete de Estrella, El Felicíssimo Viage, p. 736 Cuenca.

[95] Véase BUS A Res. 11/2/15: P. Vergilii Maronis Opera quae quidem extant, omnia cum veris in bucolica, georgica & Aeneida commentarijs Tib. Donati & Seruij Honorati, summa cura ac fide, (Basileae: per Henricum Petri, 1561). La dedicatoria “Jllustrissimus D.D. Aluarus à Portugallia comes Gelues & Villanoue dominus / suo Ioanni Mallarae D.D. anno 1563 Sept.” [El Ilmo. Sr. D. Álvaro de Portugal, conde de Gelves y señor de Villanueva, lo dio de regalo a su amigo Juan de Mal Lara, en septiembre del año 1563], está señalada, con una lectura “domini”, por Klaus Wagner, “Juan de Mal Lara: libros y lecturas. A propósito de cuatro libros de su propiedad”, en C. Casado Lobato, y otr. (eds.), Varia Bibliographica. Homenaje a José Simón Díaz (Kassel: Reichenberger, 1988), pp. 655-657 (p. 657).

[96] Con este título apareció en el Catálogo de manuscritos especiales de España anteriores al año de 1600, que logró juntar en la mayor parte un curioso andaluz (Madrid: Imprenta de Don Josef Collado, 1804), 13; bajo este propietario anónimo quiere identificar al mismo Argote de Molina, Gregorio de Andrés, “Códices del Escorial procedentes de Gonzalo Argote de Molina, con la edición de dos inventarios de sus manuscritos”, Cuadernos para investigación de la literatura hispánica, 10 (1988), 7-37 (p. 11), quien, igualmente, propone que este ms. de Peraza anotado por Mal Lara podría ser el BNE 1924 (p. 28, n. 63), que es copia del original de la biblioteca del duque de Alcalá, f. 1r, y contiene unas pocas notas marginales de mitología, f. 51v. Este ms. BNE 1924 no consta en la recensio de Morales Padrón, Luis de Peraza. Historia, pp. 19-24, quien coteja el contenido con el BNE 10532, determinándolo trasunto del BCS 57-6-34, olim 83-7-6. Que el original de la Historia de Peraza se guardaba en la biblioteca de dichos duques, Casa de Pilatos en Sevilla, lo sabía de primera mano Ortiz de Zúñiga, Anales, (1677) 706, y IV (1796), 391, confirmándose con la nota de las fuentes utilizadas en el Memorial de la historia y cosas eclesiásticas de Sevilla y Catálogo de sus Illmos. Arzobispos. Alonso Sánchez Gordillo, escrita en 1612, ms. BCS 59-2-18, p. 2: “y lo que tenía travajado el bachiller Luis de Peraza y déste las obras que con su librería compró el Duque de Alcalá don Fernando por muerte del maestro Juan de Malara que tenía el original”; según registra también José Sánchez Herrero (ed.), Alonso Sánchez Gordillo. Memorial sumario de los arzobispos de Sevilla y otras obras (Sevilla 2003), 26. Mal Lara debió de adquirir este ms. después de la muerte de Peraza, c. 1545, y después éste o una copia pasaría a poder de Gonzalo Argote de Molina, en contra de lo que se viene repitiendo desde la conferencia del duque de T’Serclaes, Juan Pérez de Guzmán y Boza, Sobre los historiadores de Sevilla, [Discurso de ingreso en la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla el 26 de Abril de 1892] (Sevilla: E. Rasco, 1892), 19, quien debió de incurrir en lesa cronología por culpa de las notas de posesión de los copistas de los mss. de la BCS, a saber, el BCS 57-6-34, olim 83-7-6, f. 2: Advertencia al lector, hay nota: “y por su muerte lo hubo Joan de Malara, según se reconoce de algunas notas escriptas por él”, según cita Juan de Mata Carriazo, Protohistoria de Sevilla. En el vértice de Tartesos (Sevilla: Guadalquivir, 1980), 84 y 88; y las copia incompleta en dos vols., BCS 57-5-29/30, olim 83-6-1. En efecto, Peraza fue una de las fuentes para su Nobleza del Andaluzía (1588), como señala Palma Chaguaceda, El historiador Gonzalo Argote de Molina, p. 139, pero que haya sido propietario del original anotado de Mal Lara solo se infiere del cotejo de sus libros con los del anónimo “curioso andaluz”, según se extrae de Inoria Pepe, “La biblioteca di Argote de Molina: tentativo di catalogo della sezione manoscritti”, Studi di Letteratura Spagnola, 1967, 165-262 (p. 196, nº 354). El ducado de Alcalá pasó al de Medinaceli, y los archivos y fondos bibliográficos de esta casa nobiliaria fueron adquiridos por la Fundación Bartolomé March o heredados por los duques de Segorbe, pero el que recensiona Morales Padrón de la biblioteca de la Casa de Pilatos fue adquirido al anticuario Luis Bardón (Ibid., 23).

[97] Por ejemplo, Tomás Muñoz y Romero, Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España (Madrid: Rivadeneyra, 1858), 240, nº 7.

[98] Lo cita como “maestro Fr. Juan Annio” en la fundación, Peraza, Historia,  pp. 87-88 Morales Padrón. Desmonta sus falacias Luciano Pérez Vilatela, “La onomástica de los apócrifos reyes de España en Annio de Viterbo y su influencia”, en J. M. Maestre Maestre, J. Pascual Barea (eds.), Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico. Actas del I Simposio, 2 vols. (Cádiz: Instituto de Estudios Turolenses (C.S.I.C.) - Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1993), II, 807-819. En todo montaje falsario subyacen intereses políticos, pues Nanni estuvo al servicio del papa Alejandro VI y dedicó su engendro del pseudo Beroso a Isabel la Católica, como señala Julio Caro Baroja, Las falsificaciones de la Historia (en relación con la de España) (Barcelona: Seix Barral, 1992), 49-51. Por los mismos años el poeta cortesano Juan Sobrarias cantaba las hazañas de Fernando el Católico como descendiente de Hércules y en el contexto del dominio aragonés sobre el Rosellón y la Cerdaña, regiones donde el Hercules Lybicus de Annio había fundado ciudades, según destaca J. M. Maestre Maestre, “La presencia de Hércules en el Panegyricum carmen de gestis heroicis diui Ferdinandi de Juan Sobrarias Segundo”, Calamus Renascens, 1 (2000), 209-228 (pp. 218-221). Un análisis de todo este aparato mitológico en la corte del papa español presenta Álvaro Fernández de Córdova Miralles, “Imagen de los Reyes Católicos en la Roma pontificia”, En la España Medieval, 28 (2005), 259-354 (pp. 338-341).

[99] El resumen fue elaborado de la obra perdida Historia Philippica de Pompeyo Trogo, contemporáneo de Augusto, como estudia Fernando Gascó Lacalle, “Gárgoris y Habis: la leyenda de los orígenes de Tartesos”, Revista de Estudios Andaluces, 7 (1986), 127-146.

[100] Ambos pasajes vienen a decir lo mismo con idénticas palabras, que “Hispania fue llamada primero Iberia por el río Ebro, luego Hispania por Hispalo”; según Justino: “Hispania [...] Hanc veteres ab Hibero amne primum Hiberiam, postea ab Hispalo Hispaniam cognominaverunt” (Iust. Hist. 44.1.2); y San Isidoro: “Hispania prius ab Ibero amne Iberia nuncupata, postea ab Hispalo Hispania cognominata est” (Isid. Orig. XIV 4, 28).

[101] Sobre el carácter apócrifo de la dedicación a Sisenando, trata Cristóbal Rodríguez Alonso, Las Historias de los godos, vándalos y suevos de Isidoro de Sevilla. Estudio, edición crítica y traducción (León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 1975), 64-66.

[102] Con más erudición que crítica acoge Nebrija esta derivación etimológica de Hispalis Hispania en su opúsculo incunable, Muestra de la Istoria de las Antigüedades de España, como he señalado en mi citado “El humanismo en Sevilla en la época de Diego López de Cortegana” (n. 6), pp. 53-54. Sigo la edición de Ignacio González-Llubera, Antonio de Nebrija. Gramática de la lengua castellana (Salamanca, 1492). Muestra de la istoria de las antiguedades de España. Reglas de orthographia en la lengua castellana (Oxford: University Press, 1926), 203-228 (p. 212, líns. 18-22), disponible en la web corpusnebrissense.com de Pedro Martín Baños.

[103] Remonta a la época visigoda los pujos de la Iglesia hispalense por ser la primada de Hispania, y la sustitución de Emerita por Hispalis en el conocido pasaje de Ausonio, Ordo urbium nobilium, 82, que la destacaba como centro político de las provincias hispanas en el siglo IV, J. Gil Fernández, “Los comienzos del cristianismo en Sevilla”, en J. Sánchez Herrero, Iglesias de Sevilla, Huelva, Jerez y Cádiz y Ceuta [Historia de las Diócesis Españolas, 10] (Madrid: B.A.C., 2002), 5-58 (p. 18). Sopesa que Hispalis sea la lectura correcta del poema de Ausonio, Blanco Freijeiro, Historia de Sevilla. La ciudad antigua (n. 5), pp. 162-164.

[104] Editado y traducido por R. Carande Herrero, Un poema latino a Sevilla de 1250 (Sevilla, Ayuntamiento. Servicio de Publicaciones, 1986), 26-27.

[105] Según los estudios, reunidos luego en su ed. española, de Robert Brian Tate, Ensayos sobre historiografía peninsular del siglo XV, trad. Jesús Díaz (Madrid: Gredos, 1970), 13-32 (pp. 16-18). Ahonda en la estela del mito Juan Antonio Estévez Sola, “Algo más sobre los orígenes míticos de Hispania”, Habis, 24 (1993), 207-217 (p. 214), destacando la impronta bíblica sobre la clásica, pese a la inclusión de Hércules, Id., “Los orígenes míticos de Hispania en las crónicas españolas de la Edad Media”, en J. M. Candau Morón, F. J. González Ponce, G. Cruz Andreotti (eds.), Historia y mito. El pasado legendario como fuente de autoridad (Málaga: Servicio de Publicaciones de la Diputación, 2004), 365-387 (pp. 374-377).

[106] En la edición de Sancho de Nebrija, Granada, 1545, seguida por Rodrigo Caro, Antigüedades y principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla. Y Chorographía de su Convento iurídico, o antigua Chancillería (Sevilla: Andrés Grande, 1634), f. 4r. Véase el aparato crítico del mismo pasaje en Juan Fernández Valverde, Roderici Ximenii de RadaHistoria de rebus Hispaniae siue Historia Gothica [Corpus Cristianorum. Continuatio Mediaeualis LXXII] (Turnhout: Brepols, 1987), 16.

[107] Véase Etimologías, XV 1, 71. No de esta conocida etimología, sino de la naturaleza palustre del primitivo poblado aparecieron huellas que comentó Juan de Mata Carriazo, “Una zanja en el suelo de Sevilla”, Cuadernos de la Alhambra, 10-11 (1974-1975), 96-97; antes en el diario ABC, Sevilla, 16 septiembre 1960.

[108] Alfonso X, rey de Castilla, Primera Crónica General de España, ed. R. Menéndez Pidal, con un estudio actualizador de Diego Catalán, 2 vols. (Madrid: Gredos, 1977), I, p. 8b, 40-43. Como simple error de bulto califica esta fundación en la otra crónica alfonsina, Fernando Rubio Álvarez, “Andanzas de Hércules por España según la General Estoria de Alfonso el Sabio”, Archivo Hispalense, 75 (1956), 41-55 (p. 47).

[109] La idea de la continuidad y pervivencia de la monarquía visigoda en los reinos cristianos penínsulares aparece ya en las crónicas asturianas, y aun se atisba en San Isidoro, pero fue en el reinado de Fernando III cuando el Toledano la formuló para el reino de Castilla, según José Antonio Maravall, “La tradición de la herencia goda como mito político”, en Id., El concepto de España en la Edad Media (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales 1981), 299-340.

[110] Según registra Francisco Cantera Burgos, “Don Ramón Menéndez Pidal y la historia hispana”, Cuadernos Hispanoamericanos, LXXX, núms. 238-240 (1969), 27-41 (p. 41). Don Ramón se refiere a la versión conocida como Crónica de 1344; véase Carlos Alvar y José Manuel Lucía Megías, Diccionario filológico de literatura medieval española. Textos y transmision (Madrid: Castalia, 2002), 328.

[111] Según el estudio de Diego Catalán y M. Soledad de Andrés (eds.), Crónica del moro Rasis. Versión del Ajbar muluk Al-Andalus de Ahmad ibn Muhammad ibn Musa al-Razi 889-955 (Madrid: Gredos, 1975), LXXVIII-LXXIX. No estudia este pasaje concreto de la fundación de Sevilla en lo dedicado a los tres diferentes Hércules de la crónica alfonsina, César E. Dubler, “Fuentes árabes y bizantinas en la Primera Crónica General. Intercambios cristiano-islamicos en la historiografía hispano-medieval”, Vox Romanica, XII (1951-1952), 121-180 (pp. 145-152). A su vez, para Joaquín Vallvé Bermejo, “Las fuentes latinas de los geógrafos árabes”, Al-Andalus, 32 (1967), 241-260 (p. 255), estas noticias de la fundación de Híspalis procederían de obras latinas perdidas. Considera probable la intervención de Rasis en la leyenda de la fundación hercúlea, Rafael Valencia Rodríguez, Sevilla musulmana hasta la caída del Califato: contribución a su estudio (Madrid: Universidad Complutense, 1988), 139-140.

[112] Cito por Diego de Valera, La chronica de España abreviada por mandado de la muy poderosa señora doña Ysabel reyna de Castilla (Sevilla: Sebastián Trugillo, 1567), f. XVIIvº [BUS A Res. 10/4/06]. En su reciente edición crítica, anota para la secuencia “los quales oy están en Seuilla, en una casa de la judería] Comentario introducido por Valera”, Cristina Moya García, Edición y estudio de la ‘Valeriana’ (‘Crónica abreviada de España’ de Mosén Diego de Valera) (Madrid: F.U.E., 2009), 75, n. 37.

[113] José Simón Díaz, “El helenismo en Quevedo y varias cuestiones más”, Revista de Bibliografía Nacional, 6 (1945), 87-118 (pp. 98-101). Señaló ese “integralismo existencial” de los escritores españoles Américo Castro, España en su historia. Cristianos, moros y judíos, cit. por Américo Castro. Obra reunida, 3 vols. (Madrid: Editorial Trotta, 2002-2004), III, 293, 675.

[114] Terminó esta obra en el Puerto de Santa María, a 23-VI-1481, según colofón comentado por Hipolito Sancho de Sopranis, “Sobre Mosén Diego de Valera. Notas y documentos para su biografía”, Hispania 7 (1947), 531-553 (p. 541, n. 10).

[115] Según detallo en Juan Ginés de Sepúlveda. Historia de Carlos V (libros XXVI-XXX). Edición crítica, traducción, introducción filológica, notas e índice de J. Solís de los Santos. Estudio histórico de B. Cuart  Moner [Obras Completas XIV], Pozoblanco: Excmo. Ayuntamiento, 2010), CXII, n. 90.

[116] Véase Los cinco libros primeros dela Cronica general de España que recopila el maestro Florian do Campo (Medina del Campo: Guillermo de Millis, 1553), lib. I, cap. xiiij, fol. xxxvij vto. En el ejemplar consultado, BUS A Res. 72/03/01, consta al comienzo del capítulo, mismo f. 37r, una nota antigua manuscrita que reflejaría el interés por la cuestión: “nota delafundacion de Seuilla”.

[117] Ambrosio de Morales, continuador de la obra de Ocampo, acusó a Medina de haber plagiado a su antecesor en el cargo, como bien señala Baltasar Cuart Moner, “La larga marcha de las historias de España en el siglo XVI”, en Ricardo García Cárcel (coord.), La construcción de las Historias de España (Madrid: Marcial Pons, 2004), 45-126 (p. 100, n. 56).

[118] Pedro de Medina, Primera y segunda parte de las Grandezas y cosas notables de España (Alcalá de Henares: Juan Gracián, 1590), f. 120v [BUS A Res. 74/2/01]. En las edd. posteriores como esta consultada, corregida y aumentada por Diego Pérez de Messa, consta ya la obra del asistente Barajas, f. 124v.

[119] V. Espinel, Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón, rel. II, desc. VII, ff. 98v-99r. La cita de la Corografía de Mela es: “Columnae Herculis, Abila et Calpes” (2.89).

[120] Según ha estudiado Alfredo Morales, La obra renacentista del Ayuntamiento, p. 94, la restauración en el siglo XIX fue llevada a cabo con fidelidad a los relieves originales. La figura del héroe griego era elemento decorativo habitual en la época tardomedieval, como demuestra Isabel Mateo Gómez, “Los trabajos de Hércules en las sillerías de coro góticas españolas”, Archivo Español de Arte, XLVIII/189, (1975), 43-56, pero fue en estas décadas cuando empezó a proliferar en otras ciudades andaluzas, según Jesús M. Palomero Páramo, “La visión heroica en la mitología andaluza del siglo XVI: las representaciones de Hércules”, en Arquitectura e iconografía artística militar en España y América (siglos XV-XVIII) [Actas de las III Jornadas Nacionales de Historia Militar. Sevilla, 9-12 de Marzo de 1993] (Sevilla: Cátedra General Castaños, 1999), 895-907. También estaba salvada la genealogía mítica con Julio César, que pretendía descender del hijo de Eneas, pues algunos panegiristas enlazaron a los Austrias con Príamo y los troyanos, según ha estudiado Marie Tanner, The Last Descendant of Aeneas. The Hapsburgs and the Mythic Image of the Emperor (New Haven, Conn.: Yale University Press, 1993).

[121] “Tal antigüedad y tan gran nobleza justificarían el destino prodigioso y el renombre que situaban a Sevilla a la cabeza de las ciudades españolas y en pie de igualdad con sus soberanos”, según ha destacado Augustin Redondo, “Légendes généalogiques et parentés fictives en Espagne, au Siècle d’Or”, en Id. (ed.), Les parentés fictives en Espagne (XVIe.-XVIIe. siècles) (París: Publications de la Sorbonne, 1988), 15-35 (p. 31, n. 73).

[122] Lleó Cañal, Nueva Roma, pp. 197-198.

[123] Por A. Albardonedo, El Urbanismo de Sevilla, p. 205, en la estela de V. Lleó, Nueva Roma, p. 197. Aunque confunde las fechas de la Alameda en el fragmento que reproduce V. Lleó, anota que es evidente que el autor del texto no vivió el suceso y habla de oídas, Sylvaine Hänsel, Der spanische Humanist Benito Arias Montano (1527-1598) und die Kunst, Münster, Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung, 1991, p. 191; hay traducción de esta monografía: Benito Arias Montano (1527-1598). Humanismo y Arte en España, Huelva, Universidad, 1999. También anotan los evidentes anacronismos Miguel Morán Turina y Gustavo Piñeiro, La memoria de las piedras. Anticuarios, arqueólogos y coleccionistas en la España de los Austrias (Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica, 2010), 200, n. 47

[124] La crónica de Luca Landucci, Diario Fiorentino dal 1450 al 1516, y la biografía de Giorgio Vasari, que novelaría en Bomarzo el escritor argentino Manuel Mujica Láinez.

[125] La escultura se inspira en el llamado Hércules Farnesio, hallada en Roma en 1540, que pudo ser conocida en España por un grabado de Giogio Ghisi, según Albardonedo Freire, “Carlos V en la Alameda de Sevilla”, 910-911; quien insiste en este modelo de Pesquera por diferenciarse del grabado de Hércules que aparece en Mal Lara, Recebimiento, f. 56r, Id., El Urbanismo de Sevilla, 200-201, nn. 65 y 68.

[126] Véase “Apéndice: Índice de manuscritos de la Biblioteca Nacional”, en Bartolomé José Gallardo, Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, formado con los apuntes de ---, por D. M. R. Zarco del Valle y D. J. Sancho Rayón, 4 vols. (Madrid: Rivadeneyra, 1863-1889), II (1866), 119. Quizá por estar señalados con las signaturas antiguas, cree perdido el actual ms. BNE 5736, Pozuelo Calero, El licenciado Francisco Pacheco. El túmulo de la reina doña Ana, LXXXV, habiéndolo identificado correctamente en p. LXXVIII.

[127] Rodrigo Caro, Varones insignes en letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla. Epistolario; estudio y edición de Santiago Montoto (Sevilla: Real Academia Sevillana de Buenas Letras, 1915), 33. Caro hace esta afirmación al hilo de que Torres poseía la copia que Erasmo había enviado de un retrato suyo al historiador sevillano Pedro Mexía (1499-1551). Supuso que podría ser algún conocido cuadro de Holbein, Miguel Herrero, Contribución de la literatura a la historia del arte, p. 136, que cita A. Domínguez Ortiz, “Citas tardías de Erasmo”, Revista de Filología Española, 39 (1955), 344-350 (p. 349, n. 18). Desconozco si se ha indagado algo más sobre esta humilde secuela del otrora pujante erasmismo sevillano.

[128] Según Ortiz de Zúñiga, Anales, IV (1796), 319-320; el mismo analista lo menciona como ya fallecido en 1647, ibid., 394.

[129] La nota bio-bibliográfica más amplia la ofrece, sin otras referencias, Palomo, Historia crítica de las riadas, II, 125-128, quien publica la ya mencionada carta al oidor Luis de Tapia (Sevilla, 28-XII-1614) sobre historiadores de Sevilla. Se conserva copia de esta carta en BCS, ms. 59-3-43, olim 85-4-23, ff. 1-3r.

[130] En BNE 5781, f. 131v; reprodujo el breve fragmento que sigue como ejemplo del “animado ambiente cultural en que se movía Sevilla”, De Andrés, “Códices del Escorial procedentes de Gonzalo Argote de Molina”, p. 34, n. 14, en el cual recoge el dato de haber adquirido, cuando “era mozo”, uno de esos ejemplares de la Crónica del Moro Rasis del Dr. Arias Montano (1527-1598). Maneja el mismo ms. para cuestiones muy afines Francisca Moya del Baño, “Don Juan Fonseca y Figueroa y la biografía de Pedro de Valencia del manuscrito Biblioteca Nacional 5781”, Myrtia, 3 (1988), 9-17.

[131] “Rasis el araue En la historia de Spaña dize Assi” (ms. 1419, f. 87v; ms. 5736, f. 129r); en sendos volúmenes del Inventario general de manuscritos de la Biblioteca Nacional. IV (1101-1598), pp. 288-290, y XI (5700-7000), pp. 10-11, hay una incompleta descripción que excluye en ambos mss. estos documentos que nos ocupan. Parece inevitable pensar que Torres Alarcón fuese el “curioso andaluz” del Catálogo de manuscritos de España impreso en Madrid en 1804, citado al hilo de los libros de Argote de Molina.

[132] El año que señala toda la documentación de archivo, memorias y efemérides coincide con la fecha de la lápida de la columna de Hércules, 1574. El 14-IX-1574 “se pusieron las dos columnas y enzima dellas las estatuas” señaló Gestoso y Pérez, Sevilla monumental, III, 245, a partir de Efemérides sevillanas de la Colección del Conde del Águila (AMS), y precisa “tomo 20 in fol. cuaderno 1º”, el ms. BUS sgn. C25/5, de Luis Montoto y Rautenstrauch, Columnas de Hércules en la Alameda, notas que amplían la de Justino Matute y Gaviria, Noticias relativas a la historia de Sevilla que no constan en sus anales: año 1828, recogido de diversos impresos y manuscritos por ---; ed. Juan Pérez de Guzmán (Sevilla: E. Rasco, 1886), 70.

[133] Como hemos visto, esta puerta fue restaurada por mandato del asistente Barajas en 1577.

[134] “Por la qual sacan el estiércol”, según Peraza, Historia, p. 99 Morales Padrón. Estaba situada esta puerta Nueva al final de la calle Feria, frente al arrabal de la Macarena y a las huertas que utilizaban ese estiércol como abono.

[135] El ya mencionado autor del prólogo a las Anotaciones a la poesía de Garcilaso de Fernando de Herrera, además de otros poemas en latín y castellano; hasta su muerte fue fautor y consejero del pintor Francisco Pacheco de los Ríos, como bien señala Bonaventura Bassegoda i Hugas, Francisco Pacheco. Arte de la pintura (Madrid: Cátedra, 2001), 23.

[136] Fernando Enríquez de Ribera (1564-1590), IV marqués de Tarifa, hijo del II duque de Alcalá de los Gazules, Vicente Lleó Cañal, La Casa de Pilatos (Madrid: Electa, 1998), 62.

[137] Rodrigo de Castro Osorio (1523-1600), arzobispo de Sevilla desde 1581; creado cardenal en 1583; durante su prelacía fueron continuos los enfrentamientos con el cabildo catedral y el secular.

[138] No hay que suponer una alusión a la edición de la poesía herreriana por el pintor Pacheco, Versos de Fernando de Herrera, emendados y divididos por el en tres libros (Sevilla: Gabriel Ramos Vejarano, 1619), pues ya contaba el divino con publicación en prosa y verso, Juan Montero, Fernando de Herrera y el humanismo sevillano en tiempos de Felipe II (Antología de la prosa herreriana en su contexto) (Sevilla: Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, 1998), 34-49.

[139] El ms. 5736 omite la secuencia entre paréntesis como corrección propia del ms. 1419.

[140] Pacheco no ingresó en el cabildo catedral hasta su nombramiento por Rodrigo de Castro, según Archivo de la Catedral de Sevilla, Secretaría nº 381, fol. 51, Canongia 36: “Lc.do. Franº Pacheco. Subcedió en esta prebenda el Sr. Lldo. Fran.co Pacheco siendo visitador del Hospital del Cardenal por nombramiento del Illmo. Sr. Card. de 8 de Jullio de 1592”, según Montero, Solís de los Santos, “La macarronea sevillana del licenciado Francisco Pacheco” (n. 83), p. 639, n. 8. El cardenal del Hospital a que se refiere ese asiento es el cardenal Cervantes, fundador del Hospital de San Hermenegildo, vulgo del Cardenal, en el siglo XV. La vinculación del licenciado con la iglesia mayor era por su condición de capellán real, que dependía de la corona y no del cabildo; Pacheco, hijo ilegítimo de una humilde familia de tenderos, recibió en toda su carrera el apoyo del secretario de Felipe II Mateo Vázquez, según señalo en Solís de los Santos, “Partida de bautismo del licenciado Francisco Pacheco”, p. 397.

[141] Estos nombres de pintores no constan en los estudios sobre la época; sin duda, se refiere a Pedro de Villegas Marmolejo y, tal vez, a Juan Chacón, un pintor que murió en 1594, a quien dedicó otro gran poeta sevillano unas décimas, según anota Valentín Núñez Rivera, Baltasar del Alcázar. Obra poética (Madrid: Cátedra, 2001), núm. 107, p. 352.

[142] Como la actual calle Aire, que comprendía también la calle Fabiola, la nombra a este mismo efecto Espinosa de los Monteros, Primera parte de la Historia, f. 23v. En realidad, la calle Aire llega hasta Abades, y es en ese tramo con Mármoles donde están las tres columnas. Por lo demás, el nombre de calle del Viento no aparece recogido en Antonio Collantes de Terán Sánchez, et al.Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 3 vols. (Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes. Ayuntamiento de Sevilla. 1993), I, 39, s.v. Aire.

[143] Se trata del yacimiento arqueológico de Carissa Aurelia, actual Cortijo de Carija, en el límite de Espera con Bornos; véase Borja Díaz Ariño, Epigrafía latina republicana de Hispania (ELRH) (Barcelona, Universitat, 2008), 200. Se conocía su existencia por un pasaje de Plinio, Historia natural, III, 15, donde nombraba las ciudades y municipios del convento jurídico gaditano: “Carisa cognomine Aurelia”. Pese a ser un poblamiento de origen turdetano, Medina lo conecta, sin fundamento, con el “legatus” de Augusto, Tito Carisio, cuyo nombre se ha conservado en monedas emeritenses.

[144] El antropónimo “POSIDONI” no se encuentra en las inscripciones latinas conservadas de ese lugar, según el inventario de Julián González, Inscripciones romanas de la provincia de Cádiz (Cádiz: Diputación, 1982), 66-69. Véase infra la nota de R. Caro, Antigüedades y principado, f. 22v.

[145] Voz antigua, “alvanir, alvanies”, por albañil, según se emplea en La Lozana Andaluza (1528), mamotr. XXXV: “alvanir de putas” (Madrid: Cátedra, 1985), 345 Allaigre.

[146] Según Plinio, Historia natural, III, 11, la ciudadela de Osset estaba en la orilla contraria de Hispal, colonia denominada Romulense, a la izquierda del Betis: “et a laeva Hispal colonia cognomine Romulensis, ex adverso oppidum Osset”.

[147] Resulta por lo menos sugerente que hubiera aparecido una estatua de Hércules de unos 2,5 metros en la fuente del Arzobispo, el manantial de donde provenía el agua del Alameda. Menciona “que oy perseveran en Sevilla muchas estatuas de Hércules, especialmente en las casas de los Excelentíssimos Duques de Alcalá (sc., la Casa de Pilatos), fuera de las dos estatuas que adornan la gran plaza del alameda, de Hércules y César”, el gran poeta anticuario Caro, Antigüedades y principado, f. 6v. Supone que las “infinitas estatuas” serían copias renacentistas de hércules famosos de la Antigüedad Lleó Cañal, Nueva Roma, p. 198, n. 154. En la colección de arte y antigüedades que Arias Montano legó a Pedro de Valencia, había una figura de bronce de Hércules y estatuas grandes de emperadores que “paresçen mármol de Roma”, según el inventario dado a conocer por Antonio Salazar, “Arias Montano y Pedro de Valencia”, Revista de Estudios Extremeños, 15 (1959), 475-493 (p. 489). La heredad de Arias Montano colindaba con la fuente del Arzobispo.

[148] El estudio más enjundioso continúa siendo Luis Montoto de Sedas, El maestro Diego Girón. Estudio de crítica bio-bibliográfica (Sevilla: Imprenta y librería Sobrino de Izquierdo, 1920), quien averigua la localidad, Jerez de los Caballeros, y fecha más razonable de nacimiento, amén de publicar un poema de 140 hexámetros latinos en honor de San Fernando con ocasión de la traslación de su cuerpo a la nueva capilla real de la catedral (1579). Ha publicado el inventario de su biblioteca Natalia Maillard Álvarez, “La biblioteca de don Diego Girón, discípulo de Juan de Mal Lara”, en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía, Córdoba, 2001; organizado por el Departamento de Historia Moderna, Contemporanea y de America de la Universidad de Córdoba. Historia Moderna (III) (Córdoba: Cajasur, 2002), 157-174.

[149] Interpreto el sentido del episodio del “primo humanista” (Quijote II, 22), a partir de las sugerencias de Julio Caro Baroja, Los hombres y sus pensamientos (San Sebastián: Ed. Txertoa, 1989), 9-19. El término se revalorizó con una acepción más amplia gracias a la palabra “humanismo”, acuñada en el ámbito pedagógico germano a principios del siglo XIX, según ha señalado Vito R. Giustiniani, “Homo, Humanus, and the Meanings of Humanismus”, Journal of History of Ideas, 46 (1985), 167-185 (p. 172, n. 28).

[150] Su primera aparición está constatada en 1490 en un documento privado florentino, según Augusto Campana, “The Origin of the Word Humanist”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 3 (1946), 60-73. En español emplea el término en su acepción propia, esto es, especialista en lenguas y antigüedades clásicas, la crónica indiana de Francisco López de Gómara (1511-1562), y se exhibe como tal en el título de Juan Lorenzo Palmireno, Vocabulario del humanista (Barcelona: Pedro Malo, 1575).

[151] Un análisis de la “hermandad” entre las dos bellas artes en sus variados aspectos presenta Aurora Egido Martínez, La página y el lienzo: sobre las relaciones entre poesía y pintura en el barroco, discursos de recepción en la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, Zaragoza, 1989, incluido en Ead., Fronteras de la poesía en el barroco (Barcelona: Editorial Crítica, 1990), 164-197.

[152] Debió de salir de prisión antes de 27-IX-1561, según F. J. Escobar, “Noticias inéditas sobre Fernando de Herrera y la academia sevillana”, p. 139, n. 18.

[153] Según señala Juan Miguel Serrera Contreras, Pedro de Villegas Marmolejo, (1519-1596) (Sevilla: Diputación Provincial, 1976), 82-83; comenta la impronta clásica de su pintura, a la luz del citado inventario del legado a Pedro de Valencia, Juan Gil, Arias Montano en su entorno. Bienes y herederos (Badajoz: Editora Regional de Extremadura, 1998), 67-73. La pintura del “diserto” Villegas sirvió de inspiración a Montano en la inventio, según María Violeta Pérez Custodio, Los “Rhetoricorum libri quattour” de Benito Arias Montano. Introducción, edición crítica, traducción y notas (Badajoz: Diputación provincial, 1996), lib. IV 242-253, p. 256.

[154] Actual calle Trajano; véase Antonio Sancho Corbacho, “Francisco Pacheco, tratadista de arte”, Archivo Hispalense, XXII/70 (1955), 121-146 (p. 126). Reprodujo retrato y elogio del racionero Pablo de Céspedes, F. Pacheco, Libro de descripción de verdaderos Retratos, pp. 99-104 Piñero, Reyes.

[155] Los aguadores sevillanos pregonaban “agua del Alameda” como una especie de marca comercial, según se desprende de La vida y hechos de Estebanillo González, ed. Antonio Carreira y Jesús Antonio Cid, 2 vols. (Madrid: Cátedra, 1990), I, 204-205. El famoso cuadro de Velázquez, datado entre 1620 y 1622, fue primeramente propiedad del mencionado canónigo Juan de Fonseca, según José López Navio, “Velázquez tasa los cuadros de su protector D. Juan de Fonseca”, Archivo Español de Arte, XXXIV/133, (1961), 53-84.

[156] El poema fue hallado en la RAH por Mercedes Cobos Rincón, “Una epístola censoria inédita del humanista sevillano Pedro Vélez de Guevara al Divino Herrera”, Indiana Journal of Hispanic Literatures, 10-11 (1997), 101-126. Sin haber tenido noticia de su publicación, encontré otra copia en un cancionero manuscrito de la Real Academia Española, cuyo cotejo editamos en el estudio de Juan Montero y J. Solís de los Santos, “Otra lectura de la epístola de Pedro Vélez de Guevara a Fernando de Herrera”, en S. Crespo, et al.Teoría y análisis de los discursos literarios. Estudios en Homenaje al profesor Ricardo Senabre (Salamanca: Universidad, 2009), 243-250 (p. 248, vv. 42-47).

[157] Fue adquirida al veinticuatro Diego Núñez Pérez en 1587, y se llamaba también Charco Redondo, por una pequeña laguna del arroyo Miraflores; ha estudiado toda la documentación de propiedad Juan Gil, Arias Montano en su entorno, pp. 365-368. Véase además José María Miura Andrades, “Baltasar de Brun, albacea testamentario de Arias Montano y heredero en su Campo de Flores”, en Luis Gómez Canseco (ed.), Anatomía del humanismo. Benito Arias Montano 1598-1998. Homenaje al P. Melquiades Andrés (Huelva: Universidad de Huelva, 1998), 455-475.

[158] Sermones II, 277-9, editados por B. Pozuelo Calero, El Licenciado Francisco Pacheco. Sermones sobre la instauración de la libertad y del espíritu y lírica amorosa (Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidades de Sevilla y Cádiz, 1993), 182.

[159] Pacheco, Libro de descripción de verdaderos Retratos, p. 139 Piñero, Reyes. “Fernando Infante, clérigo presbítero, preçeptor de gramática, arrienda unas casa en la colación de San Nicolás” (16-V-1555), registró Rodríguez Marín, Nuevos datos para las biografías, p. 474. Para su ubicación, puede servir muy bien el mapa de Fernando García de Cortázar, “Sevilla en el siglo XVI”, en Atlas de Historia de España (Barcelona: Círculo de Lectores, 2005), 275; la Alameda está designada como Laguna de la Feria. La titulación “en Artes y Filosofía” aparece en nombramientos de beneficios eclesiásticos estudiados por M. Cobos Rincón, “Precisiones, rectificaciones y aportaciones a los estudios sobre la vida y obra del maestro Francisco de Medina”, Criticón, 70 (1997), 101-116 (p. 103, n. 11).

[160] Véase Stanko B. Vranich, Francisco de Medina (1544-1615), maestro de la Escuela Sevillana (Sevilla: Diputación, 1997), 69-75.

[161] Con rotundidad lo afirma Pablo Espinosa de los Monteros, Primera parte de la Historia, antigüedades y grandezas de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla (Sevilla: Matías Clavijo, 1627), ff. 24r y 68v. Pero muy escuetas son las fuentes al respecto, Hydatius, Chron., 86; Isid., Wand., 73; algunas basílicas podrían haber resistido, por lo que narran Hidacio y San Isidoro del fulminante castigo de este sacrílego rey vándalo; véase Rodríguez Alonso, Las Historias de los godos, vándalos y suevos de Isidoro de Sevilla,  p. 293.

[162] Más plausible es la etimología de al-Andalus > (isla) de los Atlantes, que documenta Joaquín Vallvé Bermejo, “Sobre algunos problemas de la invasión musulmana”, Anuario de Historia Medieval, 4 (1967), 361-367, noticia que debo a mi colega Rafael Valencia. Comenté estas hipótesis en mi “Andalucía la bien llamada”, Síntesis: Suplemento cultural de Publicaciones del Sur, nº 1, Jerez Información, 12 diciembre 2004, p. 10. La etimología germana de Andalucía estaba refutada por el arabista que catalogó dichos fondos de El Escorial, Miguel Casiri (1710-1791), según indicó ya en 1845 Pascual Madoz, Diccionario geográfico, estadístico, histórico de Andalucía. Sevilla, ed. facs. de Domingo Sánchez Zurro; estudio introductorio de Antonio M. Bernal (Valladolid: Editoriales Andaluzas Unidas, 1986), s. u. “Andalucía”, p. 40b.

[163] Rechaza la posibilidad de que las basas pertenezcan a una plaza porticada Carlos Márquez, “Los restos romanos de la calle Mármoles en Sevilla”, Romula, 2 (2003), 127-148 (pp. 134-136).

[164] Como señalan, sin cuestionar las afirmaciones de dichas crónicas, Juan Campos y Julián González, “Los foros de Hispalis Colonia Romula”, Archivo Español de Arqueología, LX, núms. 155/156 (1987), 123-158 (p. 129). Ya Guichot, Historia de la ciudad de Sevilla, I, p. 57, dudando del origen fenicio del templo había conjeturado un aprovechamiento de un material ruinoso más antiguo “para dejar en buen lugar la tradición”.

[165] Lamentablemente, alega la aparición de restos de esas dos columnas “según noticias orales”, sin aportar ningún otro tipo de prueba, Ignacio Rodríguez Temiño, “Algunas cuestiones sobre el urbanismo de Híspalis en época republicana”, Habis, 22 (1991), 157-175 (p. 168). Sin tener en cuenta la columna que se rompió en tiempo de Pedro I, aseveró con la usual suficiencia: “Ordenó Hércules estos mármoles de esta manera: los tres de ellos puso a una parte que agora parecen en calle de Abades en unas casas de la iglesia mayor a una esquina; los otros tres puso enfrente de éstos de aquella parte de la iglesia de San Nicolás donde agora vive un zurrador”, Luis de Peraza, Historia, I, p. 105 Pérez González.

[166] Medina se encargó del centro docente mientras Mal Lara estuvo en Madrid en 1566, como señala Vranich, Francisco de Medina (1544-1615), p. 26.

[167] Morgado, Historia de Sevilla, f. 113r. Se introdujo en la cueva el siempre animoso Peraza, Historia, I, p. 106 Pérez González. Sólo después de la instalación de las columnas en la Alameda, debió de atraer esta “antigualla” la atención de historiadores y anticuarios, pues, a pesar del poema liminar de elogio de Argote de Molina, no hay la menor mención en Ambrosio de Morales, Las antigüedades de las ciudades de España (Alcalá de Henares: Juan Iñíguez de Lequerica, 1575), ff. 4r-5v: “Señales y rastros de la antigüedad del tiempo de los romanos”. Señalando precisamente la circunstancia de inéditos de muchos de estos eruditos, ofrece atinadas observaciones José Beltrán Fortes, “Entre erudición y el coleccionismo: anticuarios andaluces de los siglos XVI al XVIII”, en J. Beltrán, F. Gascó (eds.), La antigüedad como argumento. Historiografía de arqueología e historia antigua en Andalucía, con la colaboración de J. T. Saracho (Sevilla: Dirección General de Bienes Culturales, 1993), 105-124.

[168] Frente a los demás, señala “Virinus” Espinosa de los Monteros, Primera parte de la Historia, ff. 23v-24r. Su nota acerca de Torres Alarcón versa sobre la custodia en el museo particular del erudito de la inscripción del obispo Honorato, que había rescatado “con la luz de su celestial ingenio nuestro gran sevillano Arias Montano”; ibid., f. 106r.

[169] En opinión de los “curiossos”, los romanos, “para ornato de algún edificio público”, cambiaron de lugar las seis columnas “que plantó Hércules en esta ciudad antes de su fundación”, Sigüenza, Traslación de la imagen, pp. 68-69 García de la Concha.

[170] Caro, Antigüedades y principado, f. 22v, que es seguido literalmente, citando estas fuentes de historiadores de Sevilla, por Juan Agustín Ceán Bermúdez, Sumario de las antigüedades romanas que hay en España, en especial las pertenecientes á las Bellas Artes (Madrid: Imprenta de Miguel de Burgos, 1832), 249-250. La autoridad del maestro Medina es aducida por el erudito utrerano al hilo de estas cuestiones de etimología anticuaria, “el nombre Hispalis sea propio español”, ibid., f. 5v; e idéntica afirmación de “Possidonius” en la carta a Sancho Hurtado de la Puente (Utrera, 25-VI-1627), que publicará S. Montoto en Caro, Varones insignes en letras, p. 155.

[171] También está catalogada como perdida, según estas mismas fuentes antiguas de Caro y su trasunto Ceán, por Julián González, Corpus de inscripciones latinas de Andalucía. II. Sevilla (Sevilla: Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, 1991), núm. 95 (I, p. 93).

[172] Espinosa de los Monteros, Primera parte de la Historia, f. 22v.

[173] Palomo, Historia crítica de las riadas, II, p. 126; con ese mismo título pero en otro ms. lo cita como obra perdida Pozuelo Calero, El licenciado Francisco Pacheco. El túmulo de la reina doña Ana, p. LXXIX, y antes, de una nota de Justino Matute, pero que no se refiere sino a la copia de la BCS de la misma carta a Tapia editada por Palomo, Id., “Hacia un catálogo de las obras del canónigo Francisco Pacheco”, p. 653, n. 13.

[174] No deja de señalar en nota este ms. BNE 1419, Alejandro Gómez Camacho, Juan de Robles. El culto sevillano (Sevilla: Universidad de Sevilla, 1992), 60, n. 51.

[175] No hay pruebas de que el templo fuera de Hércules, ni de que los capiteles corintios correspondieran, como afirma Torres, a los fustes, aunque fueron extraídos de unas “casas arzobispales” en la colindante calle Abades, según documentación de archivo registratada por Gestoso, Sevilla monumental, III, p. 243. En obras modernas en las misma calle Mármoles apareció una inscripción de Liber Pater, protector de la actividad comercial, según J. Campos, J. González, “Los foros de Hispalis Colonia Romula”, p. 131; catalogada en J. González, CIL de Andalucía. II. Sevilla, núm. 2, (t. I, pp. 13-14).

[176] Aligerando la puntuación original, sigo la edición de Cristóbal Cuevas, Fernando de HerreraPoesía castellana original completa (Madrid: Cátedra, 1985), 353. Conecta el argumento central de este soneto como una inversión del género compositivo clásico de la sphragis (sello o colofón al fin del poemario para proclamar su inmortalidad), y concretamente Horacio, Odas, 3.30, Antonio Prieto, La poesía española del siglo XVI. IIAquel valor que respetó el olvido, 2 vols. (Madrid: Cátedra, 1987), 438-439.

[177] El nombre de la veleta se generalizó a partir de finales de ese siglo, según J. Montero, J. Solís de los Santos, “La canción de Gila Giralda y el nombre de la torre Mayor de Sevilla”, en P. M. Piñero Ramírez (ed.), De la canción de amor medieval a las soleares. Profesor Manuel Alvar in memoriam [Actas del Congreso internacional Lyra minima oral III, Sevilla, 26-28 de noviembre de 2001], (Sevilla: Fundación Machado, Universidad de Sevilla, 2004), 217-231.

[178] Por ejemplo, Virgilio, Égloga, VII, 61: “Populus Alcidae gratissima, uitis Iaccho, / formosa myrtus Veneri, sua laurea Phoebo” [Es el álamo al Alcida gratísimo, la vid a Baco, a Venus el hermoso arrayán, su laurel a Febo]. Hércules portó la rama del álamo blanco en su salida del Hades.

[179] El extenso comentario de Garcilaso, Égloga, III 353-356, incluye una octava real del pasaje virgiliano por Diego Girón, en Obras de Garci Lasso de la Vega con Anotaciones de Fernando de Herrera, ed. facs. con estudio bibliográfico por Juan Montero (Sevilla: Universidades de Sevilla, Córdoba y Huelva. Grupo PASO, 1998), 688-690. Señala dicho pasaje el análisis repertoriado de Margherita Morreale, “Virgilio en las Anotaciones garcilasianas de Fernando de Herrera: preliminares”, en Marta Cristina Carbonell (ed.), Homenaje al profesor Antonio Vilanova, 2 vols. (Barcelona: Universidad de Barcelona, 1989), I, 433-440.

[180] Sólo aparece en un soneto de fuerte influjo gongorino, “Sacras plantas de Alcides, que el dichoso / silencio i soledad de nuestro prado”, que compuso Juan de Espinosa, “Soneto a la Alameda de Sevilla”, en Juan Antonio de Ibarra, Encomio de los ingenios sevillanos (Sevilla: Francisco de Lyra, 1623), f. 4v. Este Espinosa participó en los elogios del pintor Pacheco, Libro de descripción de verdaderos Retratos, p. 225 Piñero, Reyes. Los sonetos de Góngora, “Sacra planta de Alcides, cuya rama”, y el más famoso, “Suspiros tristes, lágrimas cansadas”, fueron compuestos en 1585 y 1582 respectivamente, según Biruté Ciplijauskaité (ed.), Luis de Góngora. Sonetos (Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1981), nº 79, p. 273, y nº 61, p. 235. He comentado otros pasajes literarios sobre la Alameda de Erich Lassota de Steblovo (1583), Pedro Vélez de Guevara (1585), Diego Cuelbis (1599), Lope de Vega (1603), Francisco de Calatayud (1611), anónimo, ‘En la Alameda de Sevilla’ (1685), y Cristóbal de Oña Biedma (1699), para A. J. Albardonedo Freire (ed.), La Alameda de Hércules. Memoria, testimonios y documentos (en prensa).

[181] Según señala Consuelo Gómez López, “El concepto de bien público y la transformación del territorio en los reinados de Carlos V y Felipe II”, en El arte en las cortes de Carlos V y Felipe II (Madrid: Centro de Estudios Históricos. CSIC, 1999), 39-48 (pp. 40-44). Y con referencia a la Alameda, Antonio Bonet Correa, Morfología y ciudad. Urbanismo y arquitectura durante el Antiguo Régimen en España (Barcelona: Gustavo Gili, 1978), 39.

[182] F. de Sigüenza, Traslación de la imagen, p. 68 García de la Concha; punto que ha destacado Albardonedo Freire, “Las trazas y construcción de la Alameda”, p. 137. El presente trabajo tuvo su origen en una propuesta de este colega de Historia del Arte para la mencionada monografía. La extensión que acabó resultando a su término en mayo de 2009 me retrajo de mandarlo a alguna de las revistas de la especialidad y me dediqué a otras tareas académicas. Yo agradezco a mi buen amigo José María Maestre y al consejo de redacción de Calamus Renascens su aceptación y la oportunidad de participar en el homenaje de nuestro entrañable colega Luis Charlo, amicus certus in re incerta.

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