José Solís de los Santos «En torno al Epistolario de Justo Lipsio y los españoles: el aragonés Bartolomé Morlanes y Malo (1576-1649)», en Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico III. Homenaje al Profesor Antonio Fontán, J. M. Maestre Maestre, J. Pascual Barea, L. Charlo Brea (eds.), Madrid: Instituto de Estudios Humanísticos, Laberinto, C.S.I.C., 2002, III, pp. 1331-1345. ISBN: 84-8483-156-6.
En torno al 'Epistolario de Justo Lipsio y los españoles': el aragonés Bartolomé Morlanes y Malo (1576-1649)
A pesar de los años transcurridos y sobre todo teniendo en cuenta los frutos logrados, creo que no estará de más recordar de nuevo que ya por entonces, entre los presupuestos que don Antonio Fontán señalaba para abordar una historia del Humanismo español, el estudio de los epistolarios concernientes al mundo hispano aparecía como el soporte vivencial que apoyaría y refrendaría el análisis de los datos objetivos de autores y obras.[1] El estudio de la comunicación entre la gente de cultura, en el entramado de argumentos, vivencias e historia, además de su instrumento de expresión, proporciona elementos para determinar la mentalidad de la época confrontables con las ideas que se traslucen en las obras. Con toda razón, pues, el estudio de las cartas entre humanistas estaba enunciado en un estadio posterior, después de la prosopografía y la tipobibliografía, como el peldaño por el que la historia de los hechos quedaría redondeada con una historia de las ideas.
Todos los que se hayan acercado al estudio del pensamiento político español del Siglo de Oro han debido encontrarse con el compendio de cartas entre Justo Lipsio e intelectuales españoles que Alejandro Ramírez publicó en 1966 con el título que aparece en el de esta comunicación.[2] En efecto, el humanista flamenco Justo Lipsio (1547-1606) representó para una gran parte de los intelectuales hispanos el referente ideológico europeo que no contravenía las férreas directrices que se venían imponiendo en los territorios de la Católica Majestad.
Si bien esta correspondencia se inicia al poco tiempo de llegar Lipsio a la flamante Universidad de Leiden, en 1579, con motivo de contactos anteriores con Arias Montano (1527-1598) en el círculo de Plantino o por medio de Andreas Schott (1552-1629), a la sazón en diversas universidades españolas por esas mismas fechas, el intercambio epistolar se hace mucho más frecuente a partir de su retorno al redil católico, con su correspondiente protesta oficial de ortodoxia, y "última y fatal" residencia en la Universidad de Lovaina desde 1591.[3]
La profesora Beatriz Antón expuso en el primero de estos simposios alcañicenses las causas de la predilección española por Lipsio, estudio que amplió para incluirlo en su monografía sobre la receptio del tacitismo en España.[4] En este trabajo, sobre la base de los datos aportados por el epistolario que editó Alejandro Ramírez, clasificaba a los corresponsales españoles según su procedencia geográfica en torno a los centros de cultura en la Península.
De manera análoga a lo que supuso la figura de Erasmo, pero con una proyección significativamente menos popular, ya que Lipsio es un insigne hombre de letras, un erudito, filólogo, humanista, antes que un escritor de genio como es el de Rotterdam, la obra y el pensamiento de Lipsio llegaron a ejercer una notable y variada influencia en los círculos españoles culturalmente más selectos. Muchos estudiosos españoles, que anhelaban una autoridad más intelectual que doctrinaria, vieron en este último gran representante del ideal humanístico de la sabia conjunción de la erudición con la integridad moral despegada de estrechos dogmatismos[5] al paradigma que los confortaba en su propio mundo en decadencia.
Esta influencia se producía no sólo en la doble vertiente de la expresión, con su innovador estilo conciso y asimétrico, y del contenido, mediante la reinterpretación de la filosofía estoica, sino también porque en su condición de editor y comentador de Tácito proveyó el fundamento y modelo del pensamiento político de la época. El debate radicaba en que la política pudiera constituirse, sobre la base de la experiencia histórica, en una ciencia autónoma. La denominada razón de estado tenía su expresión en Maquiavelo, pero esta teoría política fue condenada por la Iglesia, y su obra, prohibida desde el Índice de Valdés (1559). Frente a quienes propugnaban la autonomía de la política al margen de la ética, estaban quienes defendían, en una concepción del estado originariamente más judaica que cristiana, la primacía de una moral revelada sobre el interés mundano de la república. Así, la conciencia moral del soberano se erigía como firme garantía de la seguridad de sus súbditos, pero también como único límite de su poder absoluto; pero una reducción tal de la política implicaba la renuncia a ejercer sobre el príncipe controles más eficientes y sujetos a derecho que aquella su intangible conciencia.[6] Esta fue, pues, la influencia ideológica del filólogo Lipsio que caló más profundamente en la filosofía política contemporánea: merced a sus ediciones y comentarios de Tácito, se proporcionó, sobre todo en España, una cobertura prestigiada por la Antigüedad clásica a quienes intentaban ejercer la reflexión política sobre la historia y la moral cristiana antes que entregarse al mero sometimiento del control ideológico de la Iglesia.
Como ya he dicho, gracias al trabajo de recopilación, edición y traducción llevado a cabo por Alejandro Ramírez, se abrió camino para profundizar en el aspecto filológico de esta corriente de pensamiento político de nuestro Siglo de Oro. La recopilación de la correspondencia española de Lipsio fue realizada, en primer lugar, a partir de los dos conjuntos de cartas impresas, las Centuriae epistólicas publicadas por el propio autor y reunidas en la edición póstuma de sus obras completas[7], y la Sylloge, colección de cartas de hombres ilustres que el gran filólogo Pieter Burman el viejo (1668-1741) publicó en 1729 a partir de los manuscritos, documentos, autógrafos o copias, y notas de Lipsio que había comprado la Universidad de Leiden.[8] Al mismo tiempo, llevó a cabo una indagación exhaustiva en esos Codices Lipsiani en busca de otras cartas que el propio Burman declaró haber decidido no publicar, confrontándolas además con las pocas que aparecieron en impresos españoles. Pero el propio Alejandro Ramírez, después de delimitar el objetivo de su investigación, que excluía a los portugueses y a los corresponsales de origen español no nacidos en España, llamaba la atención sobre la parte de esta correspondencia que se mencionaba en las cartas editadas y que no se había podido localizar. En sus comentarios al texto latino, en los que determina desde la cita clásica precisa hasta la identificación de personajes y acontecimientos, amén de un rudimentario aparato crítico fruto de la ejemplar minuciosidad de sus pesquisas, incluye, cuando lo cree necesario, fragmentos de esas otras cartas lipsianas que, sin estar dirigidas a españoles, mencionan o alumbran la identidad de alguno de los destinatarios editados. Una de estas cartas, de la que recoge hasta tres fragmentos diferentes en las notas de comentarios y que bien podría haber editado también, como lo hace con la del portugués Nuño de Mendoza, habida cuenta de que se refiere por entero a corresponsales españoles, es la que dirigió a su viejo amigo el antuerpiense Martín Antonio Del Río (1551-1608), que se hallaba desde 1603 en la Universidad de Salamanca como profesor de Sagrada Escritura. Esta carta de Lipsio, fechada en Lovaina, a 3 de febrero de 1605, es contestación a una del jesuita Del Río que hasta el momento no se ha encontrado. En efecto, su incipit ("Mirati fuimus in silentio tuo"), que se podía conocer por el inventario de Aloïs Gerlo y Hendrik Vervliet,[9] ya muestra que hacía tiempo que no tenía noticias suyas; le habla de otras cartas anteriores perdidas, le refiere las novedades de su entorno académico, y le da cuenta de sus nuevas publicaciones quejándose de la fría acogida que recibieron dos obras suyas recientes, Manuductio y Physiologia, por parte de los próceres españoles a los que se las dedicó; también, entre otros desconocidos u omitidos, le menciona a Del Río muy elogiosamente al joven que llegará a ser el más ilustre de sus corresponsales españoles:
Sed heus, Ramirezius ille egregius: et scripsi; est etiam (sileo alios) D. Franciscus de Quevedo, qui litteras iterat sane argutas et litteratas. Credo Pinciae illum agere.[10]
(Pero, ¡vaya!, el ínclito Ramírez ese: y le he escrito; está también, por callar otros, don Francisco de Quevedo, que reitera una carta realmente inteligente y erudita. Me parece que el tal vive en Valladolid.)
En cambio, acerca del tan egregio Ramírez que Lipsio menciona antes que a Quevedo, el estudioso homónimo declaró literalmente[11]: "Ignoramos cuanto pudiera referirse a un intercambio epistolar entre Lipsio y otros Ramírez de aquel tiempo".
Es una satisfacción comprobar que, por encima del cumplimiento de nuestras obligaciones o aficiones, nuestro trabajo es realmente útil al sentirlo como un eslabón más de un proceso compartido de investigación y conocimiento. Gracias al manuscrito 2598 de la Biblioteca General de la Universidad de Salamanca [= R], sabemos los estudiosos lipsianos que el tal Ramirezius fue el consejero de Indias don Lorenzo Ramírez de Prado, que sostuvo con Lipsio un breve intercambio epistolar centrado en un pasaje de los Anales de Tácito y cuya conjetura, tan brillante como discutible, dejaría Lipsio en el anonimato, si bien indica su lugar de procedencia, en el amplio párrafo de comentario que el pasaje le mereció en su última edición del historiador romano.[12] Me percaté de la existencia de este manuscrito con dos cartas inéditas de Lipsio cuando preparaba en la Universidad de Salamanca la comunicación sobre bibliología en el Siglo de Oro que traje al II simposio alcañicense; meses después, una inesperada consulta de Gilbert Tournoy acerca de la Biblioteca Colombina de Sevilla me ofreció la oportunidad de tratar directamente con quien conocía todos los detalles del proyecto de edición crítica de las cartas de Lipsio.[13] En vista de que el mismo profesor Tournoy me ha invitado a presentar al personaje y el manuscrito de su epistolario, voy a resumir lo que he repetido ya en ocasiones anteriores.[14]
Este Lorenzo Ramírez de Prado (1583-1658) llegó a ser una figura un poco antipática y definitivamente menor de la erudición de la época. Entregado a la política por tradición familiar, desempeñó altos cargos durante el reinado de Felipe IV, y si bien fue elogiado por Cervantes en el Viaje del Parnaso y por Lope en el Laurel de Apolo, se le consideró responsable de la denuncia y prisión de Quevedo, pues compuso en verso castellano una réplica a la famosa composición que le atribuyeron, el memorial a Felipe IV "Católica, sacra y real Magestad", y también, en el calor de aquellos sucesos llegó a pedir la pena de muerte para el genial poeta. Acerca de su no muy notable producción, casi toda en latín, y de la polémica en que se vio inmersa, merecería destacarse el hecho de que se granjeó para la posteridad el baldón de haberse aprovechado de su maestro Baltasar de Céspedes (c. 1555-1615), y del suegro de éste, Francisco Sánchez de las Brozas (1523-1600).[15] Más tarde, sirviéndose de su influencia como consejero, se metió a refundir, redactar y publicar en el extranjero obras apócrifas que contribuyeron a la estéril polémica de los Falsos Cronicones. Ejecutó también, en un estilo lacónico verdaderamente insufrible, la traducción y comento de una obra de teoría política, cuyo original, los libros III y IV del Thesaurus politicorum aphorismorum (Roma: Zannetus, 1611), del jurista de Lieja Iohannes Chokier (1571-1656), aparece en su sentenciosa traducción descaradamente aligerado del aparato erudito. Fue, como vemos, todo un engendro de la época. Pero también hay que decir que gracias al comentario de tan sólo los cuatro primeros libros de Marcial que salió con su autoría, y al que sin duda dedicó estudio y esfuerzo, la historia de la Filología Clásica de aquella época cuenta con uno de los pocos nombres que registra de humanistas españoles.[16]
En los años en que están datadas todas las cartas que integran este epistolario, de 1601 a 1606, el joven Ramírez de Prado está estudiando también en la Universidad de Salamanca Artes y Leyes. De vez en cuando pasa temporadas en la corte, Valladolid, junto a su familia, pues su padre, don Alonso, ocupaba un alto puesto en la administración de la Hacienda Real hasta su encarcelamiento en diciembre de 1606 por malversación de fondos; a la prisión de su padre dedicó Góngora dos sarcásticos sonetos: siempre estuvieron los Ramírez de Prado, para bien o para mal, muy relacionados con la literatura. Era, sin duda, un alumno aventajado y entusiasta, que ha emprendido con cierto sentido patriótico un comentario de Marcial bajo la dirección de su maestro de Artes Baltasar de Céspedes. En la más genuina tradición humanista, se cartea en latín con cualquiera que pueda o se digne corresponderle, maestros, como el mencionado Martín Antonio Del Río, Gaspar Gutiérrez, cronistas como Gil González Dávila, críticos y comentaristas como Juan Luis de la Cerda o Francisco Cascales, condiscípulos, como el primer poeta culterano, Luis Carrillo y Sotomayor, algún que otro clérigo allegado, letrados de la Corte, y otros corresponsales no identificados. De humanistas destacados extranjeros sólo están, además de Del Río, las dos cartas de Justo Lipsio, y una de Isaac Casaubon (1559-1614).
¿Cómo se llegó a elaborar este epistolario tal como lo conocemos hoy?, o ¿por qué sólo cuenta con cartas de la etapa juvenil de un autor del que consta una contumaz brega erudita? El biógrafo de este personaje, Joaquín de Entrambasaguas, recogió en su monografía muchas de estas cartas que escribió en español ya en su madurez.[17] En este epistolario latino donde se hallan las copias de las dos cartas de Lipsio, que el propio Entrambasaguas hojeó cuando aún se guardaba en la biblioteca de Palacio, no hay ninguna carta posterior a la detención de su padre don Alonso, 26 diciembre 1606. El castigo también alcanzó a su hermano mayor, por lo que Lorenzo tuvo que asumir la defensa de los intereses familiares, y este suceso debió de dar un giro radical a su vida. Todo, pues, parece indicar, que al tener que abandonar el trabajo puramente intelectual y universitario, dejó de frecuentar también la práctica epistolar erudita. Mucho tiempo después, y probablemente con posterioridad a la muerte de Lorenzo Ramírez, estas cartas serían copiadas por dos amanuenses, bien por encargo de la propia viuda, quien se apresuró a deshacerse de la inmensa biblioteca, archivo y obras de arte del docto consejero, bien por la comisión de inquisidores que llevó a cabo el expurgo de tan copiosos fondos, o acaso, más adelante, en el Colegio de Cuenca en Salamanca, donde fueron a parar muchos de los papeles de su egregio colegial. Sea como fuere, seguro es que las copias de estas cartas no fueron revisadas por el propio responsable de ellas: las erratas, evidentes incorrecciones, repeticiones de las dos diferentes manos, parecen demostrarlo.
Uno de los corresponsales incluidos en el epistolario, que se manifiesta como admirador y lector de Lipsio, es Bartolomé Morlanes y Malo, nacido en Zaragoza por el año 1576, según se deduce de lo que él mismo afirma en una de las cartas de este epistolario fechada en noviembre de 1605 en la que dice no tener más de 30 años.[18] Fue hijo de Diego Morlanes y hermano de Agustín, destacados juristas del reino de Aragón cuyas semblanzas y obras no dejan de estar recogidas igualmente en la Biblioteca de Félix Latassa.[19] Bartolomé, fiel a la tradición familiar, fue jurisconsulto, pero también sacerdote secular que obtuvo desde 1601 hasta su muerte en 1649 la capellanía regia que fundara Jaime II en la iglesia del Pilar. Bartolomé Morlanes es conocido también en las cartas de Lipsio porque el primer corresponsal del denominado círculo aragonés, Lupercio Leonardo de Argensola (1559-1613), lo menciona, elogiándolo convencionalmente ("magnum ingenium virtutibus aequans"), entre otros estudiosos zaragozanos en aquella epístola en la que le cuenta la ocurrencia de su hijo Gabriel de pretender ser conocido también por el gran humanista. No dejó Lipsio de corresponder con exquisita cortesía mentándole a cada uno de los que le había presentado en esas misivas que contienen poco más que las reiteradas muestras de admiración y reverencia.[20]
Es probable que entre los papeles de este erudito eclesiástico, que fueron legados junto con su biblioteca al colegio de los jesuitas, se encuentre alguna breve carta de Lipsio o las copias de las que pudo dirigirle a él. Podría ser una fructuosa pesquisa que no sé si alguien habrá emprendido. Por lo que respecta a las cartas de Morlanes existentes en este epistolario, ya en la descripción que presenté se puede comprobar que no existe correspondencia lipsiana. Sí, en cambio, se manifiesta en sus cartas una admiración por la persona de Lipsio fundamentada en el conocimiento de sus obras.
Son tres las cartas de Bartolomé Morlanes recogidas en este epistolario del joven Lorenzo Ramírez; las tres están fechadas en Zaragoza, 27 de julio y 5 de noviembre de 1605, y 24 de septiembre de 1606. En las tres el copista recogió la firma con el nombre latinizado, "Bartholomeus Morlanius", pero sólo en la última aparece también el encabezamiento con su destinatario: "Bartholomeus Morlanius D<omino> Laurentio Ramirez de Prado S<alutem> P<lurimam> D<icit>."
Como los otros miembros del grupo aragonés, Morlanes está al corriente no sólo de las novedades lipsianas sino incluso de cualquier rumor que ataña a la vida del insigne humanista; así lo expresa en la primera de las cartas, dirigida al jesuita belga Martín Del Río:
De Lipsio si quid novi enuncia. Diebus elapsis venit ad nos miles qui eius ingressum in Societatem asserebat, imo asseverabat; sed nugari credidi quia ille e mendicato vivebat et, ut meliorem sibi pararet victum a n<ost>ro collegio, has nugas, ut opinor, texuit. Habeo eius opera nuper edita, nempe D<ivam> Virginem Hallensem, Manuductionem ad Stoicam Philosophiam, Physiologiam Stoicorum et Monita et Exempla Politica hoc anno excusa; si isthic inveniri poterit Apologia in Lampugnanum, valde cuperem; haec sola ex eius libris mihi deest: mone de precio [sic R] si emeris. Gratissimum facies si aliquam eius epistolam vel Velseri mittas. Vellem eorum manu aliquam exaratam habere. (R, ff. 52r-52v).
(Si hay algo nuevo de Lipsio, comunícalo. Días pasados se presentó ante nosotros un soldado que afirmaba el ingreso de Lipsio en la Compañía de Jesús, digo más, lo aseguraba; pero supuse que decía tonterías, porque el fulano vivía de la mendicidad y, para conseguirse una mejor manutención en nuestro colegio, tramó, me parece, esas tonterías. Tengo las obras suyas recientemente publicadas, a saber, Santa Virgen de Halle, Manual de filosofía estoica, Fisiología de los estoicos, y Consejos y ejemplos políticos, impresos este año; si por ahí se pudiese encontrar la Apología contra Lampuñano,[21] me gustaría muchísimo tenerla: esta es la única obra de sus libros que me falta. Avísame del precio si la compraras. Me harías un gratísimo favor si me envías alguna epístola suya o incluso de Welser.[22] Quisiera tener alguna de ellos escrita de su puño y letra.)
En la descripción de la parte epistolar de R señalé como destinatario de esta primera carta de Morlanes al también jesuita Juan Luis de la Cerda, dejándome llevar por la mención que hace de un fragmento de ella Gregorio de Andrés al hilo de su argumentación de atribuir a su biografiado Baltasar de Céspedes la verdadera autoría del comentario de Marcial que se publicó en París en 1607 bajo el nombre de Lorenzo Ramírez de Prado. Pero hay evidencias en esta carta de que se trata de Martín Antonio Del Río, al que, según declara, debe desde hace tiempo una carta de respuesta a la que el profesor belga le había enviado después de haberse conocido en el transcurso de una estancia en el colegio jesuita de Zaragoza. Ha venido retrasando la contestación por problemas de salud alegando que no tiene la capacidad de trabajo de su destinatario ni la del mismo Lipsio:
Trimestri fere languore ex morbo contracto tuis avide expect<atis> gaudioque susceptis respondere distuli. Non ego in eorum numero in quem tu meritissime annumerandus, qui commentarios scribam infirmus, ut tu ad Tragoediarum principem febri quartana detentus ut somnum falleres, vel ut tuus Lipsius in decennali et diutino illo morbo, cum nedum epistolam vix tanto decurso tempore dictaverim. Scis debile corpusculum in eo par ingeniolum obruas absque dubio si quid gravius imponas. Audio et gaudeo e longa peregrinatione tua iam sedem fixisse et Salmantinam urbem appulisse, unum Hispaniae scientiarum omnium emporium, ubi S<acra> Paginae interpretationi intendis: quali fructu auditorum, arbitror copiosissimo, uberrimo! O felicem!, si te e superiori loco sacras litteras explanant<em> viderem, suavissimis hisce epulis mirum in modum recrearer; tum privato alloquio, quo nihil dulcius palato meo umquam accidit. Vidi te, expansis brachiis adventantem excepi: quo gaudio, vix dici potest! Id vero moestitiam peperit, quia expertus tantum bonum, citius amisi quam vellem. Vnum mihi solatium reliquum est, te litteris compellare: utinam frequentioribus, ut vicisitudine officiorum semel natus amor coalescat et crescat. (R, f.51v).
(Por causa de una fatiga contraída por enfermedad, he retrasado casi tres meses la contestación de tu carta, que esperé ansiosamente y recibí con alegría. No soy yo de la clase de esos entre los que tú debes contarte tan merecidamente, que, enfermo, sea capaz de escribir comentarios, como tú hiciste al príncipe de las Tragedias,[23] impedido por la fiebre cuartana, hasta engañar al sueño, o incluso como tu querido Lipsio en aquella duradera enfermedad de un decenio, puesto que yo todavía ni una epístola apenas he llegado a redactar en tanto tiempo transcurrido. Sabes que aplastarías sin duda el débil cuerpecillo, la igual feble inteligencia dentro de él, si le impones alguna cosa más pesada. Me entero y me alegro de que después de tu largo peregrinaje ya hayas fijado tu residencia al haber llegado a la ciudad de Salamanca, único emporio de España en todas las ciencias, donde te dedicas a la explicación de la Sagrada Página. ¡Con qué provecho de tus oyentes, testifico que riquísimo, feracísimo! ¡Qué feliz sería, si te viera desentrañando desde lo alto de tu cátedra las sagradas escrituras! Con estos dulcísimos banquetes me confortaría de maravilla, luego, con tu conversación privada, que nunca sucedió nada más dulce a mi paladar. Te vi, en llegando te acogí con mis brazos extendidos, con qué alegría, apenas puede decirse. Ello, empero, engendró la tristeza, porque tras probar tan gran bien, lo perdí más pronto de lo que querría. Un solo consuelo me queda, dirigirme a ti por carta: ojalá más frecuente, para que, por el intercambio de deberes, el afecto que una vez nació se reavive y cresca.)
Lo que nos da la certeza de que el destinatario de esta carta es Del Río no sólo es la mención del comentario de las tragedias de Séneca, ni la equiparación en laboriosidad con su amigo Lipsio, sino un elogio encendido e incluso idílico que hace de la idiosincracia de los belgas en comparación algo acomplejada con la de los españoles:
Item terra quam inhabitas fastum triumphumque [typhumq R] quaerit vestium splendore et inani verborum copia homines metitur, scientiam tamen imis retentam penetralibus difficillime expiscantur. Si haec velamine humilitatis sub sordido aliquo palliolo delitescat, vos Belgae cultu corporis et verborum suppellectili exuperari spernitis, candorem animi et pacatius ingenium ab ipsis incunabulis et capacius cum lacte ipso sugitis. Si quis t<ame>n effervescens iuvenilis ardor eruperit, cohibent litter<arum> studia quae vobis in perpetuo contubernio. (R, f.52r).
(La tierra que habitas busca el fasto y el triunfo en el esplendor de las vestimentas y mide a los hombres por la huera palabrería, sin embargo, a la ciencia, retenida en profundos recintos, la pescan muy difícilmente. Si ésta se agazapa con el velo de la humildad bajo algún sucio sayal, vosotros los belgas sentís desprecio por el hecho de que se vea superada por el culto al cuerpo y lo superfluo de las palabras; mamáis, con la misma leche y desde la misma cuna, la sinceridad de espíritu y unas dotes naturales harto dóciles y capacitadas. Con todo, si alguna pasión juvenil estallare enardecida, la sujetan los estudios literarios, que vosotros tenéis en continuo trato.)
Las opiniones de Morlanes están en la línea de las quejas ya de antiguo formuladas por parte de los círculos intelectuales de todo el ámbito hispano. Vienen a coincidir con Argensola, que lamentaba la apatía intelectual y moral de aquella España, pero se aparta del tono belicista de Quevedo, que, también en su carta a Lipsio, se dolía de la paz ociosa e ignorante.[24] En las líneas en las que aborda esta especie de lugar común del humanismo español, destaca esa referencia al valor de las humanidades en la formación de la juventud; resulta, pues, una apelación a la educación de vigencia indiscutible e imperecedera, pese a estar solapada en la típica concepción antihedonista anexa tanto al pensamiento cristiano como a la vieja ética de resistencia del Pórtico. Tal es lo que quiere trasmitir el canónigo del Pilar, una vindicación de la espiritualidad humana por medio de una educación, como dijo Gelio, uni homini,[25] válida incluso -y esto es opinión mía- para quienes no tienen el objetivo de ad maiorem Dei gloriam.
Por otro lado, la alabanza del paisanaje de su corresponsal ha estado motivado por la dificultad de hallar en España buenos impresores para las obras de comentario, que precisan gran variedad de tipografía:
Scis tuarum operum editionem incommode in Hispania posse fieri, quum nec typographi horum experti, nec characteres apti. (R, f.52r).
(Sabes que la edición de tus obras sólo puede hacerse en España con dificultad, puesto que ni los impresores son expertos en esas ediciones ni hay caracteres tipográficos apropiados.)
Sin embargo, a Morales, partidario de las artes de la paz, la mención de la edición de Marcial a cargo de gente de Salamanca le da pie para resacirse por la vena patriótica, brindando además al jesuita belga sus buenos oficios para agenciarle bibliografía:
Nescio quid de Martiali ibi excudendo a Cespede audivi, vel a tuo amico D. Laurentio Ramirez de Prado; hic sui ingenii abunde specimen praebet notis illis additis ad Orientium; si is est, urge hominem ne sibi tantum ius interpretandi poetas exteri assumant, quando sunt nobis homines qui munus istud aeque obire queant. Oscenses illi, qui Orientii editionem polliciti sunt, nihil minus curarunt; nos exemplar tuum domi retentum servamus in bibliotheca una cum alio huius secundae editionis ob notas tui amici, quem salvere iubebis meo nomine. Si Bibliotheca Antoni Augustini opus aves [habes R], ut mittas P<atri> Possevino, habeo amicum bibliopolam Barcinonae qui eam brevi deferendam curabit. (R, f.52v).
(Me he enterado de no sé qué acerca de un Marcial que allí se va a publicar por Céspedes, o por tu amigo Don Lorenzo Ramírez de Prado; éste da en abundancia un ejemplo de su talento en esas notas añadidas al Orencio. Si se trata de este hombre, ínstale a que los extranjeros no se tomen tanto derecho de interpretar a nuestros poetas cuando existen entre nosotros hombres que pueden afrontar con derecho esa misión. Aquellos de Huesca que prometieron una edición de Orencio en absoluto dejaron de ocuparse de ella[26]; nosotros retuvimos en casa un ejemplar tuyo y lo conservamos en la biblioteca junto con otro de esta segunda edición a causa de las notas de tu amigo[27], al que saludarás de mi parte. Si deseas la obra Biblioteca de Antonio Agustín para enviársela al Padre Possevino,[28] tengo un amigo librero en Barcelona que procurará que se te mande en breve.)
Como era de esperar, Martín Del Río debió de ofrecerse para ponerlo en contacto con el joven Ramírez, a quien Morlanes le dirige una primera carta en la que humildemente reconoce el débito con Del Río:
Sed verebar tenuitatis meae conscius vel ut pannosulus quispiam mendicus coram apparere. Sed, o bene sit Martino Delrio! Hoc quoque nomine magis meo, qui viam scriptioni ad te aperuit iam diu inter animo huic caros. Ille enim sic de me meritus est, ut amandos o<mn>es putem, quos insigniter amat ipse. (R, f.69r).
(Pero, consciente de mi insignificancia, temía aparecer delante de todos como un harapiento pordiosero. Pero, ¡bien por Martín Del Río!, con este nombre también, más que con el mío, que desde hace tiempo abrió el camino para escribirte entre los afectos a su persona. Pues me ha tratado de tal manera que pienso que deben ser queridos todos aquellos a los que él mismo quiere señaladamente.)
La preocupación fundamental de Morlanes en esta su primera carta a Ramírez de Prado es el ataque a la moralidad y el perjuicio contra las almas que se puede derivar de la edición de los pasajes de Marcial de tono escabroso; así lo manifiesta en un extenso párrafo en el que Lipsio es puesto como ejemplo de correcto proceder ante las obras y pasajes inmorales de la literatura clásica:
Audio totum te in Martiali excudendo. Vtinam non in toto! O absit talis naevus in splendido hoc panno. Nam quamvis 'et patrio iam dudum nomine clar[us] Posses ornatus, posses oneratus haberi.' Multa in illo foeda, putida, obscaena, Romana nimis, quae si evolveris, tetrum odorem exhalare necesse erit. Nonne o<mn>es in sua quique [ex cuiusque s.v. corr. R] domo curant 'ne stercore foeda canino Atria displiceant oculis venientis amici Ne perfusa luto sit porticus'? Tu non cavebis ne quid indignum auribus, turpe oculis, lascivum menti reputetur in tuo libro? Vereor plus moribus noceat quam ingeniis prosit elegantia admixta turpitudini. Scis ob hoc Archilochi maximi poetae libros a Lacedaemoniis exportari iussos! Sunt t<ame>n quos nuda illa nequitia non offendat, nec magis labem animo vel moribus relinquat quam olim in flumine vestigium cymba, immo delectentur tantum iocis, urbanitatibus capiantur; fateor inveniri plures, non t<ame>n inficiaberis [sic R] ex suillo illo grege maiorem copiam qui improbo animo enutriti 'Veneri veneriaeque antistiti More antiquo in custodiam suum commiserunt caput'. His p<ro>pinabis amatorium istud poculum. Ah, cave, cave! haurie<n>t venenum, si non praevideas. Providebis, si dilectum Epigrammatum eius facias. Optavit Lipsius, suasit, praestiterunt viri docti religiosi e societate Iesu. Hos ut sequaris moneo, hortor. Si haec dicta libere nimis tibi visa, ignosce. Subito enim calore effudit pectus vere amicum. Tu melius noveris quae omittenda vel retinenda erunt. Perge igitur cum Musis faventibus semel coeptum opus, ex veteri tamen scitu 'nave [gnaviter s.v. R] agere oportet q<uod> agas n<on> ductarie<r>', quando magna et longa expectatio est, quam frustrari adhuc et differre non debes in hoc praecipue aevo et in n<ost>ra Hispania in qua nimis notum quantum doctrina humanior, ut antiqui loquebantur, delinquat. (R, ff.69v-70v).
(Oigo que estás dedicado por entero a la edición de Marcial. ¡Ojalá que no sea de Marcial entero! ¡Que estén fuera de ese espléndido paño tales manchas! Pues aunque pudieses quedar adornado 'con el nombre de un paisano ya hace tiempo ilustre',[29] se te podría considerar abrumado. Hay en aquel autor muchas cosas feas, hediondas, obscenas, demasiado romanas, y si las revolvieras, será inevitable que exhalen un horrible hedor. ¿Acaso en su propia casa no procuran todos y cada uno 'de que los atrios no desagraden, sucios por escrementos de perros, a los ojos del amigo que llega, de que el pórtico no esté manchado de lodo?'[30] ¿Tú no te vas a cuidar de que nada se considere en tu libro indigno para los oídos, vergonzante para la vista, lascivo para la mente? Temo que la elegancia mezclada con la desvergüenza dañe más a las costumbres que aproveche a los ingenios. Sabes que a causa de esto los lacedemonios mandaron expulsar los libros del egregio poeta Arquíloco.[31] No obstante, hay gente a la que no molesta aquella perversión desnuda ni deja más mancha en su ánimo o costumbres que huella en el río la barca, digo más, se deleitan sólo con los chistes, les cautivan las agudezas. Confieso que hay muchos; sin embargo no negarás que de aquella piara hay mayor cantidad de quienes, alimentados con una mente pervertida, 'a Venus y a la sacerdotisa de Venus, a la antigua usanza, confiaron su vida'.[32] A estos les vas a dar el bebedizo amoroso ese. ¡Ah! Ten cuidado, ten cuidado de que no apuren este veneno. Tomarás precauciones si haces una selección de sus epigramas. Lo quiso Lipsio, lo aconsejó; tambien lo prescribieron los eruditos religiosos de la Compañía de Jesús. Te aconsejo que sigas a estos, te exhorto. Perdona si estas razones te parecen dichas con demasiada franqueza. En repentino ardor, sí, se ha derramado mi corazón amigo de verdad: tú mejor sabrás qué debes suprimir o mantener. Así pues, continúa, bajo el aliento de las musas, con la obra una vez emprendida; con todo, de acuerdo con el viejo dicho: 'se debe hacer con diligencia lo que puedas hacer, no frustrarlo',[33] cuando existe grande y prolongada expectación a la que no debes decepcionar hasta el presente y retrasarla, principalmente en esta época y en nuestra España, en la que es harto sabido qué gran carencia hay de un sistema de conocimientos, como decían los antiguos, más humanos.)
En toda esta demostración de lo que Luis Gil llamó virtus litterata jesuítica, Morlanes no llegará a plantearse si guarda alguna relación lo que propone con aquello de lo que se lamenta: que la implacable censura que campea en la sociedad y en las conciencias sea tal vez la causa tanto de la carencia de una doctrina humanior, como de la falta de competentes impresores que la difundan. No siguió Ramírez los consejos del alarmado canónigo, pues, al publicarse en París su Marcial comentado, pudo tratar con más libertad los textos, su interpretación y su crítica. En efecto, los obstáculos legales y materiales habían llevado a muchos estudiosos a buscar en el extranjero impresores para aquellas de sus obras que precisaran calidad y variedad de tipos, obviando de alguna manera también el control ideológico.
En esta misma carta Lipsio vuelve a ser mencionado al proponerlo Morlanes como árbitro de una controversia filológico-hermenéutica. Para Morlanes, Lipsio es la voz de autoridad y pericia indiscutibles en la interpretación de los clásicos. El acceso a este templo de sabiduría está expedito con tal que se demuestre ser digno de ello: se ve que Morlanes desconocía el escueto carteo con estos dos escolares salmantinos[34]:
Vidi tuum sintagma [sic R] de loci Pliniani explanatione: placuit sane. Nil certius umquam (non blandi<or>) cortina Phoebis protulit. Videram antea epistolam P<atris> Pinedae, quam ad me amantissime his ipsis diebus miserat: quae mihi, cur dissimulem?, magis acumine ingenii quam iudicii pondere probavit. Videre optarem epistolium tuum primum, tum illius Hispalensis medici, in quo vereor plura sint (verbis utor aus<is>) fucatius concinnata quam verius, et plus coloris quam succi habe<a>nt, venustula quae sint magis quam forticula instar virginum, 'quas matres student Demissis humeris e<ss>e, vincto pectore ut gracilae [-les R] sint. Sed litem hanc dirimendam relinquerem Lipsio: cui alii melius in hoc aevo? qui ex o<mn>i bonarum artium ingenio collecta perfectio<ne> et tamquam 'Praesul creatus litteris Enucleabit protinus Quod militantes' scribitis. Scis iudicium suum et censuram liberiorem cunctis aliis, nec aditus ad illum per blandicella verba etsi ille obvius et expositus, plenus humanitate, instar t<ame>n silvulae illius Claudiani: 'quo non admittitur ales Ni p<rae>bet suos diva sub iudice cantus: Quae placuit fruitur ramis, quae victa recedit'. (R, f.69v).
(Vi tu composición sobre la explanación del pasaje de Plinio:[35] me gusta realmente. Nada más certero declaró nunca ‑no te adulo‑ el oráculo de Febo. Había visto antes la epístola del Padre Pineda[36] que me había mandado muy amablemente por estos mismos días. Pero ésta, en mi opinión -¿por qué disimularlo?-, ha convencido más por la agudeza de su ingenio que por el peso de su juicio. Desearía ver tu epístola primero, luego la del médico sevillano,[37] en el que me temo estén bastantes cosas arregladas -hago uso de palabras atrevidas- con más oropel que verdad, y tengan más color que jugo, que sean más sugestivas que ponderadas como las doncellas 'cuyas madres se ocupan que vayan con los hombros caídos, el pecho ceñido, para ser esbeltas'.[38] Pero yo dejaría que este litigio fuera dirimido por Lipsio: ¿a qué otro mejor en esta época? Pues él, con una perfección acrisolada por su talento en todas las altas disciplinas y como 'preboste creado por las letras elucidará de inmediato lo que escribís en vuestras polémicas'.[39] Sabes de su criterio y crítica más independiente que todas las otras, y para llegar a él no es por medio de palabras zalameras, y pese a que es persona accesible y afable, rebosante de cortesía, sin embargo es como aquel pequeño bosque de Claudiano 'en el que ningún pájaro es acogido si no da muestras de su canto ante el veredicto de la diosa: el que gusta disfruta de sus ramas, se marcha el que sea vencido'[40]).
Por último, la figura de Lipsio es argumento epistolar en la otra carta que Morlanes escribe a Ramírez meses después de conocerse el fallecimiento de Lipsio. Le envía el texto de su epitafio mientras Lupercio Leonardo de Argensola cumple su propósito de escribirle una elegía, que finalmente no llegó a escribir. Los trímetros yámbicos del epitafio de Lipsio, bastante divulgados entre los amici Lipsiani desde que lo comunicó a su corresponsal Ioannes Woverius (ILE 04 02 11),[41] deben estimular la vena poética del jocoso Ramírez esta vez para lamentar la muerte del humanista y consolarlos de su ausencia:
Lupercius noster de more semper moras nectit, pollicetur saepe, saepius a me interpellatus; spem abiicio fatigatus a fatigato quicquam extorquendi. Nunc demum cognita Lipsii morte (o utinam ne tam certa, quam immatura, tametsi in matura aetate) meliori occasio<ne> instanter pelli, pro mutuo eorum amore per lit<t>eras genito, ut saltem elegiam scriberet, spem item fecit nescio an opere complendam. Tu interea epitaphio eius, quod sibi vivens apponi curavit, fruere. Misit nuper Toleto P<ater> Ioannes Mariana. Tu audis haec et legis et quiescis, et manum stilo non iniicis, ut saltim subito aliquo dolore effundas subitum et sub manu natum carmen? Scio Musis hilalioribus te addictum; maestiores te nunc vocant tali orbatae parente: non semper eadem iisdem facies. Solare illas et nos: illas, quae Parnasium hunc alumnum amiserunt; nos, qui totius litteraturae vere principum principem. (R, f.88r).
(Nuestro amigo Lupercio, como de costumbre, anda urdiendo siempre demoras, promete con frecuencia, con más frecuencia se ve emplazado por mí; cansado, abandono la esperanza de arrancar cosa alguna de un hombre cansado. Ahora, finalmente sabida la muerte de Lipsio -ojalá no fuese tan cierta como prematura, por más que fue en edad madura-, por su mutuo afecto nacido mediante las letras, el verse empujado vivamente, en ocasión harto mejor, a escribirle al menos una elegía ha dado asimismo la esperanza que no sé si cumplirá de obra. Entretanto, disfruta tú con su epitafio, que en vida cuidó que se le pusiera. Me lo envió poco ha desde Toledo el Padre Juan de Mariana.[42] ¿Tú escuchas estas palabras y las lees y te quedas quieto y no lanzas tu mano a la pluma para derramar al menos por la súbita pena un poema nacido súbitamente bajo tu mano? Sé que estás consagrado a musas más alegres; ahora te convocan unas más tristes: no siempre vas a hacer las mismas cosas para los mismos. Las consuelas a ellas y a nosotros: a ellas, que perdieron este alumno del Parnaso, a nosotros, por perder al príncipe de los príncipes, en verdad, de todos los estudios literarios.)
Con este encendido elogio póstumo terminan las referencias a Lipsio en estas breves misivas eruditas, y hay que admitir la sinceridad de esta alabanza, por cuanto debía de ser consciente de la escasa difusión que sus palabras tendrían. Los términos tal vez sean algo exagerados, pero Morlanes debió de sentir que Lipsio era la única figura importante de humanista cristiano a la que poder acogerse frente al prestigio cultural de una Respublica Litterarum cada vez más despegada, cuando no enemiga, del confesionalismo de la Iglesia.
A causa del número e intensidad de las relaciones de Lipsio con España, aún no estudiadas en su completo alcance, me gustaría hacerme eco del desideratum expresado en este mismo simposio por el profesor Tournoy acerca de la elaboración de un repertorio prosopográfico lipsiano a la manera del que publicaron P. Bietenholz y T. Deutscher de los corresponsales de Erasmo. Realmente, nuestro amigo Tournoy está en la mejor situación para dirigir la empresa "Contemporaries of Justus Lipsius", en la que el zaragozano Bartolomé Morlanes habrá de tener también su modesta pero pertinente entrada.
José Solís de los Santos
Universidad de Sevilla
https://dbe.rah.es/biografias/84667/bartolome-morlanes-y-malo
José Solís de los Santos, «Morlanes y Malo, Bartolomé», Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico Español (Madrid: Real Academia de la Historia, 2013) XXXVI, 469. ISBN: 978-84-96849-92-1.
Morlanes y Malo, Bartolomé. Zaragoza, c. 1575 ‒ 4.IV.1649. Doctor en Derecho, canónigo, humanista.
Hijo de Diego de Morlanes e Isabel Malo, perteneció a una familia de destacados juristas; el padre, que murió el 3 de junio de 1610, fue un ilustre magistrado del que se han conservado opúsculos de tema histórico-jurídico; su hermano Agustín (1572-1642) fue regente del Consejo Supremo de Aragón (1636).
El año de su nacimiento se infiere de una carta latina de 5 de noviembre de1605, en la que afirma no tener más de treinta años. En 1599 ingresó en el Colegio de Abogados de su ciudad natal, por cuya Universidad recibió el grado de doctor en Derecho Canónico y Civil. Poco después, se ordenó sacerdote y obtuvo (22 de septiembre de 1601) la capellanía regia que fundó Jaime II en la iglesia del Pilar. Estuvo vinculado al círculo de los Argensola, en cuyas relaciones epistolares con el humanista flamenco Justo Lipsio (1547-1606) aparece mencionado como entusiasta integrante del ideal cultural y ético que se propugnaba. Igualmente, mantuvo estrechos contactos con los jesuitas, Orden religiosa que se había visto apoyada en su establecimiento en la capital aragonesa por las gestiones paternas, como lo demuestra el trato académico y epistolar con destacados eruditos de la Compañía, como el antuerpiense Martín Antonio del Río o Juan Luis de la Cerda, en cuyo comentario de la obra de Virgilio no dejó de citar al capellán Morlanes en los pasajes en que se sirvió de su docta y pía interpretación. Salvo algunos versos latinos en preliminares de publicaciones ajenas, la totalidad de la obra de Bartolomé de Morlanes permanece inédita; ni siquiera se ha elaborado un censo de los manuscritos de los numerosos comentarios a autores latinos clásicos y medievales, que puedan conservarse aún en la institución a la que los legó, así como tampoco se ha realizado ninguna investigación acerca de su selecta y copiosa biblioteca, donada asimismo al Cabildo Metropolitano al que perteneció, de lo cual ofrecen pormenorizada noticia las bibliografías de Nicolás Antonio y Félix de Latassa.
OBRAS DE ~: “Epigramma”, en Certamen poético a las fiestas de la translación de la reliquia de San Ramón Nonat, Zaragoza, Juan de Lanaja y Quartanet, 1618, pág. 11; “Dodecastichon”, en Índice de las cosas más notables que se hallan en las cuatro partes de los anales y las dos de la historia de Gerónimo Çurita, cronista del Reyno de Aragón, Zaragoza, Diego Dormer, 1671, pág. XII.
BIBL.: N. Antonio, Bibliotheca Hispana Nova sive Hispanorum scriptorum qui ab anno MD ad MDCLXXXIV floruere notitia, t. I, Madrid, Ibarra, 1783, pág. 199; M. Gómez Uriel, Bibliotecas antigua y nueva de los escritores aragoneses de Félix de Latassa y Ortín, aumentadas y refundidas en forma de diccionario bibliográfico-biográfico, t. II, Zaragoza, Calixto Ariño, 1885; A. Ramírez, Epistolario de Justo Lipsio y los españoles (1577-1606), Madrid, Castalia, 1966; J. Solís de los Santos, “En torno al Epistolario de Justo Lipsio y los españoles: el aragonés Bartolomé Morlanes y Malo (1576-1649)”, en J. M.ª Maestre, J. Pascual y L. Charlo (eds.), Humanismo y Pervivencia del mundo clásico, III, Homenaje al Prof. Antonio Fontán, t. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Estudios Humanísticos, Laberinto, 2002, págs. 1331-1345. José Solís de los Santos
[1] Cf. Antonio Fontán, "Las tres corrientes del humanismos español", Actas del III Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, S.E.E.C., 1968, t. II, pp. 183-185; recogido después su Humanismo Romano, Barcelona, Planeta, 1974, pp. 273-284.
[2] Cf. Alejandro Ramírez, Epistolario de Justo Lipsio y los españoles (1577-1606), Madrid, Castalia, 1966, por la que se citará aquí. Hay una 2ª ed. corr., Saint Louis, Washington Univ. Press, Castalia, 1967.
[3] Cf. J. de Landtsheer, "Le retour de Juste Lipse de Leyden à Louvain selon sa correspondence (1591-1594)", en Christian Mouchel, ed., Juste Lipse (1547-1606) en son temps. Actes du colloque de Strasbourg, 1994, París, Champion, 1996, pp. 347-368.
[4] Cf. Beatriz Antón Martínez, El Tacitismo en el siglo XVII en España. El proceso de 'receptio', Valladolid, Universidad, 1991, pp. 125-154; antes en «El humanista flamenco Justo Lipsio y la receptio del Tacitismo en España», J.M. Maestre, J. Pascual, coord., Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico, Cádiz, 1993, pp. 237-249.
[5] Cf. un análisis de las ideas sobre el hombre y su conducta moral y social por Jacqueline Lagrée, "Juste Lipse: l'âme et la vertu", en G. Tournoy, J. de Landtsheer, J. Papy, eds., Iustus Lipsius, Europae lumen et columen. Proceedings of the International Colloquium Leuven 17-19 September 1997, Lovaina, Univ. Press, 1999, pp. 90-106; y la trad. y comentario de los textos fundamentales, igualmente, en J. Lagrée, Juste Lipse, la restauration du Stoïcisme, París, Vrin, 1994.
[6] Así, "el moralismo de los teóricos es un eco del absolutismo del poderoso soberano", según señaló Francisco Tomás y Valiente, en La España de Felipe IV, Historia de España Menéndez Pidal XXV, Madrid, 1994, p. 25.
[7] Ocupan el tomo II de las Iusti Lipsi Opera omnia, Amberes, 1637, impresas, como todas sus obras, en el taller de Plantino y sus herederos.
[8] Cf. Pieter Burman, Sylloges epistolarum a viris illustribus scriptarum tomi V, Leidae, Samuel Luchtmans, 1727.
[9] Cf. A.Gerlo, H.D.L. Vervliet, Inventaire de la correspondance de Juste Lipse, 1564-1606, Amberes, 1968, p. 379. Para ordenar cronológicamente las cartas, se adopta el procedimiento inverso (por ej.: 94 03 27 = 27 marzo 1594), que se sigue en la edición (ILE); cf. nota 13.
[10] Leiden BU, ms. Lips. 3(4), f.247. Desde Burman, cit. en n. 8, vol. I, p. 552, se ha venido repitiendo la falsa lectura Pincium, pero el examen atento de la copia manuscrita de la Universidad de Leiden revela sin lugar a duda el esperado locativo.
[11] Cf. Ramírez, Epistolario, cit. en n.2, p.176.
[12] Lipsio atribuyó dicha conjetura (alta parente geniti Tac. Ann. 3.68.2) a un incierto "ex Hispania vir doctus"; cf. José Solís de los Santos, "Dos cartas desconocidas de Justo Lipsio y otras seis que le atañen en la correspondencia de Lorenzo Ramírez de Prado (1583-1658)", Humanistica Lovaniensia 47 (1998), 278-331 (esp. p. 297, n.66).
[13] Como es bien sabido, desde su reseña al Inventaire, cit. en n.9, Gilbert Tournoy, "A propos de la correspondance de Juste Lipse", Latomus 28, 1969, 691-693, ha contribuido con artículos y dirección de congresos y de equipo de investigación al proyecto editorial de las Iusti Lipsi Epistolae (ILE).
[14] Cf. mis "El humanista extremeño Lorenzo Ramírez de Prado, entre Céspedes y el Brocense", en La recepción de las Artes Clásicas en el siglo XVI, ed. E. Sánchez - L. Merino - S. López, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1996, pp. 671-678, y "Una carta desconocida de Luis Carrillo y Sotomayor", Homenaje a Esperanza Albarrán Gómez, Sevilla, Instituto «San Isidoro», 1998, pp. 193-206.
[15] En la posdata de una de las dos cartas del ms. R firmadas por Robert de Scheilder, que ha tratado en su ponencia el profesor Tournoy, leemos que le pide a Ramírez: "Velim mihi impetres a Santio epistolam ad te e vinculis scriptam" (f.88v). Ni que decir tengo que en R no se halla esta carta que el eminente lingüista pudo mandar desde la cárcel a Ramírez, quien a lo sumo tendría 17 años.
[16] Como señalan J. Fernández Valverde y A. Ramírez de Verger, Marcial. Epigramas, Madrid, Gredos, 1997, vol. I, p. 73. En la suculenta polémica de plagios y supuestas autorías se centra F.R. Hausmann, "Martialis, M. Valerius", en Paul O. Kristeller et al., eds., Catalogus translationum et commentariorum, vol. IV, Washington, 1960, pp. 290-1. El comentario de Ramírez se tituló Hypomnemata ad Lib. Spectaculorum et quatuor primos epigrammaton M. Valerii Martialis, collecta ex schedis succisivis Domini Laurentii Ramirez de Prado, y fue incluido con paginación independiente en la ed. de Marcial de París: M. Sonnius, 1607, y luego intercalado en la editio maior de Marcial por el mismo impresor parisino de 1617.
[17] J. de Entrambasaguas, Una familia de ingenios: Los Ramírez de Prado, Madrid, 1943, cf. también, La biblioteca de Ramírez de Prado, 2 vols., Madrid, 1943.
[18] Cf. R, f.69r: Quamvis non plus annis triginta natus sum.
[19] Cf. M. Gómez Uriel, Bibliotecas antigua y nueva de los escritores aragoneses de Félix de Latassa y Ortín, Zaragoza, 1885, vol. II, pp. 367-370.
[20] Cf. respectivamente Ramírez, Epistolario, cit. en n. 2, cartas 82 y 87, pp. 334 y 369. Insulso y remilgado, en parte con razón, le parece el carteo a P. Jauralde Pou, Francisco de Quevedo (1580-1645), Madrid, Castalia, 1998, p. 154.
[21] Se refiere a Dispunctio codicis Mirandulani, Amberes, J.Moretus, 1602, opúsculo polémico contra la aportación de un falso códice de Tácito; cf. J. Solís, "Dos cartas", cit. en n.12, pp. 300-301.
[22] Sin duda Marcus Welser (Augsburgo, 1558-1614); cf. ILE 91 02 28.
[23] En el prefacio a la segunda edición de sus comentarios sobre las tragedias de Séneca, Martini Antonii Delrii ex Societate Iesu, Syntagma tragoediae Latinae, Amberes, J. Moretus, 1593, declara haberlos elaborado durante unas fiebres cuartanas; cf. Martín del Río, La magia demoníaca (libro II de las Disquisiciones Mágicas), introd., trad. y not. J. Moya, Madrid, Hiperión, 1991, p. 32.
[24] Cf. O.H. Green, Vida y obra de Lupercio Leonardo de Argensola, Zaragoza, 1945, pp. 59-62, y Jauralde, Quevedo, cit. en n.20, p. 155.
[25] Cf. Antonio Fontán, Artes ad humanitatem. Ideales del hombre y de la cultura en tiempos de Cicerón, Pamplona, 1957.
[26] San Orencio es venerado en Huesca como santo propio de la diócesis. Hay una Vida del Glorioso Patriarca y Confesor Sant Orencio, por Diego Velázquez, Zaragoza, Pedro Ardouyn, 1529 (Gallardo IV cols. 990-1, nº 4247) que, sin base alguna, hace a este Orencio padre del venerado en Huesca.
[27] Lorenzo Ramírez había financiado una segunda edición de San Orencio revisada por el mismo Del Río: Sancti Orientii episcopi Illiberitani Commonitorivm, iterum emendatum ac notis secundis illustratum a Martino Delrio S. J. Presbytero, Salamanca, Taberniel, 1604.
[28] La Bibliotheca del canonista y anticuario Antonio Agustín (1517-1586), obispo de Tortosa, resulta ser el primer catálogo impreso de una librería particular publicado en el ámbito católico; sobre su autor, cf. Juan F. Alcina, "Martín López de Bailo, humanista al servicio de Antonio Agustín", en C. Schrader, C. Jordán, J. A. Beltrán, eds., ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ. Estudios en homenaje al profesor Serafín Agud, Zaragoza, 1998, pp. 251-258. Antonio Possevino (1533-1611) confeccionó la sistematización bibliográfica de la pedagogía jesuita; cf. J. Solís de los Santos, El ingenioso bibliólogo don Francisco de Araoz, Sevilla, Universidad, 1997, pp. 25-29.
[29] Hist. Aug., Maximin.27,4,2: talis erat iuvenis patrio sub nomine clarus.
[31] Cf. Val. Max. VI 3 ext.1 (p. 291 Kempf).
[33] Cf. Plaut. frg.80 (Frivolaria 2.5).
[34] De las dos cartas de Lipsio hasta ahora desconocidas que se conservan en R, una es al propio Ramírez (05 02 03) y la otra (04 07 13) a un compañero portugués y cliente de su padre, llamado Fernando López de Milán, o Milanius, tal vez, Lopes de Mello; cf. J. Solís, "Dos cartas", cit. en not. 12, p.293 n.46.
[35] Se trata de la controversia suscitada en torno a la exegesis de una interpolación de Naturalis Historia de Plinio (Plin. Nat. 7.169). L. Ramírez llegó a imprimir dicho opúsculo recogido en el elenco de sus obras: Epistola ad Christophorum Medranum in Salmanticensi Academia publicum Medicinae Professorem super Plinii verba illa ex cap. i. lib. vii: "Est aliquis morbus per sapientiam mori". 20 pp. 4º, s/l, s/i, s/a. Copia en BN Madrid, ms. 18.620, núm. 23, según Entrambasaguas, Familia, cit. en n. 17, p. 111 n.1.
[36] El jesuita sevillano Juan de Pineda, (1568-1637) publicó un De C. Plinii loco controverso bajo el seudónimo de Eduardo Fernández. La cuestión, aun siendo sobre un texto espurio, merecerá una aclaración al menos bibliográfica.
[37] El médico sevillano es Francisco Jiménez Guillén, del que Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, Madrid, 1783, vol. I p. 499b, registra este opúsculo no localizado: Quid sit per sapientiam mori apud Plinium, Sevilla, Francisco Pérez, [1605].
[39] Cf. Auson. Ep. 12,79 (p. 256 Prete).
[41] Cf. Jan Papy, "La poésie de Juste Lipse. Esquisse d'une évaluation critique de sa tecnique poétique", en Juste Lipse en son temps, cit. en n. 3, p. 201.
[42] Se trata del eminente historiador jesuita Juan de Mariana (1536-1624).